El collar para perros, que tan a menudo se da por sentado, tiene una larga e ilustre historia. Cualquiera que tenga la suerte de compartir su vida con un perro en la actualidad está participando en una antigua tradición cada vez que coloca un collar alrededor del cuello de su perro y lo saca a pasear.
El collar para perros es un vínculo global entre las personas en el presente, sin importar su nacionalidad, religión o afiliación política, que también las conecta firmemente con el pasado y entre sí.
Según la AVMA (Asociación Estadounidense de Medicina Veterinaria en sus siglas en inglés), 43.346.000 hogares en los Estados Unidos tienen perros, mientras que las estadísticas de Rainwalk Pet Insurance sitúan el número en 2022 mucho más alto, en 70 millones. El Instituto de Información de Seguros, en su encuesta de 2017, concluyó que los estadounidenses gastaron 69,4 mil millones de dólares en sus perros solo ese año, mientras que la reciente infografía de alimentos para perros A Pup Above, extraída de la encuesta APPA (Asociación Estadounidense de Productos para Mascotas en sus siglas en inglés) 2021-2022, brinda una estimación de 1.480 dólares en gastos anuales para los dueños de perros (81 dólares ya solo en "golosinas"), quienes ahora, como se señaló, suman cerca de 70 millones en los EE. UU. No es sorprendente que los perros se encuentren entre las mascotas más populares y queridas en la actualidad, pero la designación de "mejor amigo del hombre" no es un desarrollo reciente. Los perros y los seres humanos caminamos juntos desde la antigüedad y el collar para perros ha sido el denominador común en todas las épocas.
Representación más antigua de perros con correa
El diseño básico del collar no ha cambiado desde la época de la antigua Mesopotamia, pero las variaciones en el collar, específicamente la ornamentación y el estilo, reflejan los valores de las diversas culturas del mundo que tenían perros. Estas alteraciones sutiles del diseño central, y a veces no tan sutiles, pueden ser muy reveladoras del papel que tenían los perros y cómo se los considereaba en diferentes culturas y períodos de tiempo.
La representación más antigua de lo que parecen ser perros con correa, lo que sugiere algún tipo de collar, proviene de la región de Shuwaymis en el noreste actual de Arabia Saudita. En un artículo de noviembre de 2017 en la revista Science, el autor David Grimm describe el trabajo de la arqueóloga Maria Guagnin del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana en Jena, Alemania. Guagnin y su equipo catalogaron más de 1.400 paneles de arte rupestre en Shuwaymis y otra región, Jubbah, que incluyen representaciones de perros de caza. En Shuwaymis, un panel muestra trece perros y un cazador; dos de los perros están unidos al cazador por unas cuerdas que se han interpretado como correas. Este panel está fechado hace 8.000 años.
Collares mesopotámicos
El hallazgo no debería sorprender, ya que el desarrollo temprano del collar para perros se remonta a la antigua región de Mesopotamia y otras cercanas. Es probable que los antiguos mesopotámicos, probablemente los sumerios, inventaran el collar, pero, al igual que con la cuestión de dónde se domesticaron los perros por primera vez, este tema aún se debate. El collar de perro mesopotámico original era un simple cordón que se colocaba alrededor del cuello del perro y que el dueño usaba para controlar al animal. Con el tiempo, esta cuerda fue reemplazada por un collar, probablemente de tela o cuero, que se sujetaba a una correa o palo largo.
Los perros se asociaron con Gula, la diosa sumeria de la curación y la salud, porque se observó que se curaban las heridas lamiéndolas. Sin embargo, los perros también se asociaron con Inanna/Ishtar, diosa del amor, el sexo y la guerra, que a menudo se representaba sujetando a sus perros con correas unidas a gruesos collares. Los perros, por lo tanto, llegaron a simbolizar la salud, la vitalidad y la protección, tanto contra las amenazas naturales como las sobrenaturales, como se ejemplifica en las estatuillas y amuletos de perros.
Con el tiempo, a medida que la civilización mesopotámica se volvió más compleja, también lo hizo el collar de perro. En el momento de la caída del Imperio asirio en 612 a.C., el collar se adornaba bastante entre las clases altas y, en general, había evolucionado de una simple cuerda o cordón a una especie de correa deslizante y luego a una banda de ajuste ceñido, para el que perro metiera la cabeza por ella y después ajustársela alrededor del cuello.
El collar en Persia
Se dice que los collares para perros en la antigua Persia eran bastante ornamentados. Según los informes, los perros de la clase alta usaban "atavíos de oro" y se les daba lino fino para que los usaran, mientras que los collares de la clase baja probablemente estaban hechos de cuero o tela simple. Independientemente de la clase a la que pertenecieran, los perros se tenían para protección, pastoreo, caza y compañía. Los persas valoraban tanto a los perros que el destino final de una persona en el más allá estaba determinado en parte por lo bien, o mal, que uno los había tratado. Por lo tanto, no es de extrañar que aquellos que podían permitírselo regalaran a sus perros collares de gran calidad.
Sin embargo, la mayoría de las representaciones de perros de la antigua Persia muestran perros sin collar, como por ejemplo las cerámicas encontradas en la antigua ciudad de Susa, e incluso el arte temprano que representa escenas de caza muestra perros sin collar persiguiendo a los animales. El arte sasánida posterior (224-651) da la impresión de los collares ornamentados de los ricos, pero no ha sobrevivido ninguna documentación que proporcione evidencia de collares para perros de clase baja. Sin embargo, estos collares deben de haber existido, ya que las personas de todas las clases sociales parecen haber valorado a los perros por igual.
Collares del antiguo Egipto
Los collares en Egipto siguieron un paradigma similar de lo simple a lo complejo, pero los egipcios, en general, tenían a los animales en mayor estima que la mayoría de las otras culturas y los collares reflejaban ese valor. El collar egipcio primitivo también era simplemente una cuerda, pero para la época del Imperio Antiguo (en torno a 2613-2181 a.C.) ya era un collar reconocible como tal. El collar se desarrolló durante el Imperio Medio (2040-1782 a. C.) y ya en la época del Imperio Nuevo (en torno a 1570 - en torno a 1069 a.C.) se había convertido en obras de arte que celebraban a los perros a través de un diseño y una ornamentación intrincados. Los perros se asociaban con el dios chacal Anubis, guía del más allá, y los collares comenzaron a adoptar diseños más grandiosos que reflejaban el estatus elevado de los perros. Dos collares de perro de la tumba del noble Maiherpri (del Imperio Nuevo) están adornados con tachuelas de latón e imágenes de flores de loto, perros de caza, y uno de ellos incluso da el nombre del perro: Tantanuit. La práctica de poner el nombre de un perro en su collar, común hoy en día, aparece por primera vez en el antiguo Egipto.
Collares en la antigua Grecia
La asociación de larga data de Egipto con Grecia a través del comercio probablemente influyó en el collar de perro griego, pero los griegos necesitaban un collar que no solo controlara al animal sino que lo protegiera de depredadores como los lobos. La antigua invención griega del collar de estrangulamiento y el collar de púas de hoy en día se inspiró en esta necesidad. Los griegos también valoraban al perro, como lo demuestra su aparición regular en la mitología y la literatura griegas, como el perro de tres cabezas Cerbero que custodiaba las puertas del Hades y el perro leal de Odiseo, Argos, entre otros. Platón incluso afirmó que el perro es un verdadero filósofo debido a su capacidad para distinguir amigos de enemigos y la verdad de la falsedad sin instrucción.
Los collares griegos expresan esta admiración a través de una ornamentación elaborada y colores brillantes. La evidencia de esto proviene de las copas griegas para beber (rhyta o rhytons, plural y rhyton, singular; ritón en castellano) y otras vajillas que están adornadas con imágenes de perros con collar. Han sobrevivido pocos collares de perro reales, pero se cree que los collares en el arte y estos collares figurativos representan collares reales.
Collares romanos
Los romanos heredaron el concepto del collar de perro de los etruscos, tal y como lo demuestran las pinturas murales de la Tumba etrusca de los Augures, que datan de en torno a 530-520 a.C., pero se cree que representa un ritual más antiguo. Una escena en la tumba muestra a un perro que lleva un collar, con los clavos vueltos hacia el cuello, diseñado para enfurecer al animal y provocar que ataque cuando se tira de la correa; los romanos utilizaron este mismo tipo de dispositivo en sus juegos en la arena, lo que vincula el diseño etrusco con el romano posterior.
Los romanos también incorporaron innovaciones griegas, como los collares con púas y cadenas de estrangulamiento. Los collares para perros en la antigua Roma tomaron muchas formas, desde simples bandas de cuero hasta los collares gruesos con púas de hierro que usaba la raza molosa en la guerra, hasta los collares de colores brillantes que usaban los perros de carreras. Cualquiera que sea el tipo de collar que usara el perro, y para cualquier propósito, el collar siempre fue pragmático y utilitario. Incluso el collar de oro mencionado por Plinio el Viejo (23-79) se dio a un perro porque se pensaba que calmaba al animal y evitaba que ladrara innecesariamente.
El maltés, una raza especialmente favorita de las mujeres romanas de clase alta, usaba un collar delicado, a menudo adornado con cascabeles, y el vertragus, antepasado del galgo italiano y popular perro de carreras, usaba un collar liviano. Los perros de pelea y las razas utilizadas por los militares usaban collares gruesos de cuero o metal.
Collares mesoamericanos
Independientemente, el collar para perros se desarrolló en Mesoamérica, donde los mayas, aztecas y tarascos criaron perros como fuente de alimento, protección y espíritu animal. Los collares para perros en estas culturas variaban según la clase social del propietario: los perros de la nobleza tenían collares más ornamentados, a juzgar por los grabados y murales. El respeto mostrado a los perros se evidencia en los colores y la ornamentación utilizada. Los aztecas creían que los perros eran anteriores a los humanos y que merecían el mismo alto nivel de respeto que se les debía a los mayores.
Los perros en las tres culturas se consideraban una especie de puente entre el mundo civilizado de los seres humanos y el mundo natural de los espíritus y los dioses. Los perros, por lo tanto, podían actuar como guías a través de los peligros que esperaban después de la muerte para llevar un alma a la seguridad del paraíso a través del oscuro inframundo.
Collares en China y Japón
Esta misma comprensión del perro es evidente en las culturas de China y Japón en la antigüedad. El perro como animal espiritual y protector se refleja en sus collares, que a menudo estaban adornados con amuletos y, especialmente, con pequeños cascabeles, que se pensaba que ahuyentaban fantasmas y malos espíritus. Los fantasmas eran una gran preocupación para la gente de China y Japón y los perros eran una defensa segura contra ellos.
Los fantasmas temían a los perros, pero los perros no tenían problemas para mantenerse firmes contra las entidades espirituales. Los collares para perros reflejaban este sistema de creencias a través de símbolos y, sobre todo, campanas. Las madres chinas, de hecho, ponían cascabeles en la ropa de sus hijos con la creencia de que los fantasmas confundirían al niño con un perro y le darían un gran rodeo.
Desarrollos posteriores
En Escandinavia, los nórdicos mantenían esta misma creencia en los perros como defensores espirituales. Ocupaban un lugar destacado en los cuentos del más allá y con frecuencia se enterraban con sus amos como una forma de protección. A medida que los vikingos hicieron más incursiones en las regiones europeas alrededor de 790-1100, sus creencias se fusionaron con las de los indígenas, y la mística del perro perduró en la Europa medieval.
Al mismo tiempo, sin embargo, los perros en Europa se consideraban poco más que bestias utilitarias, que probablemente una forma diluida del concepto que tenían los romanos de los perros. Consideraban que podían tirar de un carro, proteger una casa o ganar dinero en las peleas. Los collares para perros de la época reflejan el estado y la ocupación de un perro, y hay collares de mayor calidad para perros de los ricos, pero que aun así, siguen siendo principalmente utilitarios.
Cuando cayó el Imperio bizantino en 1453 y los turcos otomanos cerraron la Ruta de la Seda, hubo que encontrar nuevas rutas comerciales y se inició la llamada Era de la Exploración (también conocida como Era de los Descubrimientos), durante la cual los capitanes europeos y sus tripulaciones se hicieron a la mar. El más famoso, o infame, de todos ellos fue Cristóbal Colón, cuyo uso de los perros en su conquista de los pueblos indígenas del llamado Nuevo Mundo está bien documentado. En su viaje de 1494, se encontró con una resistencia significativa de la gente de la actual Jamaica hasta que les soltó sus mastines. Los indígenas nunca habían visto tales animales y huyeron de ellos, asegurándole a Colón su victoria.
Los perros de Colón llevaban gruesos collares de cuero con amenazantes tachuelas que realzaban aún más su aterrador aspecto. Este mismo collar, con alguna variación, se ve más tarde en la Conquista de México por los españoles en el siglo XVI. En muchos sentidos, estos collares recuerdan a los collares de los perros de guerra romanos, y lo más probable es que el diseño inicial provenga de la antigua Roma, pero podría haberse desarrollado fácilmente de forma independiente. Los perros traídos por los europeos en su conquista del Nuevo Mundo, en palabras de Colón y otros, valían más que la mayoría de sus tropas, y un aspecto de la eficacia de estos perros eran sus gruesos collares con púas.
Conclusión
Los collares para perros se vuelven más refinados durante el Renacimiento en Europa (siglo XVI) y alcanzan su punto máximo de diseño y ornamentación durante el Siglo de las Luces (siglo XVIII), cuando los dueños de clase alta compraban collares adornados para sus perros, frecuentemente con el nombre del perro, el nombre del dueño y su dirección impresos en la banda de cuero o metal. Esta moda continuó en la época victoriana y fue alentada por la popular monarca reina Victoria (que reinó de 1837-1901), cuyo perro fue su compañero constante hasta que se murió y el posterior interés de Victoria por los gatos.
Hay muchas otras culturas y civilizaciones que utilizaron y contribuyeron al desarrollo del collar para perros. Por nombrar solo dos ejemplos, los celtas desarrollaron el collar ancho para controlar perros grandes, como el lobero irlandés, y las tribus nativas americanas de América del Norte desarrollaron el arnés al usar perros para tirar de trineos y carretas.
Los collares para perros mantienen un diseño bastante consistente desde la época de Victoria hasta la actualidad, pero llevan consigo siglos de historia y variaciones de desarrollo. La gente ha estado paseando a sus perros de la misma manera a través de los mismos métodos desde antes de la historia escrita. A través del simple acto de pasear al perro hoy en día, uno participa en una tradición que se remonta a miles de años y abarca prácticamente todas las culturas del planeta.