La batalla de Poitiers, también conocida como batalla de Tours, tuvo lugar en el lapso de una semana a comienzos de octubre del año 732. Las fuerzas enfrentadas eran un ejército franco liderado por Carlos Martel (quien reinó de 716 a 741) y un ejército invasor musulmán bajo la soberanía nominal del califato Omeya (c. 661-750) con sede en Damasco, Siria.
Estas dos fuerzas se encontraron porque los omeya intentaban expandirse hacia el norte y saquear las tierras europeas, mientras que los señores francos buscaban defender y consolidar el dominio sobre su territorio. Algunos sostienen que este breve conflicto influyó en el destino de la civilización cristiana en Europa, mientras que otros lo ven como una simple escaramuza fronteriza. Al parecer, la verdad se encontraría en un punto intermedio.
Aunque los francos resultaron vencedores, no fue solamente el poder de los francos o la batalla de Tours lo que al final detuvo la expansión omeya en Europa occidental. La división interna dentro del propio califato Omeya, que afectó su capacidad para conducir la guerra en la región, fue un factor importante. En un contexto más amplio, Tours no fue un enfrentamiento determinante para ninguno de los dos bandos, ni disuadió de manera efectiva o disminuyó de inmediato la fuerza omeya en la región. Más bien, la importancia de Tours se puede encontrar en las consecuencias posteriores que trajo la rápida victoria de Carlos sobre el poder omeya.
Expansión omeya
El Califato omeya era un emergente imperio político y religioso que surgió en Arabia en el siglo VII, después de la muerte del profeta Mahoma en el 632. Entre 632 y 709, el poder omeya se expandió al este en Persia, al norte en las tierras bizantinas y al oeste a lo largo del norte de África, creando un imperio enorme aunque políticamente inestable. Una familia, encabezada por el gobernador de Siria, Muawiya (que gobernó de 639 a 661 como gobernador y de 661 a 680 como califa) consiguió una participación dominante en el control político y militar de esta fuerza expansiva. Muawiya estableció su capital en Damasco alrededor del año 661, y desde allí consolidó su poder y autoridad.
En tan solo unas pocas décadas, el poder omeya se extendió por el oeste hasta Marruecos y la península ibérica, donde rápidamente conquistó el Reino visigodo existente. El hecho de integrar en sus ejércitos a los miembros de las tribus del norte de África (bereberes) que se habían convertido al Islam perturbó en gran medida el equilibrio de poder existente al capturar la mayoría de las ciudades al sur de los Pirineos en el 711. Ya en el 712 los ejércitos omeyas dirigidos por generales árabes y compuestos por hombres de las tribus bereberes, comenzaron a incursionar al norte de los Pirineos dentro de las fronteras de las tierras francas.
El dominio franco en Europa occidental
Las primeras tribus francas se hicieron fuertes tras la decadencia del Imperio romano a fines del siglo V. Reconocidos como grandes guerreros, estas tribus germánicas ayudaron a llenar el vacío de poder que quedó cuando el Imperio romano dejó de ejercer su autoridad en la provincia de la Galia (que corresponde aproximadamente al norte de Francia, Bélgica y el oeste de Alemania en la actualidad). Ya en el año 481, un líder franco llamado Clodoveo unió a las distintas tribus francas, se convirtió al cristianismo y estableció la dinastía merovingia, que gobernaría durante aproximadamente 250 años.
La corte real merovingia era violenta, y los asesinatos ocurrían con tanta frecuencia que comenzó a perder su capacidad de gobernar. Esta inestabilidad abrió una oportunidad para que surgiera lentamente una posición alternativa de poder conocida como mayor domus, o Mayordomo de Palacio. Con el tiempo, fue a través de los mayordomos que se ejerció realmente el poder entre los francos.
Cuando murió uno de los primeros mayordomos más importantes, Pipino II (que reinó del 687 al 714), se produjo una crisis de sucesión entre sus posibles herederos. Finalmente, el hijo ilegítimo de Pipino, Carlos (que reinó del 714 al 741), emergió como el poder predominante. Carlos pasó la mayor parte de su reinado consolidando su poder, luchando y reprimiendo las rebeliones que surgieron tras la muerte de Pipino II. Carlos luchó en once campañas importantes entre 715 y 731, ganando una valiosa experiencia y prestigio, y consiguiendo aliados a los que podía recurrir cuando fuera necesario. Sin embargo, Carlos tardó un tiempo en consolidar el control y algunas regiones como Aquitania en el sur intentaron reclamar la independencia. Sin querer, Aquitania jugó un papel importante como región amortiguadora entre los omeyas y Carlos, mientras él trabajaba para hacerse con el control de los señores rebeldes.
Conflicto omeya-franco
Aquitania era una provincia semindependiente a principios del siglo VIII, nominalmente reclamada por el reino franco, pero gobernada por un comandante militar competente, Eudes (669-735), quién buscó la independencia tras la muerte de Pipino II. Aquitania limitaba con las tierras conquistadas recientemente por los omeyas, por lo que fue Eudes, y no Carlos, quien tuvo el primer contacto con los omeyas. Eudes tuvo cierto éxito, sobre todo contra un gran asalto de los invasores a la ciudad de Tolosa en 719, por lo que fue proclamado héroe de la cristiandad. A pesar de las victorias aisladas, los ejércitos omeyas continuaron atacando Aquitania a lo largo de los años hasta que, en el 732, aplastaron a las fuerzas aquitanas en Burdeos y saquearon toda la zona.
Abd al-Rahman ibn Abd Allah al-Ghafiqi (m. 732) fue el gobernador de España y comandante de la incursión en tierras francas que derrotó a Eudes. La mayoría de las incursiones anteriores a esta campaña procedían del este de los Pirineos porque las fuerzas árabes controlaban zonas de la costa mediterránea como Septimania, cuyas ciudades podían reabastecerse fácilmente por mar. Entonces, cuando Abd al-Rahman apareció sobre el borde occidental de los Pirineos en 732, sorprendió a Eudes y conquistó Bayona y Burdeos en junio de 732. Derrotado su ejército, Eudes se vio obligado a dirigirse al norte en busca de la ayuda de Carlos, aunque los dos hombres no se apreciaban. Afortunadamente para Carlos y Eudes, el ejército omeya pasó meses saqueando Burdeos, lo que les dio tiempo para reunir una fuerza y marchar hacia el sur para enfrentar esta nueva amenaza.
La batalla de Tours
La Batalla de Tours tuvo lugar el 10 de octubre de 732 en algún lugar entre Tours y Poitiers. Se estima que la ubicación de la batalla está cerca de la conjunción de los ríos Clain y Vienne en una llanura relativamente abierta rodeada de bosques. El ejército de Abd al-Rahman consistía en gran medida en hombres de origen norteafricano (bereberes), mientras que las fuerzas francas también estaban compuestas por una mezcla de nacionalidades que probablemente hablaban una cierta variedad de idiomas. Ambos ejércitos utilizaron infantería, pero las fuerzas omeyas confiaban más en la caballería y se piensa que tenían una ligera ventaja por el uso del estribo, que se cree los francos aún no habían adoptado. El ejército omeya se estima en aproximadamente 20.000-25.000 efectivos, mientras que las fuerzas francas pueden haber oscilado entre 15.000 y 20.000. Antes de la batalla final, se produjeron enfrentamientos entre las dos fuerzas durante aproximadamente una semana, en forma de pequeñas escaramuzas.
Los relatos sobrevivientes de la batalla son un poco confusos, aunque las fuerzas francas eventualmente salieron victoriosas. Uno de esos relatos, la Crónica de Isidoro de Beja, recuerda la batalla en el siguiente pasaje:
Durante casi siete días los dos ejércitos se observaron esperando ansiosamente el momento de enfrentarse. Finalmente se prepararon para el combate. Y en la conmoción de la batalla los hombres del Norte parecían como del Norte [sic] un mar inamovible. Se mantuvieron firmes, uno al lado del otro, formando una especie de baluarte de hielo; y con grandes golpes de sus espadas despedazaron a los árabes. Reunidos en formación alrededor de su jefe, el pueblo de los austrasianos se llevó todo por delante. Sus manos incansables hundieron sus espadas en los pechos [del enemigo].
(Fuentes medievales: árabes, francos y la batalla de Tours)
Otro pasaje de un cronista árabe anónimo relata la batalla de la siguiente manera:
Los jinetes musulmanes se lanzaron feroces y con insistencia contra los batallones de los francos que resistieron varonilmente, y muchos cayeron muertos por ambos lados, hasta la puesta del sol.
(Proyecto de fuentes medievales en Internet, cronista árabe anónimo: la batalla de Poitiers, 732)
Carlos estaba consciente de la confianza de los omeyas en su caballería y sus tácticas ofensivas, por lo que dispuso sus fuerzas en una falange para repeler sus cargas. También estaba utilizando principalmente milicias y levas locales que, de todos modos, se sentían más cómodas luchando a pie, una táctica defensiva ideal contra las cargas de caballería. La lucha continuó hasta que se propagó por el campo omeya el rumor de que los francos estaban saqueando su tren de equipajes, sembrando el pánico y el desmoronando la disciplina. El comandante árabe Abd al-Rahman murió tratando de restablecer el control de sus tropas, tras lo cual la resistencia omeya al parecer se desarticuló. Un cronista árabe anónimo habla acerca de estos eventos en el siguiente pasaje:
Y mientras Abderrahman [sic] se esforzaba por controlar el desorden y regresarlos a la batalla, los guerreros francos lo rodearon y lo atravesaron con muchas lanzas, de modo que murió. Entonces toda la hueste huyó delante del enemigo, y muchos murieron en la huida...
(Fuentes medievales, la batalla de Poitiers, 732)
Las fuerzas omeyas se retiraron durante la noche, dejando victoriosos a los francos. Se dejó a Eudes y a las tropas que le quedaban la persecución de los omeyas a través de sus tierras y sobre los Pirineos, mientras que Carlos simplemente hizo dar la vuelta a sus fuerzas y marchó de regreso al norte. A Carlos no le interesaba destruir por completo a los invasores omeyas en su huida porque ellos mantendrían a Eudes ocupado en Aquitania, con sus recursos y atención enfocados en el sur.
En la discusión acerca de esta batalla se cuestiona la importancia de Tours como un punto de inflexión realmente influyente en la historia. La victoria de Carlos en 732 ayudó a disuadir el establecimiento de los omeya en territorio franco, al menos durante ese año. Sin embargo, Tours no fue necesariamente la batalla decisiva como a veces se la describe. Tenemos, por ejemplo, que en el 734 y el 736 hubo incursiones árabes, y su mayor invasión ocurrió en el 739, cuando casi llegaron hasta Dijon antes de ser rechazados por las fuerzas francas y longobardas. Ciertamente, estas no fueron las acciones propias de una fuerza derrotada o siquiera desmoralizada. Siendo realistas, parece que lo único que realmente detuvo las incursiones omeyas fue la disensión política interna dentro del propio califato. J. F. C. Fuller analiza la influencia de una revuelta bereber en Marruecos en el siguiente pasaje:
Alrededor de la época de la batalla de Tours, estallaron disensiones internas dentro del Imperio Árabe, porque aunque los árabes estaban unidos por el lazo del Islam, siguieron manteniendo sus instituciones tribales y con ellas sus antiguas enemistades y facciones. De estas últimas, las dos más importantes fueron los maaditas y los yemenitas... Cuando los maaditas lograron imponerse, los bereberes de África se negaron a obedecerles, se rebelaron y la mayor parte de lo que ahora es Marruecos se separó... Pero el punto más importante a tener en cuenta es que, debido a la revuelta ocurrida inmediatamente después de la derrota de Abd-al-Rahman en Tours, los líderes árabes en España quedaron aislados del Califa de Damasco, y debido a la revolución en Marruecos ya no pudieron reclutar a sus ejércitos bereberes. (347)
Sin un suministro constante de tropas para sus ejércitos y a falta de un botín fácil para atraer a los hombres a unirse a sus fuerzas, los ejércitos omeyas en España retrocedieron detrás de los Pirineos, debilitados y con menos capacidad de continuar incursionando en tierras francas. Por lo tanto, la importancia de Tours no estuvo necesariamente en la batalla en sí, ya que tuvo poco impacto sobre la capacidad de ambos lados para hacer la guerra. La importancia de Tours reside principalmente en el aura de prestigio y autoridad militar creada en torno a Carlos como salvador de la cristiandad tras su victoria sobre el avance musulmán.
Después de Tours, Charles fue reconocido como la máxima autoridad en el reino, lo que lo ayudó a centralizar el poder a su alrededor. Una de las formas en que lo hizo fue pagando a sus fieles seguidores con tierras pertenecientes a la Iglesia. Reconocido como el defensor de la cristiandad desde su victoria en Tours, pudo negociar y apoderarse de varias propiedades de la Iglesia medieval y distribuir estas tierras entre sus fieles vasallos. De esta manera, Charles ayudó a reforzar la lealtad de sus seguidores a través de obsequios, mientras aumentaba su dominio sobre las tierras de su reino al poner a cargo de ellas a comandantes militares de confianza. Según McEvedy:
Como salvador [sic] de la cristiandad, pudo obligar a la Iglesia a deshacerse de algunas de sus vastas posesiones de tierra; estas tierras se las dio a sus seguidores a cambio de continuar a su servicio como caballeros. Este contrato, que transformó lo que había sido un servicio personal en un instrumento útil para sus sucesores, resultó ser el punto de partida de una nueva forma de organizar las fuerzas armadas. (34)
Esta forma de pago mediante la distribución de la tierra ayudó a Carlos a centralizar el poder en torno a sí mismo mientras mejoraba su capacidad para reunir tropas para futuras conquistas. Por ejemplo, cuando Eudes murió solo tres años después en 735, Carlos estaba en una mucho mejor posición para marchar sobre Aquitania y convertir en vasallos a sus herederos, poniendo fin a cualquier perspectiva de independencia para el ducado.
A través de sus acciones después de Tours, Carlos allanó el camino para que su famoso sucesor Carlomagno (que reinó del 768 al 814) pudiera gobernar un reino relativamente estable y poderoso al asumir el trono. Carlos tuvo tanto éxito en sus esfuerzos que estableció una nueva dinastía franca, que reemplazó a los merovingios, por una centrada en su familia, conocida como la dinastía Carolingia (c. 750-887). Podría decirse que la causa de estos eventos se encuentra, en parte, en la Batalla de Tours en el 732. De hecho, fue su victoria en Tours lo que le valió el apodo de "Martel" o el "martillo".