El propósito de la primera Cruzada (1095-1102 EC) fue rescatar Jerusalén del control musulmán. Esta fue una campaña militar organizada por los reyes de occidente, el Papa y el Imperio Bizantino. Luego de un corto asedio, la ciudad fue capturada el 15 de julio del 1099 EC y su población masacrada. Tres semanas después un ejército musulmán de liberación fue también derrotado. Con esta victoria se sella la Primera Cruzada, la cual sería alabada en occidente como un suceso memorable. Los inmensos problemas de logística, el hambre, las enfermedades, un enemigo formidable y las rivalidades internas, de alguna forma fueron superadas en esta ocasión, sin embargo la defensa futura de la Tierra Santa requeriría otras cruzadas en el lapso de los próximos dos siglos y ninguna sería tan exitosa como la primera.
Prólogo
La Primera Cruzada fue concebida por el Papa Urbano II (1088-1099EC) en respuesta a la solicitud del emperador Bizantino Alexios I Komnenos (gobernó entre 1081-1118EC) quien quería contrarrestar la expansión de los Musulmanes Turcos Selyúcidas los cuales le habían robado a Bizancio una buena parte del Asia Menor. El hecho de que Jerusalén, la ciudad más sagrada de la Cristiandad, también había caído en manos musulmanas fue un gran incentivo para que los caballeros viajasen desde toda Europa a intentar rescatarla. Las fuerzas combinadas de Cruzados y Bizantinos lograron éxitos notables, recuperando Nicea en Junio del 1097 EC, ganando una gran victoria en Dorylaeum el 1 de Julio del 1097 EC y capturando Antioquia el 3 de Junio del 1098 EC después de un largo asedio.
El próximo y principal objetivo fue Jerusalén, aunque desde que se llamó a la Cruzada, los musulmanes chiitas Fatimíes de Egipto habían tomado el control de la ciudad de sus rivales suníes Selyúcidas. Jerusalén, por supuesto una ciudad santa tanto para los atacantes cristianos como para los defensores musulmanes, fue simplemente un objetivo simbólico de la Cruzada como resume el historiador T. Asbridge:
Más allá de su significado espiritual, la ubicación estratégica de Jerusalén en las colinas de Judea implicaba que su valor político, económico y estratégico era limitado (540)
En diciembre del 1098 EC los cruzados marcharon hacia Jerusalén comenzado por capturar en el camino varias ciudades portuarias en Siria y también la ciudad de Belén, llegando a su destino final el martes 7 de junio del 1099 EC. Del inmenso ejército que había partido de Europa solo quedaban cerca de 1.300 caballeros y unos 12.500 solados de infantería, si se quiere una fuerza no muy grande al considerar las poderosas fortificaciones de la Ciudad Santa, las cuales databan de los tiempos del emperador romano Adriano (gobernó entre 117 - 138 EC). Los Bizantinos y los musulmanes a lo largo de los años habían reparado y extendido la doble muralla de la ciudad. Algunas secciones de la muralla eran de más de 18 metros de alto y 3 metros de espesor. La ciudad estaba también protegida por la geografía en tres lugares mediante barrancos profundos, fosos y precipicios. Dentro de la ciudad había dos torres fortificadas; la Torre de David y la Torre Cuadrangular. Frente a estos elementos, la estrategia más adecuada para el atacante, buscando lograr resultados positivos con un mínimo de pérdidas humanas, era el asedio. Sin embargo, una vez que comienza el asedio, cuanto dure el mismo depende de la resistencia de los defensores y algo de lo que escaseaban los Cruzados era de tiempo, considerando que seguramente ya iba en camino hacia Jerusalén un ejército enemigo de refuerzo, tal como sucedió en Antioquia un año antes.
El Asedio
El hombre a cargo de la defensa de Jerusalén fue Iftikhar ad-Daula al mando de una guarnición compuesta mayormente por soldados árabes y sudaneses, quizás miles, y un cuerpo elite de caballería de 400 egipcios. Esta fuerza no era suficiente para asegurar todas las secciones de las murallas, las cuales acababan de ser reparadas, sin embargo Iftikhar ad-Daula tenía a su disposición algunas catapultas. La ciudad no disponía en su interior de fuentes de agua propias pero si grandes reservorios que con las previsiones adecuadas, la defensa podría resistir el asedio por el tiempo necesario para que llegasen las tropas prometidas desde Egipto. El gobernador ordenó recoger todo animal comestible de las inmediaciones y a su vez envenenar los pozos de agua a las afueras de la ciudad de forma tal de evitar que los atacantes se beneficiasen de ellos. Como una precaución adicional, contra cualquier traición, todos los cristianos fueron expulsados de la ciudad a diferencia de la población judía a la cual se le permitió permanecer dentro de la misma.
Tres de los principales comandantes del ejército Cruzado eran Roberto de Flandes, Godofredo de Bouillon y Roberto de Normandía. Cada uno estableció su campamento cerca de las murallas norte y noroeste, cubriendo las puertas en ese estrecho. Mientras, Raimundo de Toulouse ocupaba el Monte Sion y el normando Tancred recogió primero ganado en Belén antes de ocupar su posición en la esquina noroeste de la ciudad.
El asedio comenzó lanzando proyectiles sobre la ciudad por medio de catapultas mangonel (un tipo de catapulta utilizada en el período medieval para los asedios) sin embargo a los pocos días los atacantes empezaron a tener problemas con las provisiones de comida y sobre todo agua potable. Bajo estas condiciones comenzaron las deserciones, mientras por su lado los defensores enviaban continuamente fuera de la ciudad a grupos encargados de atacar a los enemigos a cargo de conseguir agua fresca y comida para los campamentos Cruzados. A este ritmo los atacantes estaban expuestos a sufrir escasez de provisiones más pronto que los defensores, por lo que se acordó un ataque directo a la ciudad a la brevedad. Así, el 13 de junio los Cruzados atacaron la muralla norte con pésimos resultados debido a la falta de equipos adecuados para escalar los muros, por lo que tuvieron que retirarse.
Afortunadamente para los Cruzados una solución estaba presta a llegar. El 17 de junio un grupo de barcos genoveses e ingleses arribaron en el puerto de Jaffa, el más cercano, llevando consigo armas, comida así como madera y cuerda para la construcción de torres de asedio, catapultas, escaleras para escalar y arietes. Ahora el tiempo era lo esencial con la noticia llegada en los primeros días de julio de que un ejército egipcio estaba en camino para aliviar el sitio de la ciudad. El gobernador de Jerusalén seguramente tuvo también noticias de esta ayuda, lo que pudiera explicar su actitud recelosa para salir de la ciudad y emprender un ataque sobre los campamentos Cruzados.
El 8 de julio, los Cruzados se alistaron para un ataque total sobre la ciudad. Encabezados por sacerdotes portando reliquias sagradas, caminaron alrededor de la ciudad descalzos en una procesión de penitencia que sirvió como recordatorio a todos sobre la razón por la cual habían ido a Jerusalén. Incluso los líderes Cruzados reconciliaron para ese momento sus diferencias. Después de tres años de penurias, agotadoras batallas en Antioquía y otros lugares, la moral era alta ya que la Cruzada estaba finalmente a punto de concluirse.
El 10 de Julio dos torres de asedio estaban listas para la acción así que fueron emplazadas contra las murallas del Monte Sion y la muralla norte. Una tercera torre, más pequeña, fue emplazada contra la esquina noroeste de las fortificaciones. Frente a la amenaza los defensores respondieron lanzado rocas y Fuego Griego (líquido altamente inflamable inventado por los cristianos de Bizancio) contra las torres. Los Cruzados realizaron un ataque total la noche del 13 de julio. Seguido de un día de duros combates, la noche del 14 la torre emplazada en la muralla norte fue desmantelada y reubicada. Al amanecer los defensores fueron sorprendidos al darse cuenta de un nuevo lugar de ataque. La torre estaba lo suficientemente cerca como para que unos pocos hombres liderados por Godofredo de Bouillon escalasen las murallas y mantener una sección de estas mientras otros hombres trepaban por las escaleras de asalto. Para la mañana del 15 de julio una de las entradas principales logró ser abierta y los Cruzados finalmente entraron a la ciudad.
Victoria final y matanza
Un grupo restante de defensores huyeron despavoridos hacia el Domo de la Roca pero sin ninguna posibilidad de defenderse terminaron por rendirse a Tancred quien rápidamente izó su bandera púrpura sobre la Mezquita de Al-Aqsa (igual que hizo meses atrás en Belén). Mientras tanto, un segundo grupo comandado por Iftikhar ad-Daula se reunió en la Torre de David en el barrio sur de la ciudad donde fueron atrapados por las tropas de Raimundo. El gobernador ofreció un gran rescate para salvar su vida y la de su guardaespaldas. Raimundo aceptó y serian estos los únicos musulmanes en la ciudad que vivirían para ver otro día.
Rendida la ciudad, siguió una matanza masiva de todos los musulmanes y judíos de Jerusalén, estos últimos por ser considerados como cómplices de los musulmanes. Las cifras de 10.000 (Guillermo de Tiro), 65.000 (Mateo de Edesa) o 75.000 (Ibn Al-Athir) asesinados son probablemente una exageración cuando son comparadas con una fuente musulmana contemporánea (Ibn Al-Arabi), que sin tener motivos para minimizar la carnicería, sitúa la cifra en 3.000 de los 30.000 habitantes probables de la ciudad. Sin embargo, la barbarie de los cruzados conmocionó incluso a los cristianos y el episodio nunca sería completamente olvidado o perdonado por los Estados musulmanes.
La descripción que Guillermo de Tiro hizo de la carnicería en el siglo XII EC se convirtió en una de las referencias más citada de la matanza (a pesar de que el cronista nació 30 años después del evento):
Era imposible mirar el gran número de muertos sin horrorizarse; en todas partes había restos de cuerpos humanos, y el mismo suelo estaba cubierto con la sangre de los muertos. Aún más terrible fue mirar a los propios vencedores, goteando sangre de la cabeza a los pies. (Phillips, 33)
La ciudad fue sistemáticamente saqueada y robados sus objetos preciosos, y cuando los muertos se amontonaron hasta tal punto que amenazaron con propagar enfermedades, los prisioneros musulmanes se vieron obligados a quemar los cuerpos de sus compañeros fuera de la ciudad en enormes piras antes de ser ellos mismos masacrados a sangre fría. Mientras tanto, de vuelta en Italia, el Papa Urbano II había muerto el 29 de julio de 1099 EC sin conocer el éxito o la brutalidad de la cruzada que el mismo había iniciado.
La captura de Jerusalén fue un logro notable, pero mantenerlo en el tiempo iba a representar más luchas. Un mes después de la caída de la ciudad en manos de los Cruzados, un gran ejército egipcio de aproximadamente 20.000 hombres llegó para recuperar la ciudad. Comandada por el Visir Al-Afdal, la gran fuerza había enviado delante un grupo expedicionario pero fue capturado por los Cruzados quienes, una vez descubierta la ubicación del enemigo, se decidieron por un ataque sorpresa. Habiendo capturado algunos espías egipcios, se les forzó a revelar los detalles sobre su campamento. Para el 10 de agosto todo el ejército Cruzado se concentró en Ibelin, justo a algunos quilómetros cerca de los egipcios, acampando al norte de Ascalon (ubicada hacia el sur oeste de Jerusalén sobre la costa del Mediterráneo). Los musulmanes fueron sorprendidos por completo por lo que presas del pánico, muchos escaparon hacia una arboleda de sicómoros (árbol del género de la higuera), donde perecieron después de ser incendiado por los Cruzados. Otros huyeron hacia el mar y el estandarte del Visir fue capturado. El día culminó con la victoria de los Cruzados, Jerusalén fue preservada y Godofredo de Boullion, el héroe del asedio, fue nombrado rey de la ciudad.
Consecuencias
Para algunos historiadores, la batalla de Ascalon marcó el fin de la Primera Cruzada. Muchos Cruzados regresaron a sus países de origen, incluidos Raimundo de Toulouse, Roberto de Normandía y Roberto de Flandes. Desde Constantinopla serian enviados más Cruzados los cuales lograron otras victorias como en Cesarea el 17 mayo de 1101 EC y Acre a los pocos días, el 26 de Mayo. Los Fatimíes y Selyúcidas por su lado se fueron familiarizando con las tácticas de guerra de los europeos. Aferrarse a los territorios conquistados, que serian conocidos como el Oriente Latino, no sería tarea fácil para los cruzados. La ciudad de Edesa (Mesopotamia) caería en manos de los musulmanes, lo que conllevó a la Segunda Cruzada (1147-1149) y Jerusalén fue reconquistada por los musulmanes en 1187 d.C., lo que daría lugar a la Tercera Cruzada (1189-1192).