La sociedad de los antiguos celtas

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Mark Cartwright
por , traducido por Waldo Reboredo Arroyo
Publicado el 26 marzo 2021
Disponible en otros idiomas: inglés, francés, italiano, portugués
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Las sociedades celtas de la Edad de Hierro europea estaban compuestas por diversos grupos jerárquicos. En la cima se encontraban los soberanos y los guerreros de élite, luego estaban los líderes religiosos conocidos como druidas, luego los comerciantes, y en la base, los agricultores y esclavos. Por desdicha, los conocimientos que se poseen acerca de esos grupos humanos son fragmentarios, puesto que dependen de fuentes literarias secundarias, así como de la arqueología. No obstante, se conocen muchos aspectos de esos pueblos, entre los cuales se hallan los símbolos de estatus de los antiguos galos y las historias sobre reinas guerreras de la antigua Britania.

Relief of Gauls Fighting Romans
Enfrentamiento de los galos contra los romanos. Relieve.
Kleon3 (CC BY-SA)

Constitución de la sociedad celta

Los celtas no legaron extensos registros escritos, por lo que su estudio se fundamenta en historias de terceros narradas por autores clásicos, y en la conformación de las características de la sociedad a partir de restos arqueológicos. Se sabe que la mayoría de las comunidades celtas eran rurales y agrícolas, estratificadas en jerarquías bien definidas, en cuya cúspide se encontraban reyes, reinas o grupos de aristócratas con sus parentelas, cuyas riquezas se sustentaban en la propiedad de la tierra. En un nivel inferior había varios grupos divididos según sus funciones y destrezas: guerreros, druidas, artesanos especializados y mercaderes, entre los que se encontraban los extranjeros. La vasta mayoría de la población se dedicaba a una agricultura rudimentaria y a la artesanía; en la base de la sociedad se encontraban los esclavos. No se han hallado pruebas de la existencia de barreras que de alguna manera impidieran el paso de los hijos de unos grupos a otros, siempre que hubieran adquirido las capacidades necesarias, como el coraje en la guerra, la educación, u otros conocimientos.

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CON EL TIEMPO, EL SISTEMA MONÁRQUICO CEDIÓ EL PUESTO A UN TIPO DE GOBIERNO MÁS COMPLEJO FORMADO POR UNA CONFEDERACIÓN DE JEFES TRIBALES.

En la sociedad celta existía un mecanismo de vinculación mediante el cual los individuos más poderosos velaban por los demás: proporcionaban alimento, abrigo, protección legal y militar, a cambio de algún tipo de servicio. La interrelación era parecida a la que existía entre los señores feudales y sus vasallos durante la época medieval. Para los celtas el señor era el ambactus, con quien junto al grupo ampliado de la clase dominante, se establecía una relación de lealtad, lo cual implicaba la aceptación del statu quo. Algunos jefes contaban con la fidelidad de miles de familiares, vasallos y partidarios. No obstante, al igual que sucede con otras áreas de la cultura celta, estas son generalizaciones y resulta importante subrayar que existían grandes variaciones en cuanto a sus características, las cuales se debían tanto al extenso período de tiempo que duró la Edad de Hierro europea, como a lo dispersa que se encontraba en lo relativo a la geografía. En suma, es probable que las sociedades celtas de una parte de Europa de alrededor del 700 a.C. fueran muy diferentes a las de otras residentes en una zona distinta del continente en las mismas fechas, por no hablar de la comparación con las que existieron alrededor del 400 d.C.

Los gobernantes

Las comunidades celtas estaban divididas en tribus gobernadas por monarcas o por pequeños grupos de aristócratas. Puede que algunas de ellas, como las que existieron en lo que hoy es Bélgica, tuvieran dos reyes al mismo tiempo. Con el tiempo, el sistema monárquico cedió el paso a un gobierno más complejo formado por confederaciones integradas por caudillos de tribus y tribus individuales dirigidas por concilios de ancianos. Esto produjo que ciertos clanes pasaran a ser subordinados de otros más dominantes, a los cuales quedaban obligados a pagar bienes o rehenes, que por lo general eran hombres jóvenes que se desempeñaban como vasallos. En Galia y en otras regiones, como a los romanos les interesaba expandir su imperio, la red de alianzas se hizo más compleja, puesto que algunas tribus que con anterioridad se habían visto en desventaja se unieron a los invasores para lograr sus objetivos particulares contra los enemigos tribales tradicionales.

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Vercingetorix
Vercingétorix
Carole Raddato (CC BY-SA)

Se esperaba de los gobernantes y líderes tribales ofrecieran presentes a sus seguidores, y como en general los regalos provenían de los botines de guerra, se distribuían conforme a la jerarquía de cada quien en la comunidad. Los que regían también estaban obligados a organizar festines. En estas celebraciones la distribución de los asientos se correspondía con el estatus social, cuestión que el autor griego Poseidonius comenta (c. 135-51 a.C.) en sus Historias:

…se sientan en círculo, en cuyo centro se encuentra el hombre de mayor importancia, bien fuera debido a sus habilidades guerreras, a su riqueza, o a pertenecer a una familia de la nobleza. A su lado se sienta el anfitrión, y el resto a cada uno de sus flancos, por orden de distinción. (Citado en Allen, 16)

La vajilla era otra de las áreas empleadas para hacer ostentación del estatus social, sobre todo respecto a las copas, jarras para escanciar vino y calderos para servir alimentos. Muchos de estos artículos se importaban de otras culturas vecinas, de forma tal que el anfitrión podía presumir de su riqueza y de la fina elaboración de artículos raros y exóticos. En algunos casos el empleo de cada objeto quedaba prefijado por el rango social de los participantes. Por ejemplo, algunas jarras se diseñaban para los convites comunales en que se bebía, en los cuales estaba bien definido el orden de los participantes. La comida, incluso, era parte del espectáculo social, puesto que, por ejemplo, los mejores cortes de carne se reservaban para los huéspedes de mayor categoría. Las porciones más suculentas de carne provenían de los muslos y se reservaban para el guerrero más reconocido de entre los presentes. Si otro combatiente creía que era superior, podía reclamar la tajada de carne, lo que equivalía a retar al líder a una pelea.

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Celtic Wine-Serving Vessels
Vasijas celtas para servir vino
Kleon3 (CC BY-SA)

Aún después de muertos, los gobernantes celtas recibían un gran respeto. Con frecuencia las tumbas de la élite celta contenían una amplia gama de artículos de excelente manufactura, costosos y raros, que se enterraban con el muerto. Se cita como ejemplo un caso de evidente consunción, en que todo estaba diseñado para exponer la riqueza y el poder del fallecido, y más importante aún, de aquellos que lo honraban, quienes probablemente heredarían tanto el título como el poder del difunto. En efecto, las relaciones de parentesco formaban parte integral de la sociedad celta, y muchas familias numerosas trazaban su linaje hasta un mismo ancestro común.

Los guerreros

Los guerreros gozaban de elevado estatus en la sociedad celta, según sugieren la cantidad de dioses asociados a la guerra que existían en su antiguo panteón, así como el gran número de armas y armaduras encontrados en las tumbas. Se tenían en enorme estima el coraje y las hazañas mostradas en las batallas.

MUCHOS GUERREROS CELTAS UTILIZABAN EL TORQUE, UN COLLAR QUE AL PARECER CONSTITUÍA UN SÍMBOLO DE ESTATUS EN LA COMUNIDAD.

Se describe que los guerreros celtas de la Galia llevaban largos cabellos blanqueados con agua de cal, mientras los de Britania mostraban dibujos en sus cuerpos. Varios autores clásicos comentan el inusitado hecho que los guerreros celtas entraban desnudos al combate. Ante todo, estos hábitos sugieren que los combatientes ponían especial empeño en identificarse como parte del mismo grupo social. Muchos combatientes celtas usaban el torque, collar mostrado en la famosa estatua del Gálata moribundo del Museo Capitolino de Roma, que con toda probabilidad constituía un símbolo de estatus y de jerarquía en la comunidad.

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Otro indicativo muy visible de rango eran las armaduras, los escudos y las armas que empleaban, decorados con gran profusión. Solo los guerreros más ricos podían permitirse tales objetos, adornados con materiales preciosos como oro, plata, marfil, piedras semipreciosas, esmaltes y vidrio coloreado. De igual forma, los únicos que podían poseer carros de combate y caballos eran las élites acaudaladas, quienes además disponían de ayudantes para asistirlos en las batallas, cuyas cantidades definían su prestigio. Poseidonius resalta otra marca adicional de distinción de la jerarquía guerrera: «los nobles se afeitaban las mejillas, pero permitían que el bigote les creciera sin límite, de manera que les cubría la boca» (citado en Cunliffe, 234). Por último, la historia de la familia y el linaje también resultaban importantes para los guerreros celtas, quienes sentían orgullo en proclamarlos frente a sus enemigos, justo antes de la batalla.

The Dying Gaul
Gálata moribundo
antmoose (CC BY-SA)

Los druidas

Los líderes religiosos de las comunidades celtas eran los druidas, a quienes se consideraba intermediarios entre la humanidad y los dioses. Julio César (c. 100-44 a.C.) expresa:

Los druidas dirigían el culto a los dioses, regulaban los sacrificios públicos y privados y regían todas las cuestiones religiosas. Los jóvenes se agrupaban en grandes números en torno a ellos para recibir instrucción, y se les guardaba un gran honor por el pueblo. (La Guerra de las Galias, VI:13)

El alto nivel en que la sociedad celta ubicaba a los druidas se reflejaba en que estaban exentos del cumplimiento de deberes militares y del pago de impuestos. Puede que los druidas enfatizaran su elevada condición mediante el empleo de peculiares túnicas blancas y quizá, además, de tocados de cabeza poco usuales, engarzados con aditamentos de cuernos y astas. Aunque César menciona la elección de un jefe druida en la Galia para que ejerciera su cargo durante un año, no se sabe si entre ellos existían otras categorías.

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Los druidas, reconocidos por su vasta sabiduría y conocimiento de las tradiciones, constituían los repositorios de la historia de la comunidad, todo lo cual transmitían a los novicios, quienes estudiaban durante 20 años para adquirir las habilidades y experiencia necesarias para efectuar sus labores. La instrucción se realizaba de manera oral, lo cual puede haber reflejado la intención de restringir el conocimiento solo a los iniciados, y no que fueran iletrados. Los druidas actuaban como consejeros de los gobernantes, presidían los tribunales de justicia, deliberaban acerca de los conflictos comunitarios y preparaban pociones medicinales. Se les podía pedir que lanzaran tabúes sobre las personas (o dicho de manera menos precisa, hechizos) para asegurar el cumplimiento de las reglas de la sociedad. Los reglamentos podían tener un carácter muy mundano, tal como que no se comiera la carne de algún animal específico; sin embargo, su incumplimiento podía llevar a que la persona fuera excluida de las ceremonias religiosas de la comunidad. No poder participar en los rituales conllevaba que el individuo se considerara inmundo y que la comunidad lo tratara como a un extraño.

British Druid by William Stukeley
Druida británico, por William Stukeley
William Stukeley (Public Domain)

Los druidas eran tan importantes para la sociedad celta que finalmente los romanos los consideraron enemigos del estado. Es probable que no sea coincidencia que las regiones que resistieron con mayor firmeza el control romano también eran notables centros druidas. Varios emperadores romanos intentaron erradicar por completo a los druidas, entre ellos Tiberio (que reinó del 14 al 37 d.C.) y Claudio (que reinó del 41 al 54 d.C.). En el 59 d.C. los ejércitos romanos atacaron de manera sistemática el centro druida de Anglesey, en Gales, y el druidismo se prohibió.

Videntes, bardos y artesanos

Una figura parecida a los druidas era la de los videntes, quienes adivinaban lo que acaecería en el futuro mediante la interpretación de fenómenos naturales u otras señales, como la manera de volar de ciertos pájaros o la inspección de las entrañas de animales (y humanos) sacrificados. El escritor griego Estrabón (c. 64 a.C. - 24 d.C.) denominaba vates a estos personajes. Un tercer tipo visto en Irlanda era el fili, poseedor de conocimientos, que se presentaba como poeta e historiador. Además de componer apologías y proferir invectivas, el fili transmitía de manera oral a las generaciones más jóvenes el folclore de la comunidad y de alguna forma estaba involucrado en hacer profecías e interpretar las leyes. Los investigadores siguen debatiendo si los druidas, fili y adivinadores eran individuos diferentes o si todas las prácticas se ejecutaban por una única persona. Julio César menciona a otra personalidad relacionada con la justicia, llamada vergobretus, elegida por la aristocracia para ocupar cargo durante un año, quien se desempeñaba en calidad de ayudante de la más alta magistratura, y poseía poder absoluto sobre todas las personas en lo referido a la aplicación de la ley.

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Los bardos, con sus narrativas, poesías y habilidades para tocar el arpa, disfrutaban de gran reconocimiento en la cultura celta, aunque los ancianos los categorizaban por debajo de los druidas y de los vates en cuanto a estatus social. En Irlanda, los bardos eran de inferior jerarquía social que los fili. Los bardos no menoscababan su reputación al cantar loas en los festines celtas a los hombres de mayor estatus.

Celtic Fire-Dog
Morillo celta para el hogar
The British Museum (CC BY-NC-SA)

Aunque los artesanos y los menestrales más calificados, como carpinteros, alfareros y tejedores resultaban fundamentales para la vida cotidiana, se sabe muy poco acerca de su participación en las colectividades celtas. Pero de los herreros algo se sabe, debido a la gran importancia que revestían en la elaboración del hierro, lo cual requería de un alto nivel de destreza técnica en comparación con el que se necesitaba para trabajar otros metales. El hierro se empleaba en artículos tan esenciales como herramientas agrícolas, armas, y utensilios de cocina. No resulta sorprendente que los herreros que empleaban el fuego para transformar los metales formaran parte de la mitología celta. Tampoco causa asombro que a ciertos dioses se les atribuyeran habilidades relacionadas con la forja y la elaboración de metales, entre ellos Goibniu, de la mitología medieval irlandesa, cuyos antecedentes enraizaban con un antiguo dios celta de nombre desconocido, protector de los artesanos de ese metal. A los herreros de la Escocia gaélica se les atribuían poderes de sanación, quienes para ejercer su influjo no tenían más que mantener su martillo encima del enfermo.

La mujer

La cantidad de diosas y los roles que desempeñaban llevarían a pensar que la mujer celta disfrutaba de mejor estatus social que el que la época les deparaba a las de otras culturas. Resulta desafortunado que existan muy pocas pruebas directas acerca de la participación de la mujer en la sociedad celta.

Para la religión celta las fuentes de donde manaban los ríos poseían particular importancia y a muchas se les asignaron personificaciones femeninas. Por ejemplo, Sequana se asociaba con el río Sena y con la sanación. A la diosa se le había dedicado un importante santuario en las fuentes del Sena, cerca de Dijon, donde se le dedicaban muchas ofrendas votivas; el templo de la diosa en ese sitio mantuvo su fuerza hasta bien entrado el período romano. Llama la atención la diferencia existente entre las culturas celta y mediterránea; mientras en la primera muchos dioses femeninos se asociaban a la restitución de la salud, en la última la sanación estaba vinculada con el género masculino en dioses como Apolo y Asclepio.

Dos casos de Britania evidencian que la mujer, por derecho propio, podía gobernar. El primero es el de Cartimandua, monarca de la tribu de los brigantes, del norte de Inglaterra. A mediados del siglo I d.C. se menciona que Cartimandua entregó a un príncipe celta fugitivo a las autoridades romanas. El segundo caso es el de Boudicca, reina del pueblo de los icenos, que lideró el levantamiento de varias tribus contra la ocupación romana en el 60 d.C. La rebelión se reprimió, no sin que antes capturara la Londres romana y Colchester, entre otras fortalezas. Más tarde, en el 61 d.C., Boudicca se suicidó, o murió a causa de una enfermedad.

Briton Woman Warrior
Guerrera de Britania
The Creative Assembly (Copyright)

Boudicca dirigió su ejército de manera personal y es posible que algunas huestes celtas incorporaran guerreras, si bien los escritores de la antigüedad no les prestaban mucha atención. Por supuesto que entre los dioses celtas se hallaban mujeres, entre ellas el trío de diosas guerreras celta-irlandés conocidas como Mórrigna: Badb, Macha y la Mórrigan. Además, según la mitología irlandesa del medioevo Scáthach y Aife, mujeres que se consideraban maestras en el empleo de las armas, instruyeron a varios héroes, entre ellos hombres como Cú Chulainn, lo que demuestra una larga tradición de constante participación femenina en las guerras de los celtas.

No se han encontrado muchas pruebas de la existencia de druidas del género femenino, pero tampoco hay evidencias de que se les prohibiera ejercer esa función. Las referencias sobre mujeres druidas provienen de fuentes menos antiguas o del período medieval, y solo se mencionan en la Galia y en Irlanda. Sin embargo, tal como hace notar la historiadora Chiara Tommasi, estas fuentes «son de dudosa fiabilidad y es probable que debieran desecharse». (Bagnall, 2329).

Otro indicador acerca de la posición que ocupaba la mujer se relaciona con los sitios de enterramiento. El sepulcro de Vix, cerca de Châtillon-sur-Seine, en el noreste de Francia, data de finales del siglo VI o principios del V a.C., y muestra que a las inhumaciones de algunas mujeres celtas se les ofrecía tanta consideración como a las de los hombres. La difunta era una mujer de unos 35 años de edad, colocada encima de una carreta de cuatro ruedas. Las riquezas sepultadas junto a ella contaban una crátera de bronce importada del Mediterráneo, un gran torque de oro para el cuello, un collar de ámbar procedente del Báltico, brazaletes de bronce y de lignito, y un broche con exóticas decoraciones de coral. Quienquiera haya sido la mujer, el conjunto de artículos denota que los celtas de la antigüedad estuvieron en condiciones de dedicar amplio tiempo y hacienda al sepelio, lo cual sugiere que era una persona de significativa importancia para la comunidad en la que había vivido.

Recreation of Vix Grave
Reconstrucción de la tumba de Vix
Karsten Wentnik (CC BY-NC-SA)

Existe escasa información, y quizás poco confiable, respecto a las mujeres corrientes. Es probable que los autores clásicos no comprendieran bien las costumbres foráneas con las que tropezaban, pero sí mencionaban la belleza de las mujeres celtas, tan altas como los hombres. Se hace referencia a la promiscuidad de las mujeres de esos pueblos y a que los familiares masculinos del esposo compartían a su cónyuge. Julio César observó que las mujeres celtas de la Galia les entregaban una dote a su futuro marido, la cual podía heredar si moría. El general romano también subraya que los esposos tenían el poder de decidir sobre la vida de sus consortes e hijos. Con frecuencia las mujeres eran ofrecidas en matrimonio a otras tribus con el objetivo de cementar alianzas y establecer vínculos duraderos entre los clanes.

Los hijos

Según la descripción de Julio César, en la Galia era el padre quien supervisaba a los hijos, aunque existía una especie de tabú en cuanto a que los vástagos no debían sentarse en público junto a su progenitor antes de llegar a la madurez. Este comentario de César puede referirse a la práctica de entregar algunos niños a padres adoptivos, para reforzar los lazos entre las familias y mejorar las perspectivas del infante al criarse con padres aristócratas. Sin lugar a dudas, este era el caso en la Irlanda del medioevo, pero los investigadores no han llegado a conclusiones respecto a si los celtas de los tiempos de César practicaban la costumbre. Otro tipo de custodia consistía en tomar como rehenes a los niños de las tribus recién conquistadas y educarlos en el seno de las familias de sus avasalladores. De esa manera se aseguraba la obediencia de las principales casas sojuzgadas y se contribuía a que las generaciones futuras mantuvieran mejores relaciones entre las tribus.

Resulta interesante comprobar que en las excavaciones arqueológicas de los sitios celtas apenas aparecían tumbas de niños, lo cual podría estar causado por una falta de enterramientos formales. En general la niñez terminaba alrededor de los 14 años, tanto para las hembras como para los varones. Los jóvenes varones juraban lealtad a un hombre mayor, lo cual formaba parte del sistema de clientela antes mencionado, mientras se entendía que a esa edad las jóvenes ya eran casaderas.

Extranjeros y esclavos

Al parecer, las sociedades celtas daban la bienvenida a mercaderes y artesanos extranjeros. Un análisis detallado de restos humanos reveló que no pocos individuos hallados en una tumba habían nacido a cientos de kilómetros de distancia. La evolución de los objetos de arte celtas, entre los cuales se encontraban broches finos y torques, sugiere además la presencia de artesanos foráneos que se reubicaban en sus pueblos y aportaban nuevas habilidades, como las del esmaltado y el granulado.

La clase más baja de las comunidades celtas era la de los esclavos, tanto hombres como mujeres, a quienes la sociedad empleaba como artículos de cambio. En este caso se encontraban los prisioneros de guerra, así como las personas que no podían pagar sus deudas. Cabe destacar que la palabra cumal, nombre de una unidad monetaria, era la misma que se empleaba en el mundo celta para significar «mujer esclava».

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Sobre el traductor

Waldo Reboredo Arroyo
Interesado en el estudio de las migraciones, costumbres, las artes y religiones de distintas culturas; descubrimientos geográficos y científicos. Vive en La Habana. En la actualidad traduce y edita libros y artículos para la web.

Sobre el autor

Mark Cartwright
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.

Cita este trabajo

Estilo APA

Cartwright, M. (2021, marzo 26). La sociedad de los antiguos celtas [Ancient Celtic Society]. (W. R. Arroyo, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1720/la-sociedad-de-los-antiguos-celtas/

Estilo Chicago

Cartwright, Mark. "La sociedad de los antiguos celtas." Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. Última modificación marzo 26, 2021. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1720/la-sociedad-de-los-antiguos-celtas/.

Estilo MLA

Cartwright, Mark. "La sociedad de los antiguos celtas." Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 26 mar 2021. Web. 20 nov 2024.

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