En el siglo XIII, enormes cantidades de especias y seda llegaron a Europa desde Extremo Oriente. Se desconocen las cantidades exactas, pero la popularidad de las especias, tanto en la cocina como en la medicina, alcanzó su máximo histórico durante la Edad Media en Europa.
Especias y seda
El conocido experto en gastronomía medieval Paul Freedman nos dice que “las especias eran omnipresentes en la gastronomía medieval” y “aproximadamente el 75% de las recetas medievales incluía especias” (2007,50). Los registros históricos están llenos de referencias al uso copioso de especias entre los ricos de la Europa medieval. Cuando Guillermo I de Escocia (que reinó de 1165 a 1214) visitó a Ricardo I de Inglaterra (que reinó de 1189 a 1199) en 1194, recibió, entre otros regalos, una asignación diaria de 4 libras (1800 g) de canela y 2 libras (900 g) de pimienta (seguramente más de lo que podía consumir en un día). La lamprea, un alimento popular en cualquier castillo medieval inglés, era untada en abundancia con una salsa pimentada. Se dice que el rey Enrique I de Inglaterra (que reinó de 1100 a 1135) murió en 1135 tras consumir una gran comida a base de lamprea saturada de pimienta, aunque el culpable debió de ser probablemente un veneno en la comida. Una salsa servida en la fiesta de San Eduardo, en 1264, se preparó con 15 libras de canela, 12,5 libras de comino y 20 libras de pimienta.
Las especias asiáticas también desempeñaban un papel clave en la medicina de la Edad Media. Sus propiedades curativas y saludables eran aclamadas por los médicos y las masas, tanto pobres como ricos. Las plantas nativas también estaban incluidas en los textos de medicina en Europa, pero los pacientes seguían prefiriendo las especias asiáticas, si podían permitírselo. Casi todos los medicamentos descritos en los textos de medicina y botánica de la Edad Media tenían especias asiáticas en su composición. La creencia generalizada era que las especias debían de ser unas medicinas más poderosas, al provenir de un ‘paraíso’ lejano.
La seda procedente de Oriente había pasado a representar, durante la Edad Media, un papel central en las vidas de los aristócratas europeos. Tal como explica Wagner:
Todo lo que tocaba la seda, tanto objetos como personas, se hacía importante de inmediato. Cubriendo altares o en forma de cortina, la seda separaba espacios tanto en una iglesia como en un palacio. A partir de los siglos VI y VII, en Europa Occidental, las reliquias de los santos se envolvían en seda, se guardaban y exhibían en relicarios de orfebrería y joyería muy elaboradas… Durante siglos… las cualidades de la seda de lujo, versatilidad y escasez perpetuaron su estatus como un material precioso. La luminosidad y suavidad del tejido siempre impresionaban a los que lo veían o tocaban…Como mercancía, en ocasiones se consideró a la seda más valiosa que el oro.
Rutas comerciales
Las especias y la seda, que habían encontrado su ruta a la Europa medieval, habían recorrido una distancia increíble. En el siglo XIII, estaba organizado un sistema comercial global, en expansión, que se extendía desde la costa oriental de China hasta la Europa occidental, a través de mar y tierra. El eje central era la conexión terrestre entre los puertos del oeste mediterráneo, los puntos de salida del este, hacia el Océano Índico, y las rutas terrestres de Asia central hacia China. Había tres grandes rutas desarrolladas en torno a ese eje central – dos controladas por el mundo árabe, que pasaban a través del Mar Rojo y el Golfo Pérsico y la otra, por el Imperio bizantino, que tenía acceso a las rutas terrestres a través de Asia.
Al este del eje central estaba el Océano Índico, donde los mercaderes árabes controlaban el acceso a la India, así como el estrecho de Malaca, que era el paso hacia China. El comercio terrestre hacia Constantinopla se desplazaba a través de la China de los mongoles, Persia, el Levante y Asia Menor. La ruta comercial primaria entre el Océano Índico y el Mediterráneo discurría desde Bab el-Mandeb, en el extremo meridional del Mar Rojo, hasta Yeda, el puerto marítimo de La Meca, donde las mercancías eran transportadas en embarcaciones que navegaban hacia el norte, contra los vientos dominantes, o en caravanas que seguían las rutas de peregrinaje de Hijaz a los destinos en Egipto y el Levante.
La puerta de entrada desde el Golfo Pérsico al Océano Índico estaba en Ormuz, que por mucho tiempo había servido como vínculo vital entre el mundo persa y el Océano Índico. En su visita a Ormuz, en 1272, Marco Polo escribió:
Y puedo deciros que los mercaderes llegan aquí por barco, desde todas partes de la India, trayendo todo tipo de especias, piedras preciosas y perlas, seda y manufacturas de oro, colmillos de elefante, y muchos otros productos. En esta ciudad venden esas mercancías a otros comerciantes, que las distribuyen por todo el mundo, vendiéndolas, a su vez, a otros. (66)
Los Estados Cruzados
Durante siglos, los cristianos mantuvieron su posición, por medio de las Cruzadas, en el Oriente Medio, predominantemente musulmán. A pesar de las continuas guerras, las ciudades comerciales italianas mantuvieron un comercio activo con muchos puertos del Levante. Las principales ciudades se habían convertido en centros comerciales activos, donde residían comerciantes de Arabia, Irak, Bizancio, el Norte de África e Italia. Surgieron mercados especializados, donde locales y extranjeros podían adquirir un amplio rango de productos, desde sedas y especias hasta alimentos básicos, artículos de cuero, telas, pieles, y otros productos manufacturados. Los mercaderes cristianos, judíos y musulmanes se desplazaban, por todo el Mediterráneo oriental, de una forma sorprendentemente libre, a través de territorios hostiles.
El gran cronista musulmán Ibn Yubair, que viajó por Oriente Medio a lo largo del siglo XII, escribió:
Una de las cosas sorprendentes de que se habla es que, a pesar de los fuegos de la discordia que arden entre las dos partes, musulmanes y cristianos, con ambos ejércitos enfrentados en orden de batalla, todavía los viajeros musulmanes y cristianos vienen y van entre ellos sin interferencia. (Broadhurst, 300-301).
India
India era el epicentro del comercio global. En las costas de Malabar y de Coromandel se reunían colonias de mercaderes de todo el mundo para comerciar con algodón y seda, especias y perfumes, así como con oro, plata y marfil. De la India llegaban la pimienta, piedras preciosas, joyería y telas de algodón. Los comerciantes indios atravesaban el Océano Índico en busca de mercancías y traían de regreso productos de lujo exóticos procedentes de una amplia variedad de culturas, que hacían prosperar a todos.
Entre las ciudades comerciales más importantes estaban Calicut (actual Kozhikode), controlada por los hindús, Cananor (Kannur), Cochin, Quilon (Kollam), la Goa musulmana, y Cambay (Khambhat), en Gujarat, en el extremo noroeste de la península de Kathiawar. En Cambay residían los que probablemente eran los mercaderes con más experiencia en viajes. Estaban establecidos por todo el Océano Índico y navegaban por él, desde Adén a Malaca.
Calicut era, de lejos, el puerto comercial más importante de la India, y durante siglos fue un destino fundamental para todos los mercaderes oceánicos indios de Adén, Ormuz, Malaca y China. También fue conocida por lo que los comerciantes europeos denominaban el calicó, un tejido de algodón del que se derivó el nombre inglés. Calicut estaba gobernada, con carácter hereditario, por un poderoso líder hindú, llamado zamorín, que colaboraba estrechamente con los mercaderes musulmanes para facilitar el comercio. Las otras grandes ciudades indias de especias, de la Costa de Malabar (Cananor, Cochin, Quilon) eran vasallos feudales del zamorín de Calicut, a quien pagaban tributos contra su voluntad. El zamorín de Calicut se mostraría como un oponente formidable en el último intento portugués de bloquear el comercio musulmán en el Océano Índico.
Uno de los primeros cronistas portugueses, Duarte Barbosa, escribió sobre Goa:
La ciudad estaba poblada por moros, hombres respetables, extranjeros y mercaderes ricos; había muchos mercaderes gentiles y otros caballeros, agricultores y militares. Era un gran centro comercial. Tenía un buen puerto, abarrotado con barcos procedentes de La Meca, Adén, Ormuz, y de la región de Khambhat (Cambay) y Malabar. La ciudad era muy grande, con buenos edificios y calles bonitas, rodeada de murallas y torres. (Fernandes, 284)
Mercados de Indonesia
Hacia el siglo XIII, la ciudad de Malaca (Melaka), a orillas del estrecho del mismo nombre, en la península malaya, era también uno de los centros más importantes del comercio mundial. Era el gran centro de despacho internacional para la pimienta, la nuez moscada y el clavo, el punto de encuentro entre Oriente y Occidente. La historia de la región como centro de comercio empezó hacia ca. 300 a.C., cuando surgieron pequeños reinos hindúes en Java y Sumatra, bajo la influencia de los comerciantes de la India. A estos se unieron los budistas en los primeros siglos de la era cristiana. En Sumatra surgió el poderoso reino budista de Srivijaya, haciéndose con el control de la mayor parte del archipiélago malayo, hasta que fue conquistado, en 1290, por el imperio hindú Mayapahit de Java, que llegaría a ser tan poderoso que rechazó pagar tributos a China y pudo derrotar al ejército enviado por Kublai Kan (r. 1260-1294), del imperio mongol, que también gobernaba China.
Una escala importante para los mercaderes en ruta hacia y desde Malaca era la budista Ceilán (actual Sri Lanka), donde podía obtenerse la canela más fina del mundo, junto con gemas, perlas, marfil, elefantes, conchas de tortuga y telas. Barcos de todo el mundo llegaban a Ceilán en busca de sus productos nativos, así como de mercancías traídas de otros países para su reexportación. Los isleños también enviaban sus barcos a puertos del extranjero. Los artículos más importados eran caballos de la India y Persia, y de China llegaban monedas de oro, plata y cobre, seda y cerámica. Había numerosos muelles y fondeaderos dispersos a lo largo de la costa de Ceilán, que facilitaban a los barcos puertos tranquilos e instalaciones.
En el extremo del archipiélago indonesio estaban las Molucas, o Islas de las Especias, la única fuente en el mundo de clavo, nuez moscada y macis. El clavo se encontraba exclusivamente en unas pocas islas volcánicas de las Molucas, mientras que el árbol de la nuez moscada es nativo de unos valles protegidos de las calurosas Islas de Banda. Esas islas sólo eran visitadas por comerciantes de Java y China. Los marinos árabes y gujaratis dependían de los mercaderes indonesios para entregar las especias en Malaca, donde comerciaban con ellas y las dispersaban por todo el resto del Océano Índico.
Rutas marítimas chinas
En el siglo XII, China era la economía más avanzada del mundo, y la potencia más dinámica en el comercio asiático. La ciudad de Hangzhou tenía 1 millón de habitantes, incluyendo una importante clase comerciante. Los chinos llenaban el Océano Índico con flotas de juncos mercantes de navegación oceánica, de 30 m de eslora por 7,5 m de manga. Esos barcos visitaban Indonesia, Ceilán y la costa occidental de la India. Bajo la Dinastía Song del Sur (1127-1279), China disfrutó de un amplio superávit comercial.
A la vez que exportaba productos textiles, cerámica y objetos metálicos de la máxima calidad a nivel mundial, China importaba un rango más reducido de productos – maderas exóticas, resinas y especias, la mayoría del Sudeste Asiático, y algunas de Oriente Medio…Las importaciones de perfumes eran muy importantes, porque todos los niveles sociales los consumían. (Hansen, 219)
Cuando China fue conquistada por los mongoles, en 1279, el comercio con el Sudeste Asiático siguió creciendo, tratando con marfil, cuernos de rinoceronte, crestas de grulla, perlas, coral, plumas de martín pescador y conchas de tortugas y galápagos.
Rutas mongolas terrestres de la Seda
A lo largo de los siglos, el tráfico a lo largo de la Ruta de la Seda pasó por altibajos, dependiendo de la política de los reinos que atravesaba. La llegada al poder de Gengis Kan (que reinó de 1206 a 1227) y la Horda de Oro insufló nueva vida al comercio a lo largo de las antiguas rutas de la seda, en el siglo XIII. Tras las conquistas mongoles, productos exóticos como seda, porcelana y especias, comenzaron a moverse libremente a través de ellas, hacia Europa. La longitud total de la Ruta de la Seda era de unos 10.000 km, de los cuales aproximadamente 3000 km estaban dentro del territorio chino.
La actividad comercial a lo largo de las Rutas de la Seda no sólo fue recuperada por los mongoles sino expandida hasta niveles sin precedentes. Los mongoles eran defensores convencidos del libre comercio, y permitían el paso de los productos de China y el Sudeste Asiático hacia Europa Oriental y Oriente Medio, y viceversa. El padre de Marco Polo (1254-1324), Niccoló, y su tío Maffeo, se embarcaron en su primer viaje a Oriente en 1260, y Marco comenzó su propio viaje épico en 1271. Para estimular el comercio internacional, los comerciantes extranjeros a menudo recibían exenciones fiscales, créditos y salvoconductos a lo largo de la Ruta de la Seda. Los mongoles también estimularon activamente el comercio estableciendo guarniciones a lo largo de la Ruta, con soldados mongoles que la patrullaban, y que servían como estaciones de paso y de parada y descanso para los viajeros.
Redes comerciales europeas
La comunicación con Europa de todos los mercados mundiales era a través de Italia. A lo largo de la mayor parte del período medieval, las ciudades-estado italianas de Venecia, Génova y, en menor medida, Pisa, competían por mover productos de los mercados asiáticos a Europa a través del eje central. Venecia dominó el comercio en el Mediterráneo oriental entre los siglos X y XII, como aliado del Imperio bizantino. En el siglo XIII, su poder creció todavía más cuando abandonó su prolongada alianza durante la Cuarta Cruzada, apoyó la ocupación de Constantinopla, y se hizo con el control de la mayor parte de los puertos bizantinos en el Adriático. A ese botín se añadieron Corfú en 1207, y Creta en 1209. Todo ello dio a los venecianos una red comercial que se extendía desde el Cuerno de Oro de Constantinopla hasta los principales puertos de Siria y Egipto, y con ella el acceso a todas las especias que llegaban a Oriente Medio desde el Sudeste Asiático y la India.
La localización de Venecia era perfecta para controlar el comercio con los mercados del Mar Negro, Levante y Egipto. Tal como describe Krondl:
Venecia está situada en el extremo noroeste del Adriático, el golfo más grande del Mediterráneo, y justo al otro lado de los Alpes están las tierras de habla alemana. Desde Venecia hay un recorrido más o menos directo de descenso por la costa oriental adriática, costeando la Grecia continental, pasando la isla de Creta, y luego directo hasta Egipto. Este viaje es fácilmente el recorrido más directo entre los emporios de las especias de Oriente y las minas de plata del corazón de Europa. (44)
Otro poder comercial surgió en el Mediterráneo occidental en el siglo XII: la red comercial catalana. Incluía a Cataluña, Mallorca y Valencia, en el nordeste de España, y tenía su centro en Barcelona. Los hábiles mercaderes catalanes analizaron los mercados potenciales y estimularon la producción de los artículos agrícolas y artesanales de más probable aceptación en los mercados extranjeros. Comenzaron con el trigo, el aceite, la miel, el vino, esclavos musulmanes, armas (espadas y cuchillos de alta calidad) y pieles de Córdoba. Con el tiempo, añadieron a su oferta el azafrán, la fruta seca, el coral, tejidos de lana, cerámica, cueros grabados, pegamento, grasa y objetos de vidrio. Sus redes comerciales se extendían por Francia, Italia, Norte de África, el Levante, y a lo largo de la costa atlántica, incluyendo Andalucía, Portugal, Inglaterra y Flandes.
En el siglo XII, emergió también en Europa una gran liga comercial llamada Liga Hanseática (Unión Hanseática o Hansa), que unía a las principales ciudades que rodeaban el Mar Báltico y el Mar del Norte. La Liga se fue fortaleciendo de forma continua a lo largo del siglo XIII.
La Hansa se componía de casi 200 ciudades marítimas y del interior (fluviales). Se extendía desde Brujas y Gante, en Flandes, y Londres, al oeste, hasta la República de Novgorod en Rusia occidental y Tallín, en el golfo de Finlandia, al este; desde Bergen en el norte hasta el centro de Alemania, en el sur. [Las actividades de la Hansa] incluso se extendieron hasta Venecia…donde vivían y almacenaban sus mercancías los comerciantes alemanes.” (Liggio, 134)
Conclusión
El comercio en el mundo medieval se desarrolló hasta tal punto que incluso comunidades relativamente pequeñas tuvieron acceso a mercados semanales y, quizás a un día de viaje de distancia, a ferias, mayores pero menos frecuentes, donde se exponía un amplio rango de productos de consumo de la época, para tentar al comprador y al pequeño revendedor. Al avanzar la Alta Edad Media, múltiples rutas internacionales vinieron a conectar las ciudades del noroeste de Europa con los estados mercantiles de Italia. Las mercancías exóticas se transportaban de forma laboriosa remontando los valles del Po y el Ródano, hacia la Francia central y septentrional, donde se encontraban con las que venían hacia el sudoeste, desde Flandes y el Mar del Norte. Las rutas comerciales del Mar del Norte quedaron totalmente conectadas con las del Mediterráneo.
Las ferias comerciales internacionales ganaron importancia durante los siglos XII y XIII en la confluencia de esas rutas, en Francia, Inglaterra, Flandes y Alemania. Las más famosas tenían lugar en las poblaciones de la Champaña, en el noroeste de Francia. Allí los comerciantes nórdicos llevaban pieles, lana y especias de Extremo Oriente. Las mercancías procedentes de Italia se llevaban en caravanas de mulas de carga, atravesando los Alpes a través del paso de Mont Cenis, a lo largo de la antigua ruta llamada Vía Francígena. El viaje desde Génova hasta las ciudades feriales francesas costaba un mes. En el siglo XIII, el mundo estaba completamente conectado, como una economía global. Enormes cantidades de mercancías atravesaban todos los imperios del mundo, por tierra y por mar. El comercio prácticamente no tenía restricciones por las fronteras entre países o las etnicidades.