Las cruzadas: causas y objetivos

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Mark Cartwright
por , traducido por Antonio Elduque
Publicado el 04 julio 2018
Disponible en otros idiomas: inglés, árabe, francés, griego, polaco, portugués, turco
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Las Cruzadas fueron una serie de campañas militares organizadas por las potencias cristianas para reconquistar Jerusalén y Tierra Santa del control musulmán. Hubo ocho cruzadas aprobadas oficialmente entre 1095 y 1270, y muchas más no oficiales. Cada campaña tuvo éxitos y fracasos pero, finalmente, el objetivo global de mantener los Santos Lugares en manos cristianas fracasó. Sin embargo, el atractivo del ideal cruzado continuó hasta el siglo XVI. El objetivo de este artículo es analizar cuáles fueron los factores que motivaron a los cruzados, desde el Papa al guerrero más humilde, especialmente en la primera campaña, que creó un modelo a seguir posteriormente.

Taking of Jerusalem by the Crusaders
Toma de Jerusalén por los Cruzados
Émile Signol (Public Domain)

¿Quién quería qué?

Por qué tuvieron lugar las Cruzadas es una cuestión compleja con múltiples respuestas. Tal como señala el historiador J. Riley-Smith:

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No se puede insistir lo suficiente en que las cruzadas fueron arduas, desorientadoras, aterradoras, peligrosas y costosas para quienes participaron en ellas, y no es fácil explicar el entusiasmo continuo que mostraron a lo largo de los siglos. (10)

Unos 90.000 hombres, mujeres y niños de todas las clases sociales, persuadidos por los líderes políticos y religiosos, participaron en la Primera Cruzada (1095-1102 d.C.). Para encontrar una explicación satisfactoria, sus diversas motivaciones, junto con las de los líderes políticos y religiosos de la época, han de ser examinadas en detalle. Aunque nunca podremos saber con exactitud los pensamientos o motivos individuales, las razones generales por las que fue promovido el ideal cruzado pueden resumirse según los siguientes líderes o grupos sociales clave:

  • El Emperador bizantino – Recuperar territorio perdido y derrotar a un estado rival amenazador.
  • El Papa – Fortalecer el papado en Italia y lograr influencia como cabeza de la Iglesia cristiana.
  • Mercaderes – Monopolizar importantes centros comerciales, en aquel momento bajo control musulmán, y ganar dinero enviando cruzados al Oriente Medio.
  • Caballeros – Defender la cristiandad (sus creyentes y los Santos Lugares), seguir los principios del Código de Caballería, conseguir riquezas materiales en esta vida y hacer méritos especiales para la otra.

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El Imperio bizantino

El imperio bizantino había tenido, durante mucho tiempo, el control de Jerusalén y otros lugares sagrados para los cristianos pero, en las últimas décadas del siglo XI, lo habían perdido a manos de los selyúcidas, una tribu turca de la estepa. Estos, después de varios ataques en territorio bizantino, derrotaron de manera estrepitosa a un ejército bizantino en la batalla de Manzikert, en la antigua Armenia, en agosto de 1071 d.C. Incluso hicieron prisionero al emperador Romano IV Diógenes (r. 1068-1071 d.C.) quien, aunque fue liberado a cambio de un enorme rescate, tuvo que entregar las importantes ciudades de Edesa, Hierápolis y Antioquía. La derrota conmocionó a Bizancio, desatando una disputa por el trono que no se solucionó ni siquiera con el regreso de Romano a Constantinopla. Otra consecuencia fue que muchos de los mandos militares bizantinos en Asia Menor dejaron sus puestos para proponer su candidatura al trono en Constantinopla.

La espada de la cristiandad podía resultar un arma muy útil para preservar la corona en Bizancio.

Mientras tanto, los selyúcidas aprovecharon esa negligencia militar y, hacia 1078 d.C., crearon el Sultanato de Rum, con capital en Nicea, en Bitinia (noroeste de Asia Menor), que fue conquistada a los bizantinos en 1081 d.C. Los selyúcidas fueron aún más ambiciosos y en 1087 d.C. ya controlaban Jerusalén.

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Pasaron varios emperadores hasta lograr una cierta estabilidad durante el reinado de Alejo I Comneno (r. 1081-1118 d.C.), un veterano de la batalla de Mazikert, que no había podido parar a los selyúcidas, y que era en buena parte responsable de las pérdidas territoriales, al haber sido él quien debilitó a las provincias militares (themas) de Asia Menor. Alejo lo había hecho por miedo al creciente poder de los comandantes de los themas, que consideraba una amenaza potencial. En contrapartida, aumentó las guarniciones de Constantinopla. También tenía dudas acerca de la lealtad de los mercenarios normandos, dado el reciente control de Sicilia y los ataques en la Grecia bizantina por parte de los normandos. Viendo el control selyúdica de Jerusalén como una oportunidad para inducir a los líderes europeos a actuar, Alejo hizo una llamada de auxilio al oeste, en la primavera de 1095 d.C., para echar a los selyúcidas de Tierra Santa y también de los otros territorios del Imperio bizantino que habían conquistado. La espada de la cristiandad podía resultar un arma muy útil para preservar la corona en Bizancio.

The Byzantine Empire c. 1090 CE
El Imperio bizantino (ca. 1090 d.C.)
Spiridon MANOLIU (Public Domain)

El Papa

El papa Urbano II (r. 1088-1099 d.C.) recibió la llamada de Alejo en 1095 d.C., aunque no era la primera vez que el emperador bizantino pedía y recibía la ayuda papal. En 1091 el papa había enviado tropas para ayudar a los bizantinos contra los pechenegos, unos nómadas de la estepa que invadían el imperio por el norte del Danubio. Cuatro años más tarde, Urbano II estaba nuevamente dispuesto a prestar su auxilio por varios motivos. Una cruzada aumentaría el prestigio papal, al liderar un ejército aliado de Occidente, y consolidaría su posición en la propia Italia, después de sufrir, en el siglo anterior, serias amenazas por parte de los emperadores del Sacro Imperio Romano, que incluso habían obligado a los papas a trasladarse fuera de Roma.

Urbano II también esperaba reunificar las iglesias cristianas de Occidente (católica) y Oriente (ortodoxa), con él a la cabeza, por encima del patriarca de Constantinopla. Las dos iglesias estaban separadas desde 1054 d.C. por desacuerdos sobre la doctrina y las prácticas litúrgicas. Las Cruzadas podrían recibir mucho más soporte al jugar con la amenaza musulmana sobre los territorios cristianos y su población. Lo más importante, sin embargo, era la pérdida del control cristiano sobre Tierra Santa, con sus lugares de un significado histórico singular para la cristiandad, especialmente la tumba de Jesucristo, el Santo Sepulcro en Jerusalén. Y por encima de todo, España era un recordatorio de la situación precaria del mundo cristiano. En 1085 la mitad de la Península Ibérica estaba de nuevo en manos cristianas y los normandos habían recuperado Sicilia para la cristiandad, pero la amenaza musulmana en Europa seguía siendo poderosa, algo que Urbano II podía hacer recordar a la gente. La llamada de Alejo I Comneno tenía todo tipo de ventajas políticas y religiosas.

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La idea del pecado era especialmente predominante, por lo que la promesa del papa Urbano II de inmunidad de sus consecuencias sería atractiva para muchos.

El 27 de noviembre de 1095 d.C., Urbano II convocó una cruzada en un discurso durante el Concilio de Clermont, en Francia. El mensaje, conocido como la Indulgencia y dirigido especialmente a los caballeros, fue alto y claro; los que defendieran a la cristiandad estarían participando en una peregrinación, todos sus pecados serían perdonados y sus almas recibirían la recompensa en la otra vida. En la Europa medieval, el cristianismo permeaba todos los aspectos de la vida cotidiana, las peregrinaciones eran normales, los monasterios estaban llenos y el número de nuevos santos en auge. La idea del pecado era especialmente predominante, por lo que la promesa de Urbano II de inmunidad de sus consecuencias sería atractiva para muchos. También era crucial que la Iglesia perdonaría una campaña de violencia porque sería de liberación (no de ataque), con un objetivo justo y honesto.

Urbano II se embarcó en una gira de sermones por Francia durante 1095-6 d.C. para reclutar cruzados, en los que su mensaje venía sazonado por historias sobre cómo, en ese preciso momento, los monumentos cristianos estaban siendo profanados y los creyentes perseguidos y torturados impunemente. Se enviaron embajadas y misivas a todas partes de la cristiandad. Las principales iglesias, como las de Limoges, Angers y Tours actuaron como centros de reclutamiento, igual que muchas iglesias rurales y especialmente los monasterios. Por toda Europa, a lo largo de 1096 d.C., se fueron reuniendo los guerreros, listos para embarcar hacia Jerusalén.

Pope Urban II
Papa Urbano II
Muskiprozz (CC BY-SA)

Mercaderes

Los mercaderes, aunque no muy implicados en la Primera Cruzada, sí lo estuvieron a partir de 1200 d.C., porque querían abrir rutas comerciales con Oriente, e incluso controlar prósperos centros comerciales como Antioquía y Jerusalén. Además, podían conseguir pingües beneficios del transporte de los cruzados a través del Mediterráneo. Realmente, a partir de la Segunda Cruzada (1147-1149 d.C.), se firmaron lucrativos contratos anticipados para transportar ejércitos a Oriente Medio. Las ciudades comerciales italianas de Venecia, Pisa y Génova, así como Marsella, en Francia, rivalizaban por conseguir un monopolio en el comercio este-oeste. Hay que recordar, sin embargo, que esas ciudades también aportaron un gran número de fanáticos religiosos dispuestos a luchar por la causa cristiana y no sólo para enriquecerse.

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Caballeros europeos

En el siglo XI la sociedad de la Europa medieval se había militarizado progresivamente. Los gobiernos centrales no disponían de los medios para controlar la totalidad de sus territorios. Quienes en la práctica gobernaban, a nivel local, eran los grandes terratenientes, los barones que disponían de castillos y de una fuerza de caballeros para defenderlos. Los caballeros, incluso los príncipes y princesas, se unieron a las cruzadas por motivos religiosos, quizás una recompensa en la otra vida o por el puro ideal de que los cristianos y los Santos Lugares habían de ser protegidos de los infieles. Quizás es importante tener en cuenta que el odio racial o religioso contra los usurpadores de Tierra Santa era muy limitado. Aunque el clero utilizó todas las herramientas de propaganda disponibles e hizo sermones de reclutamiento por toda Europa, el hecho de que los musulmanes fueran prácticamente desconocidos para su audiencia significaba que cualquier tipo de demonización tenía poco valor. Los musulmanes eran el enemigo porque habían conquistado los Santos Lugares, no directamente porque fueran musulmanes. El historiador M. Bull insiste en este punto en los siguientes términos:

El actual entendimiento popular de las cruzadas tiende a pensar en términos de un gran conflicto entre creencias impulsado por el fanatismo religioso. Esta percepción está vinculada con las modernas sensibilidades sobre la discriminación religiosa, y también encuentra eco en las reacciones a los actuales conflictos políticos en Oriente Próximo y otras partes del mundo. Pero es una perspectiva que, al menos en lo que respecta a la Primera Cruzada, tiene que ser rechazada. (Riley-Smith, 18)

Para los caballeros dispuestos a participar también existía la posibilidad de conseguir botines, tierras y quizás incluso un título. Al principio, el sacrificio financiero era importante, porque el equipamiento era costoso y quizás había que vender tierras. Los monasterios ofrecían préstamos para los que tenían dificultades en cubrir esos costos iniciales. También estaba la idea de la caballerosidad – que un caballero debe comportarse ‘correctamente’ y proteger no sólo los intereses de su iglesia y su dios sino también los de los débiles y oprimidos. En el siglo XI el Código de Caballería aún estaba en sus inicios y se refería más bien al establecimiento de una fraternidad de armas. Por tanto la relevancia de la caballerosidad como motivo para unirse a la Primera Cruzada tiene más que ver con la importancia de ser visto haciendo lo que sería de esperar por los compañeros de armas, y no sería hasta las siguientes cruzadas cuando los aspectos morales ganarían prominencia y su mensaje sería impulsado por canciones y poemas sobre las intrépidas hazañas de los cruzados.

Raymond IV of Toulouse
Raimundo IV de Tolosa
Merry-Joseph Blondel (Public Domain)

También muchos caballeros simplemente estaban obligados a unirse a su barón o señor, como parte de su servicio para ganarse la vida. Técnicamente, los cruzados eran voluntarios, pero uno ya puede imaginar que quedarse en casa, ocupándose del hogar del castillo, mientras que el señor o benefactor cabalga a Oriente Medio, no era una opción práctica para un caballero a su servicio. Además, muchos de ellos seguían a sus padres o hermanos, porque los lazos de parentesco y protección mutua eran muy fuertes. Con las cruzadas sucesivas se fueron creando tradiciones y expectativas dentro de las familias, de manera que se suponía que al menos un miembro de cada generación continuaría luchando por la causa.

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Ciudadanos

Aparte de los caballeros, la idea de una cruzada tenía que ser atractiva para los soldados rasos de infantería, arqueros, escuderos, y todos los no combatientes necesarios para dar apoyo a las unidades de caballería o a los caballeros en campaña. El hecho de que el ideal atrajera a la gente común, incluidas las mujeres, viene ilustrado por acontecimientos tales como el ejército popular liderado por el predicador Pedro el Ermitaño que se formó y logró llegar a Constantinopla en 1096 d.C. Ese ejército irregular, conocido como “Cruzada popular”, fue enviado rápidamente por Alejo I Comneno hacia Asia Menor donde, al no tener en cuenta los consejos bizantinos, sufrió una emboscada y fue aniquilado por un ejército selyúcida cerca de Nicea, el 21 de octubre de 1096 d.C.

Además del prestigio y el honor de ‘llevar la cruz’, así llamado porque los cruzados lucían un emblema en el hombro de su túnica o capa, había algunos beneficios prácticos para los ciudadanos de a pie, al menos en el siglo XIII, que incluían una moratoria en el servicio feudal, un trámite rápido de los pleitos antes de su partida, una exención de ciertos impuestos o peajes, una prórroga en la devolución de las deudas e incluso un perdón de la excomunión.

Conclusión

Tal como señala el historiador C. Tyerman en su libro Las guerras de Dios, en muchos aspectos 1095 d.C. fue el 1914 d.C. de la Edad Media – una tormenta perfecta de indignación moral, ganancia personal, propaganda institucional política y religiosa y sed de aventuras, todo combinado para animar a la gente a abandonar sus casas y embarcarse en un viaje peligroso hacia un destino del que no se sabía nada y donde se podía encontrar la gloria y la muerte, o simplemente la muerte. El fervor no se disipó, sino que más bien, el éxito de la Primera Cruzada y la recuperación de Jerusalén el 15 de julio de 1099 d.C. inspiró a más gente a ‘llevar la cruz’. La idea de ir a las cruzadas se difundió a empeños tales como la liberación de la Península Ibérica de los musulmanes (la Reconquista), o los ataques en Europa a minorías como los judíos, paganos y herejes (las Cruzadas bálticas). Se crearon órdenes de caballeros para defender los territorios ganados en Oriente Medio, y se aumentaron continuamente los impuestos para financiar las cruzadas que siguieron, al ir alternando los ejércitos musulmanes y cristianos sus éxitos y fracasos, que mantuvieron ocupados a los cartógrafos durante los cuatro siglos siguientes.

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Sobre el traductor

Antonio Elduque
Soy doctor en Química y trabajo en el sector biomédico. También licenciado en Humanidades, especialmente aficionado a la Historia. Me gusta traducir porque obliga a una lectura lenta y cuidadosa, buscando el sentido del texto más que el significado de las palabras.

Sobre el autor

Mark Cartwright
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.

Cita este trabajo

Estilo APA

Cartwright, M. (2018, julio 04). Las cruzadas: causas y objetivos [The Crusades: Causes & Goals]. (A. Elduque, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1249/las-cruzadas-causas-y-objetivos/

Estilo Chicago

Cartwright, Mark. "Las cruzadas: causas y objetivos." Traducido por Antonio Elduque. World History Encyclopedia. Última modificación julio 04, 2018. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1249/las-cruzadas-causas-y-objetivos/.

Estilo MLA

Cartwright, Mark. "Las cruzadas: causas y objetivos." Traducido por Antonio Elduque. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 04 jul 2018. Web. 20 nov 2024.

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