La comida y la bebida en la época isabelina era sorprendentemente variada, con mucha más carne y más variedades de comerla entre los que podían permitírselo que la que hay hoy en día. Almacenar la comida todavía seguía siendo un problema, por lo que los productos frescos se plantaban en casa o se adquirían regularmente en los mercados locales. Las salsas espesas con sabores fuertes eran populares y se volvieron aún más variadas a medida que había más ingredientes disponibles provenientes de Asia. Los pasteles, las tartas y toda clase de dulces se apreciaban mucho y a menudo se comían entre platos salados. Una sana desconfianza del agua suponía que la cerveza fuera la bebida más popular, y el vino era una adición bienvenida entre los más adinerados. Mientras algunos plebeyos, como siempre, sufrían para alimentar a su familia, especialmente en los largos inviernos del siglo XVI, los visitantes de otros países a menudo resaltaban lo bien alimentado que estaba el campesinado isabelino, y cómo de gordos estaban los ricos en comparación con sus vecinos del continente.
La cocina y la despensa
La mayor parte de la cocina isabelina se realizaba en casa, pero había hornos comunales en muchas parroquias donde la gente podía llevar la masa preparada y hornearla para hacer pan o potajes para cocinarlos a fuego lento. Aquellos que podían permitirse tener sirvientes también tenían cocineros, normalmente mujeres, aunque también había hombres en las casas grandes. Incluso la más humilde de las cocinas habría tenido utensilios indispensables como una cazuela grande de latón, una sartén de hierro, un espetón para asados al fuego, un cubo para la leche y varios contenedores, utensilios y platos para servir de madera, arcilla o peltre. En general la cocina se realizaba sobre las llamas de un fuego de madera o carbón. Se colocaba una olla con las patas en el fuego, o bien se colgaba con cadenas por encima. Los métodos principales para cocinar consistían en hervir, asar o freír. El cuarto método era hornear, y para ello se ponía la comida dentro de un horno cerrado hecho de arcilla o ladrillo, muy parecido a los hornos de leña para pizzas actuales.
En los hogares más grandes la comida se almacenaba en unos arcones enormes, que eran herméticos y que se utilizaban para guardar cosas como grano y conservas de carne y pescado. Por otra parte, había aparadores ("hutches"), unas cajas con agujeros en las que se guardaba comida fresca, como el queso, por ejemplo. En las casas en las que había sirvientes, estos cofres se solían mantener cerrados con llave para evitar que nadie picara lo que no debía. La mayoría de la población todavía se dedicaba a la agricultura, y a menudo tenían su propia parcelita donde cultivaban comida para consumo propio. De hecho, incluso los artesanos especializados en actividades como tejer o hacer ropa tenían una parcela o huerto y algunas aves de corral. Los mercados locales proporcionaban todo lo demás, pero las fincas más grandes habrían sido más autosuficientes, ya que también solían producir su propio pan, leche, queso, carne y pescado.
Las comidas de los ricos
En general, era mucho más probable que los ricos tuvieran tiempo de sentarse a desayunar. Esta comida no era especialmente diferente de las del resto del día, y puede que se sirvieran gachas, pan, queso, fruta y carne. Las clases más pobres se habrían conformado con comer lo que hubiera sobrado la noche anterior o un trozo de pan con mantequilla antes de ir a trabajar. Las dos comidas principales para todo el mundo seguían siendo entre las 11 o 12 del mediodía y luego otra vez entre las 6 y las 9 de la tarde. Entre medias, puede que comieran un aperitivo consistente en trozos de pan y queso con una jarra de cerveza.
La comida se servía en la mesa en un gran plato trinchero de madera ("trencher") con el centro vaciado para la comida, y a veces tenía un hueco en una esquina para la sal, un cuenco para la comida, otro para los desperdicios y una cuchara grande. Los comensales traían sus propios cuchillos. Los tenedores todavía no se usaban en Inglaterra, pero no eran necesarios ya que la mayoría de la comida se cortaba antes de servirla. Tenían una taza para beber que podía ser una copa ornamentada, un vaso de vidrio simple, una jarra de peltre con tapa, una taza de cerámica, o un "black jack": una taza de cuero endurecido con brea. La gente se lavaba las manos antes de empezar a comer y normalmente también había servilletas. Mientras que las mujeres se la ponían en el regazo, los hombres, curiosamente, se la ponían encima del hombro.
Puede que la diferencia principal entre las dietas de las clases altas y bajas fuera la cantidad de carne que comían. La carne se comía fresca o, en los meses de invierno, se ponía en conserva mediante la salazón, el ahumado, el secado o el encurtido. Estos últimos métodos eran necesarios porque los animales se solían sacrificar antes del comienzo del invierno, ya que alimentarlos en esa estación resultaba difícil. Los jamones curados y las salchichas eran otra manera de mantener la carne comestible a lo largo de todo el invierno.
Para la gente que podía permitírselo, los platos consistían en carne de vaca, de ternera, de cerdo, de cordero, además de aves como el pollo, el pato, el ganso y la paloma. Entre las carnes de caza había conejo, venado, perdices y muchos tipos más de aves, desde faisanes hasta grullas. La caza solía estar protegida por leyes forestales, y los cazadores furtivos solían recibir castigos severos. No se desperdiciaba prácticamente nada del animal, ya que en las comidas también se incluían las patas y las cabezas. El pescado también era un plato común, que se comía entero en lugar de la carne durante la Cuaresma (la Inglaterra isabelina protestante continuó con esta práctica para apoyar a los pescadores). Entre los peces más comunes estaban el bacalao, la caballa y el arenque, y entre los más caros se podía encontrar salmón, trucha y el lucio, entre muchos otros. Otros productos extraídos del mar eran las anguilas, los crustáceos y el marisco, especialmente los mejillones, el cangrejo, los langostinos y las ostras. Mientras que en los pueblos y ciudades costeros o fluviales estos productos eran baratos, tierra adentro eran productos caros que solo se podían permitir los ricos.
En las cenas especiales, los invitados podían elegir entre una gran variedad de platos de carne e incluso pedir una muestra antes de decidirse por uno u otro. Añadían sabores mediante especias, que también eran muy útiles para disimular el sabor de la carne salada o la que no era de gran calidad. Las salsas se espesaban con migas de pan y añadían sabores con especias orientales como pimienta, clavo, canela y nuez moscada, así como jengibre, pimiento picante, azafrán, ajo y mostaza, que puede que fuera el sabor más popular por lo menos en los platos de carne. Otros condimentos comunes eran la sal, las cebollas de todo tipo, el hinojo, la rúcula, el vinagre, el aceite de oliva, y hierbas como la salvia, el perejil, el tomillo y el romero. Incluso se añadían flores por sus sabores característicos y por el color que proporcionaban, tales como caléndulas (cempasúchil), violetas o prímulas. La carne se solía cocinar en cerveza, leche de almendra, vino y agraz, el zumo amargo de las manzanas silvestres. Los cocidos con trozos de carne y pescado se hacían con los condimentos y especias mencionadas junto con espesantes tales como el arroz, la cebada y la avena.
Un libro de cocina del siglo XVI presenta el siguiente resumen de una comida bastante típica entre los ricos:
El primer plato: Potaje cocido; carne cocida o asada, pollos y tocino, ternera salada, pasteles de carne, ganso, cerdo, ternera asada, natillas.
El segundo plato: Cordero asado, capones asados, conejo asado, pollos, pavo, venado, pastel.
(Singman, 132)
Como se puede ver claramente, los ricos comían carne con tanta frecuencia y en cantidades tan portentosas que solían quejarse de problemas de piedras en el hígado y los riñones. Los ricos comían tan bien y hacían tantas comidas que al menos sus sirvientes se podían beneficiar de los restos. Lo que quedaba todavía después, se lo daban a los pobres.
Al final de las comidas se comía queso, frutos secos, especialmente castañas, nueces y avellanas. Los platos dulces, como se ve en el menú anterior, no se reservaban específicamente para el final de la comida, sino que se podían servir entre un plato salado y el siguiente. Entre los postres había fruta, miel, pasteles ricos en mantequilla, pudines de pan, galletas, pan de jengibre y toda clase de pasteles y tartas de fruta que se hacían con azúcar refinado, que para entonces se cultivaba en América, pero aun así era caro. El azúcar también se usaba para confeccionar mermelada, conservas, mazapán y dulces.
Las comidas de los plebeyos
La comida de mediodía era más importante que la cena entre los plebeyos y, en general, toda la comida se servía al mismo tiempo. Los artesanos y los granjeros solo comían carne en ocasiones especiales y en vez de eso comían más pan, leche, queso y huevos. Sin embargo, el pan era otro alimento que dependía del estatus, ya que el mejor pan hecho con la mejor harina, la más fina, también era más caro. En consecuencia, el pan de una persona rica era bastante más blanco que el de una persona pobre. Los más desfavorecidos comían pan de cebada y de centeno, que eran muy oscuro, casi negro. El pan normalmente se cocía en hogazas redondas de varios tamaños. Los trabajadores habrían tenido una comida para toda la jornada laboral que consistía en un trozo de pan, queso, y una empanada grande de carne o verduras.
Un cocido de carne o de verduras era una comida normal para todo el mundo, ya que era fácil de cocinar y no hacía falta vigilarlo constantemente. Además, se podía añadir cualquier ingrediente que hubiera que usar pronto o algo más especial para crear un plato más refinado. La siguiente es una receta contemporánea con consejos para la cocina:
Para hacer el mejor potaje corriente, toma una costilla de cordero cortada en trozos, o una pierna de cordero cortada, porque esta es la mejor carne y estas partes son las mejores, aunque cualquier otra parte, o algo de ternera fresca también valdrán para un buen potaje. Una vez hayas limpiado bien la carne, ponla en una olla con agua y ponla al fuego. Después, toma hojas de violeta, endivia, achicoria, hojas de fresa, espinacas, lengua de buey, flores de caléndula, cebolleta y un poco de perejil y pícalo todo muy pequeño. Después, toma la mitad de cantidad de hierbas en avena, bien batida, mézclala con las hierbas y pícalo todo junto. Cuando la olla esté a punto de hervir, retira la capa de desperdicio y añade las hierbas. Deja que hierva a fuego fuerte, revolviendo la carne a menudo hasta que esté bien cocida y las hierbas estén incorporadas al agua, que será cuando haya reducido más de una tercera parte. Después sazónalo con sal y sírvelo con o sin picatostes.
(Singman, 143)
Inglaterra era autosuficiente en cuanto a la producción agrícola, aunque la racha de malas cosechas en la década de 1590 hizo necesario importar grano y los precios se triplicaron. Los huevos eran un producto favorito de la mayoría y se añadían a gran cantidad de platos, al igual que la manteca de cerdo, lo que al menos resolvía el problema de dónde encontrar proteínas y calorías. Las verduras que más se comían eran los guisantes o arvejas, las judías y las lentejas. Otras verduras comunes eran las espinacas, las alcachofas, los espárragos, las zanahorias y la lechuga. En la década de 1580 la patata ya se había introducido en Inglaterra proveniente del Nuevo Mundo de la mano de Sir Walter Raleigh (en torno a 1552-1618 d.C.), pero seguía siendo una exquisitez cara y todavía no había alcanzado todo su potencial. Las frutas que se cultivaban normalmente eran las manzanas, las peras, las uvas, las ciruelas, los albaricoques, los higos, las fresas, las frambuesas y las moras. Para los ricos, se importaban naranjas, limones, alcaparras y aceitunas de la Europa continental. Como el periodo isabelino vivió la llamada Pequeña Edad de Hielo, los inviernos eran mucho más largos que en otras épocas, lo que hizo que aumentara mucho el riesgo de escorbuto, ya que la comida rica en vitaminas se volvió escasa. En consecuencia, todo lo que se pudiera comer en cualquier temporada en cuanto a verdura y frutas silvestres era bien recibido.
Bebidas
La mayor parte de la gente evitaba beber agua, ya que rara vez estaba limpia y era insípida. La gente sabía que el agua albergaba enfermedades, tales como la fiebre tifoidea, el cólera o la disentería, y por eso bebía cerveza hecha con cebada malteada, agua y especias. La cerveza hecha con lúpulo era la bebida más barata porque al tener un mayor contenido de alcohol se podía conservar por más tiempo que cualquier otra. No obstante, las cervezas más finas se envejecían hasta dos años antes de beberlas. La cerveza tipo ale tenía tan poco alcohol que hasta los niños la bebían, pero se podía fortificar, a veces hasta cuatro veces más, y esta bebida embriagadora se empezó a conocer por varios apodos como "Dragon's Milk" (leche de dragón) o "Mad Dog" (perro loco).
También se bebía vino, tanto normal como fortificado, pero este se importaba de la Europa continental y, como había que pagar las tasas de importación, no era barato. Una botella de vino costaba unas 12 veces más que una botella de cerveza. Francia era la fuente principal, y se dividía en dos grandes grupos: del norte de Francia, llamado simplemente "vino francés", y de la región de Burdeos, donde se llamaba "vino gascón" o "claret". Otros vinos provenían de la región del Rin, de Italia y de Grecia. Había tres vinos dulces fortificados populares: "Sack" de Jerez, que más adelante se conocería como "sherry" (jerez); "Madeira", de las Islas Madeira y "Canario" de las Islas Canarias. Otras bebidas alcohólicas populares eran la sidra, el hidromiel, y las sidras de pera (perry) y de frambuesa (raspie). Se usaba cualquier fruta de temporada, desde las grosellas (gooseberry) hasta las bayas de sauco (elderberry), para fabricar vinos, aunque la calidad debe de haber sido más bien baja, además de ser un gusto adquirido. Por último, se fabricaban licores a partir de vino destilado, tales como el aqua vitae, pero en gran medida se usaban a modo de medicina, al igual que el vino especiado.
Si no se bebían en casa, las bebidas alcohólicas estaban disponibles en posadas, que también servían comida, en tabernas, en las que no se servía comida y cuya clientela solía preferir vino, en cervecerías y en lugares sencillos donde se servía comida, que se conocían como "ordinarios". Tanto hombres como mujeres acudían a todos estos establecimientos. Otra fuente de bebida eran las "cervezas de la iglesia", eventos que solían organizar las parroquias para recaudar fondo para el mantenimiento de la iglesia y para ayudar a los pobres de la parroquia. Algunas de estas "cervezas" duraban varios días y se solían celebrar dos o tres anualmente. En ellas también había comida y entretenimiento, tales como músicos, peleas y bailes Morris, pero fue la atracción de la propia cerveza y la tendencia de los asistentes a dejarse llevar más de la cuenta lo que molestó tanto a los puritanos hacia el final del reinado de Isabel I.