En mayo de 2010, tras años de intensas polémicas que rondaban a la comunidad científica relativas a posibles fósiles de descendencia mixtaneandertal-Homo sapiens, un equipo dirigido por Svante Pääbo, del Instituto Max Planck para la Antropología Evolutiva, de Leipzig, Alemania, publicó los resultados del revolucionario peregrinaje que acometió con el objetivo de recuperar ADN de los antiguos neandertales. El descubrimiento resultante del estudio resultó muy sorprendente: nuestro ADN contiene entre el 1 y el 4% de ADN de origen neandertal, lo que significa que los primeros antecesores de los humanos modernos no solo se habían codeado con los neandertales de la Edad de Hielo euroasiática, sino que, sin lugar a dudas, también se habían cruzado con ellos. El hallazgo del equipo no solo propinó un empujón que acercó a los humanos modernos y a los neandertales, sino que además allanó el camino para ampliar las investigaciones genéticas de la Antigüedad, lo que desde entonces ha venido arrojando más luz sobre la conexión neandertal-sapiens.
Los neandertales eran humanos de estatura más bien baja, complexión robusta y grandes cerebros, que se desarrollaron de manera gradual en la fría Eurasia. Sus características se hicieron distinguibles hace entre unos 200.000 y 100.000 años, mientras la totalidad de sus rasgos representativos, según hoy se identifican, se establecieron hace unos 70.000 años. Estaban bien adaptados a las frecuentes temperaturas gélidas que predominaban en las regiones en que se encontraban, que abarcaban desde España y el Mediterráneo hasta el norte de Europa y Rusia, así como todo el Oriente Próximo, y más hacia el este, hasta Uzbekistán y Siberia. Eran capaces, incluso, de cazar las enormes criaturas de la Edad de Hielo, como mamuts y rinocerontes lanudos.
Las investigaciones genéticas han demostrado que la especie neandertal es un grupo hermanado con el nuestro. Tiempo atrás, en África, compartimos un antepasado común que existió hace entre 550.000 y 750.000 años, pero nuestra relación no terminó ahí. Hace tanto como 100.000 años, en circunstancias puntuales que pudieron ocurrir en el Oriente Próximo, los neandertales se habían encontrado y entremezclado con su especie hermana. Con posterioridad, los humanos modernos se expandieron por primera vez hace unos 55.000 años, sobre los amplios territorios ocupados por los neandertales cuando una gran oleada abandonó África y comenzó a extenderse por todo el mundo, permitiéndose una primera escala en Oriente Próximo. Esta región y época son testigos de la entrada en nuestro moderno sistema humano del mayor trozo identificable de ADN neandertal. En sus viajes hacia el resto de Eurasia, los humanos modernos no hallaron vastas tierras deshabitadas que contuvieran indisputadas piezas de caza, sino que tenían que compartirlas o competir por ellas. De alguna manera, tras sobrevivir con éxito durante tanto tiempo en condiciones nada fáciles, los neandertales desaparecieron de los registros fósiles hace entre 40.000 y 30.000 años, no mucho después de que los humanos modernos usurparan sus territorios.
NO se ha definido con claridad SI HOMO SAPIENS participó o no de manera DIRECTA O INDIRECTA en la extinción de los neandertales.
Aún existen varias lagunas importantes en el conocimiento que poseemos acerca de los eventos que ocurrieron cuando estas dos especies se encontraron. Por ejemplo, es difícil decir cómo deberíamos visualizar la forma en que confluyeron y compartieron ciertas áreas. Las alternativas abarcan desde escenas de extrema violencia y competitividad, hasta joviales intercambios de consejos y ardides. Tampoco existe claridad acerca de si Homo sapiens participó de manera directa o indirecta en empujar a los neandertales a su extinción, ni cuáles otros factores pudieron estar presentes.
Otro gran componente de este debate es el entrecruzamiento; ¿cómo, con exactitud, encaja este tema en la historia? Las circunstancias y el grado en que el mestizaje pudo tener lugar pueden modificar de manera radical la visión que tenemos acerca de la interacción entre los humanos modernos y los neandertales durante los tiempos y en los espacios que compartieron Eurasia. Sin duda, la cuestión impacta de manera definitiva nuestra opinión acerca de los aspectos sociales involucrados: significa que se intercambiaron genes y que nuestra estructura genética se alteró, efecto que no solo se sintió allí y entonces, en la Eurasia de la Edad de Hielo, sino que continuó manifestándose hasta el día de hoy. También quiere decir, en el sentido más estricto de la palabra, que los neandertales no se extinguieron, puesto que parte de su ADN sobrevive en nosotros.
Los primeros encuentros
Según se mencionó con anterioridad, existe un vínculo de parentesco. Hace al menos 500.000 años un grupo que por lo general se piensa que fue Homo heidelbergensis, u Homo antecessor, abandonó África, se abrió camino hasta Europa, y se desarrolló de manera gradual en alguna parte de esas regiones hasta convertirse en neandertal; mientras tanto, la porción de Homo heidelbergensis que se sentía relativamente bien en África y había permanecido allí, se convirtió en parte de lo que a la postre sería la evolución hacia Homo sapiens, que apareció hace unos 200.000 años.
Cuando estos dos grupos hicieron contacto personal, ya existían algunas diferencias. Los neandertales eran de constitución robusta, de cráneos grandes con arcos superciliares, y carecían de un verdadero mentón, mientras los esqueletos de los humanos modernos eran delgados y altos, con cabezas de perfilada barbilla y caras retraídas bajo el cráneo. Sin embargo, ambos cazaban y recolectaban, empleaban herramientas bien fabricadas para sobrevivir, y muestran indicios de haber empleado el fuego y de realizar enterramientos.
Tanto las pruebas genéticas como los hallazgos arqueológicos parecen defender que el lugar donde se efectuó el primer contacto fue el Oriente Próximo. Hasta el momento, los yacimientos de Skhul y Qafzeh, en Israel, muestran las primeras huellas de presencia Homo sapiens fuera de África; en el área se han fechado enterramientos de más de 100.000 años, y quizá de hasta unos asombrosos 130.000 años de antigüedad. Más aún, se conoce que los neandertales también estuvieron presentes en la zona, en los sitios vecinos de la Cueva de Tabun y la Cueva de Kebara. El especialista en genética evolutiva Svante Pääbo visualiza un posible escenario en que los humanos modernos habrían podido trasladarse a estas cavernas del Oriente Próximo cuando el clima era más cálido y adecuado a sus necesidades, mientras que los neandertales pudieron haberse visto empujados hacia el sur hasta esta región en períodos más fríos, lo que es probable que resultara en que estas dos especies se encontraran al menos en algún momento del largo período de tiempo en que trenzaban sus entradas y salidas por la misma región. Este escenario de Oriente Próximo ofrece la explicación más lógica de la muy temprana presencia de ADN de Homo sapiens en un conjunto de neandertales hallados en la Cordillera de Altái, Siberia, puesto que los datos indican que los antepasados de estos neandertales debieron conocer y haberse cruzado con humanos modernos hace alrededor de 100.000 años. Debe anotarse, además, que se sabe que en las montañas del Altái los neandertales se entremezclaron con otra especie humana, la denisovana.
Principales casos de entrecruzamiento rastreables en la actualidad
AL PARECER, LA OLEADA principal DE HUMANOS MODERNOS QUE ABANDONÓ ÁFRICA HACE ALREDEDOR DE 55.000 AÑOS SE TOPÓ CON neandertales EN EL ORIENTE PRÓXIMO Y se entrecruzó con ellos.
Sin embargo, el principal componente de ADN neandertal que saltó hacia nuestro fondo genético sapiens provino de mezclas ocurridas con posterioridad. Al parecer la principal oleada de humanos modernos que abandonó África hace alrededor de 55.000 años se topó y cruzó con los neandertales en Oriente Próximo, o quizá se entrecruzó con un grupo de humanos modernos que vivían allí que ya se habían mezclado con neandertales en alguna época pasada. Después, este grupo de sapiens emigrantes llevó consigo sus genes mezclado hasta los lugares más alejados del mundo a medida que se iba esparciendo por Asia y Europa. Como nota adicional, es posible que los habitantes de Asia oriental recibieran otra inyección de ADN neandertal por el camino. El resultado de todo lo anterior es que los no-africanos del presente poseen como promedio un 2% de ADN neandertal. Llama la atención que en alguna parte del Asia suroriental los humanos modernos chocaron con otra especie humana distinta que se supone que ya había estado viviendo allí: la denisovana. Esto nos ofrece otra pista sobre lo que es probable que sucediera cuando dos grupos diferentes de humanos se encontraban; los humanos modernos también se mezclaron con ellos hace entre 54.000 y 40.000 años. Lo que funciona, funciona: existen suficientes indicaciones de que con toda probabilidad el entrecruzamiento fue una característica común, que estuvo presente a todo lo largo de nuestra historia evolutiva.
En lo que respecta al aspecto práctico de este tipo de mestizaje, no se sabe cómo hemos de imaginarnos los encuentros entre dos tipos de humanos diferentes emparentados: si como espontáneas parrilladas de vecindario que acababan en relaciones cada vez más estrechas a medida que aumentaba el consumo de comida y bebida, o como sucesos violentos y desafortunados, o como algo a medio camino entre ambas cosas. Lo que sí sabemos es que, hasta donde se ha podido detectar, todos o casi todos los genes que realizaron el salto fluyeron de los neandertales hacia los humanos modernos, lo que significa que hubo bebés mixtos que se criaron en las sociedades de los humanos modernos. Sin embargo, esto no quiere decir que el proceso inverso no ocurriera: es posible que hubiera problemas de fertilidad en la otra dirección, o que el flujo de esos genes no se preservara con facilidad en una población neandertal más pequeña y que ya estaba yendo a menos, con lo cual, sencillamente, hoy en día resulta imposible seguirle la pista a esa posibilidad
Compartiendo a Eurasia
Cuando Homo sapiens llegó a Europa hace 45.000 años como mucho en un único grupo de población fundador, pudo haber experimentado una especie de revelación parecida a «Ah, ustedes de nuevo», aunque desde luego, esto no habría ocurrido así de manera literal, puesto que habrían transcurrido varios miles de años entre el encuentro acaecido en el Oriente Próximo y los encuentros europeos. Para comenzar, había un gran contraste: los neandertales ya habían vivido durante miles de años en la temperamental Europa de la Edad de Hielo y se habían adaptado al frío tanto en lo físico como respecto a su estilo de vida, mientras que, por su parte, los humanos modernos que llegaban, a pesar de que ya eran portadores de porciones de ADN neandertal, habrían tenido que aprender a lidiar con las nuevas condiciones regionales. Si bien parecería que esto podía poner a sapiens en desventaja a la hora de labrarse su propio espacio vital, el volumen de su población les proporcionó una gran ventaja y los favoreció. Tanto el tamaño de los grupos sapiens como su densidad poblacional global eran mucho mayores que los de los neandertales residentes en el área, cuyos habitantes, que para entonces ya estaban disminuyendo, de pronto debieron enfrentarse a la competencia por la obtención de recursos.
¿Pero cómo funcionó en la práctica la cuestión de compartir Europa? La cuestión de si los humanos modernos invasores terminaron por compartir ciertos valles y socializar de manera activa, intercambiando consejos y ardides con los neandertales residentes, o si por el contrario, apartaron a los neandertales de su camino y cubrieron con sus propias herramientas y objetos los sitios que antes les habían pertenecido a los neandertales tiene más de una posible respuesta. Cuando en cierto yacimiento aparecen herramientas más antiguas de indiscutible cultura neandertal (como la musteriense, en ese momento la más numerosa y generalizada), y también aparecen las de una cultura algo posterior Homo sapiens (la auriñaciense, la de mayor importancia asociada a la especie, extendida por toda Europa), sin que existan pruebas de que uno de los conjuntos de herramientas influyera claramente sobre el otro, lo cual implicaría culturización, tendemos a inclinarnos por la idea del desplazamiento. Si bien los ejemplos son discutibles, esto puede observarse en la Caverna de Kaldar, en Irán, en yacimientos del Jura suabo, en Alemania, en algunos emplazamientos de Italia, y en Châtelperron, en Francia.
Sin embargo, otros yacimientos arqueológicos delinean un cuadro diferente. Por ejemplo, la región del Danubio medio, en la Europa central, muestra la influencia de una cultura lítica de reciente arribo sobre una neandertal de existencia previa, y sugiere que en alguna medida estos dos grupos específicos se habrían visto, de manera literal, las caras, y que sus espacios vitales se habrían traslapado algo. Sin embargo, ni siquiera la existencia de una evidente proximidad constituiría un prerrequisito para que se produjera cierto grado de influencia; es posible, incluso, que las ideas se difundieran por vías indirectas a través de grandes distancias. En teoría, si un neandertal de la región del Danubio inferior tenía un encuentro cercano y personal con un humano moderno y este le enseñaba una nueva e ingeniosa herramienta, el conocimiento así adquirido se podría haber propagado cuando su grupo se encontrara con otro grupo neandertal, y así de manera sucesiva, hasta llegar a otro grupo neandertal de la Dordoña, en Francia.
deberíamos imaginar una amplia variedad de escenarios diferentes en los que los neandertales se podrían haber encontrado con los humanos modernos.
En realidad, un genial hallazgo muestra cuán fluida debió haber sido toda esta historia de los encuentros en la práctica. En el presente resulta claro que una herramienta de hueso conocida como «lissoir», que se pensaba que había sido de uso exclusivo de los humanos modernos, ya se había fabricado de manera endógena en un contexto neandertal, antes de que los sapiens llegaran siquiera a Eurasia. Esto significa que o bien que los neandertales inventaron el instrumento en cuestión de forma independiente o que de alguna manera recibieron influencia sapiens a través de enormes distancias, o que, de arrancada, los humanos modernos le piratearon la idea de la herramienta a los neandertales.
Si se toma en consideración la variada naturaleza de nuestra especie, creo que resulta seguro afirmar que deberíamos imaginar una amplia colección de escenarios distintos en que los neandertales se encontraron con los humanos modernos, y viceversa. Algunos se habrían comportado, sin duda, como brutos violentos que se apoderaban de las áreas que les llamaban la atención, mientras otros habrían sido más curiosos y sociables, hasta llegar, como resulta obvio, a un nivel de intimidad en que en ocasiones se entrecruzarían. Es probable que esta situación continuara, al menos de forma incidental, después de ocurridos los «principales» cruzamientos rastreables en Oriente Próximo. Por supuesto, los dos grupos se traslaparon durante un par de miles de años, durante los cuales, al menos en potencia, podrían haber intercambiado tanto ideas como genes, a la vez que competían por los recursos. Sin embargo, yendo un paso más allá, existe incluso la creencia bastante difundida de que los humanos modernos eran cognitiva y tecnológicamente superiores, y que siempre les llevaban un paso de ventaja a los neandertales.
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La desaparición de los neandertales
En el pasado ha sido bastante popular el argumento de la superioridad. La idea es que los humanos modernos eran más listos y mejores que sus competidores, y que utilizaban armas superiores y estrategias de caza más efectivas, frente a lo cual los neandertales no tuvieron un respuesta suficiente. A la postre, esto hizo que acabaran desapareciendo
Hasta la década pasada los hallazgos arqueológicos respaldaban bastante bien esta teoría. Aunque es evidente que en el Paleolítico superior los humanos modernos eran capaces de fabricar objetos como arrojadores de lanzas y creaban bellas pinturas rupestres, lo cual sin duda muestra que habían desarrollado el pensamiento simbólico, es difícil demostrar que los neandertales habían llegado al mismo nivel cognitivo. No obstante, los estudios más recientes destacan que no había apreciables diferencias entre estos dos humanos como para convertir a dicha alegada superioridad en el principal factor perpetrador. Ahora se sabe que los neandertales también eran muy sofisticados: es probable que utilizaran el ocre de la misma manera simbólica, conocían refinadas técnicas para producir calor y obtener alquitrán, y fabricaban ornamentos como garras de águila, así como herramientas bastante especializadas, entre las cuales se incluyen los lissoirs de hueso antes mencionados. Además, eran formidables cazadores de animales de gran tamaño, tenían una amplia dieta general, y conocían a fondo cómo manejarse en la Eurasia de la prehistoria.
La supuesta brecha entre nuestras especies se está estrechando. Resulta claro que no éramos, en absoluto, tan diferentes, y en definitiva, que la diferencia no era suficiente como para que constituyera la causa única de la extinción de los neandertales. A principios de este año, un estudio llegó a sugerir que debido a la gran diferencia de tamaño entre las poblaciones de los dos grupos, los humanos modernos no habrían necesitado de una ventaja significativa sobre los neandertales para reemplazarlos. No solo la cantidad de neandertales era mucho menor, sino que además vivían dispersos y en grupos más pequeños que los de los forasteros que habían llegado; además, su número ya estaba disminuyendo cuando los humanos modernos entraron en la escena, todo lo cual los hacía más vulnerables.
Algo que puede haber intervenido en este asunto, y que con anterioridad se había pasado por alto, es el clima, que en la actualidad se conoce que en aquella época era mucho más inestable de lo que se pensaba. En la península ibérica, por ejemplo, han surgido pruebas que indican que los neandertales desaparecieron de la zona en fecha tan distante como hace 42.000 años, mientras en otras regiones europeas pudieron aferrarse a la existencia hasta hace no menos de 30.000 años, y que justo en esa época el clima comenzó a sufrir todo tipo de fluctuaciones agobiantes por su magnitud, lo cual, en general, podría ayudar a explicar la disminución de su población.
De manera interesante, también existen teorías que apuntan al mestizaje como factor contribuyente a la desaparición de los neandertales. Aunque sabemos que existió entrecruzamiento, probablemente en Oriente Próximo, es difícil reconstruir cuán común era el cruzamiento durante todo el período en que los neandertales y los humanos modernos estuvieron en contacto. El enorme lapso de tiempo transcurrido desde la desaparición de los neandertales habría diluido su contribución genética, y existen pruebas de que la cuestión de las mezclas nunca fue asunto sencillo, puesto que iban acompañadas de una selección que eliminaba ciertas porciones de ADN neandertal. Puede que los hijos varones mestizos fueran estériles, lo cual como es obvio, reduciría la cantidad de ADN neandertal capaz de transmitirse más allá del primer paso. Además, también debe haber influido la dinámica social entre los dos grupos. Con todo, es posible que el entrecruzamiento ocurriera con bastante regularidad y que los recién llegados humanos modernos asimilaran de modo parcial a la disminuida población neandertal. Cabe imaginar que la superioridad numérica de los humanos modernos tuviera el efecto de «tragarse» a los neandertales, pero es difícil decir cuán probable es este escenario.
El hecho indiscutible de que los neandertales se esfumaran de los registros de fósiles, aunque no de los genéticos, debe haber sido el resultado de un complejo proceso de varios factores, tales como las duras condiciones climáticas, una reducida población en decrecimiento, el contacto con los recién llegados, que al menos en algunas áreas incluyó el entrecruzamiento, la probable competencia por los recursos, e incluso, quizá, la asimilación.
El impacto genético
La colisión de nuestros destinos alcanza un nivel aún más profundo. La ciencia ha llegado al maravilloso punto en que no solo podemos identificar el ADN que originalmente se recibió de la especie neandertal, sino además descubrir las funciones de algunos de estos genes que aun, en el presente, producen efectos sobre nosotros. Entre los que se han identificado están los genes que afectan el color de la piel y del pelo, lo cual sugiere que cuando los humanos modernos iniciaron su llegada al entorno euroasiático más frío, se ayudaron a sí mismos a adaptarse al adquirir el cabello y piel más claros de los neandertales. El sistema inmunológico muestra una historia similar: ciertas variantes de genes que potencian la respuesta inmunitaria, que habrían ayudado a los humanos modernos a defenderse de una nueva gama de parásitos y bacterias, fueron cortesía tanto de la especie neandertal como de la denisovana.
Sin embargo, aunque al principio es probable que todos estos cambios fueran útiles en el contexto de las sociedades cazadoras-recolectoras que deambulaban por el paisaje prehistórico, en la actualidad existe una enorme diferencia respecto a nuestros estilos de vida y entornos, lo que significa que hoy experimentamos algunos graves efectos secundarios provenientes del legado neandertal. Por ejemplo, aunque una variante de gen que proporciona una coagulación más rápida de la sangre podía haber salvado las vidas de gentes prehistóricas que se herían mientras andaban a la caza de alguna cosa bastante más grande que ellos, el mismo gen también incrementa el riesgo de infarto y afecciones similares, lo cual resulta inconveniente debido a la larga expectativa de vida existente en la actualidad. Además, en los entornos más estériles de hoy, la respuesta inmunológica neandertal reforzada a veces se traduce en alergias. Entre los distintos problemas del presente que parecen tener su origen en el ADN transmitido a los humanos modernos por los neandertales, se encuentran cosas tan divertidas como los desórdenes del tracto urinario, la adicción a la nicotina, las lesiones cutáneas, el riesgo de depresión, la predisposición a la malnutrición y, en el caso de los nativos americanos, un riesgo incrementado de diabetes tipo 2. Resulta evidente que le dimos una buena pensada a todo esto cuando nos encontrarnos con nuestro primer neandertal.
El genoma denisovano también se ha secuenciado, de manera que el impacto genético que tuvo sobre nosotros está comenzando a examinarse a fondo. Sin embargo, se ha vuelto evidente que no solo fueron estas dos especies humanas con las que Homo sapiens sostuvo encuentros cercanos, sino que los distintos humanos ya se encontraban en un constante proceso de entrecruzamiento, incluso en las lejanas fechas en que vivían en África. El paleontólogo John Hawks compara nuestra ruta evolutiva con el delta de un río, que tiene un flujo principal que suministra el 90% de la ascendencia de los humanos actuales, y montones de pequeños riachuelos que van y vienen, que a la postre conducen al desierto y se extinguen. Incluso sabemos que debido a este legado genético deben haber existido algunas estirpes «fantasmas» de humanos aún desconocidos.Homo sapiens es el producto de todo este pasado y preserva consigo una historia dinámica y variada de incontables encuentros, en la que los neandertales jugaron sin lugar a dudas un papel interesante, pero no cabe duda que nosotros también tuvimos un rol interesante en las vidas de todos los demás humanos.
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Interesado en el estudio de las migraciones, costumbres, las artes y religiones de distintas culturas; descubrimientos geográficos y científicos. Vive en La Habana. En la actualidad traduce y edita libros y artículos para la web.
Emma estudió Historia e Historia de la Antigüedad. Durante su maestría, se centró en Heródoto, así como en la jugosa política de las cortes antiguas, pero más recientemente ha estado inmersa en todo lo relacionado a la prehistoria.
Groeneveld, Emma. "La conexión neandertal-sapiens."
Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. Última modificación julio 05, 2017.
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Groeneveld, Emma. "La conexión neandertal-sapiens."
Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 05 jul 2017. Web. 21 nov 2024.
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Escrito por Emma Groeneveld, publicado el 05 julio 2017. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.