En la creencia Nórdica existían numerosos de reinos del más allá, en alguno de los cuales el alma de un fallecido podía terminar. Estaba el Valhalla, el reino de Odin, en el que las almas de los guerreros muertos en combate celebran, cuentan historias sobre su vida en la tierra y luchan entre ellos para prepararse para la batalla final. Otra posibilidad era el Folkvangr (el campo del pueblo), reino de la diosa de la fertilidad Freyja. Por otro lado estaba el Hel, en el que terminaban la mayoría de las almas, un lugar gris y triste.
Si bien es cierto que, independientemente del hecho no se podía predecir en vida en cuál reino el alma del difunto terminaría, una cosa era segura, el fallecido siempre podría regresar al mundo de los vivos bajo la forma de un fantasma. La creencia en fantasmas estuvo muy arraigada en la visión del mundo de los escandinavos (tal como ha ocurrido en muchas culturas a lo largo de la historia en todo el mundo) antes y durante la Era Vikinga (del 790 al 1100 d.C.). Estos fantasmas, sin embargo, no eran los espíritus etéreos del Mundo Clásico ni tampoco de las tribus Anglo-Sajonas, Francas o Germánicas contemporáneas con la cultura Nórdica medieval, sino que eran cuerpos físicos generalmente gigantes y fuertes transformaos luego de la muerte y que regresaban para perturbaban a los vivos.
Hay evidencias anecdóticas sobre la creencia Nórdica en fantasmas, a través de las grandes sagas escritas principalmente durante el siglo XIII en Islandia. La evidencia empírica se tiene de los registros sobre los ritos funerarios que la gente practicaba para protegerse de los que regresaban de la muerte. Los fantasmas nórdicos eran de dos tipos:
- Los Haugbui: un alma que permanece en su tumba y cuida los bienes enterrados junto con el cuerpo del difunto.
- Los Draugr: también conocidos como aptrgangr (el que camina después de muerto), un alma que emerge de la tumba para perturbar a los vivos, ya sea su familia o la comunidad a la que perteneció en vida. Este podía ser excepcionalmente alto y fuerte, siempre hambriento podía cambiar de forma física, tener control sobre el clima y predecir el futuro.
Los Haugbui: Perturbar su tumba era meterse en problemas, se creía que el Haugbui era infinitamente voraz –como todos los muertos– y que se comía a la persona que entraba en el túmulo funerario sin causa justificada, pero, por lo demás, se quedaban solos. Un Draugr, por el contrario, molestaba a los vivos por cualquier razón, ya fuera por estar de malhumor, por envidia a los vivos o la observación inadecuada de los ritos funerarios por parte de estos.
Los rituales funerarios honraban al difunto y aseguraban su buen recuerdo, así que si estos rituales no se llevaban a cabo de manera correcta equivalía a mostrar falta de respeto hacia el fallecido. Naturalmente la familia del fallecido hacía todo lo posible para garantizar al ser amado una despedida adecuada. Aun así, no estaba claro exactamente cómo el difunto podría interpretar estos esfuerzos y por lo tanto se crearon otros rituales para asegurarse de que, incluso si la persona muerta no estaba descansando en paz, los vivos si podrían estarlo.
La Correcta Sepultura
No había funerarias ni sepultureros en la era vikinga escandinava, al igual que en toda Europa en ese momento, así que el cuerpo de la persona fallecida era preparado por la familia en casa. Por lo tanto, era responsabilidad de la familia asegurarse de que el cuerpo estuviese bien cuidado y sepultado adecuadamente. El erudito Martin J. Dougherty escribe:
Los vikingos creían que los ritos funerarios apropiados eran esenciales para el viaje del alma hacia la otra vida. Un funeral adecuado aseguraba que el espíritu no permanecería en el mundo para perturbar a los vivos y tendría su justo estado en la vida siguiente. Los ajuares funerarios eran importantes para garantizar este estatus; los estudios arqueológicos de los sitios de enterramiento han contribuido en gran medida a lo que sabemos sobre los vikingos y su forma de vida. (39)
La cremación era el método preferido en Escandinavia antes de la Edad de Hierro (siglo VI a.C.), para la disposición del cuerpo del fallecido, aunque hay evidencia de entierros junto con un ajuar funerario. El entierro se hizo más común durante la era vikinga, pero la cremación en una pira (la famosa imagen del funeral vikingo) todavía se practicaba. Enterrar a la gente en barcos (como el famoso montículo de tumbas de Oseberg Ship en Noruega) parece haber sido un lujo reservado para los ricos, ya que los barcos eran costosos. Incluso una familia adinerada podía no recurrir a un barco, pero aun así habría proporcionado ajuares fúnebres adecuados.
Sin embargo, excavaciones de tumbas de individuos aparentemente acomodados han mostrado pocos ajuares funerarios. Se cree que, cuando a una familia no le iba tan bien económicamente, una lámpara, arma o herramienta particularmente valiosa que no podía ser reemplazada fácilmente, era conservada, ejemplo de ello un martillo, que una familia no podía permitirse perder. Los estudiosos llegan a esta conclusión basándose en tumbas excavadas de personas adineradas que deberían haber tenido más objetos colocados en ellas. A pesar de que conservar un determinado objeto sería comprensible para los familiares del difunto, se creía que podría no serlo para los muertos. Incluso si todos los demás aspectos del entierro se hicieron perfectamente, el espíritu del difunto aún podría molestarse al verse privado de su espada o martillo favorito.
Pasados siete días de la muerte de una persona, se celebraba una fiesta fúnebre llamada Sjaund (que, según Dougherty, también era el nombre de la cerveza servida en la fiesta) en la que se resolvían los asuntos del fallecido. Los objetos personales que no pudieron ser colocados en la tumba, se repartían entre los familiares o amigos de acuerdo con los deseos del difunto o los de la familia inmediata. Si bien el Sjaund podía ser bueno para los vivos, nunca se podría saber cómo sería interpretado por el espíritu del difunto y cómo podrían reaccionar si se disgustan.
Protecciones contra fantasmas
Los escandinavos de la era Vikinga utilizaron diferentes medios para protegerse individualmente y a sus familias de espíritus y fantasmas, por ejemplo:
- Envolver la cabeza del difunto
- Cargar el cuerpo del difunto con los pies por delante
- Coser juntos los pulgares de los pies o los mismos pies.
- Romperle las piernas o amarrarle los zapatos o botas
- La puerta del muerto.
- Llamar a la puerta tres veces al visitar una casa
- Usar talismanes e imágenes.
El método de envolver la cabeza del difunto tenía como finalidad no permitir que este viera a donde iba, esto por la creencia de que la persona muerta aun podía ver. El cargar el cuerpo con los pies por delante se hacía por la misma razón; el espíritu de la persona no podría ver hacia donde era llevado el cuerpo a ser enterrado y por lo tanto no encontraría el camino de regreso a casa. También se creía que el fallecido podía revivir y caminar, por lo que atar o coser los pies o los pulgares de los pies evitaría que el fallecido regresara a casa así recordarse el camino de vuelta. Romper las piernas o los tobillos o amarrar los cordones de los zapatos y botas tenían la misma finalidad.
La protección que más esfuerzo y preparación requería, era la conocida como la puerta del muerto. Básicamente consistía en una abertura hecha en la casa que luego se tapiaba. Al fallecer alguien de la familia esa abertura se abría para sacar el cadáver. Como se creía que si un muerto revivía solo podían entrar en una casa por la misma abertura que había salido, después de que el fallecido era llevado al cementerio, la puerta del muerto era sellada de nuevo.
Se creía que los fantasmas se activaban en otoño y ganaban fuerza durante el invierno y especialmente alrededor de Navidad por lo que, en esta época del año, y especialmente después de un funeral, era una práctica común en la sociedad de la era vikinga tocar tres veces para anunciarse al llegar a casa de alguien. Un solo golpe se interpretaba como la presencia de un espíritu y, si uno abría la puerta se exponía a perder la razón. Tocar tres veces también puede haber sido vinculado a la trinidad cristiana.
Los talismanes fueron también muy usados. La cabeza de Odín, el martillo de Thor y, después del surgimiento del cristianismo (c. siglos X-XII d.C.), la cruz de Cristo, se utilizaron con frecuencia para protegerse de los espíritus, al igual que las imágenes de los mismos tallados en los marcos de las puertas o pequeñas estatuas de madera por encima o justo en la puerta. Se colocaban también trozos de paja o tijeras abiertas en el pecho del muerto en forma de cruz para dar paz al alma e impedir su regreso.
Las imágenes de aves, que representan a Huginn y Muninn ('pensamiento' y 'memoria'), los cuervos de Odín, eran talladas en las tumbas como un signo de respeto y también lo fue la imagen del nudo de Odín (el Valknut) que simbolizaba su poder para atar y soltar, relacionado con su autoridad sobre la vida y la muerte. Sin embargo, la mejor manera de aplacar el espíritu de un familiar o amigo muerto, en la medida de lo posible, era un recuerdo cariñoso.
Recuerdos y el más allá
Como en otras culturas, hacerse de un buen nombre en vida para después de la muerte ser bien recordado se consideraba algo muy importante. Por esta razón se alentó a las personas a vivir bien sus vidas teniendo en cuenta a la familia y la comunidad para que, después de la muerte, se les recordara por sus buenas obras cada vez que se contasen historias sobre ellos, de esta manera se les mantendría vivos mientras estas fueran contadas. El erudito Preben Meulengracht Sørensen escribe:
La muerte es uno de los hechos de la vida que más claramente nos enfrenta en las fuentes de la Era Vikinga. En la literatura nórdica antigua, es el objetivo de la vida de una manera completamente diferente que en la ideología cristiana posterior. En la época precristiana era importante vivir de tal manera que se tuviera una buena reputación póstuma. Fue esto lo que hizo que la muerte fuera tan importante: nada era peor que una muerte vergonzosa. Una buena reputación terrenal, no la salvación celestial, era el objetivo más profundo de la vida y la muerte. (Sawyer, 216)
El reino del Valhalla combinaba estos valores en el que el héroe fallecido vivía en el salón de Odín, pero también era recordado por los vivos en la tierra. Sin embargo, el Valhalla puede no haber sido tan importante para los nórdicos anteriores a la era previkinga como lo fue más tarde después de que los escandinavos se hubieran encontrado con el concepto cristiano del cielo. La académica Kristen Wolf, entre otros, ha señalado que el nombre Valhalla "se aplica a ciertas rocas en el sur de Suecia que se creía que albergaban a los muertos" y que esta creencia se convirtió en la visión de "un magnífico palacio en el que se reunieron reyes y guerreros muertos" después de que los escandinavos se familiarizaran con el cielo cristiano (Wolf)
Tres factores pudieron haber influido sobre los escribas nórdicos cristianos en la creación de la imagen del Valhalla tan arraigada en la actualidad sobre el legado nórdico; el énfasis en hacerse de un buen nombre para ser recordado después de la muerte, la importancia de ser recordado por medio de que se contasen buenas historias sobre la vida del fallecido y la creencia cristiana sobre un cielo para la vida eterna. Wolf (y otros) afirman que Valhalla y el concepto de una vida gloriosa después de la muerte, no era un valor significativo en la Escandinavia precristiana. Con el surgimiento del cristianismo en Escandinavia entre los siglos X-XII d.C., la creencia de una vida mejor después de la muerte se enraizó de tal forma que muchos comenzaron a prestar más atención a una vida después de la muerte que en su existencia en el mundo. Las historias bien conocidas sobre guerreros vikingos que se enfrentan sin miedo a la muerte en la batalla son, por lo tanto, más una construcción del periodo cristiano y no parte integral de la creencia nórdica durante la era vikinga.
Por otro lado, y si bien es cierto que los escribas cristianos interpretaron y editaron las creencias nórdicas a través de su propia perspectiva, es difícil aceptar la afirmación de que los nórdicos precristianos dieran poca importancia a una vida después de la muerte. Hay amplia evidencia por medio de la poesía escáldica (era vikinga, poesía precristiana escuchada principalmente en las cortes por los reyes y sus séquitos) los talismanes, las runas y grabados, de que los vikingos de la era precristiana tenían la esperanza de una vida gloriosa después de la muerte, creencia que los liberó de cualquier miedo a la muerte. En vida asaltaban otras tierras, disfrutaban y después de la muerte, lo seguirían haciendo.
Esta visión queda bien expresada en las últimas palabras del legendario líder vikingo Ragnar Lothbrok de la saga que lleva su nombre. Aunque La Saga de Ragnar Lothbrok data del siglo XIII d.C., se cree que la historia es más antigua y refleja los valores precristianos. Antes de ser ejecutado al ser arrojado al pozo de serpientes por el rey Ælla de Northumbria, Ragnar dice:
Me alegra saber que el padre de Balder [Odín] prepara los bancos para un banquete. Pronto estaremos bebiendo cerveza de los cuernos curvos. El campeón que entra en la casa de Odín no lamenta la muerte. No entraré en su sala con palabras de miedo en mis labios. El Aesir me dará la bienvenida. La muerte llega sin lamentarse... ¡Ansioso por partir! Los Disir me convocan a casa, aquellos a quienes Odín envía por mí desde los pasillos del Señor de las Huestes. Con mucho gusto beberé cerveza en el asiento alto con el Aesir. Los días de mi vida se acabaron. Me río mientras me muero. (Davidson, 150)
Ragnar tenía la certeza de una existencia continua a través del recuerdo por parte de los vivos y las historias que contarían sobre él; habría dejado un buen nombre e historias que la gente querría contar y escuchar. En cuanto a su posición en los reinos después de la muerte, la gratitud de Ragnar hacia los Æsir (el panteón principal de los dioses nórdicos) y los Dísir (espíritus familiares femeninos que vigilaban a una familia) por traerlo a casa le habría garantizado un buen lugar. Sin embargo, lo más importante es que esta creencia permitió que cualquiera en la sociedad escandinava viviera la vida sin miedo al no temer a la muerte, ya que la existencia no terminaba en ella; la única pregunta era dónde terminaría cada quien en la otra vida.
Conclusión
En la creencia nórdica, el destino final del individuo no tenía nada que ver con el juicio de los dioses; el alma podría terminar en una vida después de la muerte tan conmovedora como el Valhalla, pacífica como en el Folkvangr, triste como en el Hel, o simplemente sobre la propia tumba. No había nada que el individuo pudiera hacer para influir sobre a dónde iría el alma, porque no había juicio a los muertos. Por ejemplo, las Valquirias de Odín seleccionaban a los guerreros fallecidos para llevarlos al Valhalla, Freyja hacia lo mismo para su reino, y por qué algunas almas terminaban en Hel, era cosa incierta.
A pesar de la visión nórdica de que la muerte no era el final de la existencia, el hecho de tener que abandonar en el mundo de los vivos todo lo amado, para viajar a un mundo desconocido en el más allá, era un evento trágico. Sin embargo, como no había nada que pudiera hacer al respecto, lo mejor era simplemente vivir la vida al máximo, sin miedo y dejar la vida después de la muerte a la voluntad de los dioses. Quizás no se podría conseguir la vida después de la muerte que uno esperaba, pero había al menos una existencia continua en algún lugar de alguna forma.
Para aquellos que tenían que atender los asuntos de los difuntos, nada se dejaba al azar ya que, por ejemplo, podría suceder que una vez que el alma llegara al otro lado y lo encontrara con carencias, se olvidara de la gratitud de los vivos y regresara para compartir su miseria con aquellos que habían dejado atrás. Los ritos y rituales funerarios aseguraban que, incluso si los muertos estaban molestos con su vida después de la muerte o algún aspecto del funeral, no serían capaces de molestar a los vivos al respecto.