La vida de las mujeres en la Edad Media estaba determinada por la Iglesia y la aristocracia. La Iglesia medieval proporcionaba la "visión general" sobre el significado de la vida y del lugar que uno ocupaba en ella y la aristocracia se aseguraba de que cada uno permaneciera en su lugar mediante el sistema de gobierno feudal que dividía a la sociedad en tres clases: el clero, la nobleza y los siervos.
El lugar de las mujeres en el clero estaba restringido al convento. La posición de las mujeres nobles estaba dictada por la cantidad de tierras que aportaban al matrimonio, ya que la tierra equivalía al poder, con lo que la calidad de vida y las oportunidades de autonomía variaban considerablemente entre la clase alta. Las mujeres de clase más baja tenían en realidad más libertad de expresión que las demás porque la vida era difícil para los siervos (hombres o mujeres) por igual, las mujeres trabajaban junto a los hombres en el campo y en los gremios medievales como iguales o casi iguales.
Sin embargo, los derechos y oportunidades de las mujeres en la Edad Media no eran uniformes, aunque las de la clase baja eran las que menos variaban. Los estudiosos dividen la Edad Media en tres periodos:
- Temprana Edad Media - 476-1000 d.C.
- Alta Edad Media - 1000-1300 d.C.
- Baja Edad Media - 1300-1500 d.C.
Los derechos de las mujeres desde la primera hasta la última época crecieron de forma significativa sobre todo por dos factores: la creciente popularidad del culto a la Virgen María y el desarrollo de los conceptos de amor cortés y galantería. También aumentaron la posición y las oportunidades de las mujeres tras el estallido de la pandemia de peste negra de 1347-1352, que mató a tantas personas que se permitió a las mujeres asumir la propiedad y la explotación de los negocios de sus difuntos maridos. Los derechos de la mujer alcanzaron su punto álgido en la Baja Edad Media, momento en el que el sistema patriarcal aplicó más restricciones, principalmente porque la posición social de la mujer amenazaba el statu quo.
Actitudes cambiantes hacia las mujeres
El culto a la Virgen María no era nuevo en la Edad Media. La Iglesia declaró a María como madre de Dios en el año 431 d.C. en el Tercer Concilio Ecuménico. Sin embargo, el prestigio de María no contribuyó a elevar la condición de la mujer en la sociedad. La Iglesia demonizó y a la vez elevó a las mujeres a través de la dicotomía de la historia bíblica de Eva, que provocó la caída en desgracia de la humanidad en el jardín del Edén, y la de la Virgen María, cuyo hijo habría redimido esa caída. Las mujeres eran consideradas tanto la fuente de todos los males del mundo como el medio de la redención de ese mundo a través del nacimiento de Jesucristo.
En consecuencia, a las mujeres se les negaba la misma posición social que a los hombres, al tiempo que se las reconocía legalmente como sus compañeras, ayudantes y, en ciertos casos, incluso como sus iguales. La visión de la mujer como una tentadora malvada o como una diosa virginal no dejaba lugar a una percepción razonada de la mujer como individuo. En la Temprana Edad Media, el modelo de la mujer como tentadora prevaleció cuando el clero destacó el papel de Eva en la caída del hombre. A partir del siglo XII, durante la Alta Edad Media y hasta el final, el culto a María se hizo más popular, con lo que se mejoró la percepción de la mujer.
Aun así, a las mujeres se las demonizaba colectivamente incluso en el momento de mayor popularidad del culto por no reflejar la perfección de la Virgen María. Eran mejor vistas que antes, pero esto no significaba que el clero, la aristocracia o los hombres en general estuvieran interesados en verlas elevadas por encima del lugar que supuestamente les había dado Dios, como queda claro en la Biblia en pasajes como I Corintios 11:3, donde se afirma que el hombre es la cabeza de la mujer, o I Timoteo 2:11-15, que deja claro que la mujer está subordinada al hombre y que Eva fue la primera pecadora. Por tanto, las mujeres siempre estuvieron vinculadas a Eva y, al mismo tiempo, fueron elevadas por asociación con María. La investigadora Eileen Power comenta:
Al considerar las ideas medievales características sobre la mujer, es importante saber no sólo cuáles eran las ideas en sí mismas, sino también de qué fuentes surgían. La opinión expresada en cualquier época depende de las personas y las clases que la articulan; y solo por eso suele representar los puntos de vista de una pequeña pero ruidosa minoría. En la Temprana Edad Media, lo que se consideraba opinión contemporánea procedía de dos fuentes: la Iglesia y la aristocracia. (9)
Power señala a continuación que estas dos fuentes (una célibe y otra que consideraba a las mujeres como un "bien ornamental") eran las menos cualificadas para escribir sobre las mujeres. A pesar de la visión "oficial" de las mujeres como ciudadanas de segunda que aparece en estas fuentes (especialmente en los sermones y otras obras eclesiásticas), los registros domésticos, documentos legales, archivos de los gremios y otros documentos muestran que las mujeres, durante la mayor parte de la Edad Media, se ganaban la vida en los mismos oficios que los hombres, con frecuencia se hacían cargo de un negocio tras la muerte de su marido y eran apreciadas como comerciantes, artistas y artesanas.
Los derechos de las mujeres
Durante la Edad Media, las mujeres de clase baja eran panaderas, cerveceras, lecheras, camareras, artesanas, tejedoras y, sobre todo, agricultoras arrendatarias que trabajaban en el campo junto a sus maridos e hijos. Según el sistema feudal la tierra pertenecía al señor, que la alquilaba a sus inquilinos (los siervos), vinculados a dicha tierra. El señor controlaba todos los aspectos de la vida de los siervos, lo cual se extendía a la mujer y a las hijas del hombre.
El señor decidía con quién se casaba una muchacha, no su padre, porque la hija de un siervo era propiedad del señor al igual que su padre y su madre. Una vez que la muchacha se casaba, su marido controlaba sus intereses y era responsable de su comportamiento, por lo que las mujeres no se mencionan tan a menudo como los hombres en asuntos legales en la Temprana Edad Media. En caso de infracción, se demandaba al marido y no a la mujer. El trabajo de la mujer era cuidar del hogar, ayudar a su marido en el trabajo y tener hijos. Power escribe que "la gran mayoría de las mujeres vivían y morían sin estar registradas mientras trabajaban en el campo, la granja y el hogar" (Loyn, 346).
La jerarquía de la sociedad medieval se mantenía de forma estricta, y era muy raro ascender por encima de la posición en la que se había nacido. No existía la clase media y la única esperanza para una mujer de mejorar su situación sin casarse, era ingresar en un convento. Puede que, como han sugerido algunos estudiosos, hubiera mujeres que eligieron esta vía con la esperanza de recibir una educación, pero si es así, se llevaron una gran decepción.
La mayoría de los sacerdotes no veían ningún beneficio en las monjas alfabetizadas. Es probable que incluso Ende (siglo X d.C.), la famosa ilustradora de manuscritos de España, fuera analfabeta. Las monjas aprendían sus oraciones y devociones de memoria, no de los libros, aunque se cree que muchas jóvenes con recursos aprendieron a leer con la popular obra devocional conocida como Libro de Horas.
Situación jurídica y económica
El auge del comercio durante la Alta Edad Media proporcionó mayores oportunidades a las mujeres. Durante este periodo, en un inicio en España y Francia, comenzó a surgir la clase media a medida que los mercaderes amasaban suficiente riqueza para poder influir en los asuntos políticos. El gremio medieval tuvo mucho que ver con la aparición de la clase media y también fue responsable del aumento de los derechos y responsabilidades de las mujeres.
Las mujeres de la nueva burguesía podían trabajar con sus maridos y padres en un determinado oficio y, con frecuencia, cuando el hombre moría le sucedían al frente del negocio. La mujer como mano de obra barata era un concepto bien establecido a través del sistema feudal y se perpetuó con el sistema gremial, ya que las mujeres no eran entidades legales y, por tanto, podían cobrar menos que un hombre. Al mismo tiempo, muchas mujeres de este periodo aparecen en los documentos legales como multadas por diversas infracciones en lugar de sus maridos, lo que supone un cambio significativo con respecto a la Temprana Edad Media.
La clase más baja de los siervos y las mujeres de clase alta de la nobleza seguían viviendo más o menos como antes y ambas estaban ligadas a la tierra de una u otra manera. El poder escribe:
Entre la nobleza, el matrimonio era un factor decisivo en la transmisión de tierras y feudos y era organizado por las familias con mucho cuidado, a menudo sin tener en cuenta las preferencias de las partes implicadas, una de las cuales o ambas podían ser niños. Solo en los periodos y lugares en los que las mujeres tenían derechos personales sobre la tierra ejercían una gran independencia. (Loyn, 346)
Las mujeres de clase alta tenían más movilidad, pero aún así se esperaba de ellas que se quedaran en su nicho socialmente aceptado y que cumplieran con los deberes asociados a su posición. Las excepciones a esta regla en la Temprana Edad Media son reseñables por lo escasas que fueron: Ethelfleda, reina de Mercia (reinó entre 911-918), que lideró la resistencia de este reino contra las incursiones vikingas y gobernó tras la muerte de su marido, o la teóloga Santa Hilda de Whitby (hacia 614-680), que fundó el conocido monasterio de Whitby en Northumbria. Otras mujeres famosas de esta época fueron Clotilde (475-545), esposa de Clodoveo, rey de los francos, que convirtió a su marido al cristianismo; Teodora (497-548), esposa del emperador Justiniano del Imperio Bizantino, que fue igual de influyente que su marido, y Brunilda de Austrasia (reinó entre 567-613), que gobernó su país como única monarca.
Representación y participación en el arte
En la Alta Edad Media, cuando el culto a la Virgen María estaba aumentando su popularidad, más mujeres nobles ejercían el poder y algunas hasta el punto de cambiar la percepción que su cultura tenía de las mujeres. Dos de las más poderosas de esta época fueron Leonor de Aquitania (hacia 1122-1204) y su hija María de Champaña (1145-1198 d.C.). Leonor fue una de las figuras políticas más poderosas (incluyendo hombres y mujeres) de toda la Edad Media. Fue la esposa de Luis VII de Francia (reinó entre 1137-1180) desde 1137 hasta la anulación del matrimonio en 1152, cuando se casó con Enrique II de Inglaterra (reinó entre 1154-1189). Leonor participó en la Segunda Cruzada junto a sus damas de compañía, gestionó sus propios bienes y finanzas y fue una importante mecenas de las artes, especialmente de la literatura romántica.
Los expertos siguen debatiendo el papel de Leonor en el desarrollo del concepto de amor cortés y del código caballeresco, pero no cabe duda de que muchos de los principales autores franceses de las obras más conocidas sobre este tema (como Wace, Andreas Cappelanus, Bernart de Ventadorn) disfrutaron de su mecenazgo. Se dice que su hija Marie ayudó a su madre a desarrollar estos conceptos en Poitiers o se inspiró en el empeño de su madre por establecer los "tribunales de amor" en su finca del sur de Francia.
Los tribunales del amor se reunían para discutir asuntos relacionados con el amor romántico y las relaciones entre hombres y mujeres. Entre los temas que se discutían y debatían estaba si el amor romántico podía existir dentro el matrimonio (se decidió que no) y qué era peor, perder a un amante por muerte o por infidelidad (la infidelidad se consideraba peor porque el amante se llevaba no sólo el futuro sino también los recuerdos del pasado). Marie fue la mecenas de uno de los mayores escritores de la Edad Media, Chretien de Troyes, cuyos Romances Artúricos popularizaron el concepto de amor cortés y caballería.
Anteriormente, la mujer era la posesión de un hombre y su inferior. La poesía romántica del siglo XII invirtió este paradigma al fomentar la elevación de la mujer, que debía ser protegida y servida por un caballero refinado y sofisticado: el caballero galante. Estas obras tuvieron un efecto dramático en la aristocracia de la Europa Medieval, como observa el investigador Norman Cantor:
Al convertir en heroicas las cualidades femeninas, los poetas románticos realzaron la dignidad de la mujer y la convirtieron en un ser con cualidades distintivas y valiosas. (348)
Tanto Leonor como María estaban asociadas a la herejía religiosa medieval del catarismo, que veneraba a una diosa de la sabiduría (Sofía) y se apartaba del catolicismo ortodoxo en una serie de puntos importantes. Por ello, se ha sugerido que la poesía romántica del amor cortés se creó en realidad como una especie de "escritura" para los adeptos de la secta para evitar ser perseguidos por la Iglesia. La gran dama que aparece en los poemas con distintos nombres es Sofía y el devoto caballero que la sirve es el cátaro. Esta afirmación, aunque apoyada por considerables pruebas, sigue siendo cuestionada por muchos estudiosos actuales y está lejos de ser aceptada universalmente.
Tanto si los poemas eran alegorías religiosas como simples entretenimientos, se combinaron con el clima económico y social de la Alta Edad Media para dotar a las mujeres de clase alta y media de mayor respeto y más igualdad. Las mujeres siempre habían tenido la responsabilidad de hacerse cargo de los asuntos económicos de sus maridos tras su muerte o cuando les requerían para tramitar algún negocio o ir a la guerra, pero esta práctica se hace más frecuente durante la Alta Edad Media.
La vida de las mujeres en la Baja Edad Media continuó en esta línea y, una vez más, las clases alta y baja se mantuvieron estables y fue la clase media fue la que experimentó los cambios más drásticos. Aun así, el nuevo modelo de la mujer como individuo de valor cobró cada vez más fuerza, lo que se tradujo en un mayor número de mujeres de clase alta que se expresaban en obras literarias y religiosas.
La desviación más drástica del antiguo paradigma se ejemplifica en la gran autora franco-italiana Christine de Pizan (también conocida como Christine de Pisan, 1364-1430). Nacida en Venecia, Pizan se trasladó a París cuando su erudito padre fue nombrado astrólogo de la corte de Carlos V (1364-1380). Según la propia Pizan, su padre fomentó sus intereses literarios, mientras que su madre consideraba que debía limitarse a las "labores femeninas", como aprender a hilar y tejer. Sin medios para mantener a su familia tras la muerte de su padre y de su marido, Pizan se dedicó a escribir, convirtiéndose en la primera mujer escritora profesional de la historia de Europa.
Este referente se extendió a la Iglesia, que había negado a las mujeres el acceso a la educación, a través de las vidas y obras de autoras tan notables como Juliana de Norwich (1342-1416), Catalina de Siena (1347-1380) y Santa Teresa de Ávila (1515-1582), entre otras.
Papel en la sociedad
Mientras las mujeres de las abadías, los conventos y la corte de la Baja Edad Media encontraron una nueva libertad de expresión y mayor aceptación entre los hombres, las de la burguesía se enfrentaban a nuevas restricciones. Las mujeres de los gremios de la Baja Edad Media encontraban cada vez menos trabajo, ya que los gremios empezaban a negarles la afiliación y sus compañeros de trabajo masculinos les hacían la vida más difícil. Las mujeres seguían cobrando menos que los hombres, por lo que, en general, para las tiendas era más rentable contratar a una mujer que a un hombre. A medida que esta práctica se hacía más común, los hombres se vieron amenazados por la pérdida de trabajo y tomaron represalias. Los gremios se restringían cada vez más a los hombres.
No está claro si más mujeres entraron en los conventos durante este periodo, pero se sabe que las monjas ilustraban manuscritos ya en el siglo X, que había mujeres escribas al menos en 1274 y que parece que en el siglo XIV había más mujeres involucradas en la producción de libros que antes. Las órdenes religiosas femeninas parecen haber permanecido estables, pero una nueva orden, las beguinas, iniciada en el siglo XIII en Francia, ganó rápidamente un número importante de seguidoras.
Las beguinas eran mujeres devotas que vivían una vida de pobreza, buenas obras y caridad, pero no eran monjas y podían abandonar el grupo cuando lo desearan. Estas mujeres se ocupaban de las demás y de la comunidad circundante mediante la fabricación de bienes y la prestación de servicios, por lo que podían sortear las nuevas restricciones de los gremios y vivir la vida según sus propios valores sin tener que casarse o ingresar en una orden religiosa.
Las mujeres casadas de la clase media de la Alta Edad Media se ocupaban habitualmente de las cuentas de los negocios de sus maridos y tomaban el relevo tras su muerte. Esta práctica se generalizó tras la pandemia de peste negra de 1347-1352, cuando las mujeres se encargaron con regularidad de los negocios de su difunto marido o de su hijo, obtuvieron la titularidad de sus tierras y tuvieron mayor autonomía. Las mujeres nobles, de las que se esperaba que administrasen la hacienda y los vasallos de sus maridos cuando debían irse a la guerra o por negocios, pasaron a ser las únicas responsables de las operaciones y transacciones tras la muerte de sus maridos e hijos.
Conclusión
Las mujeres de la época medieval no fueron víctimas pasivas del patriarcado religioso y político, por mucho que se repita esa afirmación. A menudo encontraban formas de superar los obstáculos que se les ponían en el camino o forjaban nuevas vías cuando un reto resultaba demasiado grande. Se hicieron cargo de los negocios de sus maridos y los dirigieron con éxito, siguieron trabajando en los gremios o incluso formaron los suyos propios, como atestiguan los gremios textiles de Italia.
La Iglesia, aunque mantenía y fomentaba la idea de que las mujeres tenían menos valor que los hombres, hizo algunas concesiones importantes al reconocer el valor de las mujeres como las autoras mencionadas anteriormente e, igualmente importante, al dictaminar que las mujeres eran individuos de valor y no sólo una posesión del hombre. En Dinamarca, en el siglo XII, la Iglesia dictaminó que la violación era un delito contra la mujer y no (como se había sostenido anteriormente) un delito solo contra su padre o marido. Aun así, el éxito y los avances de las mujeres en la Baja Edad Media no lograron revertir el orden establecido apoyado por el patriarcado de la Iglesia y la aristocracia. Se impusieron más restricciones a las mujeres incluso cuando la sociedad entró en la era más ilustrada del Renacimiento.