Sociedad en el Imperio bizantino

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Mark Cartwright
por , traducido por Emiliano S. Grill
Publicado el 09 abril 2018
Disponible en otros idiomas: inglés, francés, turco, ucraniano
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La sociedad del imperio Bizantino (siglos IV-XV d.C.) estaba dominada por la familia imperial y la aristocracia masculina, pero existían oportunidades de ascenso social gracias a las guerras, los movimientos de población, las donaciones imperiales de tierras y títulos y los matrimonios entre personas de distinto origen social. La mayoría de las clases bajas habrían seguido la profesión de sus padres, pero la herencia, la acumulación de riqueza y la ausencia de toda prohibición formal para que una persona pasara a otra clase social ofrecían al menos una pequeña posibilidad para que una persona mejorara su posición. En Constantinopla y otras ciudades, mercaderes extranjeros, mercenarios, refugiados, viajeros y peregrinos estaban constantemente de paso o se establecían de forma permanente en el imperio, de modo que Bizancio se hizo célebre por su cosmopolitismo, hecho constatado por los visitantes contemporáneos que dejaron constancia de su asombro ante la diversidad de la sociedad que visitaban.

Emperor Justinian & His Court
El emperador Justiniano y su corte
Carole Raddato (CC BY-SA)

Aristocracia

La sociedad bizantina, al igual que la sociedad romana en Occidente, se ha dividido tradicionalmente en dos grandes grupos de ciudadanos: los honestiores (los «privilegiados») y los humiliores (los «humildes»), es decir, los ricos, privilegiados y con título, en contraposición a todos los demás (excepto los esclavos, que constituían una categoría aún más baja). Estos dos términos se aplicaron en el derecho romano durante toda la Antigüedad. Los honestiores incluían tradicionalmente a senadores, jinetes, decuriones y veteranos, y su tratamiento en términos de castigos legales era más indulgente que el de los humiliores, ya que recibían multas en lugar de castigos corporales en la mayoría de los casos. Para los delitos graves, como el asesinato y la traición, no se hacía ninguna distinción social. No está tan claro hasta qué punto se diferenciaban estos dos grupos en la vida cotidiana, pero existía un prejuicio general contra los de posición social más baja y un mayor respeto y confianza hacia los que tenían títulos, riqueza y posiciones de poder.

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Existía una enorme división en términos de nivel de vida entre los que tenían y los que no tenían, una situación comentada y criticada por muchos escritores cristianos bizantinos. Esta división se perpetuaba por la importancia que se daba al apellido, la riqueza heredada y el nacimiento respetable de un individuo, de modo que era muy difícil, pero no imposible, que una persona ascendiera en la escala social. En la sociedad bizantina no existía una aristocracia de sangre propiamente dicha, y los constantes cambios de dinastía de los emperadores a lo largo de los siglos y su reparto a menudo aleatorio de favores, tierras y títulos, así como las caídas en desgracia también aleatorias y los peligros de las invasiones y guerras extranjeras, hicieron que los componentes individuales de la nobleza no fueran estáticos y que las familias subieran y bajaran a lo largo de los siglos.

Uno de los métodos para acceder a los niveles superiores de la sociedad, incluso si uno se veía perjudicado por no poseer un apellido o un mecenas importante, era la educación.

La aristocracia obtenía su riqueza y estatus de la propiedad de la tierra. Al principio, esto se basaba en el antiguo sistema romano de latifundios trabajados por campesinos vinculados a la tierra (coloni), pero a partir del siglo X d.C. surgió una nueva aristocracia militar (dynatoi). Este último grupo derivaba su autoridad y propiedad de la división administrativa del territorio del imperio en regiones (o «temas»), que respondía al creciente número de ataques e invasiones de enemigos como los protobúlgaros y los califatos árabes.

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La propiedad de la tierra era hereditaria, pero también podía ser concedida o retirada por el emperador. Lo último ocurría cuando un emperador pensaba que ciertas familias se estaban convirtiendo en una amenaza para su propia posición. Además, los emperadores luchaban constantemente contra la evasión fiscal de la aristocracia terrateniente y se intentaba evitar (sin éxito) que los codiciosos aristócratas compraran tierras y redujeran a los campesinos a meros arrendatarios (paroikoi). El historiador J. Herrin resume aquí el poder absoluto del emperador no solo sobre la aristocracia, sino sobre todos los demás:

La corte ejercía un poder hegemónico que integraba a todos los sectores de la sociedad y reforzaba la autoridad imperial; era reconocida como el centro de una cultura superior y una brillantez sin igual. Los ambiciosos habitantes de las provincias solían identificarse con ella y aspiraban a ocupar un lugar en ella. (172)

Dentro de las clases altas, existían otras capas de estatus basadas en el apellido y en a quién se conocía. El mecenazgo era un factor importante para facilitar el progreso en la vida y, al igual que hoy, con quién se iba a la escuela, quiénes eran los amigos, la familia y con quiénes se compartían opiniones políticas y religiosas ayudaban a determinar la carrera y las oportunidades de ascenso social.

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Byzantine Signet Ring
Anillo grabado bizantino
British Museum (Copyright)

Un método para acceder a los niveles más altos de la sociedad, incluso si uno se veía perjudicado por no poseer un apellido o un mecenas importante, era la educación, como explica aquí Herrin:

Como las posiciones de liderazgo en todas las esferas estaban abiertas al talento, la educación se consideraba un medio de movilidad social, una llave para las recompensas de los altos cargos y la prominencia social. En un proceso circular, la educación de los miembros más jóvenes podía traer consigo un aumento de la fortuna familiar, lo que beneficiaba a todos los parientes, que a su vez invertían en las instituciones educativas y las actividades intelectuales que consolidaban y mejoraban el estatus de los eruditos en Bizancio. (119)

Además de los títulos y las formas de dirigirse a los demás, la aristocracia era fácilmente identificable por sus símbolos de estatus, como las joyas finas y la ropa de seda. Algunos altos funcionarios tenían incluso su propia indumentaria. El color de la capa, la túnica, el cinturón y los zapatos, o el diseño y material particulares de una fíbula podían indicar visualmente el cargo del portador. De hecho, algunas de las hebillas que se llevaban eran tan preciosas y el riesgo de robo tan alto que muchos funcionarios llevaban imitaciones hechas de bronce dorado. Otras insignias de rango eran pequeñas placas de marfil, discos de metal estampado, un collar de oro o un látigo dorado. Incluso la correspondencia de las personas de rango contenía claros indicadores de su estatus, como títulos y sellos estampados.

Clases bajas

Las clases más bajas de la sociedad bizantina trabajaban para ganarse la vida en todas las industrias de la época, y las más prósperas poseían sus propios pequeños negocios. Por tanto, este sector de la sociedad incluiría a la clase media si aplicáramos términos modernos. En la cúspide se situaban los trabajadores que hoy llamaríamos «de cuello blanco», que habían adquirido conocimientos específicos a través de la educación, como abogados, contables, escribas, funcionarios menores y diplomáticos, todos ellos esenciales para el buen funcionamiento del Estado.

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Incluso para aquellos en la cúspide de este amplio grupo social, no había mucha respetabilidad a los ojos de las clases altas. Los comerciantes, mercaderes e incluso banqueros podían ser muy ricos, pero la aristocracia los tenía en baja estima, y el arte religioso bizantino retrata con frecuencia a estas profesiones atormentadas en el infierno por su falta de honradez y sus prácticas deshonestas. Tampoco es casualidad que el Estado impusiera todo tipo de controles sobre los mercados, los precios de las mercancías e incluso las pesas utilizadas por los mercaderes. Había que vigilar de cerca a quienes ganaban dinero a costa de otros. Sin embargo, la constante marcha del comercio hizo que en el siglo XII los mercaderes empezaran a formar parte de la clase dominante y terrateniente.

Byzantine Steelyard Rod with Weight
Báscula bizantina con pesa
Metropolitan Museum of Art (Copyright)

Los artesanos y los productores de alimentos tenían menos movilidad social, ya que los miembros de los principales gremios (collegia) debían permanecer en sus profesiones y transmitir sus conocimientos a sus hijos. Si esta expectativa se cumplía en la práctica es una cuestión discutible, pero no cabe duda de que existía un sentimiento de restricción que perpetuaba la convención de que todo el mundo tenía su lugar en la sociedad y que dicho lugar era fijo.

Por último, estaba el grupo de población más numeroso por lejos: los pequeños agricultores que poseían sus propias tierras y los ciudadanos más humildes de todos que trabajaban como jornaleros agrícolas (coloni) para otros. Este último grupo no estaba muy por encima ni recibía mejor trato que los esclavos, que eran lo más bajo de lo bajo.

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Una de las curiosidades de Bizancio es que la esclavitud continuó a pesar de que la Iglesia reconocía que todos los seres humanos eran iguales ante Dios.

Esclavos

Los esclavos estaban siempre presentes en la sociedad bizantina y procedían de los pueblos conquistados, de los prisioneros de guerra y de los mercados de esclavos. Fueron introducidos en el imperio en grandes cantidades, especialmente desde la península balcánica y alrededor del Mar Negro, pero nunca superaron en número a la mano de obra campesina libre en las zonas rurales. Esto se debe probablemente a que en el siglo V d.C. un esclavo era una mercancía cara que costaba unas 30 monedas de oro (un cerdo costaba una y un asno tres). Una de las curiosidades de Bizancio es que la esclavitud continuó a pesar de que la Iglesia reconocía que todos los seres humanos eran iguales ante Dios, independientemente de su condición social. Tal era la importancia de la esclavitud para el funcionamiento del Estado, y especialmente de los talleres imperiales, que la Iglesia adoptó una política conciliadora de tolerancia en lugar de buscar su cese.

Mujeres y niños

De las mujeres aristocráticas se esperaba en gran medida que se casaran y dirigieran el hogar familiar, cuidaran de los niños y supervisaran a los sirvientes y la propiedad. No llevaban una vida retirada, pero tampoco podían ocupar ningún cargo público de relevancia. Aprendían a hilar, a tejer y a leer y escribir, pero no recibían educación formal. Podían poseer sus propios bienes y su dote, así como también asumir el papel de cabeza de familia si quedaban viudas. Los procedimientos de divorcio favorecían al hombre y no eran fáciles de conseguir para ninguna de las partes.

Byzantine Toy Horse
Caballo de juguete bizantino
Bibliotheca Alexandrina Antiquities Museum (Copyright)

Las mujeres trabajadoras se ganaban la vida haciendo prácticamente lo mismo que muchos hombres trabajadores: podían tener su propio negocio o trabajar para otros, como en los sectores agrícola, manufacturero, médico y minorista. La clase más baja de mujeres eran las actrices y las prostitutas. El ascenso social podía lograrse mediante el matrimonio, pero, al igual que en el caso de los hombres, la mayoría de las mujeres aprendían la profesión de sus madres. Algunas mujeres ascendían espectacularmente en la escala social al casarse con familias de clase alta, incluso a veces con la propia familia imperial, y convertirse en emperatrices al ganar concursos de novias organizados a tal efecto.

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Como ya se ha mencionado, la educación (para los varones) era una importante oportunidad de ascenso social, y la mayoría de las ciudades contaban con una escuela dirigida por el obispo local. Los jóvenes cuyos padres podían permitírselo aprendían primero a leer y escribir en griego y después las siete artes clásicas de la Antigüedad: gramática, retórica, lógica (o dialéctica), aritmética, geometría, música y astronomía. La educación superior consistía en el estudio de la filosofía, especialmente las obras de Platón y Aristóteles, así como la teología cristiana.

Eunucos

Aunque no es exclusivo de Bizancio, una característica interesante de la sociedad y el gobierno era el uso de eunucos en la corte real de Constantinopla y en la administración estatal en general. De hecho, el gran número de eunucos en Constantinopla en general asombraba a menudo a los visitantes extranjeros. Al carecer de herederos y de apetito sexual (en teoría), la idea era que se podía confiar en los eunucos para que sirvieran al emperador y al Estado sin llenarse los bolsillos ni acostarse con las damas de la casa imperial. Los asistentes personales del emperador (los que le servían la comida y le vestían) también eran eunucos, al igual que muchas figuras importantes de la Iglesia, incluidos los obispos, y varios generales de éxito en el ejército.

Muchos padres estaban muy dispuestos a enviar a sus hijos como eunucos a palacio con la esperanza de obtener allí puestos de favor, al igual que se enviaba a las niñas para intentar ganar puestos como damas de compañía. También existía un importante comercio de esclavos especializados en eunucos, y la castración no era un tratamiento infrecuente para los prisioneros de guerra. En consecuencia, muchos hogares de clase alta tenían esclavos eunucos para cuidar de las mujeres de la casa y enseñar a los niños. La práctica de la automutilación chocaba con la Iglesia, y la autocastración estaba oficialmente prohibida. Aun así, las iglesias de Constantinopla se complacían en emplear coros de castrati, una práctica copiada posteriormente en Roma y el Vaticano. Por último, la castración y otras mutilaciones físicas eran castigos comunes en la legislación bizantina, lo que indica el desprecio social general que casi todo el mundo sentía por los eunucos.

Byzantine Icon with Koimesis
Icono bizantino que representa la Koimesis (muerte de la Virgen María)
Metropolitan Museum of Art (Copyright)

El clero

Como el cristianismo se practicaba ampliamente, los miembros de su clero eran muchos e importantes para sus comunidades. El clero y la Iglesia estaban dirigidos por el Patriarca (obispo) de Constantinopla, pero también los emperadores se ocupaban a veces de las políticas eclesiásticas e incluso de las doctrinas. El nombramiento y destitución del Patriarca también era prerrogativa del emperador, un derecho utilizado muchas veces para instalar a obispos afines o destituir a aquellos que resultaban un obstáculo para los planes imperiales, como los matrimonios nuevos o la destrucción de iconos. Los obispos locales, que presidían las ciudades más grandes y sus territorios circundantes y que representaban tanto a la Iglesia como al emperador, tenían una riqueza y unos poderes considerables.

Existían algunas restricciones sociales para el clero: a los sacerdotes y diáconos se les permitía tener esposa si se habían casado antes de ser ordenados, mientras que los obispos estaban obligados a separarse de sus cónyuges. La situación de la esposa del obispo era aún peor, ya que debía retirarse a un monasterio. Naturalmente, muchas mujeres podían elegir libremente una vida eclesiástica en los numerosos monasterios dedicados específicamente a ellas, donde las monjas se consagraban a Cristo y ayudaban a los pobres y enfermos.

Extranjeros

Entre todos los diferentes niveles sociales ya mencionados había extranjeros y no cristianos que hicieron de Bizancio una sociedad muy cosmopolita. El Imperio bizantino conquistó muchas tierras y estos pueblos se incorporaron a la estructura social existente: muchos miles de personas fueron desplazadas a la fuerza, otros tantos buscaron una vida mejor que la que tenían en su lugar de nacimiento, y el propio ejército dio empleo a escandinavos, rusos, armenios, anglosajones y alemanes, entre otros. Los comerciantes, mercaderes y artesanos emigraron allí donde podían ganarse la vida con sus habilidades y mercancías. Los judíos se dedicaban al préstamo de dinero y al sector textil, los comerciantes musulmanes de Arabia vendían sus mercancías en los mercados locales y los italianos procedían de las grandes ciudades comerciales de Génova, Pisa y Venecia. Sin embargo, no siempre hubo armonía entre estos grupos, como demuestra el infame motín de 1042, cuando los comerciantes locales de Constantinopla atacaron a sus rivales extranjeros. Por último, los peregrinos cristianos de toda Europa pasaban por allí para ver los lugares sagrados y las reliquias del Imperio en su camino hacia Tierra Santa.

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Sobre el traductor

Emiliano S. Grill
Nacido y criado en Uruguay, Emiliano es un traductor, subtitulador y aficionado a la historia. Le apasionan los idiomas, la lectura y la escritura.

Sobre el autor

Mark Cartwright
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.

Cita este trabajo

Estilo APA

Cartwright, M. (2018, abril 09). Sociedad en el Imperio bizantino [Society in the Byzantine Empire]. (E. S. Grill, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1214/sociedad-en-el-imperio-bizantino/

Estilo Chicago

Cartwright, Mark. "Sociedad en el Imperio bizantino." Traducido por Emiliano S. Grill. World History Encyclopedia. Última modificación abril 09, 2018. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1214/sociedad-en-el-imperio-bizantino/.

Estilo MLA

Cartwright, Mark. "Sociedad en el Imperio bizantino." Traducido por Emiliano S. Grill. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 09 abr 2018. Web. 20 nov 2024.

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