Las cruzadas, que tuvieron lugar entre los siglos XI y XV, son uno de los acontecimientos que caracterizan a la Edad Media tanto en Europa como en Oriente Medio. Las sucesivas campañas no sólo tuvieron consecuencias significativas en todos los lugares en que se produjeron sino que también impulsaron cambios en los estados que las organizaron y lucharon en ellas. Incluso después de finalizadas, su influencia continuó a través de la literatura y otros medios culturales y, resucitadas como un concepto en tiempos más modernos, siguen impregnando las relaciones internacionales en la actualidad.
Se han hecho muchas afirmaciones exageradas acerca de los efectos y consecuencias de las cruzadas sobre la vida en la Edad Media y posteriormente. No cabe duda de que hubo cambios transcendentales en la vida, la política y la religión entre los siglos XI y XIV, pero quizás es prudente prestar atención a las palabras del experto historiador de las cruzadas T. Asbridge:
El papel preciso que desempeñaron las cruzadas sigue siendo objeto de debate. Cualquier intento de detallar sus efectos está lleno de dificultades, porque requiere seguir y aislar un solo hilo dentro del tejido de la historia – y la reconstrucción hipotética del mundo, si se quitara esa hebra. Algunos de sus impactos están relativamente claros, pero muchas observaciones deben enmarcarse forzosamente dentro de amplias generalizaciones. (664-5)
El impacto de las cruzadas puede resumirse en términos generales como sigue:
- Un aumento de la presencia de cristianos en Oriente durante la Edad Media.
- El desarrollo de las Órdenes militares.
- Una polarización entre Oriente y Occidente basada en las diferencias religiosas.
- La aplicación específica de objetivos religiosos a la guerra en Oriente, la Península Ibérica y la región del Báltico, en particular.
- El aumento de la influencia y el prestigio de los papas y la Iglesia católica en asuntos seculares.
- El deterioro de las relaciones entre Occidente y el Imperio bizantino, que llevaría finalmente a la destrucción de este.
- Un aumento del poder de las casas reales europeas.
- Un fortalecimiento de la identidad cultural colectiva en Europa.
- Un aumento de la xenofobia y la intolerancia entre cristianos y musulmanes, y entre cristianos y judíos, herejes y paganos.
- Un aumento del comercio internacional y del intercambio de ideas y tecnología.
- Un aumento del poder de ciudades-estado italianas como Venecia, Génova y Pisa.
- La apropiación por parte de Europa de muchas reliquias cristianas.
- El uso de un precedente histórico religioso para justificar el colonialismo, la guerra y el terrorismo.
Oriente Medio y el mundo musulmán
El resultado geopolítico inmediato de las cruzadas fue la reconquista de Jerusalén, el 15 de julio de 1099, aunque para asegurar que la Ciudad Santa seguiría en manos cristianas fue necesario establecer varios asentamientos cristianos en Levante (conocidos conjuntamente como el Oriente Latino, los Estados cruzados o Ultramar). Para su defensa sería necesario, durante las siguientes décadas, un aporte continuo de nuevos cruzados, y la creación de órdenes militares o caballeros profesionales tales como los Caballeros Templarios o los Caballeros Hospitalarios. Estas, a su vez, inspiraron la formación en Inglaterra de órdenes de caballería como la Orden de la Jarretera (fundada en 1348), que defendía los privilegios de las cruzadas para sus miembros.
A pesar de la presencia militar en Tierra Santa, de las continuas campañas de reclutamiento en Europa, y de la creciente implicación de caballeros y emperadores, resultó imposible conservar las ganancias de la Primera Cruzada e hicieron falta nuevas campañas para recuperar ciudades como Edesa y la propia Jerusalén, después de caer nuevamente en manos musulmanas en 1187. Llegaría a haber ocho cruzadas oficiales y varias más no oficiales a lo largo de los siglos XII y XIII, con más fracasos que éxitos, y en 1291 los Estados cruzados fueron integrados en el Sultanato mameluco.
Antes de las cruzadas, el mundo musulmán se había embarcado en la jihad – a menudo traducida como ‘guerra santa’ pero que significa, más propiamente, un ‘esfuerzo’ para defender y expandir el islam y los territorios islámicos. A pesar del significado religioso de Jerusalén para los musulmanes, el área de la costa de Levante tenía poca importancia económica y política para los califatos de Egipto, Siria y Mesopotamia. El mundo musulmán estaba a su vez dividido en varias sectas y asolado por las rivalidades políticas y la competencia entre ciudades y regiones. Las cruzadas representaron una oportunidad para conseguir una mayor unidad con la que hacer frente a esa nueva amenaza de Occidente, aunque no siempre fue aprovechada. Algunos gobernantes, especialmente Saladino, sultán de Egipto y Siria (r. 1174-1193) utilizaron la propaganda de la guerra de religión para presentarse a sí mismos como los líderes escogidos del mundo islámico y así conseguir la supremacía dentro de él.
La difusión de las cruzadas
El movimiento cruzado se expandió por lugares como la Península Ibérica, a partir del siglo XI (la Reconquista); también en Prusia, el Báltico (las cruzadas bálticas), el Norte de África, o Polonia, entre otros, lucharon ejércitos cruzados entre los siglos XII y XV, con líderes, soldados y gente de a pie, atraídos por el ideal cruzado, a pesar de los dudosos éxitos militares. A finales del siglo XIV la idea de las cruzadas había llegado a toda la gente en Europa, y la mayoría habría escuchado como mínimo un sermón predicando sus méritos y la necesidad de reclutamiento y ayuda material. Muy pocos bolsillos quedarían intactos, a causa de los impuestos del estado y de la iglesia que se impusieron de forma regular para financiar las cruzadas.
La Iglesia católica
El éxito de la Primera Cruzada y la imagen de que los papas dirigían los asuntos de todo el mundo cristiano, ayudaron al papado a conseguir la supremacía sobre los emperadores Hohenstaufen. La Iglesia católica también había creado un ‘atajo’ de entrada al cielo con la promesa de que los cruzados disfrutarían de una remisión inmediata de sus pecados – servicio militar y penitencia estaban combinados de forma que ir a las cruzadas pasó a ser un acto de devoción. Sin embargo, con cada nueva campaña fracasada, el prestigio papal fue declinando, aunque los éxitos territoriales en la Península Ibérica y el nordeste de Europa todavía dieron impulso al papado. Otra consecuencia negativa para muchos fue la aprobación oficial por parte de la Iglesia de la compra de indulgencias, es decir, si uno no podía o no quería ir personalmente a una cruzada, el dar ayuda material a quienes lo hacían recibía los mismos beneficios espirituales. Esa idea se extendió por la Iglesia católica hasta crear todo un sistema de indulgencias compradas, lo que contribuyó a la aparición de la Reforma en el siglo XVI.
Imperio bizantino
Las cruzadas provocaron la ruptura en las relaciones entre Occidente y el Imperio bizantino. En primer lugar, estuvo el horror de este ante el caos provocado en su territorio por grupos de guerreros descontrolados. Se hicieron comunes las escaramuzas entre cruzados y fuerzas bizantinas, creciendo la desconfianza y las sospechas acerca de sus intenciones. Era una relación conflictiva que solamente fue a peor, con acusaciones recíprocas de que ninguna de las partes se esforzaba por defender los intereses de la otra. La situación culminó con el saqueo traumático de Constantinopla en 1204, durante la Cuarta Cruzada, con la apropiación de obras de arte y reliquias por parte de las potencias europeas. El imperio quedó tan debilitado que, en 1453, no pudo oponer más que una débil resistencia a los turcos otomanos.
Europa
El poder de las casas reales europeas y la centralización de los gobiernos aumentaron gracias a un incremento de los impuestos, la adquisición de riquezas en Oriente Medio y la imposición de aranceles sobre el comercio. La muerte de muchos nobles, durante las cruzadas, que habían hipotecado sus tierras a favor de la Corona para pagar sus campañas y las de sus seguidores, también aumentó el poder real. El sistema feudal también entró en declive con la venta, por parte de muchos nobles, de sus tierras, para financiar sus viajes, liberando a sus siervos en dicho proceso.
La conquista de territorios musulmanes en el sur de Italia, Sicilia y la Península Ibérica dio acceso a nuevos conocimientos, la llamada ‘Nueva Lógica’. También se incrementó el sentimiento de ser ‘europeo’, a pesar de las diferencias entre estados, el hecho de que la población de Europa compartía una identidad común y una herencia cultural (aunque el ir a las cruzadas se incorporaría a los ideales de caballería, ensanchando la brecha entre los que pertenecían a la clase caballeresca y los que no). La otra cara de la moneda en el ámbito cultural fue un aumento de la xenofobia. La intolerancia religiosa se manifestó de muchas maneras, pero donde resultó más brutal fue en los pogromos contra los judíos (especialmente en el norte de Francia y en Renania en 1096-1097) y en los ataques violentos contra los paganos, cismáticos y herejes, por toda Europa.
El comercio entre Oriente y Occidente aumentó enormemente. Llegaron a Europa más productos exóticos que nunca, tales como especias (especialmente pimienta y canela), azúcar, dátiles, pistachos, sandías y limones. También tela de algodón, alfombras persas y vestidos orientales. Las ciudades-estado italianas de Venecia, Génova y Pisa se enriquecieron gracias a su control de las rutas comerciales del Oriente Medio y del Imperio bizantino, además del dinero que consiguieron con el transporte de los ejércitos cruzados y sus suministros. Eso hubiera sucedido de todas maneras, pero las cruzadas probablemente aceleraron el proceso del comercio internacional en el Mediterráneo.
Viajar se hizo más común, inicialmente en forma de peregrinaje a Tierra Santa, y se desarrolló una avidez de lectura sobre dichos viajes, que fueron ampliamente publicados. La era de las exploraciones había comenzado y llevaría al descubrimiento del Nuevo Mundo, en el que de nuevo se aplicó el concepto de cruzada contra los no creyentes. Hernán Cortés, conquistador de los aztecas, afirmaba que sus seguidores eran milites Christi o ‘guerreros de Cristo’, librando una ‘guerra santa’.
Hacia la era moderna
Las cruzadas arrojan una sombra alargada, con obras de arte, literatura e incluso conflictos bélicos que recuerdan el imaginario, los ideales, los éxitos y los desastres de las guerras de religión, hasta el siglo XXI. Ya en tiempos medievales se produjo un proceso de adoración de los héroes, figuras como Saladino o Ricardo Corazón de León, alabados no sólo por sus virtudes militares sino, sobre todo, por su caballerosidad. Tras la Reforma sucedió lo contrario y las cruzadas fueron escondidas debajo de la alfombra de la historia como un aspecto indeseable y brutal de nuestro pasado, que era mejor olvidar.
En el siglo XIX se despertó nuevamente el interés, con novelas como El Talismán, de Walter Scott (1825). En el siglo XX, con la ocupación aliada de Palestina durante la Primera Guerra Mundial, volvieron los fantasmas de las cruzadas, apareciéndose en forma de propaganda, retórica y dibujos animados. En la Segunda Guerra Mundial, el término ‘cruzada’ fue despojado de su significado religioso y aplicado a las campañas contra la Alemania nazi. El general Eisenhower, comandante de las fuerzas aliadas, dio incluso el nombre Cruzada en Europa a su informe de campaña de 1948.
Más recientemente, la lucha contra el terrorismo en el siglo XXI ha sido formulada con frecuencia en términos de una ‘cruzada’, en particular por el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, tras el ataque a las Torres Gemelas en 2001. Con el aumento del nacionalismo árabe, el debate sobre la posición y legitimidad del estado de Israel y las continuas políticas intervencionistas de las potencias occidentales en Oriente Medio, los objetivos seculares de control territorial y poder económico se han mezclado y confundido con divisiones de religión, de manera que términos como ‘cruzada’, ‘cristiano’, ‘musulmán’ y ‘jihad’, siguen utilizándose, tanto en Oriente como en Occidente, con ignorancia y prejuicios, como etiquetas de conveniencia, porque tratan de crear la historia en lugar de aprender de ella.