Perros y collares en la Edad Media

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Joshua J. Mark
por , traducido por Miriam López
Publicado el 14 mayo 2019
Disponible en otros idiomas: inglés, francés
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Los perros han desempeñado un papel destacado en la vida de los humanos desde hace miles de años y, más que cualquier otro animal domesticado, este papel ha permanecido relativamente inalterado. Hoy en día, los perros hacen de guardianes, realizan trucos o tareas y son compañeros e incluso miembros de la familia, al igual que en épocas anteriores.

Aunque antiguamente los perros eran más animales de trabajo que mascotas, se les valoraba en gran medida y, durante la época medieval, suponían un importante símbolo de estatus, vital para la caza, y a menudo aparecía de forma destacada en una de las formas más populares de la literatura medieval: el amor cortés.

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The Hunters Enter the Woods, Unicorn Tapestries
Los cazadores se adentran en el bosque. Tapices del Unicornio
Metropolitan Museum of Art (Copyright)

En la Edad Media (476-1500), el perro prestaba muchos servicios, como el de turnspit o perro de cocina ( hacía girar el asador de la cocina), perro guardián, olfateador (que olfatea la caza), racheador (que corre la presa una vez iniciada la cacería), kennets (beagles), sacadores de agua (perros que hacían girar las ruedas de los pozos para subir los cubos) y mensajeros (llevaban cartas dentro de sus collares de una casa a otra o de una tienda a otra). El perro se asociaba sobre todo a la caza y los criadores buscaban métodos para crear el mejor perro de caza que diera el mayor beneficio. Los perros de caza llevaban diferentes tipos de collares, desde una ancha pieza de cuero hasta finos cordones, dependiendo de su función en la caza y de su raza.

Los perros y la caza

La representación más famosa de perros con collar en la caza en la época medieval es probablemente el Tapiz de Bayeux, que muestra la victoria de Guillermo el Conquistador (hacia 1027-1087) en la batalla de Hastings en 1066 sobre el rey de Inglaterra, Harold Godwinson (también conocido como Harold II, reinó de enero a octubre de 1066). Se cree que el tapiz (que se trata más bien de un bordado) fue encargado por el obispo Odo, hermanastro de Guillermo, en algún momento de la década de 1070, donde aparecen varios perros.

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Los perros llevan collares finos, en general de cuero, con una anilla para la correa y de diferentes colores y corren como si estuvieran cazando en compañía de su amo, Harold, aunque en el bordado no aparece ninguna presa. Los investigadores tienen la teoría de que el propósito de esta imagen era ilustrar la despreocupación de Harold en contraposición a la firme determinación de Guillermo.

Harold Godwinson on a Hunt, Bayeux Tapestry
Harold Godwinson de cacería, Tapiz de Bayeux
Thincat (Public Domain)

Europa había promulgado leyes sobre collares y correas ya en el año 515 d.C. en la Lex Romana Burgundionum. Esta normativa estipulaba que los perros debían estar sujetos con collares y correas y que cualquier daño causado por un perro sin atar sería absoluta responsabilidad del dueño. Sin embargo, esto no se aplicaba al rey ni a la nobleza, y las leyes forestales del siglo VI (las primeras leyes de caza) prohibían la caza en el bosque del rey, mientras que sí permitían a las partidas de caza de la nobleza atravesar cualquier terreno que quisieran.

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El perro que más se utilizaba en estas cacerías era el galgo, y las leyes forestales, junto con la popularidad de la caza entre la nobleza, dieron lugar a la legislación del rey Hywel Dda de Gales (hacia 880-950), que convirtió en delito capital matar a un galgo. Esto fue posiblemente en respuesta a la caza indiscriminada sobre la propiedad de otras personas sin tener en cuenta sus perros, cultivos o casas (una práctica que continuó durante siglos en Gran Bretaña) y las posibles represalias de los terratenientes contra los perros. El rey Canuto (hacia 985-1035) prohibió la posesión de galgos a quienes no fueran nobles y aumentó la severidad de las leyes forestales. Ordenó la mutilación de otras razas de perros (cortando los tendones) en un radio de 16 kilómetros alrededor del bosque del rey, práctica que continuó Guillermo el Conquistador.

Todas estas leyes (visto desde el punto de vista de la nobleza) redundaban en beneficio de la corona y, puesto que el rey era proclamado por derecho divino, en interés del pueblo en general. Hacia el año 1070, estas leyes estaban bien asentadas, lo que lleva a interpretar que los perros del rey Harold corren sin un propósito definido en el Tapiz de Bayeux como una alusión a su despreocupación y a su incapacidad para gobernar con eficacia. Aunque se trata de una interpretación interesante de la obra, parece igualmente probable se tratase del momento en el que se suelta a los sabuesos y que aún no hayan encontrado ninguna presa. La afirmación de que los perros del principio de la historia son representados de forma diferente a los del final es insostenible: los perros aparecen representados de la misma forma a lo largo del bordado.

Los collares de los perros de caza

Los collares que llevan los perros en la obra podrían ser similares a los descubiertos en las tumbas de los barcos en Valsgarde (Suecia), con bandas de cuero con cuadrados metálicos de cuatro puntas cosidos a ellas, unidos por un lazo y un cordel alrededor del cuello del perro. Los collares para perros de la época medieval abarcaban desde la sencilla banda de cuero hasta el elaborado trabajo en metal. Un collar de Waterford (Irlanda), del siglo XII, tiene un elaborado diseño de red de bronce sujeto a un soporte de cuero mediante seis pequeños agujeros perforados. También se cree que este collar es similar a los que llevan los perros en la última sección del Tapiz de Bayeux.

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En esta época, los perros se utilizaban como pastores, en la caza y como guardianes del hogar y del ganado, al igual que en la antigua Roma y Grecia.

Las pinturas de esta época muestran perros con collar en la caza guiados por largas pértigas, no por correas. Una variación del motivo de la pértiga es la más famosa de los Tapices del Unicornio, creados hacia 1495-1505, siete detalladas obras que representan una caza medieval del unicornio en la que los cazadores llevan lanzas en lugar de pértigas. Aparecen perros en seis de estos siete tapices, todos con collares anchos con letras inscritas y diseños florales. Estos collares se han interpretado como una representación de los propietarios, los perros, o como una especie de objeto metaficcional indicativo de la familia para la que se crearon las piezas.

Los perros de los Tapices del Unicornio son en su mayoría galgos, aunque también aparecen otras razas, y se muestran con el amplio collar de cuero. Algunos perros, sin embargo, están sujetos con lo que parecen ser correas, cadenas finas o cuerdas atadas al collar. Está claro que los perros son parte integrante de la caza y se cree que la acción de las siete obras representa de forma realista la función de los perros en las cacerías reales de la época, en la que servían principalmente de pastores, en la caza y como guardianes del hogar y del ganado, al igual que en la antigua Roma y Grecia.

Los tapices siguen la caza inicial del mítico unicornio hasta que los sabuesos lo acorralan y acaban capturándolo en el último tapiz, en el que no aparecen perros. Aunque los tapices se han interpretado durante siglos desde un punto de vista cristiano (con Cristo representado por el unicornio), esta teoría carece de sentido al observar las escenas. Incluso si se forzara esta visión para aceptar las escenas como relacionadas con la pasión y la muerte de Cristo, el tapiz final (El unicornio en el cautiverio) parece contrario al mensaje cristiano de la resurrección y el triunfo sobre la muerte y el pecado.

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Los perros en el amor cortés

Es mucho más probable que la historia que desarrollan los tapices tenga que ver con el concepto medieval de amor cortés en el que el noble caballero lucha por la seguridad o el honor (o ambos) de la bella, y a menudo esquiva, doncella. Los ejemplos más notables de este motivo en la literatura proceden de Chretien de Troyes (hacia 1130-1190), poeta de la corte de María de Champaña (1145-1198), a finales del siglo XII. En concreto, en su Lancelot, o El caballero de la carreta, Ginebra somete al gran caballero a una serie de pruebas humillantes, como decirle primero que pierda, y luego que gane, un torneo para demostrar su devoción por ella.

El unicornio de los tapices podría entenderse como la representación de la dama que debe ser rescatada, a veces a pesar de ella misma, y de las dificultades que se debían soportar para lograrlo, incluso hasta herir a la persona que se pretende salvar. En la época en la que se crearon los tapices del unicornio, el amor cortés seguía siendo un género popular, utilizado por Geoffrey Chaucer (hacia 1343-1400) en muchas de sus obras y por Sir Thomas Malory (hacia 1415-1471) en su obra La Muerte D'Arthur. Le Morte D'Arthur, basada en la tradición del amor cortés y publicada por William Caxton en 1485, se convirtió en un éxito de ventas, por lo que es razonable suponer que el público que veía los Tapices del Unicornio estaba familiarizado con la tradición del amor cortés.

Lancelot Brings Guinevere to Arthur
Lancelot lleva a Ginebra ante Arturo
Amy G (CC BY)

Además de Chaucer y Malory, la tradición del amor cortés atrajo la atención de algunos de los poetas más conocidos de la Edad Media, como María de Francia (que escribió hacia 1160-1215), Boccaccio y Dante, entre muchos otros. Sin embargo, algunas de las obras más importantes de la poesía amorosa cortesana han llegado a nuestros días de forma anónima, y entre ellas Chatelaine de Vergy (siglo XIII), en la que un perro tiene un destacado papel.

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Una chatelaine (dueña de una gran finca), sobrina del duque de Borgoña, se enamora de un valiente y apuesto caballero al servicio de su tío. El caballero corresponde a sus sentimientos, pero ella le hace jurar que mantendrá su amor en secreto. No se menciona si la chatelaine está casada ni por qué deben ocultar su amor. Cuando el caballero acude a verla, debe esperar solo en el jardín hasta que el pequeño perro de la chatelaine venga a buscarlo y lo lleve hasta ella. Todo va bien hasta que la duquesa de Borgoña se enamora del caballero e intenta seducirlo. Él la rechaza y, ofendida, le dice a su marido que ha intentado seducirla.

El caballero es acusado de traición a su señor y corre el riesgo de ser ejecutado, por lo que debe romper su promesa a la dama. Le cuenta a su tío su amor, el perrito que le lleva a conocerla, y le explica que no tiene ningún interés en la duquesa y que no intentó seducir a la esposa del duque de ninguna manera. El duque lo deja pasar y le cuenta a su mujer lo que le dijo el caballero y cómo debió confundir sus anteriores intenciones. Sin embargo, la duquesa no está dispuesta a seguir el ejemplo de su marido en cuanto al perdón, y en la fiesta de Pentecostés se burla de la chatelaine sobre su caballero y su perro bien entrenado, insinuando que ambos son lo mismo. La chatelaine se da cuenta de que el caballero ha traicionado su confianza y se suicida. Cuando el caballero la encuentra, se suicida de pena. El duque los vengará a ambos matando a la duquesa y dedicándose al celibato entre los templarios.

Petitcreiu, el perro mágico

Otro ejemplo del perro en la literatura procede de uno de los romances más populares de la Edad Media, el Tristán de Gottfried von Strassburg (muerto hacia 1210), que incluye un episodio protagonizado por un pequeño perro faldero llamado Petitcreiu que suele citarse como sección favorita incluso entre los lectores de la actualidad.

En esta historia, Tristán está separado de su verdadero amor Isolda, esposa de su tío de cuya corte tuvo que huir, y se aloja en la corte del duque Gilan. Echa de menos a Isolda y llora su pérdida cuando le presentan a este perro mágico de Avalon, Petitcreiu, el mejor compañero del duque, que no tiene color definido ya que parece cambiar de tonalidad según el ángulo desde el que se le mire. Además, el perro tiene un collar de oro con una pequeña campana que suena cada vez que Petitcreiu se mueve y se lleva todas las preocupaciones y penas de quien esté en su presencia.

Hunt in the Forest by Paolo Uccello
La caza en el bosque por Paolo Uccello
Paolo Uccello (Public Domain)

Tristán hace un trato con Gilan para matar a un gigante que lleva años extorsionando al reino a cambio de cualquier cosa que le pida. Tras matar al gigante Urgan, Tristán pide el perro y Gilan intenta que acepte cualquier otro regalo pero el caballero se niega. Una vez que tiene a Petitcreiu, Tristán le envía el perro a Isolda para que la alegre, ya que sabe que ella suspira por él tanto como él por ella.

Cuando Isolda recibe el perro, se alegra mucho al saber que Tristán pensaba en ella, y al principio se siente aún más feliz por la magia de la campana del perro. Sin embargo, al poco tiempo, hace que le quiten la campana del collar del perro porque quiere experimentar sus sentimientos de forma honesta sin que la magia mitigue su dolor. Enfrentada a la opción de elegir entre el dolor de echar de menos a su amante o que la ilusión enmascare ese dolor, Isolda elige el dolor en lugar del consuelo y la verdad en lugar de la ilusión, y el instrumento de su elección es un perro.

Gelert y Guinefort: Los perros fieles

Este tipo de historia, protagonizada por el perro fiel, se repitió con variaciones a lo largo de la Edad Media. La muerte trágica de uno o ambos amantes era un motivo popular en la literatura medieval, al igual que en la actualidad, pero igualmente populares eran los relatos del perro fiel que protagonizaba dichas historias. Los perros dejaron de ser un mero complemento utilitario para el hogar o el lugar de trabajo, ya que su lealtad y fiabilidad se valoraban cada vez más.

El perro como amigo leal en la caza se hizo popular gracias a la legendaria figura del rey Arturo, cuyo perro Cavall (o Cabal) se dice que dejó la huella de su pata en una piedra mientras él y Arturo cazaban el gran jabalí Twrch Tryth en Gales. Arturo honró a su amigo canino erigiendo un mojón y colocando la piedra con la huella en la cima. La gente venía y se llevaba la piedra de la cima como recuerdo, pero al día siguiente volvía a su posición legítima, al igual que, según la leyenda, un perro siempre vuelve con su amo. En ejemplo es la leyenda de Gelert, procedente de Gales (siglo XIII), que a menudo se presenta como un hecho histórico.

Según el relato, Gelert era el perro de Llewelyn el Grande de Gwynedd y su fiel compañero durante muchos años. Llewelyn confiaba tanto en el perro que lo nombró guardián de su hijo pequeño. Un día, al volver a casa, Llewelyn encontró al perro cubierto de sangre y la cuna volcada. En un momento de furia irreflexiva, sacó su espada y mató al perro, y un momento después oyó el llanto de su hijo; sólo cuando fue a ver al niño encontró el cuerpo muerto del lobo del que Gelert había salvado a su hijo. Se dice que después de enterrar a Gelert, Llewelyn nunca volvió a sonreír ni pudo ser feliz.

Gelert's Grave
Tumba de Gelert
Peta Chow (CC BY)

La historia se hizo tan popular que, en el siglo XVIII, fue aprovechada por el propietario de un hotel local que afirmaba haber encontrado la tumba de Gelert y cobraba a los turistas por verla. En la actualidad, la supuesta tumba de Gelert sigue siendo una atracción turística en el pueblo de Beddgelert, con placas conmemorativas en galés e inglés que relatan la historia.

La leyenda está sacada, casi con toda seguridad, de la historia en la que se basó el culto a San Guinefort, el Santo Galgo, que surgió en la misma época (siglo XIII). Esta historia tiene todos los mismos elementos que el cuento de Gelert, salvo que sucede cerca de Lyon (Francia) y es una serpiente, y no un lobo, la que amenaza al niño y es el noble galgo Guinefort el que la mata, que luego es asesinado por su amo, confundiendo las circunstancias y creyendo que el perro atacó a su hijo. Tras la muerte de Guinefort, su amo deja caer su cuerpo en un pozo cercano y lo llena de piedras para crear una gran tumba. El pozo se convirtió más tarde en un popular lugar de peregrinación para los cristianos que buscaban la curación, especialmente las mujeres para sus bebés, y se convirtió en un culto cristiano centrado en el perro y su poder curativo.

Conclusión

La asociación del perro con la curación, lo divino y la protección se remonta a miles de años atrás, en la antigua Mesopotamia, China y Egipto, pero no hay pruebas sólidas que demuestren que se tenía conocimiento de este hecho en la Europa medieval. Es un aspecto fascinante de la relación entre perros y humanos el hecho de que los perros sean vistos casi uniformemente de la misma manera por civilizaciones de todo el mundo que no tenían ninguna interacción entre ellas. La única diferencia reseñable en la forma de percibir a los perros es en China y Mesoamérica, donde, además de sus virtudes habituales, también se les criaba como fuente de alimento.

En la Edad Media, el carácter protector del perro lo vinculaba al ideal cristiano de lo divino, mientras que en civilizaciones anteriores se le asociaba con deidades como Gula (en Mesopotamia) o Anubis (Egipto) y se le veía como un guía que se movía con facilidad entre el más allá y el mundo mortal (China, Mesoamérica y otros lugares). A lo largo de la historia, el perro ha ocupado más o menos la misma posición en la sociedad humana, a diferencia de otros animales domésticos (sobre todo el gato en la Edad Media), lo que pone de manifiesto la gran dependencia de las personas del pasado y del presente del perro para protegerse y para el simple consuelo de un buen amigo.

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Sobre el traductor

Miriam López
I'm a translator and interpreter in an ever-changing world. I love languages and getting to know other cultures. Travelling has become the nearest way to learn from each other these days.

Sobre el autor

Joshua J. Mark
Joshua J. Mark no sólo es cofundador de World History Encyclopedia, sino también es su director de contenido. Anteriormente fue profesor en el Marist College (Nueva York), donde enseñó historia, filosofía, literatura y escritura. Ha viajado a muchos lugares y vivió en Grecia y en Alemania.

Cita este trabajo

Estilo APA

Mark, J. J. (2019, mayo 14). Perros y collares en la Edad Media [Dogs & Their Collars in the Middle Ages]. (M. López, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1385/perros-y-collares-en-la-edad-media/

Estilo Chicago

Mark, Joshua J.. "Perros y collares en la Edad Media." Traducido por Miriam López. World History Encyclopedia. Última modificación mayo 14, 2019. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1385/perros-y-collares-en-la-edad-media/.

Estilo MLA

Mark, Joshua J.. "Perros y collares en la Edad Media." Traducido por Miriam López. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 14 may 2019. Web. 20 nov 2024.

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