Imperio bizantino

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Mark Cartwright
por , traducido por Antonio Elduque
Publicado el 19 septiembre 2018
Disponible en otros idiomas: inglés, chino, checo, francés, italiano, portugués, turco
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The Virgin and Child Mosaic, Hagia Sophia (by Hagia Sophia Research Team, CC BY-NC-SA)
Mosaico de la Virgen y el Niño, Santa Sofía
Hagia Sophia Research Team (CC BY-NC-SA)

El Imperio Bizantino existió desde 330 hasta 1453. A menudo se le denomina Imperio Romano de Oriente o simplemente Bizancio. La capital bizantina fue fundada en Constantinopla por Constantino I (quien gobernó del 306 al 337). El Imperio bizantino tuvo distintos tamaños a lo largo de los siglos, en algún momento poseyó territorios de Italia, Grecia, los Balcanes, Levante, Asia Menor y el norte de África.

Bizancio fue un estado cristiano, con el griego como lengua oficial. Los bizantinos desarrollaron su propio sistema político, prácticas religiosas, arte y arquitectura. Estos aspectos estuvieron muy influenciados por la tradición cultural grecorromana, aunque fueron distintos y no una simple continuación de la antigua Roma. El Imperio bizantino fue la potencia medieval más longeva, y su influencia continúa hoy en día, especialmente en la religión, el arte, la arquitectura y las leyes de muchos estados occidentales, de Europa Central y Oriental, y de Rusia.

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El nombre "bizantino" y fechas

El nombre "bizantino" fue acuñado por historiadores del siglo XVI, basados en el hecho que el primer nombre de la ciudad fue Bizancio, antes de pasar a ser Constantinopla (actualmente Estambul). Fue y sigue siendo una etiqueta imperfecta pero conveniente, que diferencia el Imperio romano de Oriente del de Occidente, especialmente importante tras la caída del segundo en el siglo V. De hecho, por ese motivo, no hay un acuerdo universal entre historiadores sobre a qué período de tiempo se refiere el término “Imperio bizantino”. Algunos sitúan la fecha de la fundación de Constantinopla en 330, otros en la caída del Imperio romano de Occidente en 476, otros prefieren el fracaso de Justiniano I (r. 527-565) en la unificación de los dos imperios en 565, e incluso algunos lo vinculan con la conquista de las provincias orientales de Bizancio por parte de los árabes, en ca. 650. La mayoría de historiadores concuerdan en que el Imperio bizantino finalizó el martes 29 de mayo de 1453, cuando el sultán otomano Mehmed II (r. 1444-6 y 1451-81) conquistó Constantinopla.

Constantinopla se convirtió en la ciudad cristiana más rica, lujosa e importante del mundo.

Esa discusión sobre las fechas también pone de manifiesto las diferencias étnicas y culturales entre las dos mitades del mundo romano y la distinción del estado medieval de su herencia romana anterior. Los bizantinos se llamaban a sí mismos 'romanos', su emperador era basileon ton Rhomaion o 'emperador de los romanos' y su capital era 'Nueva Roma'. Sin embargo, el idioma más común era el griego, y lo justo es decir que, en la mayor parte de su historia, el Imperio bizantino fue mucho más griego que romano en términos culturales.

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Constantinopla

Los inicios del Imperio bizantino se remontan a la decisión del emperador romano Constantino I de trasladar la capital del Imperio romano de Roma a Bizancio, el 11 de mayo de 330. El nombre popular de Constantinopla o 'Ciudad de Constantino' pronto sustituyó a la elección oficial del propio emperador de 'Nueva Roma'. La nueva capital tenía un excelente puerto natural en la entrada del Cuerno de Oro y, a caballo entre Europa y Asia, podía controlar el tráfico de barcos a través del Bósforo, entre el Egeo y el Mar Negro, que conectaba el lucrativo comercio entre Oriente y Occidente. Una gran cadena que se extendía a través de la entrada del Cuerno de Oro, y la construcción de las enormes Murallas de Teodosio, entre 410 y 413, garantizaban la capacidad de resistencia de la ciudad frente a ataques tanto por mar como por tierra. Al irse añadiendo, a lo largo de los siglos, edificios espectaculares, la cosmopolita ciudad se convirtió en una de las más bellas de todos los tiempos y sin duda la ciudad cristiana más rica, lujosa e importante del mundo.

Map of Byzantine Constantinople
Mapa de la Constantinopla bizantina
Cplakidas (CC BY-SA)

Emperadores bizantinos

Los emperadores bizantinos o basileus (o basilissa en los casos más raros de emperatrices) residían en el espléndido Gran Palacio de Constantinopla y gobernaban como monarcas absolutos sobre un vasto imperio. Como tal, el basileus necesitaba la asistencia de un gobierno experto y de una burocracia extensa y eficiente. A pesar de ser un gobernante absoluto, se esperaba de un emperador – por su gobierno, la población y la Iglesia – que gobernara sabia y justamente. Y lo que es más importante, un emperador había de tener éxitos militares, porque el ejército seguía siendo en la práctica la institución más poderosa de Bizancio. Los generales en Constantinopla y las provincias podían – y lo hicieron – destronar a un emperador que fracasara en la defensa de las fronteras imperiales y que trajera consigo la catástrofe económica. Sin embargo, en condiciones normales, el emperador era el jefe supremo del ejército, cabeza de la Iglesia y del gobierno, controlaba las finanzas públicas y nombraba o destituía nobles según su voluntad; pocos gobernantes en la historia han tenido nunca tanto poder.

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Mediante una continuidad cuidadosamente orquestada de dinastías, rituales, vestimentas y nombres, la institución del emperador bizantino fue capaz de sobrevivir durante 12 siglos.

La imagen del emperador aparecía en las monedas bizantinas, que también se utilizaban para mostrar al sucesor electo, normalmente el hijo primogénito, aunque no siempre, porque no había reglas sucesorias establecidas. Se consideraba a los emperadores como elegidos por Dios para gobernar, aunque una magnífica corona y una vestimenta de púrpura de Tiro ayudaban a reafirmar su derecho a gobernar. Otra estrategia de marketing era copiar los nombres reales de ancestros ilustres, siendo Constantino el favorito. Incluso los usurpadores, normalmente militares de éxito y poderosos, con mucha frecuencia intentaban legitimar su posición contrayendo matrimonio con algún miembro de la familia de sus predecesores. Así, mediante una continuidad cuidadosamente orquestada de dinastías, rituales, vestimentas y nombres, la institución del emperador bizantino fue capaz de sobrevivir durante 12 siglos.

El gobierno bizantino

El gobierno bizantino seguía los modelos establecidos en la Roma imperial. Aunque el emperador era omnipotente, se esperaba que consultara a instituciones importantes, como el Senado. En Constantinopla, a diferencia de Roma, el Senado estaba formado por hombres que habían ascendido en el rango militar, con lo que no existía una clase senatorial como tal. Sin elecciones, los senadores, ministros y consejeros locales bizantinos en su mayor parte conseguían su posición mediante el patrocinio imperial o por su estatus como grandes terratenientes.

Justinian I
Justiniano I
Sponsored by a Greek banker, Julius Argentarius (CC BY-NC-SA)

Los senadores de élite constituían el pequeño sacrum consistorium, al que se suponía que, teóricamente, el emperador había de consultar los asuntos de transcendencia del estado. Además, el emperador podía consultar a miembros de su entorno personal en la corte. También en la corte estaban los chambelanes eunucos (cubicularii), que servían al emperador en asuntos personales, pero que también podían controlar el acceso a él. Los propios eunucos ostentaban cargos de responsabilidad, los principales entre ellos responsables del tesoro imperial, los sakellarios, cuyos poderes aumentaron de forma significativa a partir del siglo VII. Otros cargos importantes eran el de cuestor, o responsable legal principal; el comes sacrarum largitionum, que controlaba la casa de la moneda; el magister officiorum, responsable de la administración general del palacio, el ejército y sus suministros, así como de los asuntos exteriores; y un conjunto de inspectores imperiales que supervisaban a los consejos locales repartidos por todo el Imperio.

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El funcionario más importante en Bizancio, sin embargo, era el Prefecto del Pretorio del Este, de quien dependían todos los gobernadores regionales del Imperio, que a su vez supervisaban a los consejos de las ciudades o curae, cuyos miembros eran responsables de los servicios públicos y la recaudación de tributos en sus ciudades y territorios adyacentes. Esos consejos estaban repartidos geográficamente en unas 100 provincias, a su vez agrupadas en 12 diócesis, tres en cada una de las cuatro prefecturas del Imperio. A partir del siglo VII los gobernadores de las diócesis, o themes, como fueron denominados tras la reestructuración, pasaron de hecho a ser comandantes militares provinciales (strategoi), con dependencia directa del emperador, al ser abolido el cargo de Prefecto del Pretorio. A partir del siglo VIII, debido a la presión militar creciente por parte de los vecinos y a las guerras civiles internas, la administración del estado se simplificó notablemente.

Corpus Juris Civilis

El gobierno bizantino se benefició enormemente de la creación del Código de Justiniano o Corpus Juris Civilis (Corpus de Derecho Civil) de Justiniano I. Dicho corpus, redactado por un panel de expertos legales, recogió, editó y revisó el enorme conjunto de leyes romanas que se habían acumulado a lo largo de los siglos – una cantidad descomunal de edictos imperiales, jurisprudencia y listas de delitos y castigos. El código, con más de un millón de palabras, estaría en vigor 900 años, haciendo las leyes más claras para todos, reduciendo el número de casos llevados a los tribunales de forma innecesaria, acelerando los procesos judiciales e influyendo posteriormente en la mayoría de sistemas legales de las democracias occidentales.

La sociedad bizantina

Los bizantinos daban gran importancia al nombre familiar, a la riqueza heredada y al nacimiento respetable de un individuo. Los miembros de las clases altas de la sociedad poseían las tres cosas. La riqueza provenía de la propiedad de tierras o de su administración bajo una jurisdicción de administración individual. Sin embargo, no existía la aristocracia de sangre como tal en la sociedad bizantina, y tanto el patrocinio como la educación eran formas de subir en el escalafón social. Además, la dispensación de favores, tierras y títulos por parte de los emperadores, así como las degradaciones indiscriminadas y los riesgos de invasiones foráneas y de guerras, hacían que los componentes individuales de la nobleza no fueran estáticos y que las familias prosperaran y se hundieran a lo largo de los siglos. El rango era visible para todos los miembros de la sociedad mediante el uso de títulos, sellos, insignias, vestimentas especiales y joyería personal.

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Byzantine Ivory Diptych Panel
Panel díptico bizantino de marfil
Osama Shukir Muhammed Amin (Copyright)

La mayoría en las clases bajas seguía la profesión de los padres, aunque la herencia, la acumulación de riqueza y la ausencia de una prohibición formal de movilidad entre clases al menos ofrecían una pequeña posibilidad de que una persona mejorara su posición social. Había trabajadores con empleos mejores, como los ocupados en asuntos legales, administración y comercio (que no era una forma de ganarse la vida demasiado apreciada por los bizantinos). En el peldaño inferior estaban los artesanos, luego los granjeros propietarios de sus propias parcelas de tierra, y luego el grupo mayor – los que trabajaban las tierras de otros y, finalmente, los esclavos, que normalmente eran prisioneros de guerra, mucho menos numerosos que los trabajadores libres.

El papel de las mujeres bizantinas, como en el caso de los hombres, dependía de su rango social. Era de esperar que las mujeres de la aristocracia gestionaran su hogar y cuidaran de sus hijos. A pesar de que podían tener propiedades, no podían desempeñar empleos públicos, y dedicaban su tiempo libre a tejer, ir de compras, a la iglesia, o a leer (aunque no tenían una educación formal). Las viudas eran las tutoras de sus hijos y podían heredar a partes iguales con sus hermanos. Muchas mujeres trabajaban, igual que los hombres, en la agricultura y en diversas industrias manufactureras y servicios de alimentación. Podían ser propietarias de sus tierras o negocios, y algunas mejoraban su posición social por medio del matrimonio. Las profesiones menos respetadas eran, como en todas partes, prostitutas y actrices.

Territorios del Imperio bizantino

La extensión geográfica del Imperio bizantino cambió a lo largo de los siglos al irse sucediendo los triunfos y derrotas militares de cada emperador. A los inicios de la historia del Imperio, sus territorios incluían Egipto, Siria, Jordania, Líbano y Palestina. Grecia era menos importante en términos prácticos que como símbolo de la idea que los bizantinos tenían de sí mismos como herederos verdaderos de la cultura grecorromana. Italia y Sicilia serían defendidas, finalmente sin éxito, contra las ambiciones de los papas y los normandos. Los Balcanes hasta el Danubio eran importantes, y Asia Menor, hasta la costa del Mar Negro al norte y Armenia al este, era una gran fuente de riqueza, aunque ambas regiones requirieron una defensa regular y vigorosa contra diversos enemigos sempiternos.

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Al irse redibujando el mapa político con el auge y caída de los imperios vecinos, es destacable la defensa por parte de Anastasio I (491-518) contra los persas y los búlgaros. Justiniano I, con la ayuda de su competente general Belisario (ca. 500-565), recuperó territorios en el Norte de África, España e Italia, que habían sido perdidos por los emperadores de Occidente. Los lombardos, en Italia y los eslavos, en los Balcanes, realizaron incursiones en el Imperio durante la segunda mitad del siglo VI, una situación finalmente revertida por Heraclio (r. 610-641), que puso fin al Imperio sasánida de Persia, con su victoria en Nínive en el 627.

Byzantine Empire c. 626 CE
Imperio bizantino, ca. 626 d.C.
Justinian43 (CC BY-SA)

Las conquistas musulmanas de los siglos VII y VIII arrebataron al Imperio sus territorios en Levante (incluyendo Jerusalén en el 637), Norte de África y el este de Asia Menor. Al menos el Imperio se mantuvo firme como un baluarte frente a la expansión árabe en Europa, con Constantinopla resistiendo por dos veces los asedios árabes (674-8 y 717-8), aunque el Imperio bizantino se tambaleó hasta sus cimientos. Posteriormente, en el siglo IX, los búlgaros hicieron incursiones significativas en las zonas septentrionales del Imperio. La dinastía macedonia (nombre inadecuado) (867-1057) trajo consigo un resurgimiento de la suerte bizantina. El fundador de la dinastía, Basilio I (r. 867-886), reconquistó el sur de Italia, controló a los molestos piratas de Creta, y consiguió victorias contra los árabes en Chipre, la Grecia continental y Dalmacia. El siguiente emperador, León VI (r. 886-912) perdió la mayor parte de esas ganancias, pero a mediados del siglo X se lograron victorias en la Mesopotamia controlada por los musulmanes.

Basilio II (r. 976-1025), conocido como el ‘asesino de búlgaros’ por sus victorias en los Balcanes, fue testigo de otro vuelco en la suerte de los bizantinos. Con la ayuda de un ejército de fieros guerreros de origen vikingo, procedentes de Kiev, consiguió también victorias en Grecia, Armenia, Georgia y Siria, duplicando el tamaño del Imperio. Fue, sin embargo, el último resurgir y el comienzo de un declive paulatino e inexorable. Después de la dolorosa derrota contra los selyúcidas en la batalla de Manzikert, en Armenia, en 1071, hubo una breve recuperación con Alejo I Comneno (r. 1081-1118), victorioso ante los normandos en Dalmacia, los pechenegos en Tracia y los selyúcidas en Palestina y Siria (con la ayuda de los primeros cruzados), pero eran aparentemente demasiados enemigos en demasiados sitios para que los bizantinos pudieran prosperar indefinidamente.

En los siglos XII y XIII el Sultanato de Rum conquistó la mitad de Asia Menor, y sobrevino el desastre cuando los ejércitos de la Cuarta Cruzada saquearon Constantinopla en 1204. Repartido entre Venecia y sus aliados, el Imperio sobrevivió solamente en el exilio, hasta su restauración en 1261. En el siglo XIV consistía únicamente en un pequeño territorio en el extremo sur de Grecia y una franja alrededor de la capital. El final llegó, como ya se ha mencionado, con el saqueo otomano de Constantinopla en 1453.

La Iglesia bizantina

El paganismo continuó practicándose durante siglos después de la fundación de Bizancio, pero fue el cristianismo el que pasó a ser un elemento característico de la cultura bizantina, afectando profundamente a su política, las relaciones exteriores, el arte y la arquitectura. La Iglesia estaba encabezada por el Patriarca u obispo de Constantinopla, que era nombrado y destituido por el emperador. Los obispos locales, que presidían las grandes ciudades y su periferia, y que representaban tanto a la Iglesia como al emperador, tenían riquezas y poder considerables en sus comunidades locales. El cristianismo se convirtió en un denominador común importante que ayudó a cohesionar culturas diversas en un único imperio, que incluía griegos, armenios, eslavos, georgianos y muchas otras minorías cristianas, y a gente de otras creencias como judíos y musulmanes, a los que se permitía practicar libremente su religión.

Icon of Saint Basil
Icono de San Basilio
Unknown Artist (Public Domain)

Las diferencias entre la iglesia occidental y la oriental fueron una de las razones por las que el Imperio bizantino fue tan poco representado en las historias medievales occidentales. A menudo los bizantinos aparecían como decadentes y pérfidos, estancados culturalmente y su religión como una herejía peligrosa. Ambas iglesias diferían acerca de quién debía tener la prioridad, si el Papa o el Patriarca de Constantinopla. También había discrepancias en materias doctrinales, tales como si Jesucristo tenía ambas naturalezas, humana y divina, o solamente la divina. El celibato, el uso de pan ázimo o con levadura, el idioma de los oficios o el uso de las imágenes fueron puntos de discordia que, potenciados por las ambiciones políticas y territoriales añadidas a la mezcla volátil de emociones, condujeron al Cisma de Oriente de 1054.

La Iglesia bizantina también tuvo sus propias disputas internas, la más infame la iconoclasia o ‘destrucción de imágenes’ de 726-787 y 814-843. Los papas y muchos bizantinos estaban a favor del uso de iconos – representaciones de figuras sagradas, especialmente de Jesucristo. Los que estaban en contra pensaban que se habían convertido en ídolos y que era una blasfemia el pensar que Dios podía ser representado en el arte. El asunto reavivó el debate sobre si Cristo tenía una o dos naturalezas y si un icono, por tanto, solamente representaba la humana. Los defensores de los iconos opinaban que no eran más que una impresión del artista que ayudaba a los analfabetos en la comprensión de la naturaleza divina. Durante la oleada iconoclasta, muchas valiosas obras de arte fueron destruidas, especialmente durante los reinados de León III (r. 717-741) y su sucesor Constantino V (r. 741-775), en los que incluso se persiguió a los que veneraban a los iconos (iconófilos). El asunto se resolvió finalmente a favor de los iconos, en 843, en lo que es conocido como el “Triunfo de la Ortodoxia”.

El monacato es una característica particular de la vida religiosa bizantina. Hombres y mujeres se retiraban a monasterios donde dedicaban sus vidas a Cristo y a la ayuda a pobres y enfermos. En ellos vivían una vida sencilla, siguiendo las reglas establecidas por figuras importantes de la Iglesia como Basilio el Grande (ca. 330 – ca. 379). Muchos monjes eran también estudiosos, el más famoso San Cirilo (m. 867), que inventó el alfabeto glagolítico. Una mujer notable que aprovechó su tiempo de retiro fue Ana Comneno (r. 1081-1118), que escribió su Alexiada, sobre la vida y reinado de su padre Alejo I Comneno (r. 1081-1118). Los monasterios se convirtieron en repositorios de textos y conocimientos, de un valor incalculable, aunque también fueron apreciados por su producción de vino y sus talleres de iconos. Uno de los centros monásticos más destacados es el Monte Athos, cerca de Tesalónica, donde se establecieron monjes a partir del siglo IX, construyendo allí con el tiempo 46 monasterios, muchos de los cuales han sobrevivido hasta nuestros días.

Byzantine Book Cover with Icon
Tapa de libro bizantino con icono
The Metropolitan Museum of Art (Copyright)

El arte bizantino

Los artistas bizantinos abandonaron el naturalismo de la tradición clásica dirigiéndose hacia lo más abstracto y universal, y mostrando una clara preferencia por las representaciones bidimensionales. La escasez de firmas en obras de arte producidas antes del siglo XIII sugiere que los artistas no gozaban de un estatus social elevado. Se produjeron en grandes cantidades obras de arte con mensaje religioso – principalmente sobre la necesidad de la salvación y el refuerzo de la fe –, y de entre ellas las principales fueron los mosaicos y pinturas murales y los iconos. Aunque los iconos podían realizarse en muy diversos materiales, los más populares fueron pequeños paneles de madera pintados. Diseñados para ser transportados o colgados en paredes, fueron fabricados utilizando la técnica encáustica, en la que se mezclaban con cera pigmentos de colores, aplicándose en caliente sobre la madera para que quedaran incrustados. Con el objetivo de facilitar la comunicación entre el espectador y lo divino, las figuras se representaban normalmente en posición frontal, con un nimbo o halo a su alrededor, haciendo énfasis en su santidad.

Los mosaicos bizantinos – los mejores hoy en día pueden verse en Santa Sofía en Estambul o en la iglesia de San Vital en Rávena –, representaban figuras sagradas, emperadores y emperatrices, dignatarios de la Iglesia, y escenas de la vida cotidiana, especialmente de agricultura. La escultura a gran escala fue al parecer menos popular que en la antigüedad anterior, aunque se esculpieron grandes cantidades de sarcófagos en mármol. Finalmente, el trabajo en metal, especialmente el que incorporaba esmaltes y piedras semipreciosas talladas en cabujón, fue una especialidad bizantina, y los artesanos produjeron gran cantidad de placas de alta calidad con diseños intrincados, joyería de todo tipo, tapas de libros (especialmente para biblias) y relicarios.

La arquitectura bizantina

Los arquitectos bizantinos siguieron utilizando en sus edificios los órdenes clásicos, recogiendo ideas del Próximo Oriente, entre otros sitios. Los diseños pasaron a ser más eclécticos que en la antigüedad, especialmente teniendo en cuenta la costumbre de reutilizar, para las nuevas estructuras, materiales procedentes de edificios más antiguos. Había también un claro énfasis en la función, más que en la forma, y una mayor preocupación por los interiores que por los exteriores de los edificios. Siguiendo con la construcción de las estructuras romanas por excelencia, tales como acueductos de arcos, anfiteatros, hipódromos, baños y villas, los bizantinos enriquecerían el repertorio con sus iglesias con cúpulas, monasterios amurallados y fortificaciones más sofisticadas.

Hagia Sophia Interior
Interior de Santa Sofía
Mark Cartwright (CC BY-NC-SA)

Los materiales de construcción favoritos para el núcleo oculto de las murallas eran los ladrillos grandes con mortero y hormigón. En los edificios más prestigiosos se utilizaba sillería de piedra, mientras que el mármol, menos generalizado que en los tiempos romanos previos, se reservaba normalmente para las columnas, marcos de puertas y ventanas, y otros elementos decorativos. Los techos eran de madera, mientras que las paredes interiores estaban normalmente recubiertas de yeso, estuco, placas delgadas de mármol, pinturas y mosaicos.

El mayor y más famoso edificio bizantino es Santa Sofía, en Constantinopla, dedicada a la sagrada sabiduría (hagia sophia) de Dios. Reconstruído en 532-537, su base rectangular mide 74,6 x 69,7 metros (245 x 229 pies) y su enorme techo abovedado se sitúa a 55 metros sobre el suelo, con un diámetro de 31,8 metros. Descansando sobre cuatro arcos masivos con cuatro pechinas de soporte, la cúpula fue un logro arquitectónico espectacular para su época. Santa Sofía fue la mayor iglesia del mundo hasta el siglo XVI, y una de las más ricamente decoradas con soberbios mosaicos relucientes y pinturas murales.

Las iglesias cristianas, en general, fueron una de las principales contribuciones bizantinas a la arquitectura, especialmente por el uso de la cúpula. El plan de base cuadrada fue el más común, con la cúpula construida sobre cuatro arcos de soporte. La base cuadrada se ramificaba en alas que, a su vez, podían tener techos con bóvedas o semibóvedas. Otra característica común era el ábside central, con otros dos laterales, en el extremo sur de la iglesia. Con el tiempo, la cúpula central se levantó todavía más, sobre un tambor poligonal, que en algunas iglesias era tan alto que parecía una torre. Muchas iglesias, especialmente basílicas, tenían un baptisterio anexo (normalmente octogonal) y a veces un mausoleo destinado al fundador de la iglesia y sus descendientes. Todas esas características de diseño bizantinas continuarían influyendo en la arquitectura cristiana ortodoxa y así aparecen hoy en día en iglesias de todo el mundo.

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Preguntas y respuestas

¿Por qué era conocido el Imperio bizantino?

El Imperio bizantino era conocido por ser un Estado cristiano con el griego como lengua oficial. Comenzó siendo la parte oriental del Imperio romano, pero luego adquirió identidad propia. El imperio llegó a abarcar gran parte de Europa oriental, Oriente Próximo y partes del norte de África.

¿Quién fundó el Imperio bizantino?

El Imperio bizantino fue fundado por el emperador romano Constantino I, que separó el Imperio romano en partes occidental y oriental.

¿Bizantino era griego o romano?

El Imperio bizantino era a la vez romano y griego. Comenzó siendo más romano, pero con el paso de los siglos se fue alejando de las tradiciones del Imperio Romano de Occidente. La lengua oficial del imperio era el griego.

Sobre el traductor

Antonio Elduque
Soy doctor en Química y trabajo en el sector biomédico. También licenciado en Humanidades, especialmente aficionado a la Historia. Me gusta traducir porque obliga a una lectura lenta y cuidadosa, buscando el sentido del texto más que el significado de las palabras.

Sobre el autor

Mark Cartwright
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.

Cita este trabajo

Estilo APA

Cartwright, M. (2018, septiembre 19). Imperio bizantino [Byzantine Empire]. (A. Elduque, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-953/imperio-bizantino/

Estilo Chicago

Cartwright, Mark. "Imperio bizantino." Traducido por Antonio Elduque. World History Encyclopedia. Última modificación septiembre 19, 2018. https://www.worldhistory.org/trans/es/1-953/imperio-bizantino/.

Estilo MLA

Cartwright, Mark. "Imperio bizantino." Traducido por Antonio Elduque. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 19 sep 2018. Web. 22 dic 2024.

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