El comercio del oro en el África Occidental antigua y medieval
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África Occidental era uno de los mayores productores de oro del mundo en la Edad Media. El comercio de este metal se remontaba a la Antigüedad, pero cuando las caravanas de camellos del Sáhara enlazaron el norte de África con las sabanas del interior del continente, el comercio realmente despegó. Una sucesión de grandes imperios africanos emergió gracias al comercio del oro, ya que la sal, el marfil y los esclavos eran tan solo algunas de las mercancías intercambiadas por el metal precioso, el cual finalmente encontró su camino hacia la mayoría de las monedas de oro de Europa. El oro atrajo, también, la atención y la competencia no deseadas, siendo los portugueses los primeros en explotar los recursos costeros de África Occidental desde el siglo XV y tras su estela siguieron otros. El descubrimiento de América y del oro de los aztecas y los incas sólo le dio a África Occidental un breve respiro, ya que las potencias coloniales europeas luego regresaron al continente como su fuente principal de esclavos para trabajar en las plantaciones del Nuevo Mundo.
El oro de África Occidental en la Antigüedad
El comercio de oro en África Occidental se remonta a la Antigüedad, donde uno de los primeros ejemplos es el viaje del explorador cartaginés Hannón en el siglo V a.C.. El célebre marinero navegó fuera del Mediterráneo y, girando hacia el sur, se detuvo en la desembocadura del río Senegal antes de seguir navegando y, probablemente, llegar incluso hasta el Golfo de Guinea. Otros compatriotas siguieron a Hannón y se establecieron relaciones comerciales con los lugareños. De esta manera, el oro de África Occidental halló su camino, por primera vez, desde la isla/centro de comercio de Cerne (no identificada pero situada en la costa atlántica) hacia el norte, hacia las antiguas culturas mediterráneas.
El historiador griego del siglo V a.C. Heródoto describe en sus Historias que el oro se comercializaba en la costa de África Occidental usando un método cauteloso y silencioso de trueque, tal vez comprensible dada la barrera del idioma y el temor mutuo entre pueblos desconocidos:
Los cartagineses comentan de un lugar en Libia, más allá de las Columnas de Hércules [Estrecho de Gibraltar], habitado por pueblos a quienes les llevan sus cargamentos. Los cartagineses desembarcan sus mercancías y las colocan en la playa; luego regresan a sus naves y encienden un fuego humeante. Los nativos, al ver el humo, van a la orilla y luego de dejar oro a cambio de las mercancías, se retiran. Los cartagineses desembarcan y examinan lo que los nativos dejaron allí y, si el oro les parece de un precio digno por sus mercancías, lo toman y se marchan; si no, regresan a sus barcos y se sientan a esperar mientras los nativos se acercan de nuevo y colocan más oro, hasta que convenzan a los cartagineses de que la cantidad es suficiente (Libro 4.197)
Los romanos también se interesaron en lo que el interior de África tenía para ofrecerles y emplearon a los comerciantes transaharianos para intercambiar aceite de oliva, porcelana fina y artículos de lujo por mercancías tales como oro, marfil, ébano y animales exóticos para los espectáculos en anfiteatros y circos. La Tripolitania romana, en la actual Libia, se convirtió en una ciudad comercial particularmente exitosa sobre esta base. Sin embargo, no sería sino hasta el siglo VIII, con la llegada al Norte de África tanto de los califatos islámicos como del resistente camello, que el comercio transahariano realmente despegó y con él, el auge del comercio del oro.
Los imperios norteafricanos islámicos del periodo medieval tenían una demanda insaciable de oro, porque éste se necesitaba no sólo para la fabricación de bienes manufacturados preciosos (joyas, recipientes, telas bordadas y manuscritos iluminados, por ejemplo) sino también para acuñar moneda con la que pagar a los ejércitos. Puede que las enseñanzas islámicas tradicionales les prohibieran a los hombres vestir oro, pero unas cuantas monedas en el bolsillo eran particularmente útiles para los soldados sin residencia fija. La sensibilidad islámica en cuanto a este metal también se hace evidente en el hecho de que el trabajo de joyería lo realizaban con mayor frecuencia los artesanos judíos una vez que llegaba a las ciudades del Norte de África. Además, el oro se necesitaba para pagar al creciente número de mercaderes españoles, italianos y de otros países europeos quienes comerciaban en el sur del Mediterráneo. Buena parte de ese oro terminó como moneda en lugares como Castilla, Génova, Florencia y Venecia desde finales del siglo XIII.
EL IMPERIO DE GHANA SE HIZO FAMOSO POR SU ORO, GANÁNDOSE EL SOBRENOMBRE DE “LA TIERRA DEL ORO”.
El gran problema de los estados norteafricanos era que para obtener el oro de África Occidental, primero tenían que cruzar el desierto del Sáhara y luego tratar con los gobernantes africanos que monopolizaban el comercio del oro. En consecuencia, las caravanas de camellos controladas por los bereberes sanhaya y los tuareg, se convirtieron en un medio importante para atravesar el inhóspito y peligroso Sáhara, adquirir el metal precioso del interior de África y llevarlo de vuelta a ciudades tales como Marrakech, Fez, Túnez y El Cairo. Lo hacían con gran éxito y, en su apogeo, dos tercios del oro que circulaba por el Mediterráneo medieval provenían de África Occidental.
El Imperio de Ghana (siglos VI a XIII), ubicado en el actual sur de Malí y Mauritania, fue uno de los primeros estados subsaharianos en África Occidental en ganar la atención en el más amplio mundo medieval. El imperio se hizo famoso por su oro, ganándose el sobrenombre de “Tierra del oro". El metal provenía de los yacimientos auríferos en Ghiyaru, Galam y Bure sobre el alto río Níger (en la actual Guinea) y por medio de los comerciantes quienes lo traían de los yacimientos auríferos de Bambuk en la confluencia de los ríos Falem y Senegal. El oro se encontraba, principalmente, en depósitos aluviales donde era fácil de rastrear para hallar polvo y granos de oro, o en vetas de minas relativamente poco profundas. Por lo general, los pozos de las minas solían tener sólo unos pocos metros de profundidad y escasamente producían de 2,5 a 5 gramos de oro cada uno, así que se excavaban miles de pozos en una sola zona aurífera. La mayor parte del oro no se refinaba, aunque su pureza era relativamente alta, sino que se fundía para moldearlo como barras o lingotes apropiados para el transporte.
La mercancía más común que se utilizaba para adquirir oro era la sal, un mineral siempre muy demandado para preservar mejor la carne seca y para añadir sabor a la comida. La región de sabanas al sur del desierto del Sahara occidental (conocida como la región de Sudán) y los bosques de África Occidental meridional eran pobres en sal. Las caravanas de camellos llevaban grandes bloques de sal gema desde depósitos naturales, como los que se encuentran en Idjil, Awlil y Taghaza, al sur a través del Sahara y, de regreso, llevaban oro, así como otros bienes de valor como marfil y esclavos. Algunas ciudades se enriquecieron gracias al comercio del oro y la sal. En el siglo XI un bloque de sal de 90 kilogramos, transportado por río desde Tombuctú a Djenne (llamada Jenne), en el sur, podía doblar su valor y valer tanto como unos 450 gramos de oro. En el momento en que la sal pasaba por los bosques meridionales de África Occidental podía valer, literalmente, su peso en oro.
TODA PEPITA QUE PESARA ENTRE 25 GRAMOS Y MEDIO KILO (DE 1 ONZA A 1 LIBRA) PASABA A SER PROPIEDAD DE LOS REYES DE GHANA.
Aunque no hay evidencia de que, a diferencia de la sal y el cobre, el comercio o el tránsito del oro se gravaran en el reino de Ghana, los reyes de este país controlaban la mercancía muy cuidadosamente. Toda pepita que pesara entre 25 gramos y medio kilo (de 1 onza a 1 libra) pasaba a ser propiedad del rey, quien mantenía una gran reserva en su complejo palaciego. Esta estrategia, más que un ejemplo de avaricia enfermiza, parece que fue empleada para no inundar el mercado y, así, mantener el valor del oro en polvo. Los trozos de gran tamaño del metal tenían una relación con la magia, lo cual era otra razón para que el rey los conservara, ya que a él se le consideraba el mago supremo de la religión africana indígena antes de que llegara el Islam (y a veces, incluso, después). Un escritor árabe, Muhammad al-Idrisi (1100-1165 d. C.), señaló que un rey tenía entre su colección un bloque de oro con un peso superior a los 13,5 kilos (30 libras).
Este monopolio real de las pepitas implicaba que la inmensa mayoría del oro que intercambiaban los comerciantes y la gente corriente en el reino de Ghana era en la forma de polvo de oro. Este oro en polvo se medía cuidadosamente por lo general con balanzas pequeñas y pesas de cristal. El polvo y, a veces, el alambre de oro se usaban como moneda en algunos Estados, pero solo en contadas ocasiones, y no hay evidencia arqueológica de que los Estados subsaharianos acuñaran su propia moneda de oro. Más bien, el propósito más común del oro era el trueque por bienes importados. El otro uso era para la decoración y podía apreciarse en todo tipo de objetos, especialmente, por supuesto, aquellos usados por la realeza, tales como insignias, escudos, espadas, joyas, vestimenta e incluso cadenas y collares para perros.
El Imperio de Malí (1240-1645) obtuvo acceso a nuevos campos auríferos en el Volta Negro (moderno Burkina Faso) y en el bosque de Akan (actual Ghana), y sus reyes se hicieron aún más ricos que sus predecesores regionales en el Imperio de Ghana. Malí, probablemente, no controlaba directamente las regiones auríferas sureñas, sino que más bien extraía de ellas el metal precioso como tributo.
El gobernante más famoso de Malí fue Mansa Musa I (1312-1337). Mansa Musa, al convertirse al Islam, hizo la peregrinación hacia La Meca en 1324. En julio de aquel año, cuando se detuvo en El Cairo en la ruta, la riqueza en oro del rey causó sensación absoluta. Según algunos relatos, la caravana de Mansa Musa incluía 100 camellos los cuales transportaban 135 kilos (300 libras) de polvo de oro mientras que 500 esclavos blandian cada uno un bastón de oro de 2,7 kilos (6 libras). Después de entregarle directamente 50.000 dinares de oro al sultán de Egipto meramente como un gesto de buena voluntad entre dos grandes gobernantes, Mansa Musa donaría posteriormente tanto oro y su séquito gastaría tanto comprando en los mercados de la ciudad que el valor del dinar de oro en El Cairo se desplomaría un 20% (en relación al dírham de plata); tomaría 12 años al desbordado mercado de oro para recuperarse.
Aunque Mansa Musa mantuvo como un secreto celosamente guardado la fuente exacta de su oro, la noticia de que este exótico gobernante era quizás el hombre más rico del mundo se extendió por todas partes. Incluso en España, un cartógrafo se vio inspirado a elaborar el primer mapa detallado de África Occidental en Europa en torno al 1375, y sobre él representó a Mansa Musa con una corona dorada, un bastón de oro en una mano y una pepita en la otra. Los relatos subsiguientes de una ciudad pavimentada en oro en algún lugar del corazón de África, la legendaria Tombuctú, tentarían a más de un explorador y aventurero durante los siguientes cuatro siglos.
El Imperio Songhai y sus rivales
El Imperio Songhai (c. 1460 – c. 1591) fue el sucesor del Imperio de Malí como el estado más poderoso de África Occidental. Los Songhai establecieron el imperio más grande y rico jamás visto hasta entonces en África Occidental, continuando el método de acumulación de riqueza, probado y comprobado, de comerciar bienes subsaharianos y extraer tributos de las tribus conquistadas. Sin embargo, las cosas empeoraron en 1471. cuando una flota portuguesa, financiada por el comerciante lisboeta Fernão Gomes, navegó por toda la costa atlántica de África y estableció una presencia comercial cerca de los campos auríferos del sur de África Occidental. Además surgieron otros reinos que competirían con los songhai por una parte del comercio del oro, especialmente al oeste el Imperio Bornu (1396-1893) cerca del lago Chad, Hausalandia (c. 1400 – c. 1800), entre el río Níger y el lago Chad y, al sur, el reino de Benín (siglos XIII al XIX) en la actual Nigeria.
Los portugueses en África Occidental
Los barcos portugueses, que ya navegaban regularmente por la costa atlántica de África, ofrecían a los pueblos de los bosques de África Occidental una alternativa libre de intermediarios a las rutas de las caravanas transaharianas. Los portugueses estaban especialmente interesados en obtener oro porque lo necesitaban para pagar a los mercaderes en Asia que no estaban muy interesados en intercambiar bienes en especie. Sin embargo, todavía había mucho oro que viajaba hacia el norte a través del Imperio de Songhai y en dirección a África del Norte, pero el monopolio africano del comercio ahora estaba llegando a su fin.
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En el siglo XV, África Occidental producía el 10% del oro del mundo. En el siglo XVI, en promedio, sólo los portugueses manejaban unos 400-550 kilos por año. No es de extrañar que las potencias europeas, tales como Inglaterra, Francia, Dinamarca, Suecia y los Países Bajos, comenzaran a mostrar un interés. Se construyeron fortificaciones, no para defender a los europeos de los africanos nativos sino a unos de otros. En resumen, parecía que África Occidental tenía exactamente lo que todos los demás querían: oro y esclavos.
Historia tardía
El oro de África Occidental continuó explotándose después del periodo medieval, ya que las potencias europeas competían por lo que ellas consideraban de valor en el continente. Sin embargo, el oro extraído en África Occidental fue empequeñecido por aquel extraído en el Nuevo Mundo, en particular, en las civilizaciones inca y azteca. También las potencias europeas ya estaban más interesadas en adquirir esclavos que oro, muchos de ellos destinados a trabajar en las plantaciones de América.
No obstante, en África Occidental no se había acabado el oro y se mantuvo su producción usando los mismos métodos simples que siempre se habían empleado. El moderno estado de Ghana, antiguamente conocido como Costa de Oro, obtuvo la independencia de Gran Bretaña en 1961 y la introducción de nuevas tecnologías de minería le permitió que, una vez más, jugara un papel preponderante en los mercados internacionales del oro. Ghana, durante un tiempo, ocupó el quinto puesto en el mundo en lo que respecta a la producción anual de oro. No obstante, ya a mediados del siglo XIX, la atención se había dirigido a otros lugares en búsqueda de nuevas fuentes del metal precioso. Australia se convirtió en una fuente importante de oro a partir de 1851 y, desde 1898, Sudáfrica se convirtió en el mayor productor de oro del mundo, una posición que sólo ha sido desafiada y superada por China, Rusia, los Estados Unidos, Canadá y Perú hace relativamente poco tiempo.
Carlos es ingeniero metalúrgico de Barquisimeto, Venezuela. Desde la infancia se sintió muy atraído por la geografía y la historia antigua. Leer sobre estos temas se convirtió en una afición y fortaleció sus conocimientos sobre historia.
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.
Cartwright, Mark. "El comercio del oro en el África Occidental antigua y medieval."
Traducido por Carlos A Sequera B. World History Encyclopedia. Última modificación mayo 13, 2019.
https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1383/el-comercio--del-oro-en-el-africa-occidental-antig/.
Escrito por Mark Cartwright, publicado el 13 mayo 2019. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.