Dejando a un lado los lugares extremadamente inhóspitos que hasta los más testarudos de nosotros tenemos suficiente sentido común para evitar, los humanos han logrado ocupar una cantidad extraordinaria de territorio en este planeta. Sin embargo, si nos remontamos 200.000 años atrás, vemos que el Homo sapiens no era más que una especie incipiente que se desarrollaba en África, mientras que el Homo erectus y el Homo heidelbergensis, considerados ancestros, ya habían viajado más allá de África para explorar partes de Eurasia, y especies emparentadas como la neandertal y denísova, habían sido trashumantes sin rumbo mucho antes que nosotros. Mientras tanto, las llamadas de atención del Homo floresiensis, hallado en Indonesia, y Homo naledi, de Sudáfrica (que no parecen ajustarse a modelos anteriores, más lineales), son un excelente recordatorio de que la historia de las migraciones humanas a lo largo y ancho del paisaje prehistórico está lejos de ser una cuestión sencilla.
Se debate con pasión cómo, cuándo y por qué las dos especies semejantes Homo y nuestro propio Homo sapiens se extendieron por todas partes. La historia de las primeras migraciones humanas abarca un período de tiempo y un área tan inmensos, que no puede haber solo una explicación sobre el deambular de estos grupos de cazadores-recolectores aventureros. Para algunos de ellos, fue el cambio de clima lo que les pudo haber obligado a procurarse tierras más acogedoras, para otros fue la búsqueda de mejores fuentes de alimento, evitando a vecinos hostiles o competidores, o simplemente eran gentes curiosas y temerarias con ganas de un cambio de escenario. Este rompecabezas se complica al existir solo un registro fósil muy fragmentado (y no se sabe con exactitud lo fraccionado que está, o qué partes faltan). Recientemente, el campo de la genética ha sido noticia al analizar ADN antiguo, añadiendo información a los datos fósiles, climáticos y geológicos; así, con un poco de optimismo, podemos intentar construir una historia a partir de todas estas pistas.
Con todo, esta historia seguirá cambiando en los detalles, o hasta incluso necesite importantes revisiones, a medida que se descubran nuevos huesos, se hallen herramientas y se realicen más estudios de ADN con mayor precisión. En este artículo ofrecemos una visión general basada en lo que creemos saber hasta ahora, acompañada de un análisis de las posibles motivaciones que estos numerosos y diversos primeros humanos tuvieron para migrar de sus lugares de origen hacia los confines del mundo.
Los primeros aventureros transcontinentales
Hace ya millones de años que los homínidos del Mioceno medio y tardío, entre los que se encontraban los ancestros de nuestra especie de Homo así como de los grandes simios, estaban presentes no solo en África, sino también en partes de Eurasia. Nuestra rama se desarrolló en África: los australopitecos, nuestros supuestos ancestros, vivieron en las praderas del este y sur de África. Sin duda, el Homo más antiguo que se ha encontrado fuera de África parece ser el Homo erectus, de hace unos 2 millones de años, lo que interpretado en un sentido más amplio (hay cierta controversia sobre qué fósiles deberían incluirse en la especie), supone un listón difícil de superar, por la impresionante área geográfica que abarcó.
Por otra parte, también debe mencionarse la especie Homo floresiensis (apodada «hobbit»), de complicada clasificación, hallada en Liang Bua, Indonesia, que podría descender de una migración muy temprana (anterior o no muy posterior al Erectus) y hasta ahora desconocida procedente de África. Así, poco a poco aparecen indicios acerca de migraciones posiblemente anteriores al Homo erectus. En la actualidad, hay cinco o seis yacimientos de Eurasia que abarcan entre todos un periodo de entre 2,6 a 2 millones de años, con herramientas fabricadas por especies aún desconocidas. Hallazgos recientes en Shangchen, en la meseta de Loess al sur de China, por ejemplo, indican que la ocupación de homínidos se remonta a 2,1 millones de años. El paleoantropólogo John Hawks sospecha que «hubo abundantes movimientos y dispersiones desde y de vuelta a África que comenzaron mucho antes de los últimos 2 millones de años y que se extendieron hasta los más recientes». (Hawks, 12 de julio de 2018). La tesis principal adoptada hoy día, que los humanos erectus fueron los primeros trotamundos que se dispersaron desde África a través de Eurasia, no parece encajar con todas las pruebas que se están recogiendo en la actualidad. Pero si reconocemos que aún no se dispone de material suficiente para dar cuerpo a un relato más complejo, el Homo erectus debe seguir jugando un papel protagonista en la historia de las primeras migraciones humanas.
A partir de los últimos 1,9 millones de años, el Homo erectus aparece en el este de África, en yacimientos como como la garganta de Olduvai en la cuenca de Turkana, Kenya, y también en el sur y norte de África. En general se piensa que partió de África hace entre 1,9 y 1,8 millones de años, que atravesó Oriente Medio y el Cáucaso y continuó hacia Indonesia y China, donde llegó hace alrededor de 1,7 y 1,6 millones de años. El Erectus pudo incluso haberse enfrentado al frío habitural del norte de China en un período con temperaturas algo más suaves, hace unos 800 000.
El equipo de seguimiento
El Homo erectus estableció la tónica de las primeras migraciones humanas de largo alcance, y sus sucesores ampliarían aún más sus fronteras. Se piensa que el Homo heidelbergensis se desarrolló a partir del Homo erectus en África, hace unos 700.000 o quizá incluso 780.000 años. Allí, distinros grupos se apoderaron de varios territorios del este, sur, y norte de África. Por supuesto, también existieron migraciones dentro de África.
Un grupo particularmente enérgico de Homo heidelbergensis partió desde allí y se extendió por todo el oeste de Eurasia, cruzó las principales cordilleras de Europa y llegó hasta Inglaterra y Alemania. Hablamos de la Europa de la Edad de Hielo, por lo que estos humanos habrían tenido que adaptarse a un clima a menudo cambiante; se enfrentaron bastante bien las condiciones más frías de Europa y fueron capaces de sobrevivir en el borde meridional de la zona subártica, aunque como es natural, evitaron las capas de hielo. Los hallazgos de Pakefield y de Happisburgh, en Inglaterra, por ejemplo, muestran que los antiguos humanos de hace alrededor de 700.000 años fueron capaces de llegar tan al norte cuando el clima era más templado, y que probablemente regresaban a sus refugios del sur durante las etapas más frías.
La misma movilidad y adaptabilidad fueron necesarias para la especie en la que se cree que se convirtió gradualmente la parte euroasiática del Heidelbergensis: los neandertales, cuyo territorio principal se cree que fue Europa. Desde allí se marcharon hacia nuevos territorios y zonas climáticas, hasta que llegaron a estar en todas partes, desde España y el Mediterráneo, a través del norte de Europa y Rusia, Oriente Próximo (Israel, Siria, Turquía e Iraq) y tan al este como Siberia y Uzbekistán. En este extremo oriental, su territorio se solapó ligeramente con el de otra especie que también pudo haber cubierto un área bastante amplia: la denísova. Hasta el presente, esta especie emparentada con la neandertal se conoce solo por el hueso de un dedo y tres dientes (de cuatro individuos distintos), hallados en la cueva Denísova en las Montañas de Altai, en Siberia, pero el análisis genético sugiere que los denisovanos podrían haber vivido en un área que abarcó desde Siberia hasta el sureste de Asia. Un importante hallazgo realizado en esta cueva en 2012, ilustra de manera muy directa la profunda relación entre los neandertales y denisovanos: se desenterró el fragmento de un hueso largo que, según los estudios, perteneció a una mujer que tuvo una madre neandertal y un padre denisovano.
El Homo sapiens se extiende
Entretanto, lo que denominamos Homo sapiens, empezó a emerger de forma paulatina a partir de ancestros Heidelbergensis en los ricos territorios de África, tanto en el sur o como en el este, hace al menos 200.000 años. En ambas regiones se han encontrado numerosos yacimientos que muestran que los primeros grupos de humanos anatómicamente modernos vivieron allí con éxito. Sin embargo, no fueron los únicos: en 2013, el descubrimiento del Homo naledi en la cueva Rising Star en Sudáfrica, cuyos fósiles tienen una antigüedad de entre 236.000 y 335.000 años, añadió más actores al escenario africano. Hace unos 315.000 años ya existía una especie con algunos rasgos humanos junto con otros más arcáicos (que posiblemente les hace ser precursores del Sapiens o de alguna rama lateral relaccionada), que subsistió en Jebel Irhoud en Marruecos, en el norte de África. Por añadidura, las pruebas genéticas parecen sugerir que nuestros ancestros humanos más modernos podrían haber gozado de la compañía de otros grupos antiguos emparentados con ellos en distintos grados. La historia de la evolución de los homínidos no es de especies únicas que se sucedieron unas a otras; es más bien la de un complejo mosaico de diferentes actores en que probablemente muchos de ellos se entrecruzaran y/o se solparon en distintos momentos.
Los miembros de la rama vinculada con nosotros, los humanos modernos, migraron desde sus tierras natales africanas hacia Oriente Próximo, donde se han identificado enterramientos de Homo sapiens de entre 90.000 y unos insólitos 130.000 años de antigüedad en los yacimientos de Skhul y Qafzeh, Israel, respectivamente. De manera similar, el yacimiento de Jebel Faya en Emiratos Árabes, parece mostrar a través de las herramientas halladas que el Homo sapiens también pudo haber migrado hasta allí hace 130.000 años. La existencia de migraciones anteriores no resultaría extraña, ya que recientemente se han descubierto fósiles que parecen ser de Homo sapiens (aunque también se han sugerido otras alternativas) en la cueva de Misliya, en Israel, que datan de hace alrededor de 180.000 años. Lejos de haber existido una única y vasta migración de una especie hacia áreas muy lejanas (lo que si se piensa bien carece de sentido) al parecer hubo múltiples casos de viajes de gente aventurera.
Según un reciente estudio, algunos de estos intrépidos primitivos llegaron hasta la isla de Sumatra, en Indonesia occidental, hace entre 73.000 y 63.000 años, lo que encaja con otras evidencias que apuntan a la llegada de los humanos al interior del sudeste asiático hace más de 60.000 años, para entonces continuar hacia el norte, siguiendo el retroceso de los glaciares. Existen incluso nuevas pruebas que ubican a los humanos en el norte de Australia hace 65.000 años, que parece ser que proceden de una antigua migración.
No obstante, las incursiones iniciales de los humanos modernos en tierras más allá de África quedan minimizadas por una migración posterior. Hace unos 55.000 años los humanos anatómicamente modernos que participaron en lo que hoy se identifica como la «ola principal» (o más bien, olas), llevaron a cabo una acción que demostró tener un éxito superlativo: en números mucho mayores que los anteriores, se dispersaron con rapidez por toda Eurasia y por el resto del Viejo Continente, hasta que al fin cubrieron el mundo. Los sujetos involucrados en este más reciente éxodo de África, parecen estar relacionados de manera directa con casi todos los no africanos actuales, y como tales, se cree que reemplazaron o absorbieron a la mayoría de los humanos que antes de esa época ya se encontraban en casi todos los rincones del planeta.
¿Pero qué ruta siguieron en esta colosal expedición? Egipto constituye una opción respecto a las posibles vías de salida de África, pero también lo es la marcha a través de los corredores «húmedos» del Sahara, por África oriental y hacia el Levante. Una vez fuera, según establecen las investigaciones genéticas, los humanos se encontraron con los neandertales en el entorno del Oriente Próximo y se mezclaron con ellos (lo cual, por cierto, no ocurría por primera vez: el contacto físico entre ellos se remonta al menos a hace 100.000 años), tras lo cual una rama se separó y acabó migrando a Europa hace unos 45.000 años.
Es probable que los humanos modernos se dispersaran con rapidez dentro de Europa, como sugieren nuevas pruebas relacionadas con lo que parece ser una temprana llegada al sur de España (por ejemplo, en la cueva de Bajondillo, Málaga), hace unos 43.000 años. En tal escenario de constante y veloz expansión por toda Europa, puede haber sido importante el uso de corredores costeros. Sin embargo, el Homo sapiens continuó hacia el este quizá bordeando la costa, atravesó la India y se adentró en el sudeste asiático, donde pudo haber tropezado con los denisovanos que seguramente vivían allí y haberse mezclado con ellos (queda claro que el cruce ocurrió en alguna parte, y la ubicación más probable parece ser el Asia suroriental).
Al parecer todo esto ocurrió a una velocidad récord; unos 53.000 años atrás los descendientes de la oleada principal proveniente de África ya habían llegado al norte de Australia y no llegaron al sur hasta hace 41.000 años. Sin embargo, no fue fácil llegar hasta allá. Aunque el nivel del mar era unos 100 metros por debajo del actual, aún había una cantidad de agua que suponía un ligero inconveniente: una extensión de unos 70 km se interponía entre los primeros Homo sapiens de Asia y la masa de tierra que incluía a Australia, Tasmania y Nueva Guinea. En vez de tratar de sobrevivir a tan ambicioso ejercicio natatorio, es probable que construyeran botes o balsas para este valiente viaje.
Mientras tanto, hace unos 40.000 años pudo haberse iniciado una migración hacia la parte nororiental de Asia. Esta marcha allanó el camino hacia el puente terrestre de Bering (un afortunado efecto secundario de la Edad de Hielo, cubierto de praderas) que conectaba Asia con las Américas. Por lo general se cree que los humanos llegaron a América a través de esta ruta hace unos 15.000 años y se expandieron hacia abajo a lo largo de la costa, o mediante un corredor interior libre de hielo, conclusiones que están lejos de dar por cerrado el caso. Después quedaron algunos úlitmos reductos que siguieron libres de presencia humana durante mucho tiempo, como Hawai, donde se llegó por embarcación alrededor del 100 a.C., y Nueva Zelanda, que se mantuvo así hasta el año 1000 d.C.
Posibles fuerzas impulsoras
La cuestión de por qué estos grupos prehistóricos decidieron partir y mudarse a otra parte es un hueso duro de roer, sobre todo si se considera que estamos estudiando una época anterior a toda fuente escrita. Por lo común, se entiende que las migraciones son resultado de factores de empuje y atracción, con lo que tenemos un punto de partida. Los factores que empujan están relacionados con las circunstancias que pueden convertir las tierras en que se vive en un lugar tan desagradable como para abandonarlas y cambiarlas por algo distinto. Está claro que «la falta de trabajo» o «las terribles circunstacias políticas» no son causas aplicables a estas primeras migraciones humanas, más bien hay que pensar en cuestiones como un empeoramiento del clima que habría convertido a esos lugares en grandes hornos o congeladores donde apenas había nada que pudiera vivir o crecer, o en catástrofes naturales, en la competencia con grupos de vecinos hostiles, en la escasez de alimentos y otros recursos que haría imposible mantener a una serie de personas en un área determinada, o la migración de su alimento de mayor movilidad (rebaños de herbívoros).
Por otro lado, los factores de atracción, suponen enontrarse con nuevas posibilidades y recompensas. En principio, son el lado favorable de los elementos mencionados en la sección de los factores de "empuje", tales como tierras más verdes con mejor clima, y enorme cantidad de recursos y alimentos. Desde luego, esto es simplificar bastante las cosas, y sería difícil encontrar la combinación exacta de factores que condujeron a cada caso específico de migración humana en la antigüedad
Existen algunos requisitos previos que permiten manejar con éxito una migración. Es estresante y peligrosa. Es probable, por ejemplo, que el Homo erectus no tuviera idea de lo que se iba a encontrar cuando abandonara África, además el cambio plantea desafíos al ingenio y a la habilidad de adaptación del grupo. La tecnología adecuada ayuda a lidiar con el traslado a un nuevo entorno; en este caso tenían herramientas para cazar animales y recolectar plantas locales con éxito, así como la indumentaria y el dominio del fuego para protegerse en las regiones más frías (se sabe que los humanos conocían el fuego hacía por lo menos 1,8 millones de años, pero es probable que no se empleara de manera habitual hasta hace entre 500.000 y 400.000 años aproximadamente). La inventiva y la cooperación para asegurar nuevos recursos también ayudan.
Al considerar estas cuestiones, aparecen algunas señales relacionadas con el clima que permiten profundizar en el aspecto medioambiental de la migración. Los flujos de agua dulce vinculados con el crecimiento de las capas de hielo en el Atlántico norte (denominados eventos de Heinrich) podían provocar cambios repentinos en el clima, según han mostrado los modelos climáticos empleados. Es un hecho que estos eventos ocurrieron algunas veces durante el último ciclo glacial y pueden haber ocasionado que grandes franjas del norte, este y oeste de África dejaran de ser aptas para la ocupación humana, en la medida en que las condiciones se volvieron más áridas. Esto pudo actuar como un factor de empuje para que el Homo sapiens abandonara África.
No obstante, existía un pequeño problema con la interposición del Sahara entre el Homo sapiens y una posible salida. Diversos estudios climáticos han demostrado sin embargo que hubo fases «húmedas» o «verdes», durante las cuales se habrían abierto corredores más favorables que conformarían caminos a través del Sahara, cuyo tiempo parece coincidir con la principal dispersión de humanos que salieron del África subsahariana (los periodos húmedos identificados se produjeron entre aproximadamente 50.000 y 45.000 años y entre unos 120.000 y 110.000 años). Sin embargo, un reciente estudio ha demostrado que, aunque la fase «húmeda» coincide con la primera migración de Sapiens hacia el levante y Arabia, del que han transcurrido entre 120.000 y 90.000 años, durante la época de la principal migración (ocurrida hace unos 55.000 años), el Cuerno de África era, en efecto, muy seco, árido y algo más frío, lo cual pudo haber favorecido la salida de la oleada principal.
Otro acontecimiento en que el impacto del clima sobre las primeras migraciones humanas parece hacerse visible, ocurre en fecha aún más temprana. Hace unos 870.000 años las temperaturas bajaron, y tanto el norte de África como el este de Europa se volvieron mucho más áridos. Esto pudo haber ocasionado que los grandes herbívoros migraran hacia refugios del sur de Europa, seguidos de cerca por los humanos. Al mismo tiempo, el valle del Po, en el norte de Italia, se abrió por primera vez y formó un camino para una posible migración hacia el sur de Francia e incluso más allá. Esto coincide con la entrada del Homo heidelbergensis en Europa. Está claro que habría sido una buena estrategia seguir a las manadas de grandes herbívoros durante el desafiante proceso migratorio, y un estudio realizado en 2016 sugiere que el Homo erectus, al menos al inicio de su expansión, pudo haber hecho lo mismo, manteniéndose a la vez cerca de los depósitos de sílex y evitando áreas plagadas de carnívoros.
Sean cuales sean las fuerzas impulsoras o las dificultades exactas con las que se encontraron los humanos en su camino, en la medida que pasaba el tiempo la capacidad de adaptación se convirtió en cualidad suprema, y estos, comenzando por el Homo erectus y culminando con la insaciable dispersión del Homo sapiens, se esparcieron por todo el mundo.
Ángulos muertos
Pero resulta obvio que esta historia está llena de lagunas y no está de más nombrar de manera explícita algunos ángulos muertos, y tenerlos en consideración. En conjunto, las fechas mencionadas son solo buenas estimaciones, fundamentadas en la interpretación de los datos recolectados hasta el momento. Abajo se mencionan algunas áreas en las que podría dársele mucho más cuerpo a la historia, si se contara con mayor cantidad de pruebas.
El conocimiento que tenemos de los denisovanos, por ejemplo, proviene apenas del hueso de un dedo y de tres molares hallados en una cueva de Siberia, así como de su ADN (su genoma fue secuenciado en 2010), lo que parece implicar que su ámbito comprendía desde aquella zona septentrional hasta el sureste asiático. Además, es posible que se mezclaran con humanos arcaicos desconocidos, lo cual constituiría una historia propia. Los fósiles de estos misteriosos humanos vendrían muy bien para tratar de completar información sobre su vida y movimientos. Otra especie enigmática es el Homo floresiensis: ¿exactamente cuándo y cómo llegó a la isla de Flores?, (¿con embarcaciones, en época tan temprana?), ¿quiénes fueron sus ancestros? Se necesitan más confirmaciones para cerrar este asunto.
Otro tema que mantiene entretenidos a los científicos e investigadores es el de las Américas. Aún persiste cierta polémica acerca de la ruta exacta a través de la que se alcanzó América, y el momento en el que se produjo. Aunque por regla general las fechas de llegada parecen estar sobre la marca de hace unos 15.000 años (con bastante controversia sobre la cantidad exacta de miles de años), un reciente estudio (Holen 2017) afirma que una antigua especie humana pudo haberse hallado en California la sorprendente cantidad de hace unos 130.000 años, basándose en lo que los investigadores identifican como yunques y martillos, y afirman que deben haber sido realizadas por hombres, a pesar de la ausencia de fósiles humanos en el yacimiento.
Resulta obvio que se necesitan más pruebas antes de reescribir la historia de América, y supone un buen ejemplo de lo que podría suceder con nuestra idea actual sobre las primeras migraciones humanas, a medida que se realicen nuevos descubrimientos. Sin duda alguna, aún no podemos completar el cuadro, ni darlo por terminado.