Boecio: ¿el primero de los medievales?

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Artículo

Isaac Toman Grief
por , traducido por Edilsa Sofia Monterrey
Publicado el 18 agosto 2021
Disponible en otros idiomas: inglés, francés, italiano
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Anicio Manlio Severino Boecio (en torno al 477-524/525) fue un erudito en la Antigüedad tardía encarcelado y ejecutado por Teodorico (reinó del 493-526 d.C.), pero que luego fue idolatrado por los intelectuales medievales. Su obra más famosa fue De consolatione philosophiae (La consolación de la Filosofía) y se lo puede considerar como el pensador que creó un puente entre dos épocas: el último de los romanos, el primero de los escolásticos.

Philosophy Presenting the Seven Liberal Arts to Boethius
Filosofía le presenta a Boecio las siete artes liberales
Coëtivy Master (possibly Henri de Vulcop) (Public Domain)

El último de los romanos

La vida de Boecio discurre en el escenario de la lucha a vida o muerte del Imperio romano en Italia. Alarico el Godo (reinó del 394 al 410 d.C.) había saqueado Roma en el 410 d.C. y en el 476 d.C., alrededor de la época en la que nació Boecio, el rey Odoacro (reinó del 476 al 493 d.C.) había depuesto al último emperador romano de Occidente. Esta fue la caída del Imperio romano de Occidente, pero el de Oriente sobrevivió con un emperador bizantino en Constantinopla y, a ventaja propia, puso a estos «bárbaros» unos contra otros con el objetivo de mantener un grado de control sobre ellos. El emperador Zenón (reinó del 474 al 491 d.C.), por ejemplo, invitó a Teodorico a que derrocara a Odoacro cuando Boecio tenía unos diez años de edad. Después de algún tiempo y de mucho derramamiento de sangre, Teodorico era el nuevo rey de Italia.

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BOECIO SE VEÍA A SÍ MISMO COMO UNA DE LAS ÚLTIMAS LUCES DE CONOCIMIENTO EN UN MUNDO QUE SE OSCURECÍA.

Puede ser que Teodorico nunca se hubiera investido de lleno como un emperador romano o nada más que el más nominal de los vasallos de Constantinopla, pero sí recibió las galas imperiales y aceptó el lugar de la aristocracia romana. La sociedad clásica continuó viviendo en Roma, así como lo hicieron sus estructuras administrativas. Este era el mundo de Boecio. Él era uno entre muchos aristócratas que se modelaron de acuerdo a sus ilustres antepasados, que caminó las mismas calles y que mantuvo los mismos puestos senatoriales, todo bajo el dominio de un rey bárbaro.

No es de extrañar que Boecio se viera a sí mismo como una de las últimas luces de conocimiento en un mundo que se oscurecía. Recibió enseñanzas del destacado erudito Quinto Aurelio Memio Símaco (murió en el 526 d.C.), que lo adoptó plenamente después de la muerte de su padre y cuando creció, Boecio decidió trabajar en la traducción al latín de los textos filosóficos griegos más importantes. Se volcó en las traducciones de Aristóteles (384-322 a.C.) y de Platón (428/427 – 348/347 a.C.) con la esperanza de que sus ideas pudieran sobrevivir aun cuando estaba desapareciendo el entorno social de los romanos educados que podían leer su griego. Ese mundo todavía no estaba muerto, pero es interesante que la famosa Escuela de Atenas cerró definitivamente apenas cuatro años después de la muerte de Boecio. Sin duda fue el último de los romanos.

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Tales personas podrían haber parecido como una extraña vuelta al pasado, fuera de su época. Los nobles eran ahora principalmente tipos militares. Los reyes godos como Teodorico se vestían como generales tardorromanos, no con las togas que habían sido el símbolo del poder desde la época de Augusto (reinó del 27 a.C. al 14 d.C.). En su defecto, se unían a la Iglesia y la educación fue cada vez más el campo de los monjes y obispos. El ideal del aristócrata romano que vivía en una villa y que podía citar a Virgilio (70-19 a.C.) y otra literatura romana era cada vez menos relevante. Quizás el mejor argumento que Boecio tiene de ser el último de los romanos es que él todavía luchaba por ese ideal. Fue un aristócrata-erudito, un hombre que mostró su privilegio y prestigio en su conocimiento de Aristóteles y de las reglas de retórica y en su compromiso en la vida cívica. No encajaba en el nuevo molde del clérigo culto ni del hombre fuerte marcial. Esto no quiere decir que él no era cristiano (de hecho escribió extensamente sobre teología) sólo que su cristianismo estaba arraigado en el viejo mundo romano donde los miembros de la aristocracia recibían una educación clásica compleja.

Palace of Theodoric Mosaic
Mosaico representativo del palacio de Teodorico el Grande
Nick Thompson (CC BY-NC-SA)

Evidentemente su sofisticación impresionó al rey y subió en rango y reputación. En el año 522, Teodorico nombró a Boecio como magister officiorum, en su capital, Rávena, mientras que sus dos hijos florecieron como cónsules en Roma. Oficialmente, el papel de Boecio fue el de reformar la acuñación, pero a Teodorico le encantaba hacer gala de los talentos de sus súbditos. A Boecio le dieron la tarea de producir maravillas tecnológicas, tales como relojes de sol y de agua, para que todos conocieran la grandiosidad y sofisticación de la corte de Teodorico.

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Sin embargo, su prominencia sólo lo hizo más vulnerable y la obra de su vida estaba destinada a quedarse incompleta. Su carrera llegó a un fin abrupto en el año 524, cuando salió en defensa de otro aristócrata romano, Albino, quien fue acusado de mantener correspondencia traidora con el emperador Justino I (reinó del 518 al 527 d.C.), uno de los sucesores de Zenón. Teodorico pareció haber pensado que había alguna conspiración por parte de estos aristócratas y puede ser que haya tenido razón de sospechar que ellos eran más leales a la idea de una Roma restaurada que a él. Hasta la misma escritura de filosofía abstracta como la de Boecio se podía ver como una afirmación del poder e independencia de la aristocracia romana a la cual Teodorico estaba tratando de gobernar. Así, Boecio fue encarcelado; durante ese tiempo escribió uno de los textos más influyentes de la tradición filosófica europea en su integralidad, La consolación de la Filosofía, antes de ser torturado y apaleado a muerte. A propósito, Teodorico era un cristiano arriano, una especie de herético primitivo, así que los medievales pudieron fácilmente encuadrar a Boecio como un mártir.

El primero de los escolásticos

Probablemente Boecio se sorprendería de saber que su obra fue una parte crucial de un renacimiento cultural unos 600 años después de su muerte. En el siglo XII, Europa occidental estaba experimentando una nueva fase de crecimiento y desarrollo que asentó las bases para lo que ahora nosotros llamamos la Alta Edad Media. Este es el tiempo medieval más emblemático, el tiempo de las cruzadas, de la heráldica medieval, de los romances de caballería medieval y de la arquitectura gótica. Quizás los filósofos escolásticos, los intelectuales de punta y de alto poder, fueron el producto menos deslumbrante, pero no por eso menos importante de aquella época. Estos hombres (y de vez en cuando, mujeres) trataron de utilizar la razón para comprender su fe cristiana y el funcionamiento fundamental del mundo, con frecuencia inspirados por los filósofos clásicos que vinieron antes que ellos.

AQUINO LE ACREDITÓ A BOECIO HABER RECONCILIADO LA FILOSOFÍA DE PLATÓN Y SU IDEA DE LA ETERNIDAD DEL MUNDO CON LA HISTORIA CRISTIANA DE LA CREACIÓN.

Leer sobre la influencia de Boecio es como leer un quién es quién de los escolásticos. Debemos comenzar con el inimitable Tomás de Aquino (1225-1274), cuya obra técnica de por sí está en deuda con Boecio a varios niveles, incluida la definición de eternidad, clave para todas las explicaciones medievales de la metafísica. Aquino le acreditó a Boecio haber reconciliado la filosofía griega antigua de Platón y su idea de la eternidad del mundo con la historia cristiana de la creación. Quizás estaba refiriéndose a la interpretación de Boecio hecha por Bernardo Silvestre (probablemente 1085-1178) unos cien años antes. Bernardo Silvestre no es un nombre que se evoque en estos días, pero se contaba entre los más famosos pensadores de su época.

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Encontrar un término medio entre el mundo eterno de Platón y el Libro del Génesis era increíblemente importante para una visión del mundo que amaba la enseñanza clásica y que también estaba comprometida con la Biblia y la doctrina de la Iglesia medieval. De hecho, las traducciones de Boecio fueron algunos de los únicos escritos de Platón a disposición de los escolásticos. Definitivamente, Platón fue el filósofo griego más importante para los primeros escolásticos hasta que Aquino más o menos por sí solo lo reemplazó con Aristóteles. Aún entonces, sin embargo, los medievales conocían la lógica de Aristóteles por medio de Boecio. Había escrito sobre el comentario de Porfirio (en torno a 234-305 d.C.) sobre Aristóteles y Porfirio fue quien planteó el problema de los universales que perseguiría sin tregua ni reposo a los filósofos escolásticos de ahí en adelante.

Hildegarda de Bingen (1098-1179), quizás la más famosa de las mujeres escolásticas, e incluso el escritor Geoffrey Chaucer (en torno a 1343-1400) fueron inspirados por Boecio. Para terminar debemos mencionar que la obra más famosa de Boecio (La consolación de la Filosofía) fue traducida por el mismo Alfredo el Grande (reinó del 871 al 899). La obra de Alfredo se dio antes de los escolásticos, durante otro renacimiento cristiano en la década del 800. El rey añadió algunas referencias específicamente anglosajonas para que fuese comprensible para sus lectores, lo que los traductores modernos llamarían «localización». Así Boecio estaba subido en un pedestal con los más importantes padres de la Iglesia.

Depiction of Hildegard of Bingen in the St. Foy Church
Representación de Hildegarda de Bingen en la iglesia de Santa Fe
Ralph Hammann (CC BY-SA)

Boecio se hizo tan popular que La consolación de la Filosofía fue más o menos un manual de texto para los estudiantes que se amontonaban para ir a las nuevas y florecientes universidades, tales como Oxford, Bolonia y especialmente París. En la década de 1220, un nuevo texto atribuido a Boecio apareció de repente en París: De disciplina scholarium. El título en latín puede que a nosotros nos suene elevado, pero es un manual de autoayuda para los nuevos estudiantes universitarios, en el que "Boecio" se toma el tiempo para aconsejarte sobre asuntos prácticos tales como la elaboración de un presupuesto para la comida y cómo manipular a tus padres para que te den dinero. Los estudiosos modernos piensan que nada es más cierto que este texto no fue escrito por Boecio, por supuesto, pero en aquella época se tomó muy en serio. Lo más probable es que su nombre se invocara para conectar las todavía nuevas universidades a los antiguos centros de enseñanza asociados con Boecio y así legitimarlas, igual que Europa medieval en su conjunto se legitimaba a sí misma como la siguiente en línea del mundo romano.

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La consolación de la Filosofía

La filosofía de Boecio y su manera de ver la vida fueron mucho más reflexivas de su contexto tardoantiguo que del medieval y ciertamente no debería ser problemático agruparlo a él con los escolásticos. Para empezar, el texto se lee fácilmente, un verdadero contraste con el estilo hiperpreciso y técnico de los escolásticos. Toma la forma de un diálogo entre el propio Boecio, que lamentaba su fortuna en su celda mientras espera la ejecución, y Filosofía, que se le aparece en la forma de una mujer orgullosa. En una mezcla de prosa y verso, ella lo consuela. Al principio, esto significa darle lo que ella llama «sedantes suaves» (Boecio. Trad. P. Rodríguez Santidrián, 1982; p.55), todas las maneras en las que ha sido afortunado y continúa siendo afortunado, a pesar de su difícil situación actual. Entonces ella gradualmente construye los argumentos al sentido real de que no tiene ningún sentido lamentarse de la fortuna, la cual es constante y cambiante y el hombre educado debería enfocar su mente en cosas más elevadas.

Boethius & Lady Philosophy
Ilustración pintada a mano de Boecio y dama Filosofía
Unknown (Public Domain)

Definitivamente la obra está escrita con preocupaciones clásicas en mente. Los enemigos de Boecio son los epicúreos y los estoicos, que Filosofía le dice han hecho jirones de su vestido, se los pusieron, «con los despojos de mi vestimenta, y la ignorancia creyó que eran familiares míos…» (Ibid., p.39). Su preocupación es con estas escuelas clásicas de pensamiento, con sus orígenes en la Antigua Grecia, en vez de los heréticos cristianos, en contraste con alguien como Agustín de Hipona (354-430 d.C.), quien profería denuestos contra los donatistas. También menciona el deber de los filósofos de participar en la administración pública, una tradición romana antes mencionada, que él dice fue autorizada por Platón para evitar que «ciudadanos perversos y sin principios» (Ibid., p.43) monopolicen el poder. Boecio también se toma el tiempo para lamentar el declive de los oficios del pretor en su propia época. Aparte de todo esto, la obra está repleta de referencias clásicas. La aparición de la dama de ojos grises, Filosofía, sería reconocida al instante como Minerva por los lectores romanos. Ella menciona historias de Livio y de Heródoto e invoca a Circe y al cíclope de la Odisea de Homero, a Cicerón el principal orador romano y (por supuesto) a Hércules de la mitología griega.

Otra figura clásica que se presenta es Pitágoras (en torno a 571 – en torno a 497 a.C.). Su orden (no la de Jesucristo): «Sigue a Dios» es la que Filosofía le dice a Boecio que obedezca (Ibid., p.47). Pitágoras fue considerado como un profeta por los neoplatónicos y la influencia de los neoplatónicos es evidente de principio a fin. Aunque poco conocido hoy en día, el neoplatonismo fue una filosofía muy popular desde el siglo III d.C. que competía con otras religiones en ascenso, tales como el culto de Mitra, el maniqueísmo y el cristianismo. Plotino (204/205 – 270 d.C.), el fundador, reinterpretó a Platón como una especie de profeta, un proveedor de una verdad más alta y divina sobre el universo. Según este punto de vista, la verdadera felicidad es la comunión suprema con Dios que uno logra sobreponiéndose a nuestras dificultades y llegando a ser perfecto.

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La consolación final es que no hay nada por lo que ser consolado, ya que todas las cosas que él tenía antes no eran más que placeres transitorios. La ascensión a un conocimiento mejor y más puro de cómo son las cosas realmente es lo que Filosofía quiere decir cuando dice: «Daré alas a tu espíritu, para que se pueda elevar»(Ibid., p.128). La identificación que hace Boecio de bondad con divinidad le permite a Filosofía decirnos que los buenos de verdad se convierten en dioses (Ibid., p.136). Esto podría haber sido perfectamente aceptable en una concepción platónica del mundo, pero no en el cristianismo medieval. Claramente, además de no ser un escolástico, vale la pena preguntarse si Boecio en verdad era cristiano. La respuesta corta es sí. Aparte de las influencias cristianas ya mencionadas y de su teología en otras obras, un cristiano medieval podría encontrar consolación en que Boecio saca tiempo para la oración. Toda su preocupación con la eternidad está basada en el temor de que el conocimiento de Dios sobre todo lo que un día pueda suceder significa que no hay lugar para una relación con Dios y Su ayuda en respuesta a la oración es solamente una serie de acciones predeterminadas. Filosofía y él tratan el problema en el Libro V, que a propósito es el más difícil de leer. Por esta razón, este es el más famoso entre los filósofos.

Esencialmente, el argumento de Boecio (que él pone en boca de Filosofía) es que si ves algo que sucede, no quiere decir que sea necesario. Por ende, sólo porque Dios ha previsto todo lo que sucederá, no hay nada de cada acción individual en sí misma que sea una certeza. Él usa el ejemplo de estar entre el público de una carrera de cuadrigas. Las decisiones del auriga son las que determinan la carrera; tú sólo ves lo que sucede. Aun así la gente tiene libre albedrío pese a que Dios sabe lo que harán. Por lo tanto, se puede tener una relación especial con Dios; Dios les puede echar una mano para que tomen las decisiones correctas y darles fuerza cuando lo necesitan. La discusión termina con lo siguiente:

No es vana, entonces, nuestra esperanza en Dios, ni nuestras oraciones inútiles, pues, si son rectas, no pueden ser ineficaces. Dejad, pues, los vicios; practicad las virtudes. Levantad vuestros corazones a la más alta esperanza y dirigid al cielo vuestras humildes oraciones. Tenéis sobre vosotros una gran necesidad de ser buenos, pues vivís bajo la mirada del juez que todo lo ve.

(Boecio. La consolación de la Filosofía. Traducido por P. Rodríguez Santidrián, 1982; página 188)

Se puede argumentar que esto aplica tanto al Dios neoplatónico como al cristiano. Cierto, pero en el contexto de Boecio, puede que no hubiera parecido ser tanta la diferencia entre los dos. Incluso los cristianos más fervorosos como Agustín tuvieron que pulir su lenguaje con conocimiento de Virgilio y de Homero porque las preocupaciones clásicas no cayeron en desuso con el ascenso del cristianismo. La liberación de la mente es un giro diferente sobre el mensaje cristiano en lo referente a la salvación eterna del alma, pero el ánimo es similar y no es difícil ver cómo se podrían haber visto ambos como mutuamente beneficiosos y hasta fusionados. Podríamos decir lo mismo sobre los escolásticos. En sus mejores momentos, estaban buscando su propia forma de felicidad intelectual dentro de su propio marco cristiano y también estaban tratando de alcanzar la verdad por medio de la razón, además de la fe. Filosofía declara de modo estridente: «Superada la tierra, os esperan las estrellas» (Ibid., p.161). Seguramente Aquino hubiera aprobado esto.

Verses Dedicated to Boethius in Dante’s Paradise
Inscripción de versos en el Paraíso de Dante dedicados a Boecio
Gennaro Meccariello (CC BY-NC-SA)

No podemos decir que Boecio fuera el primer escolástico en términos de métodos o de punto de vista. Ese podría ser Anselmo de Canterbury (1033/4–1109) o alguien similar, pero Boecio fue usado como tal. Él mismo nunca se vio a sí mismo como un escolástico, pero aquellos escritores lo vieron como el vínculo entre su mundo y el mundo de los romanos, los antepasados que tanto admiraban. No es cierto que él fuera su antecesor intelectual directo. No obstante es difícil imaginar la escolástica sin Boecio.

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Bibliografía

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Sobre el traductor

Edilsa Sofia Monterrey
Edilsa Sofía es una antigua diplomática y educadora, especialmente interesada en las Artes y los asuntos culturales. Además de otros grados, tiene una maestría en traducción literaria.

Sobre el autor

Isaac Toman Grief
Isaac es doctor en Relaciones Internacionales y trabaja como funcionario público en el Reino Unido. Su pasatiempo favorito es aprender y lo que más le gusta aprender es historia.

Cita este trabajo

Estilo APA

Grief, I. T. (2021, agosto 18). Boecio: ¿el primero de los medievales? [Boethius: First of the Medievals?]. (E. S. Monterrey, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1804/boecio-el-primero-de-los-medievales/

Estilo Chicago

Grief, Isaac Toman. "Boecio: ¿el primero de los medievales?." Traducido por Edilsa Sofia Monterrey. World History Encyclopedia. Última modificación agosto 18, 2021. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1804/boecio-el-primero-de-los-medievales/.

Estilo MLA

Grief, Isaac Toman. "Boecio: ¿el primero de los medievales?." Traducido por Edilsa Sofia Monterrey. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 18 ago 2021. Web. 07 sep 2024.

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