Mascotas en la América colonial

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Artículo

Joshua J. Mark
por , traducido por Agustina Cardozo
Publicado el 19 abril 2021
Disponible en otros idiomas: inglés, francés, portugués
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Los colonos en la América colonial tenían mascotas por las mismas razones por las que en Europa: por compañía y, en el caso de los perros, para protección, caza y pastoreo. Los gatos mantenían bajo control la cantidad de insectos en las casas y cobertizos, hasta el siglo XVIII, cuando se empezaron a valorar como mascotas.

Los colonos tenían muchos tipos de animales como mascota: ardillas, aves salvajes, mapaches, ciervos, caballos, serpientes, ranas, tortugas, entre otros. Habían traído de Europa sus propios perros, caballos y gatos, y luego domesticaron otros animales que encontraron en Norteamérica, tales como ciervos, nutrias y castores.

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Lady with a Dog
Dama con un perro
Mather Brown (Copyright)

Mucho antes de la llegada de los primeros europeos, los americanos nativos también habían tenido mascotas, principalmente perros y pavos, y también hay prueba de que se domesticaron gatos monteses. Los nativos americanos tenían mascotas por los mismos motivos que los colonos, pero también los usaban para transportar mercancías a través de trineos que iban atados con arneses alrededor del torso. Los primeros registros coloniales dan cuenta del empleo de los perros para estos fines, aunque finalmente, los nativos imitaron a los europeos y adoptaron el collar, por lo que el arnés se fue dejando de usar.

Cada tribu tenía diferentes razas de perros que empleaban para diferentes fines, de la misma manera en que conservaban muchas tradiciones diferentes a las del resto. No había un único perro nativo de Norteamérica. Los colonizadores, por otra parte, fueron más uniformes en el uso de los perros –y de las mascotas en general– y el modelo europeo terminó siendo el estándar en todo el continente. Al día de hoy, los dueños de las mascotas todavía siguen imitando este mismo modelo de la América colonial.

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Perros americanos nativos

La fecha y lugar exactos en que los perros empezaron a domesticarse son discutidos, pero se cree que no eran nativos de Norteamérica sino que llegaron con los amerindios que migraron por el puente terrestre de Beringia hace más de 14.000 años. La académica Marion Schwartz señala:

Los perros son especiales porque son particularmente sensibles a los rasgos culturales de las personas con las que viven. No son solo un producto de la cultura, sino que también participan en la cultura de los humanos. De hecho, los perros fueron los primeros animales en cohabitar con personas y los únicos animales que se encuentran en todas las sociedades humanas del mundo. Debido a su omnipresencia transcultural, los perros han sido tan corrientes que su historia no parece haber merecido mucha atención. Sin embargo, durante los últimos doce mil años, han desempeñado un rol fundamental en la vida humana. Lo más especial de los perros es su capacidad de adaptarse a las necesidades de las personas con las que viven. Han demostrado ser seres extremadamente flexibles, lo cual fue tan cierto las Américas como en el resto del mundo. (2)

Se cree que el primer perro que llegó a Norteamérica fue una clase de dingo, a pesar de que esto ha sido cuestionado, y es posible que una cantidad de razas diferentes hubieran llegado con los primeros inmigrantes humanos. Los perros se usaron para proteger casas y pueblos, para cazar, transportar mercancías con trineos, y en el caso de la raza salish de la costa occidental (una versión más grande del pomerania), se usaba su pelaje para hacer mantas y manteles. Algunas tribus tenían perros como mascotas y también como fuente de alimento, otros como guardianes y cazadores principalmente, pero para todos, los perros eran bienes valiosos.

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LOS PERROS ERAN CONSIDERADOS INTERMEDIARIOS ENTRE MUNDOS VISIBLES E INVISIBLES, ENTRE EL REINO DE LOS MORTALES Y EL DE LOS DIOSES.

Los perros eran tenidos en alta estima por ser considerados regalo de los dioses, y a pesar de que hay muchos mitos en torno a cómo el perro terminó conviviendo con los humanos, la historia del Perro y el Gran Medicina de los Cheyenes de medio oeste es muy común. El dios creador Gran Medicina creó a los humanos luego de haber creado el mundo y les mostró una tierra cubierta de campos de maíz y llena de manadas de búfalos. Los Cheyenes apreciaban lo que se les había dado, pero no tenían los medios para perseguir búfalos y cazarlos o para transportar el maíz luego de cosechado. En ocasiones, recibían ataques de otras tribus que se acercaban sigilosamente por la noche, de manera que incluso las pequeñas cantidades de maíz y búfalo que hubiera en el pueblo podían desaparecer. El Gran Medicina les mostró cómo capturar lobos jóvenes para criar como mascotas. Estos animales luego evolucionaron a perros domesticados que alertarían al pueblo sobre ataques, podían transportar maíz y ayudarían a las personas a rastrear búfalos y a cazar otras presas.

En algunas historias tribales, el perro se encuentra dentro de las primeras criaturas creadas, en otras, como los Cheyenes, es un regalo dado para facilitar la vida de las personas. Los perros eran considerados intermediarios entre mundos visibles e invisibles, entre el reino de los mortales y el de los dioses, en tanto encarnaban tanto el ámbito salvaje como el doméstico. Esta idea del perro contrastaba terminantemente con la perspectiva europea del perro como un ser creado con el único objetivo de servir a las personas.

Los colonos y sus perros

Según los cristianos europeos, ni los perros ni ningún otro animal tenían alma en tanto la inmortalidad del alma solo correspondía a los seres humanos, que luego de la muerte responderían por los actos hechos en vida y aparecerían ante el trono de Dios para ser juzgados. Por lo tanto, el perro no se consideraba nada especial y las referencias a los perros en la Biblia remarcaban esta idea, debido a que en general se asociaban con la pobreza y un bajo estatus social. Para citar un ejemplo, a pesar de que en la interpretación del relato bíblico de Lázaro y el hombre rico (Lucas 16,19-31), el perro aparece valorado positivamente (como curador que lame las heridas del hombre pobre), es debido a esta misma razón que el perro se asocia con la pobreza.

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Sin embargo, los colonizadores no menospreciaron a los perros, de hecho, les gustaban mucho. La primera ley sobre maltrato hacia los perros (o hacia cualquier animal) en las colonias inglesas fue la Normativa contra la tiranía o crueldad de la colonia de la Bahía de Massachusetts en 1641. La crueldad intencional hacia un animal era penada con multa o con condena a cepos y picotas. Los colonos que criaban perros, particularmente, se sentían muy orgullosos de ellos y elevaban los suyos por sobre los de sus vecinos, a través de collares que en general estaban adornados y, entre la clase alta, eran bastante caros.

16th-Century Dog Collar
Collar de perro del siglo XVI
Michiel2005 (CC BY-NC)

En Europa eran comunes los collares de cuero con una placa de latón en la que se grababa el nombre del perro, del dueño y, en ocasiones, un breve epigrama, costumbre que se imitó en los comienzos de la América colonial. La propiedad de un perro empezó a asociarse con un cierto grado de riqueza en el que uno podía permitirse alimentar a un perro además de a la familia, y el collar con candado se volvió popular, en parte, para probar dicha propiedad. El collar candado consistía de un aro de metal con bisagras que se ponía alrededor del cuello del perro mediante hebillas y se ajustaba con un pequeño candado cuya llave solo tenía el dueño. Si el perro se perdía o lo robaban, se podía probar la titularidad mediante la presentación de la llave y la apertura del collar, que era imposible sacarlo sin hacerle daño al animal.

Los perros se usaban para cazar, vigilar la casa y en deportes de sangre como peleas de perros u hostigamiento de osos. Las razas incluían diferentes sabuesos, bulldogs, mastines, pointers, setters, spaniels, terriers y otros. Las razas más pequeñas eran conocidas como “perros de confort” y eran los favoritos de las mujeres y los ancianos para que les hicieran compañía. Los hombres de clase alta como George Washington (1732-1799) y Thomas Jefferson (1743-1826) conservaban inventarios de razas y Washington mismo se enorgullecía de su conocimiento sobre perros. El general francés Lafayette (1757-1834), aliado de Washington durante la revolución, lo notó y le regaló dos basset hounds, introduciendo, de este modo, el Basset en Norteamérica. Otra de las anécdotas más conocidas sobre Washington y los perros se remonta al período de la Guerra de la Independencia de Estados Unidos (1775-1783) cuando, luego de la Batalla de Germantown de 1777, Washington encontró el perro de su oponente, el general William Howe (1729-1814), y se lo devolvió haciéndole cumplidos. Washington supo que el perro era de Howe debido a la inscripción en el collar.

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An Officer of the 4th Regiment of Foot, 1776-1780
Soldado del Cuarto Regimiento de Infantería, 1776-1780
Thomas Gainsborough (Public Domain)

Cuando se extraviaba un perro, si no contaba con identificación como el perro de Howe, se ponían avisos en la sala de juntas, iglesia o taberna, ofreciendo recompensa, igual que como se hace en la actualidad. En Williamsburg colonial, las recompensas ascendían a 20 chelines (el salario de nueve días) entre 1774 y 1777, lo que da cuenta del valor que los dueños daban a sus perros. Los avisos en la ciudad de Nueva York durante la revolución siguen el mismo modelo, los oficiales británicos publicaron más de uno para recuperar a sus perros perdidos. Los retratos de caballeros de clase alta de la época suelen mostrarlos posando con sus perros de caza favoritos, al igual que las mujeres de clase alta con sus perros de confort. De hecho, los perros comienzan a aparecer con regularidad en retratos familiares a partir del 1700, aproximadamente.

Otras mascotas

Los perros no eran los únicos animales domesticados que disfrutaban de una ascensión de estatus durante el siglo XVIII; también los gatos se volvieron muy valorados como compañía. Hasta entonces, habían sido considerados en términos utilitarios para el control de plagas. La Ilustración alentó a que las personas cuestionaran muchas de las creencias y tradiciones del pasado, y entre ellas, la idea del gato casi como un mal necesario. Los gatos se asociaban con culturas paganas y, según se señalaba, en ningún momento se mencionaban en la Biblia, lo cual los hacía sospechosos. Sin embargo, como servían para controlar la población de ratas y ratones, generalmente se los toleraba más de lo que se los quería.

DURANTE EL SIGLO XVIII, EL GATO SE CONVIRTIÓ EN LA MASCOTA MIMADA QUE CONOCEMOS EN LA ACTUALIDAD.

Sin embargo, durante el siglo XVIII, el gato se convirtió en la mascota mimada que conocemos en la actualidad. Los retratos de familias y también los de una única persona usualmente mostraban el gato de la persona o de la familia, y empezaron a aparecer en poesía y literatura. Por supuesto que el gato como el familiar favorito de una bruja fue muy conocido, y no se los acogió como miembros de la familia tan pronto como a los perros, pero hacia la Revolución de las Trece Colonias, al menos tenían la misma presencia en los retratos que los perros.

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También los ciervos aparecían en retratos y se volvieron una de las mascotas más buscadas y populares en la América colonial. Los ciervos llevaban collares, los paseaban con correa y, según su descripción en las pinturas, vivían en el hogar familiar tan cómodos como los perros y gatos. En general, se los domesticaba y se los dejaba sueltos en los jardines de las propiedades coloniales para entretener invitados en fiestas. El Dr. Benjamin Jones de la Colonia de Virginia fue ejemplo de ello; entrenó más de cien ciervos con este objetivo, así como también para el disfrute de su familia. Los retratos los muestran en poses muy parecidas a las de los galgos de la época, con collares de latón, usualmente del tipo con candado.

Otra mascota que frecuentemente figuraba en retratos era la ardilla, cuyas crías se volvieron más populares que un cachorro o un gatito para los niños de la época. La gente robaba los nidos con las crías, las domesticaban y las vendían en el mercado como mascotas. A estas ardillas de casa también se les ponía collar y correa y se las paseaba tal como se hacía con los perros de confort. Las ardillas voladoras eran particularmente populares entre los chicos jóvenes, las entrenaban para que se les posaran en los hombros conforme paseaban por el pueblo. La popularidad de las ardillas como mascotas la lamentaban las esposas y madres de la época, que se quejaban de que las criaturas mascaban armarios, ropa y el lino, y no se podían encerrar porque se abrían paso con los dientes a través de cajas o jaulas de madera. Los hojalateros sacaron provecho económico de esto creando jaulas de metal con ruedas de ejercicio y otros objetos adentro, de modo que la ardilla pudiera entretener a la familia sin escaparse.

A Boy with a Flying Squirrel
Joven con una ardilla voladora
John Singleton Copley (Public Domain)

Las aves domesticadas eran especialmente comunes entre las chicas jóvenes y las mujeres, que tenían cardenales y otras aves en jaulas ornamentales en las salas de estar. Se creía que uno podía enseñarle una melodía a un pájaro mediante la repetición, y, entre los dueños de pájaros, se volvieron populares unas flautas pequeñas conocidas como flajolés. La persona repetía una melodía simple con el instrumento a lo largo del día y se creía que el pájaro aprendía a cantarla. Sin embargo, no hay registros de que esta práctica fuera eficaz, excepto en el caso del cenzontle.

Los castores también eran populares, más que nada entre los hombres y los chicos, y se entrenaban para atrapar peces y llevarlos a casa. Las nutrias se entrenaban para capturar presas que caían al agua, de la misma manera en que se habían entrenado los perros de caza. A los pescadores, especialmente, les gustaban las nutrias entrenadas que podían andar bajo el agua y traer peces. Los mapaches, que también eran domesticados, eran los menos populares debido a su costumbre de colarse en las despensas y robar alimentos y artículos varios de la casa. Sin importar qué tan bien entrenados estuvieran, los mapaches también podían matar los pollos de la familia, lo cual llevó a que dejaran de considerarse mascotas y se vieran más como predadores y estorbo.

Otros animales tales como serpientes y monos pequeños siguieron siendo populares a pesar de que acarreaban sus propios problemas. Las serpientes no eran muy comunes en las mujeres, a pesar de que tanto mujeres como chicas eran las que solían tener monos, que eran mucho menos apropiados para mantener la casa limpia y prolija. Otro animal que era popular especialmente entre las chicas jóvenes era el cordero, usualmente representado en pinturas usando un listón alrededor del cuello. Por supuesto que los pollos también servían como mascotas, pero ningún retrato los muestra adornados como a los corderos o a los monos.

Conclusión

Con la Revolución Industrial de fines del siglo XVIII y principios del XIX se produjeron cambios en la tenencia de mascotas, en lo relativo al tipo de animales que se tenían en una casa. El industrialista británico Samuel Slater (1768-1835) introdujo las fábricas textiles inglesas en EEUU alrededor de 1789. Lo asistía el industrialista Moses Brown (1738-1836), que estableció la primera fábrica hidráulica en América, en Pawtucket, Rhode Island, en 1790. La introducción de las fábricas textiles resultó bastante rentable para los hombres de negocios y alentó el desarrollo de tecnología para ahorrar mano de obra, lo cual condujo a la urbanización, ya que las personas se mudaban a las ciudades para trabajar. Conforme aumentaba la industrialización y la urbanización, se redujeron las opciones relativas a la tenencia de mascotas; un apartamento de ciudad no era lugar para un ciervo, un caballo o un cordero como mascota. Quienes se encontraban en áreas rurales mantuvieron estos animales como mascotas, pero ya no aparecieron en retratos en el siglo XIX, y las ardillas siguieron esta misma suerte en tanto disminuyó su popularidad.

La colonización, la expansión hacia el oeste y las subsiguientes inmigraciones también influyeron en la clase de animales que se tenían como mascotas. A los ciervos en general se los cazaba para alimentación y por sus pieles, incluso siendo domesticados como mascotas; pero conforme los hábitats naturales disminuyeron y la población de ciervos se alejó de los establecimientos, era menos común capturar y domesticar un ciervo que matarlo y comerlo en la cena. La serpiente, tan popular durante el período colonial, siguió esta misma suerte conforme se alejaban de los pueblos y ciudades, y finalmente quedaron relegadas al ámbito del entretenimiento de magos ambulantes y artistas de circo hacia mediados del siglo XIX.

Dog's Head
Cabeza de perro
Arthur Fitzwilliam Tait (CC BY)

A medida que se ocupaba más tierra y se necesitaba más alimento para la población, animales como castores, nutrias y mapaches –que solían cazarse por sus pieles y su carne incluso cuando eran mascotas populares– terminaron por ser considerados prinicipalmente como fuente de alimento y ya no como compañía o asistentes. Los pueblos americanos nativos, que alguna vez habían sido bastante numerosos a lo largo de la costa este de Norteamérica, fueron destruidos por los colonizadores para hacer lugar para más establecimientos, y una vez que los habitantes eran reubicados en reservas, era ilegal que tuvieran perros tanto como tener acceso a armas de fuego. Los perros americanos nativos eran confiscados, sus razas terminaron por extinguirse debido a la cruza con perros europeos, a tal punto que, al día de hoy sigue sin saberse cuáles eran muchas de esas razas.

La disminución en cuanto a la variedad de mascotas parece haberse dado naturalmente conforme era más difícil encontrar animales exóticos. Por lo tanto, perros y gatos eran las primeras opciones de la mayoría, su popularidad aumentó a medida que eran adoptados en más casas. En la actualidad, el perro y el gato siguen siendo los animales más comunes y populares como mascotas, a pesar de que una cierta cantidad de norteamericanos siguen teniendo animales exóticos tal como lo hacían sus ancestros.

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Sobre el traductor

Agustina Cardozo
Agustina es traductora pública (inglés/español), uruguaya, con estudios avanzados de Lingüística. Sus áreas de experiencia como traductora son la traducción biosanitaria y la traducción jurídica. Le interesan la Historia y las humanidades en general.

Sobre el autor

Joshua J. Mark
Joshua J. Mark no sólo es cofundador de World History Encyclopedia, sino también es su director de contenido. Anteriormente fue profesor en el Marist College (Nueva York), donde enseñó historia, filosofía, literatura y escritura. Ha viajado a muchos lugares y vivió en Grecia y en Alemania.

Cita este trabajo

Estilo APA

Mark, J. J. (2021, abril 19). Mascotas en la América colonial [Pets in Colonial America]. (A. Cardozo, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1728/mascotas-en-la-america-colonial/

Estilo Chicago

Mark, Joshua J.. "Mascotas en la América colonial." Traducido por Agustina Cardozo. World History Encyclopedia. Última modificación abril 19, 2021. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1728/mascotas-en-la-america-colonial/.

Estilo MLA

Mark, Joshua J.. "Mascotas en la América colonial." Traducido por Agustina Cardozo. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 19 abr 2021. Web. 21 dic 2024.

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