Durante el siglo XXI a.C., una era conocida como el período III de Ur o Tercera Dinastía de Ur en Mesopotamia, se redactaron muchas actas de audiencias judiciales en Umma, una ciudad de lo que hoy en día es Iraq meridional. Un expediente judicial refiere a una controversia entre dos mujeres. El nombre de una de las mujeres se desconoce, en el texto es descrita solo como la esposa de un hombre llamado Ur-lugal. La otra mujer se llamaba Geme-Suen. Los casos judiciales como el de ellas brindan una vívida idea de cómo funcionaba el sistema judicial mesopotámico.
El caso de Geme-Suen
En el período III de Ur, se elaboraron muchas actas judiciales en la ciudad de Umma. No se conoce exactamente dónde ocurrió este juicio, pero es probable que fuese cerca de un templo. Un escriba tomó nota de lo que aconteció y su registro se puede encontrar en el Museo Británico, en una tablilla de poco más de dos pulgadas de ancho y tres pulgadas de altura. La discusión comenzó con Geme-Suen declarando que la esposa de Ur-lugal le había solicitado en préstamo dos minas de plata y que todavía le debía parte del dinero. Dos minas representaban una gran cantidad de riqueza, incluso para una persona relativamente rica. Un siclo de plata equivalía a 300 litros de cebada y a un trabajador manual se le pagaba mensualmente con 60 litros de cebada por mes; por lo tanto, un siclo de plata representaba cinco meses de paga. Con 60 siclos se hacía una mina, por lo que las dos minas que la esposa de Ur-Lugal había solicitado prestadas eran equivalentes a 120 siclos, o 50 años de paga para un trabajador. No queda claro para qué la esposa de Ur-lugal las necesitaba, pero Geme-Suen debe haber sido una mujer rica para haber tenido esa cantidad a mano y disponible para prestarla. Ur-lugal era descrito como el jardinero jefe, por lo que su esposa no habría sido pobre tampoco.
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Es posible que se hubiese redactado un contrato para el momento en que Geme-Suen había prestado la plata a la esposa de Ur-lugal. Los contratos eran ampliamente usados en esa época para crear registros formales de cosas tales como los préstamos o las ventas. Un escriba lo habría redactado con la presencia de testigos, indicando la tasa de interés. Normalmente, para los préstamos de plata, esta solía ser de 20 por ciento. Algunos contratos de préstamo también establecían el tiempo en el cual el préstamo debía ser reembolsado.
De regreso a la sala del tribunal, la esposa de Ur-lugal tuvo una respuesta a la demanda de Geme-Suen por el pago del resto del préstamo. "Ki'ag cerró mi caso", afirmó ella, presumiblemente dirigiéndose al juez que estaba presidiendo (Molina, 202). Quiso decir que este caso ya había sido juzgado y decidido a su favor. Ella no debía nada. El hombre llamado Kiag, quien había supervisado el juicio previo, parece haber estado presente en este nuevo juicio también. Él era uno de los tres jueces conocidos en Umma que presidían los casos judiciales, así que habría sido bien conocido por el juez a quien le hablaba la esposa de Ur-lugal. Se sabe, por otras fuentes, que Kiag también había donado animales para sacrificio en el festival de año nuevo de la ciudad y, en una ocasión, había administrado un juramento a alguien en su propia casa. Era un hombre respetado en Umma.
La esposa de Ur-lugal continuó hablando en su propia defensa, identificando a otro hombre poderoso que apoyaría su reclamo: “Lu-Suen era mi comisionado en el caso concluido”, dijo ella (Molina, 202). Los comisarios, con el título de mashkim, supervisaban los casos judiciales en el período III de Ur. Preparaban todo con anticipación al juicio, registraban el resultado y aparecen mencionados con frecuencia en los documentos. En este caso, el juez decidió verificar su historia. Llamó a Lu-Suen para confirmar que la esposa de Ur-lugal estaba diciendo la verdad, pero resultó que ella había cometido un error al mencionarlo. Lu-Suen no la ayudó. El acta indica que “el declaró: ‘eso es mentira'” (Molina, 202).
Lo que parece que ocurrió a continuación fue que, curiosamente, Ki'ag, el juez del primer caso, se involucró. Le pidió a los cinco hijos de Ur-lugal que prestaran juramento, presumiblemente para confirmar que su madre había estado diciendo la verdad. Sin embargo, decidieron no apoyarla y rehusaron jurar. Si ellos hubiesen aceptado, a todos se les habría obligado ir al templo para que el juramento pudiese ser tomado en presencia del dios. En este momento, la esposa de Ur-lugal decidió retractarse. Ni el comisario del juicio anterior ni sus propios hijos estaban dispuestos a mentir por ella. Reconoció que sí, que ella todavía debía diez siclos de plata a Geme-Suen. No solo eso, sino que uno de sus hijos admitió que también debía cinco siclos.
El expediente judicial no menciona nada más, excepto que enumera cinco testigos quienes asistieron al procedimiento judicial. Los expedientes como este casi siempre terminaban con el juramento, aunque la gente involucrada decidiera prestarlo o no, porque el juramento (o la negativa a prestarlo) a menudo determinaba la decisión del juez. En este caso, Geme-Suen ganó el litigio y la esposa de Ur-lugal tuvo que devolver el resto de la plata.
El sistema jurídico en Mesopotamia
Este pequeño trozo de la vida en Umma refleja varios aspectos del sistema jurídico de allí, que también son confirmados por otros procesos judiciales. Primero, a diferencia de muchas otras ciudades mesopotámicas y de otras épocas, en Umma cada caso era juzgado por un solo juez. En otros lugares, se necesitaba todo un panel de jueces, hasta siete de ellos. Ninguno en esa época era juez por profesión; hombres como Kiag, quienes asumían la función de vez en cuando, eran letrados e importantes en la ciudad, pero también tenían otros trabajos. Segundo, el juez se interesaba por la evidencia y quería asegurarse de que las partes en el caso estuviesen diciendo la verdad. Es por ello que interrogó a Lu-Suen y para ello habría sido el juramento, el juez Ki'ag trató que los hijos de Ur-lugal jurasen en apoyo de su madre de manera tal que él podría determinar si ella estaba siendo sincera.
Las declaraciones originales en un juicio rara vez se hacían bajo juramento, pero los juramentos a menudo tenían lugar después en los procesos y fueron considerados potentes herramientas legales a lo largo de la historia del antiguo Oriente Próximo. Los juramentos traían el poder de los dioses al pleito. También se mencionan en las leyes de Ur-Namma. Una ley establece que "si un hombre comparece como testigo, pero se retracta (de su) juramento, dará una indemnización por lo que se haya tratado en ese juicio" (Ley de Ur-Namma, 38). Los hijos de Ur-lugal no se habían presentado como testigos (habían sido llamados por el juez) y fueron sabios al no prestar ese juramento. Aparentemente, rehusaron hacerlo porque su madre estaba mintiendo y sabían que habrían cometido perjurio. Esto no habría valido la pena: ellos podrían haber sido los responsables por la plata adeudada en el caso. Otra preocupación persistente, sin duda, les impidió mentir bajo juramento: los dioses hubiesen sabido que lo habrían hecho y los dioses no tenían paciencia con los humanos que juraban en falso en sus nombres. Los niños habrían creído que el castigo de los dioses era algo mucho peor que pagar una cantidad de plata. Por lo tanto, rehusarse a tomar un juramento era una manera de decirle al juez que estaría mintiendo si lo hacía. Esto le ayudaba al juez a determinar la verdad del caso.
En el caso de Geme-Suen contra la esposa de Ur-lugal, el juez falló a favor de la más rica y más poderosa de las dos mujeres, pero esto no fue el resultado de un sistema judicial que favoreciera a los ricos. Las actas judiciales reflejan una sorprendente transparencia en el sistema jurídico y un genuino deseo de que prevaleciera la justicia. Si Geme-Suen hubiera sido culpable por otros casos, queda claro que habría sido ella la que habría tenido que pagar. También está claro, no solo por las leyes sino también por los registros de los casos judiciales, que las multas eran, por lejos, la forma de castigo más común.