El unicornio, criatura mítica popularizada en el folklore europeo, ha cautivado la imaginación humana durante más de 2000 años. Durante la mayor parte de ese tiempo, hasta bien entrada la Edad Media, la gente creía que eran reales. Las raíces del mito del unicornio se remontan al menos al año 400 a.C., cuando el historiador griego Ctesias documentó por primera vez un animal parecido al unicornio en sus escritos sobre la región de la India. Las descripciones del unicornio pueden rastrearse a lo largo de los siglos siguientes en los escritos de otras figuras históricas destacadas, como Aristóteles, Plinio el Viejo e incluso Julio César, quien afirmó que podían encontrarse animales similares en el antiguo y vasto bosque hercínico de Alemania.
Estos primeros relatos describen al unicornio como un animal feroz, veloz e imposible de capturar, con un cuerno mágico capaz de curar numerosas dolencias. Con el tiempo, el unicornio adquirió un significado adicional como símbolo de pureza, protección y caballerosidad medieval. Incluso adquirió connotaciones religiosas, y llegó a emplearse como alegoría de Cristo. Durante la Edad Media, los bestiarios medievales incluían imágenes y descripciones del unicornio, que se convirtió en un motivo popular en el arte medieval. Quizá el ejemplo más famoso sean los «Tapices del unicornio», actualmente conservados en el museo The Cloisters del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. Hoy en día, el unicornio sigue estando en todas partes (y en ninguna): se mantiene como un símbolo omnipresente que impregna la cultura popular, desde las películas infantiles hasta la jerga de Silicon Valley para las empresas de nueva creación valoradas en más de mil millones de dólares. Aunque ya no creamos en la existencia de los unicornios, el mito del unicornio sigue muy vivo.
Primeras descripciones de una bestia de un solo cuerno
La primera descripción escrita de un unicornio se atribuye a Ctesias en el año 400 a.C. Ctesias, médico e historiador griego que sirvió en la corte de Darío II (que reinó del 424 al 404 a.C.) y Artajerjes II (que reinó del 404 al 358 a.C.) del Imperio aqueménida, escribió Índica, el primer libro en griego sobre las regiones de la India, el Tíbet y el Himalaya. Sin embargo, al no haber estado nunca en esa región, se basó en la información que le traían los viajeros de la Ruta de la Seda. Índica fue muy leída y citada, pero también fue ridiculizada por algunas de sus descripciones más fantasiosas. En la actualidad solo se conserva en la obra de otros, incluidos los fragmentos resumidos por Focio en el siglo IX d.C.. La primera mención de un animal parecido al unicornio aparece en el fragmento 25:
Hay en la India ciertos asnos salvajes que son tan grandes como los caballos e incluso más. Tienen el cuerpo blanco, la cabeza rojo oscuro y los ojos azul oscuro. Tienen un cuerno en medio de la frente de un codo de longitud [alrededor de 50 cm]; la base de este cuerno es de color blanco puro... la parte superior es afilada y de un carmesí vivo, y la parte central es negra. Dicen que los que beben de estos cuernos, convertidos en vasos, no sufren convulsiones ni caen enfermos. De hecho, son inmunes incluso a los venenos si, antes o después de tragarlos, beben vino, agua o cualquier otra cosa de estos vasos... (Freeman, 14)
Lo más probable es que este colorido animal que describe Ctesias sea una interpretación fantasiosa del rinoceronte indio. En la India se consideraba que el cuerno de rinoceronte tenía propiedades curativas y a veces se fabricaban vasos decorados con tres bandas de colores. Aun así, la creencia en los poderes curativos mágicos del cuerno de unicornio se convertiría en un componente integral del mito del unicornio. Ctesias continúa:
Este animal es sumamente veloz y poderoso, de modo que ninguna criatura, ni caballo ni ningún otro, puede alcanzarlo... No hay otro modo de capturarlos en la caza que el siguiente: cuando llevan a sus crías a pastar, si se ven rodeados de muchos jinetes, se niegan a huir y abandonar a sus crías. Luchan con estocadas de cuerno; patean, muerden y golpean con fuerza hiriente tanto a los caballos como a los cazadores; pero perecen bajo los golpes de flechas y jabalinas, pues no pueden ser capturados vivos. La carne de este animal es tan amarga que no es comestible; se caza por su cuerno y su hueso del tobillo. (Freeman, 14)
Ctesias, que era conocido por tener un interés personal en lo fantástico, había descrito una criatura cautivadora diferente a cualquier otra. Esta definición influyó en futuros historiadores y se convirtió en la base sobre la que se construyó el mito del unicornio. Menos de un siglo después, Aristóteles criticó la obra de Ctesias por sus adornos, pero no puso en duda la descripción que Ctesias hacía de esta bestia de un solo cuerno. En Historia de los animales, Aristóteles confirma la existencia del «asno indio», un animal al que describe con un solo cuerno que sobresale del centro de la cabeza, y añade que, a diferencia de la mayoría de los animales con cuernos, el asno indio tiene «una sola pezuña», en lugar de «pezuñas hendidas».
Julio César, escribiendo hacia el año 50 a.C., registra la existencia de un ciervo con un solo cuerno, mucho «más alto y recto» que cualquiera visto antes, que vivía en el antiguo y denso bosque hercínico de Alemania. El historiador romano Aeliano, que escribió en el siglo II d.C., describe el unicornio de forma muy parecida a Ctesias, señalando que puede encontrarse en la India. Sin embargo, Aeliano describe su pelaje de color rojizo, no blanco. Su cuerno es negro, dice, y en espiral con una punta muy afilada. Son amables con otros animales, pero prefieren la soledad y solo se mezclan con otros de su especie durante la época de apareamiento. Señala que no se les puede capturar, al menos cuando son adultos, y que beber de sus cuernos cura las enfermedades.
Estos relatos de destacados personajes históricos, considerados fiables y reputados en su época, contribuyeron a perpetuar el mito del unicornio a lo largo de los siglos. Fue Plinio el Viejo quien, en el siglo I d.C., dio finalmente a este animal de un solo cuerno el nombre por el que hoy lo conocemos: el monoceronte o unicornio. Aunque lo describe como un caballo con un solo cuerno, Plinio dice que tiene patas de elefante y cola de jabalí. El monoceronte es extremadamente poderoso y, por supuesto, no puede ser capturado vivo. Aunque las descripciones físicas del unicornio seguían variando en estos primeros escritos, el carácter del animal permanecía constante. Estos relatos esbozaron las cualidades que llegaron a asociarse con el unicornio mitológico: velocidad, ferocidad, invencibilidad, poderes curativos y elusividad.
El unicornio como símbolo religioso
A lo largo de los siglos siguientes, el unicornio adquirió connotaciones religiosas dentro de la Iglesia cristiana como símbolo de pureza y gracia, a veces utilizado como alegoría de Cristo. Durante el siglo III, los estudiosos alejandrinos que traducían el Antiguo Testamento del hebreo al griego sustituyeron la palabra hebrea re êm, que significa «buey salvaje», por la palabra griega monoceros. Debido a esta traducción, la palabra «unicornio» aparece en algunas traducciones inglesas de la Biblia, incluida la Biblia del Rey Jacobo, a menudo con referencias a la fuerza y la ferocidad.
Tertuliano, el autor cartaginés que escribió alrededor del año 190, creía que el unicornio era un símbolo de Cristo, y el cuerno del unicornio una representación de la cruz. San Basilio afirmó en el siglo III que el cuerno representa «la gloria, el poder y la salvación» y que Jesús debe ser llamado el Hijo de los Unicornios, ya que el unicornio es «irresistible en su poder e insumiso al hombre» (Freeman, 17). En la Edad Media, el unicornio estaba bien establecido como símbolo religioso y se convirtió en un motivo común en el arte medieval. Durante esta época, el unicornio también llegó a asociarse con virtudes morales, con especial énfasis en la caballería, la heráldica y también la castidad y la pureza.
El unicornio en el arte medieval y renacentista
La fascinación medieval por los unicornios era tal que los colmillos de narval se hacían pasar a menudo por cuernos de unicornio y los comerciantes los vendían por grandes sumas de dinero. A la popularidad del unicornio contribuyó también la proliferación del bestiario medieval. Precedidos por el Physiologus griego, los bestiarios eran libros ilustrados del mundo natural que contenían descripciones de todo tipo de animales, plantas y rocas (algunos reales y otros imaginarios) que los lectores contemporáneos creían que existían en la naturaleza. El unicornio aparece con más frecuencia en los bestiarios y otros manuscritos iluminados de los siglos XII y XIII, a menudo junto a una joven. Por su asociación con la pureza y la castidad, se creía que el unicornio medieval sentía predilección por las jóvenes doncellas. Aunque Ctesias y otros escritores anteriores describieron al unicornio como prácticamente imposible de capturar vivo, más tarde se pensó que las mujeres jóvenes, concretamente las vírgenes, eran capaces de domar a los unicornios y ayudar en su captura. Algunos historiadores del arte han señalado la naturaleza fálica del cuerno del unicornio al comentar esta particular asociación. Esta relación puede apreciarse en muchas de las imágenes de los bestiarios conservados.
Las características que se asociaban al unicornio a finales de la Edad Media son evidentes en «Los tapices del unicornio», una serie de siete tapices conservados en el museo The Cloisters del Met que representan una cacería de unicornios. Se cree que se tejieron a lo largo de un periodo de diez años, entre 1495 y 1505, y se descubrieron en posesión de Francisco VI de La Rochefoucauld en 1680. Aunque cada tapiz recibe a veces nombres diferentes, el Met los denomina actualmente de la siguiente manera:
- Los cazadores entran en el bosque
- El unicornio purifica el agua
- El unicornio cruza un arroyo
- El unicornio se defiende
- El unicornio se rinde ante una doncella
- Los cazadores vuelven al castillo
- El unicornio descansa en un jardín
En esta serie de tapices podemos ver los poderes curativos del unicornio cuando limpia el agua que beben los demás animales, su ferocidad cuando se defiende de los cazadores y su susceptibilidad ante los poderes de una joven doncella. Aunque este tapiz en concreto solo se conserva en fragmentos, podemos ver que el unicornio es dócil en presencia de la joven doncella, ajeno al cazador con un cuerno que acecha en el bosque, listo para alertar a sus compañeros de caza. Se especula sobre si el séptimo tapiz, El unicornio descansa en un jardín, formaba parte originalmente de esta serie, pero estos tapices, tal y como están colgados actualmente, demuestran el poder de la vida eterna del unicornio, ya que vemos al unicornio muerto, pero más tarde, vivo y sano.
En el Museo de Cluny de París se conserva una segunda serie de tapices de unicornios, tejidos alrededor del año 1500 para la familia La Viste. Conocidos colectivamente como «La dama y el unicornio», la serie consta de cinco tapices, cada uno de los cuales representa uno de los cinco sentidos (tacto, oído, olfato, vista, gusto), y un misterioso sexto tapiz llamado Mon Seul Desir, o «mi único deseo», que según algunos estudiosos podría representar el amor o el libre albedrío. El unicornio se había convertido en una elección popular para los blasones familiares en Europa, sobre todo por su capacidad para curar los efectos del veneno, un peligro sorprendentemente común en la Edad Media. En el tapiz que simboliza el gusto, vemos el unicornio y un león con el escudo de armas de la familia La Viste.
La búsqueda del antiguo unicornio
Como en la Antigüedad, son pocos quienes afirman seriamente haber visto un unicornio, pero eso no ha impedido que sigamos buscando. Los académicos modernos han caído en la tentación de buscar pruebas del enigmático unicornio en imágenes mucho más antiguas que los bestiarios medievales. Por ejemplo, la llamada pintura rupestre del «unicornio» hallada en la Sala de los Toros de la cueva paleolítica de Lascaux data del 17.000 a.C.. También está el «unicornio» que aparece en muchos de los sellos de esteatita de la Civilización del Valle del Indo (c. 7000 - c. 600 a.C.), recuperados en yacimientos arqueológicos del sur de Asia.
Tal vez estos animales se refirieran inicialmente a una criatura similar al unicornio, lo que significaría que las raíces del mito del unicornio se remontan mucho, mucho más atrás de lo que sugieren las pruebas actuales. Sin embargo, muchos historiadores niegan que estas representaciones sean algo más que animales de dos cuernos representados de perfil. Además, a veces se ha comparado al qilin chino con el unicornio del folklore medieval europeo, aunque tradicionalmente se representa al qilin con dos cuernos, y sería difícil encontrar muchas similitudes entre ambas criaturas. En cualquier caso, lo que hace tan fascinante al mítico unicornio no es su único cuerno, sino las características que se asocian a esta criatura esquiva, temible y mágica. El unicornio ha captado nuestra atención durante siglos, pero solo ha sido a través del arte y los cuentos que nosotros nos hemos acercado alguna vez a capturar un unicornio.