La invasión celta a Grecia

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Artículo

Jeffrey King
por , traducido por Waldo Reboredo Arroyo
Publicado el 20 junio 2019
Disponible en otros idiomas: inglés, francés
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Entre los siglos V y IV a.C. las tribus celtas se trasladaron en masa hacia el sur de Europa con el propósito de hacerse de tierras y recursos para sustentar al creciente número de sus integrantes. A medida que las tribus cruzaban los Alpes, entraban en conflicto con los griegos y los romanos que habitaban alrededor del Mediterráneo. Tras la muerte de Alejandro Magno (356-323 a.C.), Grecia les pareció un blanco fácil a muchos jefes celtas, que se aprovecharon de la oportunidad y condujeron a sus pueblos a internarse en los Balcanes, primero en Tracia e Iliria, y luego a avanzar sobre Macedonia.

Map of Celtic Peoples in the Post-Classical Period
Mapa de los pueblos celtas del período post-clásico
Magna Celtae (CC BY-NC-ND)

Durante su presencia en los Balcanes las tribus lograron vencer a varios ejércitos griegos, ilirios y tracios, y repartirse con rapidez otros territorios. Una coalición de tribus celtas intentó invadir Grecia bajo el liderazgo de un rey nombrado Breno, pero los griegos derrotaron y dispersaron sus fuerzas en Delfos, en el 279 a.C. Luego, los pueblos celtas que habían entrado a los Balcanes sufrieron otros descalabros y muchos huyeron hacia el Asia Menor. A la postre los ataques a Grecia provocaron la ruina de los celtas, pero su impacto sobre la política del Mediterráneo perduró y resultó en la creación del reinado celta de Galacia, en la meseta de Anatolia.

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Primeras interacciones entre los celtas y los griegos

Los primeros relatos de los griegos trataban a los celtas con curiosidad y relativa neutralidad; se les prestaba poca atención a los extraños pueblos que vivían en el extremo norte de su mundo. Los griegos eran grandes colonizadores y hacia el siglo VII a.C. habían desarrollado comunidades por toda Asia Menor, el norte de África y Europa.

La primera mención que aún subsiste acerca de los celtas proviene de hecateo de mileto, quien describió un poblado celta ubicado al norte de massalia.

Alrededor del 600 a.C. se funda una de esas colonias, Massalia, que con el tiempo se convirtió en la ciudad de Marsella. Se encontraba anidada en la costa noroeste del Mediterráneo y se convirtió en uno de los puntos iniciales de contacto entre los celtas y los griegos. La primera mención que aún subsiste acerca de los celtas proviene de Hecateo de Mileto, quien describió un poblado celta ubicado al norte de Massalia. Según revelan los hallazgos arqueológicos, existió un extenso comercio entre los griegos de Massalia y los asentamientos celtas de las cercanías, sobre todo con un gran poblado fortificado próximo a la actual Vix.

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Las élites celtas adquirían de los mercaderes griegos y de la Italia etrusca vasijas para beber, vino, y otros símbolos de estatus. Estos lujos exóticos les permitían a los líderes celtas ostentar su jerarquía y generosidad, que expresaban en extravagantes fiestas y entregas de presentes. De esta forma, la red comercial entre el Mediterráneo y Europa central apoyaba a las dignidades sociales.

Escasez y migración en la Europa de la antigüedad

Los autores de la antigüedad describen de manera unánime el malestar que afligió al occidente y centro de Europa a finales del siglo IV y principios del III a.C. Se aduce que las causas de las privaciones eran la escasez de recursos y la superpoblación, sobre lo cual la arqueología suministra pruebas acerca del comienzo de una explosión poblacional por esa época. La carencia de recursos puede haber motivado a algunos líderes guerreros a iniciar incursiones cada vez más lejanas en busca de alimento y recursos.

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Vix Krater
Crátera de Vix
Karsten Wentnik (CC BY-NC-SA)

Barry Cunliffe sugiere que las primeras oleadas de migraciones celtas comenzaron en el siglo VI a.C., bajo la forma de incursiones que se aventuraban a atravesar distancias cada vez mayores. A la larga, estas razias a lugares distantes se convirtieron en intentos de colonización, debido a que las tribus migrantes establecían nuevos poblados. No solo se trataba de grupos de guerreros, pues las mujeres, niños y ancianos que los acompañaban los igualaban en número. Más que constituir una simple fuerza invasora, estos individuos representaron un impetuoso esfuerzo de colonización.

Sí, y más adelante un día, acaecerá sobre nosotros una lucha común, cuando los titanes de tiempos posteriores [los griegos] se levanten contra la espada bárbara y la guerra celta, y del más lejano oeste se precipiten como copos de nieve y en cantidades como las estrellas en los momentos en que en apretadas bandadas aparecen en el cielo; los fuertes, además, y las villas de las alturas de Locria y de Delfos, y las llanuras de Crisa y estrechos valles interiores serán rodeados y envueltos por hordas, y se contemplará el denso humo de los llameantes vecinos, y no solo por el decir de otros; es que ya por los lados del templo se presentan las filas del enemigo, y ya al costado de mi trípode las espadas y las crueles fajas y odiosos escudos, que causarán dañina jornada a la imprudente tribu de los gálatas. (Callim., Himnos, 4.171-185)

La mayoría de las tribus migrantes se movieron hacia el sur y al este, donde encontraron un clima más favorable y medios más abundantes. Los autores grecorromanos describen que los celtas deseaban viajar hacia el sur debido a que pensaban encontrar bienes más suntuosos alrededor del Mediterráneo. Diferentes autores mencionan que en Europa eran muy codiciadas mercancías como uvas, higos, vino y olivas, las cuales eran importadas en grandes volúmenes por los asentamientos celtas.

Los celtas no legaron textos sobre su historia, por lo que las narraciones griegas y romanas acerca de estos conflictos constituyen los registros más antiguos en los que se menciona a estos pueblos. La naturaleza violenta de estas primeras interacciones moldeó la percepción del clasicismo respecto a que los celtas eran gentes bárbaras y de guerra.

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Las primeras migraciones celtas hacia el sur de Europa

El historiador romano Livio (59 a.C. - 17 d.C.) asegura que las tribus celtas de la Galia comenzaron a asentarse al sur de los Alpes alrededor del 600 a.C. Es probable que las primeras excursiones a Italia se hicieran por grupos pequeños, lo cual rápidamente se convirtió en un éxodo masivo de las tribus galas en dirección austral, durante los siglos V y IV a.C.

Brennus
Breno
The Creative Assembly (Copyright)

Alrededor del 400 a.C. se establecieron distintas bandas celtas en la Galia Cisalpina, que incursionaban en Italia, donde sembraban terror entre sus nuevos vecinos. La situación en Italia alcanzó el clímax en 390 a.C. cuando un jefe celta nombrado Breno derrotó al ejército romano en el río Alia y continuó su avance hasta saquear Roma. Este dramático incidente dejó una huella indeleble en la memoria colectiva de la población romana y condujo a la escalada del conflicto entre ambos pueblos. Después del acontecimiento, los galos prosiguieron con sus batidas en Italia, con las que llegaron tan al sur como Apulia, ubicada en el talón de la bota italiana. Sin embargo, en una serie de batallas que tuvieron lugar entre el 285 y el 282 a.C., Roma venció a las tribus que vivían en la costa del Adriático y se estableció con firmeza como el poder dominante de la región.

muchos de los guerreros celtas que se trasladaron hasta el mediterráneo encontraron su nicho como mercenarios.

Alrededor del siglo IV a.C. distintas agrupaciones celtas se trasladaron hacia el curso medio del Danubio y establecieron asentamientos en lo que hoy son territorios de Rumanía y Hungría. La creciente agresividad de la república romana ejerció presión sobre las tribus celtas que habitaban alrededor del Adriático y pudo haber sido el motivo por el cual comenzaron una nueva ola migratoria que irrumpió en los Balcanes. Iniciaron la invasión a Iliria, pero más que nada evitaron la región de Tracia, Grecia y Macedonia, que se encontraba bajo el dominio del rey Felipe II (383-336 a.C.) y más tarde de Alejandro Magno (356-323 a.C.).

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Muchos de los guerreros celtas que se trasladaron hacia el Mediterráneo encontraron su nicho como mercenarios. Hacia el 385 a.C. el tirano griego Dionisio I de Siracusa comenzó a reclutar mesnaderos celtas e íberos que utilizaba en Grecia e Italia. Dionisio I envió a algunos de ellos a que asistieran a los espartanos (lacedemonios) en sus guerras contra los tebanos, donde aumentaron su prestigio.

Enviados por el tirano Dionisio, 2000 celtas e íberos partieron hacia Corinto desde Sicilia en misión pagada de 5 meses, para pelear junto a los lacedemonios. Dirigidos por los griegos para ponerlos a prueba, confirmaron su valía en combates cuerpo a cuerpo o en batallas en las que aniquilaron a muchos beocios y a sus aliados. A partir de la reputación ganada por una destreza y coraje superiores prestaron diversos servicios, recibieron reconocimiento de los lacedemonios y se les envió de regreso a Sicilia, su lugar de origen, al final del verano. (Diod. Sic. 15.70)

La expansión celta después de Alejandro Magno

La súbita muerte de Alejandro Magno en 323 a.C. dejó a su enorme imperio sin el nombramiento de un líder indiscutido, por lo que se produjeron una serie de guerras entre los sucesores de Alejandro. Algunos jefes de tribu celtas, al constatar que los griegos habían pasado a estar en una posición en extremo vulnerable, aprovecharon la oportunidad para lanzar una invasión sobre los Balcanes y el Mediterráneo.

Motivados por el éxito alcanzado se trasladaron en grupos separados, algunos hacia Grecia y otros hacia Macedonia, donde espada en ristre arrasaron con todo. El nombre «galo» llegó a inspirar tal terror que hasta los reyes pagaban fuertes sumas de dinero para comprar la paz y evitar sus ataques. (Justino 24.4.6-7)

Las tribus celtas se desplazaron hacia Tracia e Iliria, y derrotaron a las poblaciones locales antes de continuar su avance hacia el sur. En el 280 a.C. una gran coalición de 85.000 celtas se dirigió hacia Macedonia y Grecia. La cifra incluía a mujeres y niños, puesto que se trataba de conjuntos de tribus, no de ejércitos organizados.

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Stater of Ptolemy Keraunos
Estatero de Ptolomeo Cerauno
Classical Numismatics Group (CC BY-SA)

Con el ejército remanente se envió a un líder celta de nombre Bolgios a Macedonia. En el 279 a.C. Bolgios se dedicó al pillaje en los campos de Macedonia y se enfrentó al ejército de Ptolomeo Cerauno, quien reinó del 281 al 279 a.C. y acababa de ocupar el trono de la región. Ptolomeo Cerauno murió en combate y a modo de sangriento trofeo, los celtas colocaron su cabeza en una lanza. Esto dio comienzo a dos años de anarquía, ya que los Balcanes carecían de un liderazgo central fuerte y los celtas estaban en pie de guerra.

La otra batalla de las Termópilas

Las conquistas de Felipe II y de Alejandro Magno, así como las subsiguientes guerras de los diádocos dejaron tan debilitada a Grecia, que parecía que nada sería capaz de detener a los celtas, cuando en el 279 a.C. penetraron en la región bajo la dirección del rey Breno (de nombre similar al saqueador de Roma del 390 a.C.). Las ciudades-estado griegas y los reinados estaban exhaustos por tantos años de guerra y muchos se oponían a tomar las armas para defender al resto de Grecia.

No fue sino hasta más tarde que el nombre «galos» se puso en boga para denominar a los que de antaño se conocían como celtas, tanto entre ellos mismos como por los demás. Estos formaron un ejército con el cual se dirigieron hacia el Mar Jónico, despojaron al pueblo Ilirio, que habitaba hasta la altura de Macedonia, a los propios macedonios, y conquistaron Tesalia. Al acercarse a las Termópilas casi ningún griego hizo gestos de impedir el avance de los bárbaros, debido a la derrota que habían sufrido con anterioridad a manos de Alejandro y de Felipe, a la que más tarde se añadió otra infligida por Antípatro y Casandro. Así, justificados por su debilidad, ningún estado sufrió la vergüenza de no tomar parte en la defensa de su territorio. (Paus. 1.4.1)

En su obra Descripción de Grecia, Pausanias (c. 110-180 a.C.) cuenta que los atenienses dieron el paso al frente para liderar una alianza griega contra la invasión celta. Los griegos decidieron confrontarlos en el estrecho paso de las Termópilas, donde una anterior alianza griega había combatido a los persas en el 480 a.C. Allí la superioridad numérica celta no les significaría ventaja alguna.

El rey celta Breno, al comprender que no podía vencer a los ejércitos griegos que enfrentaba, envió a 40.000 guerreros a Etolia a que saquearan las ciudades. Además de destruir a la ciudad etolia de Callium, torturaron y aniquilaron de manera salvaje a sus ciudadanos. Al escuchar esto, los etolios abandonaron a sus camaradas para ir en defensa de sus hogares. Los celtas fueron expulsados y solo la mitad sobrevivió para retornar con Breno.

Map of Aetolia
Mapa de Etolia
Brastite (GNU FDL)

La distracción de los etolios conllevó un importante debilitamiento para las fuerzas griegas; por otra parte Breno pudo encontrar un camino alterno al de las Termópilas para entrar en Grecia. Tras circunvalar a los ejércitos griegos que se encontraban en el paso, Breno dirigió a sus fuerzas contra Delfos, la sagrada ciudad de Apolo.

Según los relatos griegos, lo que atrajo a Breno a Delfos fueron las noticias acerca de la existencia de extravagantes tesoros en sus templos. Pero en esta ocasión los griegos gozaron de una racha de buena suerte, y a los celtas se les hizo difícil sitiarlos debido a sismos y tormentas. Pronto se reunieron los délficos con sus aliados griegos y lograron aplastar a los celtas en su ciudad. Breno resultó herido gravemente durante el combate y luego se suicidó a causa de la vergüenza que le ocasionó su derrota.

Expulsión de los celtas de Grecia

Tras la catastrófica derrota de Breno los celtas carecían de líder y no se encontraban en condiciones de pelear. Los heridos y los que no podían huir con rapidez fueron abandonados por sus camaradas de lucha, quienes a su vez resultaron perseguidos y exterminados por los griegos, al no poder abastecerse de lo que ofrecía el campo.

A las restantes tribus celtas que habían invadido Grecia se les forzó a huir en dirección este, hacia Asia Menor. La estampida de los celtas hacia Anatolia resultó en que se establecieran en lo que se denominó Galacia, derivado de gálata, término que empleaban los griegos para identificar a los celtas. Sin dudas, Galacia, fundada por la diáspora celta, fue una comunidad notable y de larga duración, que desarrolló una pujante cultura propia y coexistió con sus vecinos griegos y del Oriente Cercano.

The Dying Gaul
Gálata moribundo
antmoose (CC BY-SA)

En la batalla de Lisimaquia, en 277 a.C., Antígono II Gonatas (c. 319-239 a.C.) emboscó y masacró a 18 000 celtas que habían marchado hacia Grecia provenientes de Tracia. La decisiva victoria le aseguró el derecho a gobernar Macedonia y le valió la reputación de monarca capaz. Resulta sorprendente que Antígono II fuera el primero de los monarcas helenísticos en confiar en los mercenarios celtas, los cuales formaron parte importante de su ejército cuando Pirro de Epiro (c. 319-272 a.C.) invadió Macedonia en el 274 a.C.

Todos estos acontecimientos significaron un desastre para las tribus celtas que habían invadido los Balcanes, las cuales no pudieron establecer comunidades de importancia ni en Grecia ni en Macedonia. Aunque la coalición de tribus celtas quedó deshecha tras estas derrotas, los celtas continuaron su existencia como mercenarios en los ejércitos de los reinos helenísticos que se formaron a partir de las ruinas del imperio de Alejandro. Algunos de estos soldados de fortuna provenían de restos de tribus que habían invadido el Mediterráneo, mientras otros continuaban su arribo desde más al norte, procedentes de Europa central y occidental.

El desempeño de los ejércitos celtas en sus batallas contra los griegos les ganó, aunque a regañadientes, cierto respeto. La imagen del héroe celta estoico, honorable y simple, un arquetipo de corte «noble salvaje», pasó a ser un motivo popular del arte helenístico. Los celtas vinieron a ocupar el puesto que con anterioridad le había pertenecido a los persas, y se personificaron como el nuevo enemigo de la civilización griega.

  • Publicado con anterioridad como Las invasiones celtas del sur de Europa: Parte 3 de la Historia Celta, explicada en Magna Celtae

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Bibliografía

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Sobre el traductor

Waldo Reboredo Arroyo
Interesado en el estudio de las migraciones, costumbres, las artes y religiones de distintas culturas; descubrimientos geográficos y científicos. Vive en La Habana. En la actualidad traduce y edita libros y artículos para la web.

Sobre el autor

Jeffrey King
Jeffrey King es un escritor apasionado por la historia, los viajes, las lenguas extranjeras y el patrimonio cultural. Le interesan especialmente la historia, la cultura y las lenguas gaélica y nórdica.

Cita este trabajo

Estilo APA

King, J. (2019, junio 20). La invasión celta a Grecia [The Celtic Invasion of Greece]. (W. R. Arroyo, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1401/la-invasion-celta-a-grecia/

Estilo Chicago

King, Jeffrey. "La invasión celta a Grecia." Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. Última modificación junio 20, 2019. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1401/la-invasion-celta-a-grecia/.

Estilo MLA

King, Jeffrey. "La invasión celta a Grecia." Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 20 jun 2019. Web. 21 dic 2024.

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