Alrededor del año 330 a. C., Piteas, un mercader griego poco conocido, se embarcó en un asombroso viaje. Un viaje que lo llevaría mucho más allá de los límites conocidos del Mediterráneo, a tierras que se pensaba que solo existían en el mito y en la leyenda. Cuando regresó, su viaje y las cosas sorprendentes que había presenciado se debatirían durante siglos.
Piteas era un ciudadano de la ciudad griega occidental de Massalia (actual Marsella), la cual se convirtió en una gran potencia comercial en el Mediterráneo como resultado de su favorable ubicación en la costa meridional de la Galia (Francia). Piteas era conocido como un talentoso navegante, astrónomo y marino. Su relato del viaje, llamado Sobre el océano (Peri tou Okeanou), documentaba un viaje por mar a Gran Bretaña, el Mar del Norte y la línea costera del noreste de Europa, las misteriosas tierras septentrionales que eran las fuentes de suministro del Mediterráneo de estaño, ámbar y oro. El relato, escrito en griego en algún momento alrededor del año 325 a. C. es, quizás, la descripción documentada más antigua de las islas británicas y sus habitantes. Cabe destacar que también ofrece pruebas que sugieren que Piteas puede haber llegado tan al norte como Islandia y el Océano Ártico. Estas eran tierras que, en los mitos griegos, estaban ocupadas por una raza de gigantes conocidos como los hiperbóreos. Desafortunadamente, existen pocos detalles sobre el viaje ya que el tratado no ha sobrevivido. Aunque fue bien conocido en la antigüedad, solo se han preservado fragmentos que otros autores clásicos extrajeron o parafrasearon en sus obras.
A diferencia de muchos de los escritos enfocados en lo marítimo de su tiempo, Sobre el océano no es considerado un periplus, o al menos no es considerado un periplus típico. Se trataba esencialmente de cuadernos de bitácora o guías de navegación. Tenían una gran cantidad de información práctica como las distancias entre puntos de referencia costeros prominentes o las observaciones astronómicas destinadas a ayudar en los viajes por mar. En cambio, Sobre el océano, aunque cubre esa información, es de una escala mucho mayor y más ambiciosa. Es un relato de primera mano del viaje de Piteas y contiene una multitud de observaciones astronómicas, geográficas, biológicas, oceanográficas y etnológicas. De hecho, muchos estudiosos modernos lo consideran un documento de considerable valor científico y antropológico.
Las fuentes
El viaje de Piteas ha llegado a la actualidad a través de varios escritores. Entre ellos destacan Timeo, Eratóstenes, Plinio el viejo, Diodoro Sículo, Estrabón y Polibio. Sin embargo, estos dos últimos escritores eran abiertamente hostiles a la mera idea de tal tipo de viaje. El geógrafo Estrabón (63 a. C. - 24 d. C.), por ejemplo, afirmó en su famosa obra Geografía que Piteas era “el peor mentiroso posible” y que la mayoría de sus escritos eran meras “invenciones” (Roseman, 24). A pesar de ello, Estrabón es una fuente importante sobre Piteas; cita al explorador griego en varías ocasiones en Geografía, aunque muchas de estas se presentan de tal manera que se desacredita a Piteas y ponen en duda la validez de su viaje.
Muchos estudiosos creen que las duras acusaciones de Estrabón fueron consecuencia de la obra de Polibio (c. 200 - c. 118 a. C.), el historiador griego del siglo II a. C., quien fue aún más vociferante en sus denuncias contra Piteas. El libro 34 de Las Historias de Polibio, del cual solo quedan fragmentos, es una extensa polémica contra Piteas. La animosidad dirigida hacia Piteas de estos dos escritores es curiosa y puede, de hecho, haberse basado en nada más complicado que lo que el arqueólogo británico Barry Cunliffe ha llamado “celo profesional” (Cunliffe, 173).
Otros escritores clásicos, por el contrario, se mostraron totalmente favorables hacia Piteas y aceptaron Sobre el océano como un relato válido. Destaca entre estos el historiador Timeo (c. 345 a. C. - c. 250 a. C.), quien escribió un extenso tratado sobre la historia de Sicilia y el Mediterráneo occidental. Es muy probable que contara con una copia de Sobre el océano y que la citara en numerosas ocasiones en su propia obra. El famoso geógrafo y bibliotecario jefe en Alejandría Eratóstenes de Cirene (c. 276 a. C. - 194 a. C.) también hacía referencia a Piteas en un tratado que, como Sobre el océano, se ha perdido pero que circuló ampliamente en el mundo antiguo.
Muchos estudiosos creen que el historiador romano Plinio (23 d.C. - 79 d.C.) recibió mucha de la información sobre Piteas de Timeo. Al igual que Timeo, cita varias veces Sobre el océano en su obra Historia natural, precediendo frecuentemente sus afirmaciones con la frase “Según Piteas…” o “Piteas de Massalia escribió…”. El historiador griego Diodoro Sículo (c. 90 a. C. - 30 a. C.), quien escribió su monumental Bibliotheca Historica en la época de Augusto, también era conocido por haber tomado prestado mucho de los escritos de Timeo, especialmente su análisis de la antigua Gran Bretaña.
El viaje
A partir de estos (y otros) fragmentos dispersos, los estudiosos modernos han intentado reconstruir aspectos del viaje, aunque muchos detalles siguen siendo especulativos. Por ejemplo, nunca se ha podido determinar con certeza el tipo de barco que utilizó Piteas. De hecho, algunos historiadores (entre ellos Cunliffe) han sugerido que viajó la mayor parte del tiempo a pie y puede haber utilizado botes celtas de estilo currach para cruzar el agua. Pero también es posible que Piteas, si era un mercader, pueda haber navegado en un holkas. Estos eran los barcos griegos de carga, naves bien construidas, de gran calado, diseñadas principalmente para el transporte de mercancía. Generalmente de fondo plano, con casco redondo e impulsados fundamentalmente por velas, eran muy diferentes de los barcos de guerra griegos, más elegantes, los más conocidos trirremes.
La ruta precisa es, igualmente, especulativa. Sin embargo, por lo general se entiende que Piteas comenzó su viaje en Massalia (actual Marsella) y navegó hacia el oeste, a través de las Columnas de Hércules (el moderno estrecho de Gibraltar). Se adentró en el Atlántico, navegando hacia el norte a lo largo de las costas occidentales de España y Francia y, posiblemente, desembarcó en Bretaña. Desde allí cruzó el canal de la Mancha a un lugar que él llamó “Belerion”, que los estudiosos modernos creen que se trata de Cornualles. Fue aquí donde atestiguó como los habitantes británicos extraían estaño para el comercio con la Galia y, de ahí, con el Mediterráneo. Plinio, citando a Timeo, escribe: “hay una isla llamada Mictis que se encuentra a seis días de navegación hacia el interior de Britania, donde se encuentra estaño. Los bretones cruzan a la isla en barcas de mimbre cosidas con pieles” (Cunliffe, 75). Se desconoce la ubicación precisa de esta isla pero se han propuesto varias opciones como el monte Saint Michael’s en Cornualles, la península Mount Batten en Devon o la isla de Wight.
Diodoro Sículo llamaba a la isla de Britania “Pretannia” y a sus habitantes los “Pretanni”. Los académicos creen que ambas palabras, que parecen provenir originalmente de Piteas, derivan de la división común celta-P del lenguaje celta. Esta es la grafía que Estrabón también adopta en muchas de sus referencias sobre la isla. Por el contrario, algunos escritores posteriores usan la grafía de la división celta-B, y traducen “Britannia”. Diodoro Sículo describe la isla de Britania como “densamente poblada y su clima…extremadamente frío…” (Cunliffe, 108). Describe a los pretanni como un pueblo tribal gobernado por “muchos reyes y aristócratas…” (Cunliffe, 108). Señala que vivían en casas de “paja o leña” y que subsistían de productos agrícolas (Cunliffe, 108). “La manera en que ellos cosechan sus granos,” escribe, citando a Piteas, “es cortar solo las cabezas y almacenarlas en edificios techados y, cada día, seleccionan las cabezas maduras y las muelen, obteniendo de esta forma su alimento” (Cunliffe, 108).
Es probable que Piteas, después de observar a los habitantes de Cornualles y del suroeste de Britania, siguiera hacia el norte a lo largo de la costa de Gales. Es posible que desembarcara en la isla de Man antes de navegar por la costa occidental de Escocia y de que pasara entre las Hébridas interiores y exteriores. Según varias fuentes hizo varios desembarcos; de hecho, Estrabón cita a Piteas como diciendo que “atravesó toda la Britannike accesible a pie,” pero, de forma característica, añade que tal hazaña es claramente absurda (Roseman, 48). Piteas también determinó un número de lecturas de la latitud con su gnomon. Este era un dispositivo, similar a la actual varilla del estadio, diseñado para tomar mediciones de la sombra del sol desde diferentes latitudes y calcular la propia posición. Plinio mencionaba que al norte de la isla de Britania se encuentran las islas Orcadas, las cuales muchos estudiosos han estimado que se son las actuales islas Orkney, aunque el número preciso suministrado por Plinio no concuerda con el número real. A partir de allí, creen algunos estudiosos, Piteas realizó el tramo más atrevido de su viaje al dejar Britania atrás y aventurarse en el Mar del Norte.
De acuerdo con Estrabón, Piteas navegó por seis días antes de encontrar una masa de tierra que llamó Tule, la cual algunos eruditos han identificado como Islandia. El hecho de si Piteas desembarcó realmente en Islandia es altamente polémico y ha dividido a los estudiosos por décadas. Algunos han aceptado que Tule era Islandia mientras que otros argumentan que se refiere a Noruega. El explorador canadiense, Vilhjalmur Stefansson, quien exploró el Ártico extensamente, sostuvo en su libro Ultima Thule que la posibilidad de que Piteas alcanzara Islandia es bastante creíble. Fue allí, o en algún lugar en esos climas septentrionales donde Piteas presenció un fenómeno, completamente ajeno a los moradores del Mediterráneo, la luz del día casi continua experimentada por los viajeros en altas latitudes durante los meses de verano. Plinio acota:
La última de las mencionadas es Tule donde, como lo he dicho, no hay noches durante el solsticio cuando el sol pasa a través del signo de cáncer y tampoco hay días durante el solsticio de invierno. Algunos creen que esto ocurre durante seis meses continuos (Roseman, 92).
Un día de navegación hacia el norte desde Tule, señalaba adicionalmente Piteas, llevaba a uno al “Mar congelado”, un término que los eruditos creen que usó para describir al Océano Ártico congelado. En este punto, es muy probable que la niebla espesa, el frío que penetra hasta los huesos y los gruesos témpanos de hielo evitaran que siguiera viajando hacia el norte. No obstante, era en referencia a este lugar que se plantea uno de los más enigmáticos pasajes de Sobre el océano. Estrabón cita a Piteas comentando que esta latitud tan septentrional era un lugar:
Donde ni la tierra, ni el agua, ni el aire existen separadamente, sino una especie de confluencia de todos ellos, semejando un pulmón de mar en el cual la tierra, el mar y todas las cosas estaban suspendidas, formando, por así decirlo, un enlace que unía al todo (Roseman, 125).
El desconcertante término “pulmón de mar” ha sido por mucho tiempo la fuente de especulaciones considerables entre los eruditos modernos. No está completamente claro a qué se estaba refiriendo Piteas cuando usó el término. La explicación más racional y la que ha sido adoptada por la mayoría de los investigadores modernos es que Piteas estaba usando un término griego para describir un fenómeno, “hielo en forma de panqueque”, el cual nunca había presenciado y para el cual no existía palabra. El hielo en forma de panqueque es característicamente redondo y flota en la superficie del agua. El pulmón de mar era otro término para la medusa (pleumōn thalattios), una criatura que Aristóteles había identificado en su Sobre las partes de los animales. También es redonda y flota sobre la superficie del agua o muy cerca de ella. Algunos estudiosos creen que, al intentar describir este fenómeno, Piteas se limitó a utilizar el término pulmón de mar, que quizá era el que más se asemejaba a este extraño espectáculo.
Al regresar de Tule, Piteas probablemente navegó por la costa este de Britania, rodeando la península de Kentish, la cual el llamó “Kantion”, logrando así una circunnavegación de la isla. Pero en vez de virar al oeste y dirigirse a su hogar, hay pruebas de que Piteas se dirigió al este, navegando a lo largo de la costa norte de Europa. Plinio argumenta que encontró a un pueblo germánico, los gutones, quienes habitaban las orillas de un gran estuario. Incluso desembarcó en una isla (posiblemente Heligoland) conocida por los cuantiosos suministros de ámbar. De hecho, el viaje a lo largo de esta parte de Europa puede haber estado instigado por el deseo de descubrir la fuente del ámbar, el cual ejercía gran atracción entre los griegos. Algunos sostienen que, de allí, Piteas se encaminó en el Mar Báltico. Puede haber viajado tan lejos hacia el este como hasta el río Vístula, en la actual Polonia, antes de regresar e iniciar el largo viaje de regreso al Mediterráneo y al hogar.
El legado de Piteas
Aparentemente, Piteas escribió Sobre el océano en algún momento después de su regreso a Massalia. Probablemente nunca se sabrá exactamente cuándo lo hizo. Cunliffe sospecha que debe haber sido escrito en el período antes de 320 a. C., porque fue muy poco después de esta fecha que se cita por primera vez, por el escritor clásico Dicearco, un estudiante de Aristóteles. A partir de entonces circuló ampliamente y, aparentemente, fue estudiado, diseccionado y discutido durante, al menos, los dos siglos siguientes. Por un largo tiempo, de hecho, hasta los escritos de Tácito y Julio César, Sobre el océano era aparentemente la única fuente de información sobre Britania y las latitudes septentrionales. Sin lugar a dudas, había copias en las grandes bibliotecas de Pérgamo y Alejandría. Fue probable que en la última Eratóstenes obtuviese un ejemplar. Al pasar los siglos, sin embargo, quizá como resultado de la negligencia benigna, la destrucción deliberada (la biblioteca de Alejandría pasó por una serie de incendios devastadores, por ejemplo), o alguna combinación de estas, Sobre el océano se perdió y con él también se perdió un relato de uno de los viajes de descubrimiento más relevantes de la antigüedad clásica.
En cuanto al propio Piteas, los estudiosos no conocen casi nada sobre él. Salvo por una brevísima reseña en los escritos de Polibio, quien despectivamente se refiere a él como un “ciudadano privado” y un “pobre hombre” (Roseman, 48) los historiadores modernos no tienen algo concreto con lo cual describir su personalidad, su apariencia física o, incluso, las motivaciones para su viaje. Tales descripciones, si existen, solo se pueden adivinar a partir de los escasos fragmentos de sus escritos o de lo que otros han escrito sobre él. Sin embargo, lo que esto revela es a un hombre no solo experto en la navegación y en los caminos del mar, sino que también poseía una gran curiosidad intelectual, una curiosidad que excedió los límites de su mundo mediterráneo.
Es esta curiosidad la que es evidente en Sobre el océano. En efecto, a pesar de las hiperbólicas objeciones de Estrabón y Polibio, Sobre el océano es cualquier cosa menos un documento plagado con imposibilidades lógicas y leyendas salvajes. Los fragmentos que persisten apuntan a un relato sobrio y objetivo que contiene informaciones valiosas para los eruditos y científicos modernos. Estas incluyen su discusión sobre la influencia de la luna en las mareas, su descripción del sol de medianoche, sus mediciones precisas de las latitudes y sus descripciones etnográficas de los pueblos nativos. Todas estas representan a un hombre sobre quien, al menos un erudito ha aseverado: “puede ser separado de otros exploradores y viajeros de la antigüedad: un científico que viajaba…por razones de pura investigación…convirtiéndose en el primero en ver el océano entero como su área de trabajo” (Roller, 63).
Hoy en día, pocos historiadores y eruditos dudan de la veracidad de su viaje. Aunque el debate continúa girando en torno a los lugares que realmente visitó y otras particularidades del viaje, el hecho de que haya realizado el viaje rara vez se cuestiona. Si el viaje fue concebido originalmente como una aventura económica, lo cual han sugerido algunos, pronto se convirtió en algo más, como los dispersos fragmentos de Sobre el océano lo atestiguan. De hecho, se convirtió en un viaje de exploración en el sentido más estricto de la palabra, un intento de comprender y adquirir conocimientos sobre el mundo a través de la observación directa. Al hacerlo, Piteas jugó un papel principal en la desmitificación de esas extrañas tierras septentrionales que habían impactado prominentemente en las imaginaciones de los griegos. Más aún, para el mundo moderno suministra una visión, aunque parcial, de un mundo ahora perdido.