En la época isabelina (1558-1603), las actividades de ocio se volvieron más variadas que en cualquier otro período anterior de la historia inglesa, y más profesionales, ya que lo que se podría llamar la primera genuina industria del entretenimiento ofrecía al público eventos como obras teatrales y cebo de animales con regularidad. Las actividades al aire libre incluían el tenis, las bochas, la arquería, la esgrima, y deportes en equipo como el fútbol y el hockey, los cuales eran más violentos y menos reglamentados que sus versiones modernas. Los juegos de cartas, los juegos de tablero y las apuestas eran muy populares, al igual que los eventos musicales y de baile, donde personas de todas las clases sociales podían mostrar sus habilidades y hacer nuevos amigos. El hecho de que el movimiento puritano desaprobara rotundamente casi todas estas actividades es prueba de su éxito, y del placer y la diversión generalizada que producían.
Los ricos
Naturalmente, los ricos, si bien no eran completamente ociosos, tenían más tiempo libre que la mayoría. Cuando no se encontraban administrando sus fincas y sus sirvientes, los adinerados mataban el tiempo con una amplia variedad de actividades. Las comidas eran, por supuesto, una oportunidad para agasajar a los amigos y parientes lejanos, especialmente los domingos y días festivos. Los festines con menús exóticos eran una oportunidad para mostrar riqueza, conocimiento de las tendencias culinarias, y buen gusto en vajilla fina, cubertería y cristalería. Además, malabaristas, acróbatas, bufones y músicos podían amenizar la sobremesa. La jardinería era una actividad popular y había a disposición manuales con consejos útiles. Naturalmente, tener un jardín era esencial para muchos de los juegos al aire libre mencionados más adelante, además de tener dinero para comprar equipo especializado como raquetas o piezas de juegos de tablero.
Los pobres
Los miembros más pobres de la sociedad, además de intentar llegar a fin de mes, tenían algo de tiempo para actividades de ocio, típicamente los domingos en la tarde después de haber ido a la iglesia en la mañana, o los días feriados. El entretenimiento público como el teatro isabelino era lo suficientemente barato como para que la mayoría pudiera pagar la entrada, aunque los plebeyos en su mayoría preferían deportes de sangre como el cebo de animales. Se organizaban bailes de campaña con músicos y violinistas, y los pueblos a veces disfrutaban de actuaciones públicas de artistas ambulantes como acróbatas y titiriteros, bailarines Morris (bailarines folclóricos tradicionales que usaban ropas coloridas, cintas y campanas) o conciertos gratuitos de músicos llamados “waits”. Los juegos que no requerían equipamiento especializado eran populares, aunque las reglas de estos variaban mucho más que las de los juegos más reglamentados de la aristocracia, y dependían de las tradiciones locales.
La cetrería y la caza
La caza siempre ha sido una actividad popular entre la aristocracia para poder mostrar sus habilidades. En el período isabelino, los cerramientos de zonas forestales y las leyes estrictas de caza furtiva restringían enormemente las oportunidades de caza para las clases más bajas, pero para los ricos seguía siendo una parte de la educación de los hombres jóvenes y una excusa para cabalgar y pasar el tiempo en sus fincas campestres. Las víctimas más comunes eran venados, zorros y liebres. El uso de aves entrenadas para cazar era popular, como también lo era el uso de las cada vez más confiables y precisas armas de fuego para disparar. Tanto la caza como la cetrería eran practicadas por hombres y mujeres. También pescaban utilizando una caña, especialmente aquellos que tenían lagos artificiales en sus fincas.
Cebo de animales
Se colocaban perros criados por su agresividad, como bulldogs o bullmastiffs, en fosas, donde hacían pedazos a un toro u oso encadenado al centro de la arena. Uno o más de los perros atacaban las orejas u hocico del toro u oso, agarrándose con firmeza hasta que el animal más grande se desplomaba de agotamiento. Un juez probablemente decidía cuando terminaba el combate, ya que los osos eran demasiado escasos como para matar a uno en cada ronda. Las peleas de gallos, en donde dos gallos adiestrados peleaban a muerte, se realizaban en arenas circulares similares y eran igualmente populares. Estos deportes de sangre atraían apuestas sobre el probable ganador, y, en el caso del cebo de toros, la carne del animal muerto se comía. La arena en donde se practicaban estos deportes probablemente influyó en los posteriores teatros para las artes dramáticas.
Torneos y artes marciales
En la época isabelina continuaba siendo popular recrear torneos medievales. Aunque la llegada de las armas de fuego significaba la obsolescencia de la armadura del caballero medieval en el campo de batalla, disfrazarse y participar de justas todavía era un pasatiempo atractivo para los aristócratas. En ocasiones, los torneos, al igual que los ejercicios militares donde los piqueros demostraban sus habilidades colectivas, formaban parte de festivales.
La esgrima era ahora más habitual que los torneos. Como en las justas, las armas que se utilizaban no tenían filo, pero, de todos modos, cualquiera que no tuviera cuidado podía lastimarse seriamente. La espada (estoque) era más pesada que las que se utilizan hoy, y la única protección de los combatientes era una chaqueta acolchada. En algunos combates de esgrima los participantes sostenían escudos que podían ser de dos tipos: el gran “blanco” cuadrado o circular, o el pequeño y circular “broquel”. Otras variantes del deporte incluían empuñar dos estoques a la vez, o un estoque y una daga. Alternativamente, el estoque podía reemplazarse con una espada de combate pesada normal, o un palo largo de madera (quarterstaff).
La arquería fue una parte tan importante de la guerra medieval, que existían leyes para asegurar que hasta los plebeyos la practicaran. Aunque los arqueros, como los caballeros, eran menos útiles en la guerra de lo que habían sido, el hábito continuó hasta el siglo XVI; muchos jardines aristocráticos y parques resonaban con el sonido de las cuerdas de los arcos en verano. El lanzamiento de cuchillos era otra habilidad útil, y se practicaba en el juego Penny Prick, en el cual se colocaba un penique sobre una clavija clavada en el suelo y, desde cierta distancia, los jugadores debían arrojar el cuchillo para desalojar el penique.
Deportes
Los isabelinos valoraban especialmente los deportes que se jugaban sobre césped. Las bochas (como las bochas de césped modernas) era un juego popular para hombres y mujeres, cuyo objetivo era acercar una bocha con peso lo más posible a un blanco específico. El objetivo del juego Quoits era similar, pero se arrojaban piedras o aros metálicos hacia el blanco que típicamente era una estaca clavada en el suelo. Otra variante eran los bolos, donde el objetivo era derribar un grupo de objetos distantes utilizando una pelota de madera. Este juego se conocía con muchos nombres diferentes, como skittles, kittles, nine-pegs y ten-pins.
El tenis sobre césped estaba reservado a los ricos, ya que se necesitaba espacio y equipamiento. Solo lo jugaban los hombres; las raquetas estaban hechas de madera y cuerdas de tripa, y las pelotas de retazos de tela apretados. El hándbol era como el tenis, pero los jugadores utilizaban la mano en lugar de raquetas. El bádminton era similar al juego moderno con respecto al volante, pero las raquetas isabelinas estaban hechas de madera maciza y se llamaban "battledores".
Otro deporte al aire libre era el fútbol, mucho más belicoso que la versión actual. Al igual que hoy, el objetivo era marcar goles, pero se fomentaba positivamente hacer zancadillas a los rivales. Variantes más tradicionales en las cuales se intentaba llevar la pelota al otro lado de la cancha por cualquier medio posible, y que también permitían que el oponente previniera el progreso por cualquier medio justo o no, eran populares en los entornos rurales y eran aún más violentas. Los isabelinos también jugaban una versión del hockey llamada bandy-ball, y una versión del criquet o rounders llamada stoolball.
Juegos de interior
Probablemente las dos actividades de ocio de interior más comunes eran el bordado para las mujeres, y la lectura para ambos sexos. Cada vez se producían más materiales impresos de todo tipo, desde periódicos de una sola hoja hasta volúmenes ilustrados encuadernados en cuero, ya que los editores veían el potencial de imprimir trabajos populares en otros sitios, como la Italia del renacimiento. Se leía ampliamente la filosofía humanista, y se retomaron autores antiguos con las primeras traducciones al inglés de escritores como Tácito (56 - 118 d.C.) en la década de 1590. Había también manuales, textos políticos y religiosos, obras de historia, poesía y hasta reportajes de noticias de actualidad. La lectura no se realizaba necesariamente en soledad y silencio, si no más bien en grupos y en voz alta.
En el extremo opuesto, los juegos de interior más físicos podían ser moderadamente violentos. Hot Cockles consistía en que un jugador pusiera su cabeza en el regazo de otro mientras que los demás palmeaban su trasero. El jugador podía librarse de su situación únicamente después de adivinar quién le había dado la palmada. El juego llamado Blindman's Buff o Hoodman Blind ofrecía otra oportunidad para golpear a los amigos. En este juego, a un jugador se le vendaban los ojos o se lo encapuchaba, y los demás le propinaban un golpe o “buff” cuando se les acercaba. Una vez más, para ser liberado se debía identificar al agresor.
Entre los juegos de interior más tranquilos se encontraba el ajedrez, una de las pocas actividades que generalmente no involucraba apuestas. También se jugaba a las damas. Existían muchos otros juegos de tablero en los cuales los jugadores debían lograr que sus piezas atravesaran el tablero, o lo abandonaran. Shovelboard o shove-groat (llamado así por la moneda de cuatro peniques “groat”) consistía en deslizar un disco o moneda y hacerla llegar lo más cerca posible del borde del tablero sin caerse.
El juego de la Oca (todavía disponible al día de hoy en Europa como juego de tablero para niños) fue un nuevo juego introducido desde Francia. Un precursor de muchos juegos de tablero modernos, los jugadores tenían que tirar los dados y moverse a través de casilleros organizados en espiral en una hoja impresa. El objetivo era alcanzar el último casillero antes que cualquier otro jugador. Ciertos casilleros permitían que el jugador tirara de nuevo (por ejemplo, uno con la imagen de una oca) o los obligaban a retroceder o perder el turno. Todos jugaban juegos de dados, los cuales generalmente estaban hechos de hueso. Los números tenían un nombre específico derivado del francés (de 1 a 6): ace, deuce, tray, cater, sink y sise. En este período también se introdujo el billar en Inglaterra.
Los juegos de cartas eran populares y todas las clases sociales los jugaban. El mazo de cartas era igual a la versión actual, pero sin comodín, y algunas cartas se llamaban de maneras distintas: Knave para la Jota, Deuce para el dos, y Tray para el tres. No había números o letras en las cartas, solo imágenes, y el Rey, la Reina y la Jota mostraban una figura entera (a diferencia de la imagen espejada que comúnmente vemos hoy). Los juegos de cartas incluían alcanzar una cifra específica, por ejemplo 31, con la menor cantidad de cartas posible, o versiones de juegos que todavía se juegan hoy, como el Ruff and Trump (Whist) y el Primero (Póquer), en el cual un jugador tenía un máximo de cuatro cartas y la mano más alta era cuatro iguales.
Realizar apuestas era popular en todas las clases sociales, especialmente utilizando cartas y dados, pero también en juegos como las bochas, donde las apuestas estaban muy reglamentadas. Esencialmente, los isabelinos apostaban en cualquier actividad en la cual el resultado fuera impredecible, incluso los niños apostaban piedritas y semillas de cereza antes de tener dinero propio.
Música y baile
Se valoraba la música tocada por profesionales, pero muchas personas podían producir la propia. Entre los instrumentos populares se encontraban la flauta, el violín, la gaita y la flauta tamboril (una combinación de flauta y tambor). Para los más hábiles existían el laúd, los virginales (un teclado en donde se pulsaban las cuerdas) y un tipo de viola conocido como viol. Las canciones y baladas populares se cantaban en grupo, con frecuencia tenían estribillos animados y eran una oportunidad para gritar y hacer barullo. Muchas canciones tenían partes para cada cantante conocidas como “catches”. Las canciones isabelinas abarcaban todo tipo de temas, como el romance, la conmemoración de victorias militares, o la forma de ahuyentar zorros de los campos.
El baile también era popular en el siglo XVI, como lo fue en siglos anteriores y como lo es desde entonces. No solo era buen ejercicio y divertido, sino que para los jóvenes solteros era una buena oportunidad para conocerse. Existían bailes de campaña ingleses tradicionales, pero también bailes importados de Francia e Italia. También existían escuelas de baile para aquellos que pudieran pagarlas. Con frecuencia, en los bailes participaban hombres y mujeres en parejas, pero formaban parte de grupos más grandes en filas o en un círculo o cuadrado. Las parejas se tomaban de la mano o enlazaban los brazos, normalmente con la mujer a la derecha del hombre, y en ciertos momentos todos los bailarines podían enlazarse. Las parejas podían formar arcos con sus brazos para que otros pasaran por debajo. Las parejas podían cambiarse, terminando el baile cuando cada uno volviera con su pareja original. Lo más importante no eran los pasos individuales, si no asegurarse de estar en la posición correcta con respecto a la pareja y al grupo en general. La velocidad no era muy rápida, normalmente un ritmo de caminata animada, y esto permitía que las parejas conversaran. Más que por su agilidad, los isabelinos impresionaban a los demás en la pista de baile con su gracia de movimientos.
Teatro
Los artistas han interpretado mímica y obras cortas desde la Edad media e incluso antes, pero los isabelinos comenzaron a profesionalizar el tema. A principios del reinado de Isabel, a menudo se ofrecían este tipo de presentaciones en las casas de campo de los ricos y los patios de las tabernas públicas. Las mascaradas, en las cuales artistas y bailarines enmascarados interpretaban historias basadas en la mitología, pero a menudo con un guiño a la política contemporánea, continuaron siendo populares. Los intérpretes vestían vestuarios extravagantes y a menudo terminaban la mascarada mezclándose y bailando con los espectadores. Sin embargo, el arte dramático prosperó realmente con el público cuando se construyó el primer teatro permanente en Londres en 1576.
Antes, los actores profesionales formaban parte de compañías itinerantes, pero ahora tenían un hogar permanente. Otros teatros autorizados le siguieron rápidamente en Londres y otras ciudades, y se hizo posible realizar más espectáculos. Con el tiempo, las obras podían verse varias veces al día, todos los días (excepto los domingos). También se ampliaron las temáticas para incluir temas no religiosos cuyo objetivo era el entretenimiento. Las obras trataban sobre historia, política contemporánea, romance, asesinato y comedia. Hombres y mujeres de todas las clases sociales iban a ver obras de maestros como William Shakespeare (1564 - 1616), cuyas obras se interpretaban en el famoso Globe Theatre en Londres.
Los teatros generalmente eran edificios circulares con un techo abierto en el centro. Los espectadores miraban desde los distintos niveles de las galerías, o desde el espacio central plano frente al escenario elevado. La capacidad del Globe era de unos 2000 espectadores, y algunos pagaban tan solo un penique la entrada. Los espectadores disfrutaban de interpretaciones con doce o más actores permanentes principales, y algunos actores secundarios (todos hombres en el siglo XVI), quienes actuaban frente de escenografía móvil pintada de forma elaborada, y estaban acompañados de una orquesta animada.
Los teatros se volvieron tan populares que inevitablemente generaron la desaprobación de algunos sectores de la sociedad. Los puritanos, cada vez más prominentes en la sociedad isabelina a partir de la década de 1590, se oponían a un entretenimiento tan frívolo, y consideraban que las temáticas no eran adecuadas para los plebeyos ya que podían corrompen sus mentes. Además, los puritanos creían que los teatros eran lugares indeseables en donde solo se reunían los miembros ociosos, inmorales y criminales de la sociedad. Incluso algunos empresarios odiaban los teatros ya que sus empleados iban a ver obras durante el día, es decir, en horario laboral. Sin embargo, como todos sabemos, estas protestas, si bien lograron cerrar los teatros por un tiempo, no causaron un daño duradero a una forma de entretenimiento que sigue siendo popular hoy en día.