Fuertes celtas en lo alto de colinas, a menudo llamados oppida (oppidum en singular), por el nombre latino dado a los asentamientos grandes por los romanos, fueron construidos por toda Europa durante los siglos II y I a.C. Rodeados por una muralla fortificada y a menudo con fosos exteriores, normalmente se encontraban en puntos altos del entorno o en llanuras en lugares fácilmente defendibles, como las curvas de los ríos. Uno de los ejemplos de oppidum más famosos es Alesia, que resistió un asedio en 52 a.C. por Julio César (100-44 a.C.) antes de que su jefe, Vercingétorix (82-46 a.C.), se rindiera. Otros oppida destacados incluyen Gergovia en la Galia, Heidengraben en Alemania y el castillo Maiden en Gran Bretaña. Tras la expansión del Imperio Romano en el siglo I d.C., muchos oppida fueron abandonados, pero algunos, como Alesia, siguieron estando habitados hasta la Edad Media o siguieron teniendo una importancia religiosa para la población local.
Desarrollo y características
Los celtas de la Europa de la Edad del Hierro, gracias a los desarrollos en la agricultura y la producción, pudieron prosperar, con lo que los pequeños asentamientos urbanos se volvieron más poblados. El incremento del comercio con los romanos y la adquisición de esclavos y bienes de lujo tuvo como resultado un aumento en las rivalidades locales y las guerras entre tribus, a medida que estas competían por los recursos naturales. Por eso los celtas construían fortificaciones en lugares de fácil defensa, como las colinas bajas, las montañas y las curvas de los ríos. Puede que también hubiera un significado religioso en la elección de un emplazamiento fortificado, tal y como demuestran los muchos artefactos votivos que se han encontrado en muchos de ellos. No eran necesariamente lugares para vivir permanentemente, aunque algunos ciertamente se usaban de esa manera. En vez de eso, muchos de ellos se usaban en tiempos de guerra como un lugar de refugio. La gente había vivido en lugares resguardados naturalmente desde el Neolítico o incluso antes, pero los fuertes celtas en la cima de las colinas de los siglos II y I a.C. destacaban por su tamaño y sus defensas artificiales. Muchos oppida cubrían un área de varios kilómetros cuadrados (1000 acres). Los arqueólogos normalmente se refieren a estos fuertes por su nombre latino, oppida (oppidum en singular). Sin embargo, para los romanos oppidum simplemente quería decir "asentamiento", y se podía usar para cualquier área habitada que fuera más grande que una simple aldea.
El área elegida para un oppidum normalmente se rodeaba con muros, con un acceso restringido a través de puertas. Los muros, al menos en los lugares al oeste del Rin en el sur de Alemania, se construían usando una técnica que los romanos llamaban murus gallicus porque fue en la Galia donde la vieron por primera vez. El método consistía en crear un armazón de vigas de madera unidas mediante clavos de hierro largos. Dentro de este armazón se disponían capas de escombros y tierra, y se añadían vigas cruzadas para darle más consistencia. Después toda la estructura por ambos lados con bloques de piedra cortada entre los que todavía se podían ver las vigas horizontales. En los oppida de Bohemia y Moravia se utilizó un método distinto, el muro de ranura con postes (Pfostenschlitzmauer o muro de Kelheim), en el que hay un muro de postes de madera verticales con vigas horizontales interconectadas y piedra seca reforzado por una estructura en forma de rampa de escombros y tierra. Había también un tercer tipo de muralla que prevalecía en el norte de la Galia y en el sureste de Gran Bretaña. Este era el del tipo Fécamp, que recibe el nombre del oppidum de este lugar. Aquí la muralla está hecha de un montículo de tierra y escombros, con una fachada exterior muy empinada, mientras que la inclinación en la parte interior es gradual. Este tipo de muralla solía tener un ancho foso justo delante para mayor protección. Todas estas estructuras también habrían tenido empalizadas de madera en la parte superior.
Estas murallas sólidas creaban un área segura para la población de los alrededores en caso de un ataque. Los oppida también se usaban como almacenes seguros de bienes de lujo y centros de fabricación. A menudo solían ser las capitales regionales, pero no siempre: la tribu de los helvecios tenía 12 y los bituriges tenían 20 oppida, por ejemplo. Puede que también sirvieran de centros de distribución de bienes, y recaudaban tributos y peajes ya que a menudo se encontraban en las rutas comerciales establecidas. Puede que también sirvieran como centros administrativos y de justicia. Las excavaciones en los oppida han revelado no solo talleres de metalurgia y de otros artesanos como alfareros, tejedores y vidrieros, sino que también se ha descubierto la parafernalia asociada con la acuñación de monedas celtas. De hecho, la presencia de minerales en la zona puede que fuera un factor importante a la hora de decidir construir un oppidum en un lugar concreto. Con la expansión del Imperio romano, la mayoría de oppida quedaron obsoletos como asentamientos fortificados, pero mientras que algunos se abandonaron en el siglo I d.C., muchos perduraron como ciudades hacia finales de la Antigüedad.
Los oppida de Francia
Alesia es probablemente el oppidum más famoso. Era una ciudad fortificada en la Galia oriental (en la actual región de Borgoña) y el principal castro de la tribu de los mandubios. El escritor griego del siglo I a.C., Diodoro Sículo, cuenta la leyenda de que Alesia fue fundada por Hércules tras su relación romántica con Gálata, la princesa gala. Alesia estaba situada entre dos ríos, en una meseta natural de piedra caliza, considerablemente más alta que la llanura circundante. Abarcaba en torno a 1 kilómetro cuadrado (240 acres) y estaba protegida por una muralla y un foso circundante. Alesia era conocida en la antigüedad por su industria metalúrgica, una reputación que queda confirmada por los registros arqueológicos.
Este oppidum alcanzó la fama histórica cuando se convirtió en el centro de la resistencia a la invasión de la Galia por parte de Julio César en 52 a.C. Los jefes galos estaban liderados por Vercingétorix, que logró cierto éxito en la lucha contra los romanos. Sin embargo, un largo asedio y la construcción de César de sus propias fortificaciones alrededor del lugar acabaron con la rendición de Vercingétorix (o la traición de los demás jefes), y Alesia cayó frente a los romanos. Después de eso, los romanos ocuparon el oppidum y este siguió siendo un importante asentamiento hasta la Edad Media; hoy en día todavía hay un pueblo pequeño en el lugar, Alise-Sainte-Reine.
Otro oppidum galo famoso es Gergovia en el sureste de Francia (aunque la identificación absoluta todavía está por verse). Este era la capital de los arvernos y el hogar de Vercingétorix. Construido en una meseta alta y remota, este lugar fortificado abarcaba unos 750 metros cuadrados (0.18 acres). Al contrario que lo que ocurriría en Alesia, el sitio de Julio César en Gergovia, con sus robustas murallas, también en 52 a.C., constituyó un raro fracaso, cuando los romanos fueron traicionados por sus aliados galos.
Bibracte era un oppidum en centro este de Francia, situado en el monte Beuvray, a una altura de unos 760 metros (2.500 pies). En el pasado, Bibracte fue la capital de la tribu de los heduos, el lugar donde Vercingétorix fue concedido el gobierno de todas las tribus galas en una gran asamblea de los jefes. El enclave principal abarcaba unos 1.3 kilómetros cuadrados (320 acres) mientras que las murallas exteriores rodeaban un área total de 2 kilómetros cuadrados (500 acres). Las excavaciones arqueológicas del lugar han sacado a la luz miles de artefactos relacionados con la vida doméstica celta, contribuyendo de manera importante a entender la Galia prerromana. Por ejemplo, la enorme cantidad de ánforas romanas demuestran que había un próspero comercio vinícola en la región mucho antes de la llegada de Julio César. Las excavaciones también han demostrado que el oppidum estaba dividido en áreas distintas, para fines religiosos, para la élite y para los artesanos. Los arqueólogos han descubierto tres inscripciones votivas que mencionan a la diosa Bibracte, que da nombre al lugar. Bibracte era otro oppidum que siguió utilizándose hasta bien entrado el periodo romano, empezando por el propio Julio César, que escribió su Guerra de las Galias mientras pasaba allí el invierno.
Los oppida de Alemania
El asentamiento fortificado en Heuneburg, en la orilla oeste del Danubio, al sureste de Alemania es poco usual porque fue fortificado mucho antes que los demás. En el siglo VI a.C. se construyó en el lugar una muralla de barro cocido de 600 metros de largo (1968 pies) asentada sobre una base de piedra y rematada con torres cuadradas. En algunas partes, la muralla alcanza los 4 metros de altura (13 pies). La piedra necesaria para un proyecto de tal escala se extrajo de una cantera de piedra caliza a 6,5 kilómetros de distancia (4 millas). Los indicios de las excavaciones arqueológicas y las técnicas de construcción sugieren claramente que se había establecido contacto con los etruscos. Esparcidos por la zona fortificada se encuentran 11 túmulos.
Heidengraben (un nombre moderno) es un fuerte celta sobre una colina en el sur de Alemania. Este es el oppidum más grande conocido, y sus murallas alguna vez rodearon un área de 16,5 kilómetros cuadrados (4.100 acres), aunque una gran parte del asentamiento estaba protegido de manera natural por el Danubio y el Rin. Un área del oppidum, probablemente el núcleo del asentamiento, tenía una protección extra, con una muralla y fosos.
Manching era otro oppidum grande, esta vez en Bavaria y situado cerca de unos depósitos importantes de hierro. Con un área de unos 3,8 kilómetros cuadrados (940 acres), su impresionante muralla tenía unos 7 o 8 kilómetros (4-5 millas) de largo y alcanzaba una altura de más de 4,5 metros (15 pies). Una característica interesante de estas murallas es que primeramente se construyeron usando la técnica del murus gallicus, y después la de Kelheim. El lugar tenía varias calles principales, un área central densamente poblada y otra que probablemente se usaba para que el ganado pastara. Las excavaciones arqueológicas han sacado a la luz muchos artefactos interesantes, incluidos una rama con hojas de bronce y bañada en oro, que puede que fuera parte de un árbol sagrado.
Los oppida de la República Checa
Staré Hradisko se encuentra en Moravia, en el este de la República Checa. Con una superficie de unos 400.000 metros cuadrados (100 acres), el lugar estaba rodeado de una serie de fortificaciones cuya longitud total era de unos 3,2 kilómetros (2 millas). La prosperidad del lugar se debía a su proximidad con las rutas de comercio establecidas, especialmente de ámbar.
Závist es otro oppidum checo, esta vez situado al sur de Praga en una empinada colina donde se encuentran los ríos Beraun y Vltava. El principal emplazamiento fortificado data del siglo II a.C., pero dentro de este había un santuario mucho más antiguo, puede que del siglo VI a.C. Závist llegó a abarcar unos 1,7 kilómetros cuadrados (420 acres) y tenía murallas de fortificación de unos 9 kilómetros (5,5 millas) de largo. Závist sufrió varios ataques a lo largo del tiempo, ya que las murallas y la puerta principal muestran indicios de haber sido reconstruidas varias veces. En el siglo I a.C. se añadieron más áreas fortificadas en este lugar, lo que indica un crecimiento de la población. El lugar fue destruido por un incendio y abandonado hacia finales del siglo I a.C.
Los oppida de Gran Bretaña
A medida que los celtas se iban moviendo hacia el norte, llevaron consigo la idea del oppidum al sur de Gran Bretaña. En la antigüedad Gran Bretaña ya tenía fuertes en las colinas, pero eran diferentes a la mayoría de los oppida del continente, ya que normalmente no incluían arquitectura doméstica, es decir, que solo se usaban en tiempos de guerra y de manera temporal. Por lo tanto, los oppida celtas eran proyectos construidos a una escala mucho mayor.
El castillo de Yarnbury in Wiltshire fue construido como un castro en el siglo I a.C. en el emplazamiento de una fortificación más antigua. Con una forma más o menos circular, las murallas dobles estaban separadas por un foso y la entrada principal estaba protegida con su propia estructura triangular de fortificación (un revellín).
El castillo Maiden en Dorset, en el sur de Inglaterra, es el castro más grande de Gran Bretaña de la Edad de Bronce. Los arqueólogos lo han estudiado a fondo y proporciona un conocimiento interesante sobre cómo se fueron mejorando los castros continuamente a lo largo del tiempo. Fue en un principio un emplazamiento neolítico, y más tarde fue un asentamiento fortificado a partir del siglo V a.C. y después cayó en declive y fue reconstruido y ampliado en torno al 400 a.C. Esta nueva construcción abarcaba en torno a 180.000 metros cuadrados (46 acres). La época celta de la historia del fuerte comienza alrededor de 250 a.C., durante la que se llevó a cabo otra ronda de construcciones. La muralla interior se hizo más alta y se extendió, mientras que los terraplenes exteriores también se mejoraron y se diseñaron las entradas para restringir el número de guerreros enemigos que podían acceder al fuerte en un momento dado. En el siglo I a.C. se volvieron a extender las murallas y se reforzaron las entradas con elementos de piedra y una complicada serie de muros exteriores. Los fosos externos y las estacadas ofrecían una protección extra en lo que para entonces ya era una formidable fortaleza según los estándares de la Edad de Hierro. Los rastros de casas redondas y almacenes sugieren que la población del fuerte era de menos de 1.000 personas en su punto álgido y que dependía de las comunidades agrarias circundantes, lo que lo convierten en lo que los arqueólogos llaman un emplazamiento protourbano más que una ciudad realmente. Los descubrimientos de importantes almacenes de piedras para hondas recuerdan la función principal del lugar para llevar a cabo una guerra de defensa.
Por desgracia para los lugareños, las defensas del castillo Maiden no fueron suficientes como para detener al ejército romano y sus sofisticadas armas de asedio. El fuerte fue capturado en 43 d.C., probablemente por las legiones del futuro emperador romano Vespasiano, que reinaría del 69 al 79 d.C. El lugar fue abandonado definitivamente unas pocas décadas después, ya que su importancia en la región fue usurpada, como en el caso de muchos otros fuertes celtas de las colinas, por una nueva ciudad romana; en este caso, Durvonaria (Dorchester).