La coronación de Napoleón I como emperador de los franceses tuvo lugar el domingo 2 de diciembre de 1804, en la catedral de Notre-Dame de París. La coronación fue una ceremonia sagrada celebrada para legitimar el reinado de Napoleón y señaló el nacimiento del primer imperio francés (1804-1814; 1815) y estableció la dinastía imperial de Bonaparte.
La coronación se realizó con la significativa asistencia del Papa Pío VII (1800-1823). Junto con el Concordato de 1801, la coronación marcó la reconciliación entre Francia y la Iglesia Católica. Pero la coronación también tenía un componente secular, al reconocer la idea de que Napoleón gobernaba con el consentimiento del pueblo, que había aprobado su elevación a la dignidad imperial en un plebiscito. La ceremonia fue única entre las coronaciones de los monarcas franceses anteriores, ya que Napoleón combinó varios ritos de la dinastía carolingia, el Antiguo Régimen y la Primera República francesa para consolidar su legitimidad.
El reino de Francia se había transformado en una monarquía absoluta en los dos siglos que precedieron a la Revolución Francesa (1789-1799). Mientras que la autoridad de los primeros reyes franceses se limitaba en gran medida a sus dominios personales alrededor de la île-de-France debido a los intereses rivales de los poderosos señores locales, para el siglo XVII, el poder en Francia se había centralizado. El Rey Sol Luis XIV de Francia (que reinó de 1643-1715) reinó con tanta firmeza que pudo presumir "L’état, C’est Moi !" o "El estado soy yo". Luis XIV atacó y desmanteló los obstáculos restantes a su autoridad absoluta después de aplastar una rebelión de señores feudales conocida como La Fronda (1648-1653), mientras que sus diversas guerras, reformas y proyectos de construcción ayudaron a Francia a convertirse en una importante potencia europea. El Rey Sol gobernó desde su famoso y opulento palacio de Versalles, donde el protocolo rígido de la vida cortesana implicaba que todo giraba en torno al rey. El relativo aislamiento de Versalles de París también le dio a la monarquía un aire casi mítico.
AUNQUE BONAPARTE TUVIERA EL PODER DE UN REY ABSOLUTISTA, SOLO TENÍA EL TÍTULO DE PRIMER CÓNSUL DE UNA REPÚBLICA REGICIDA.
Tan extravagante método de gobierno no podría durar para siempre, y el reinado del sucesor del Rey Sol, el rey Luis XV de Francia (que reinó de 1715-1774), vio el reino endeudarse aún más al verse envuelto en guerras perpetuas. Las ideas populares de la era de la iluminación alertaron a muchos franceses de las sombrías realidades de la desigualdad social desenfrenada detrás de la máscara de dorado esplendor del Antiguo Régimen. Las tensiones fueron aumentando poco a poco antes de estallar finalmente en 1789 para dar comienzo a la Revolución Francesa. Los ciudadanos que habían pagado el precio del absolutismo se vengaron. De este modo, la Toma de la Bastilla y la Marcha de las Mujeres a Versalles desmantelaron rápidamente una monarquía casi milenaria. La estocada final de la monarquía lo constituyó la irrupción de miles de parisinos en el palacio de las Tullerías el 10 de agosto de 1792, donde capturaron a la familia real y mataron a unos 600 guardias suizos. Poco más de un mes después, la monarquía fue abolida oficialmente y sustituida por la República Francesa. El desafortunado ex rey, Luis XVI de Francia (que reinó 1774-1792) fue juzgado por traición y ejecutado el 21 de enero de 1793. Su esposa, la odiada reina María Antonieta (1755-1793), lo siguió a la guillotina nueve meses después. La sangre real había bautizado a la Primera República francesa.
Por supuesto, el fin del absolutismo en Francia no significó que a partir de entonces todo fuera más fácil. Los Antiguos Regímenes del resto Europa formaron una coalición para evitar que la revolución se propagara más allá de las fronteras francesas, lo cual arrastró al continente a las guerras revolucionarias francesas (1792-1802). Las derrotas francesas iniciales causaron el surgimiento del Comité de Seguridad Pública dirigido por los jacobinos, con Maximilien Robespierre (1758-1794) al mando. En su obsesión por crear una república perfecta, pura y virtuosa, Robespierre ordenó los arrestos y ejecuciones de monárquicos y otros presuntos disidentes políticos. Su Reinado del Terror de diez meses terminó solo con su propia caída y ejecución en julio de 1794. Posteriormente, el directorio, corrupto e ineficaz, llegó al poder. Aunque los ejércitos franceses avanzaron victoriosos durante el gobierno del directorio, este no era popular. El hambre y la pobreza asolaban el país, mientras que el gobierno se tambaleaba tras varias intentonas militares. La revolución se acercaba a su décimo año y el pueblo estaba cansado del caos y dispuesto a aceptar cualquier gobierno que pudiera ofrecerle estabilidad.
Tal estabilidad finalmente les fue ofrecida por Napoleón Bonaparte (1769-1821), un popular general nacido en Córcega, quien se hizo con el poder en el golpe de Estado del 18 de brumario de 1799 (9 al 10 de noviembre en el calendario republicano). Como primer cónsul del nuevo gobierno, Bonaparte implementó una nueva constitución y anunció el fin de la revolución. Legitimó su gobierno venciendo decisivamente a los austriacos en la Batalla de Marengo el 14 de junio de 1800, con lo que pondría fin a las guerras revolucionarias dos años más tarde. A pesar de afirmar ser la personificación de la revolución, Bonaparte comenzó a dar pasos claros hacia el autoritarismo y comenzó a revivir algunas prácticas del Antiguo Régimen: invitó a los emigrados contrarrevolucionarios a regresar a Francia, reconcilió a Francia con la Iglesia Católica con el Concordato de 1801, e incluso reinstituyó un sistema de jerarquía social que en teoría se basaba en el mérito pero que en realidad favorecía la nobleza. En 1802, un plebiscito confirmó a Bonaparte como Primer Cónsul vitalicio, otorgándole efectivamente la autoridad de un dictador.
Aunque Bonaparte tuviera el poder de un rey absolutista, solo tenía el título de Primer Cónsul de una república regicida. Sabía que para asegurar su posición en Francia y ser tratado como un igual por los monarcas de Europa tenía que establecer algún tipo de monarquía hereditaria propia. La oportunidad surgió en febrero de 1804, cuando se descubrió una conspiración monárquica contra su vida. El Asunto Cadoudal, llamado así por su principal participante, Georges Cadoudal, fue un complot respaldado por los británicos para matar o secuestrar a Bonaparte y restaurar a la exiliada casa de Borbón en el trono francés. Después de detener a Cadoudal y a los demás conspiradores, Bonaparte se presentó ante el pueblo francés como el protector de las libertades ganadas con la revolución. Si lo mataban, no habría nada que evitara que Francia descendiera nuevamente en el caos o, lo que era peor, en manos de los Borbones. La única solución, argumentó, era el establecimiento de una monarquía hereditaria para garantizar una transición de poder armónica.
para 1804, lA MAYORÍA DE LOS QUE podrían haber SIDO LO SUFICIENTEMENTE POPULARES COMO PARA OPONERSE A LA CORONACIÓN DE NAPOLEÓN, ESTABAN MUERTOS O DESHONRADOS.
A finales de marzo de 1804, el Conseil d'Etat se reunió para discutir cuál sería el mejor título para Bonaparte. Casi de inmediato, se descartó el título de “rey” para evitar cualquier asociación con la antigua monarquía borbónica. Los títulos de “príncipe” y “cónsul” también fueron descartados porque sonaban demasiado modestos. Al final, el Conseil se decidió por el título de “Emperador” que, en su opinión, era "el único [título] digno de él y de Francia" (Roberts, 342). El 18 de mayo de 1804, el Senado le concedió oficialmente el título imperial a Bonaparte, quien tomó el nombre real de Napoleón I. Tan solo once años después del juicio y la ejecución de Louis XVI, Francia era una vez más una monarquía hereditaria. La popularidad de Napoleón, y sus promesas de salvaguardar las libertades francesas, supusieron que había pocas personas que se opusieran a él. De hecho, un plebiscito celebrado para confirmar la transición al imperio votó abrumadoramente a favor de la medida que se aprobó con un increíble índice de aprobación del 99.93%. Ciertamente, el plebiscito fue manipulado, aunque el régimen napoleónico era genuinamente popular.
Para 1804, de los antiguos líderes republicanos de Francia, la mayoría de los que habrían sido lo suficientemente populares como para oponerse a la coronación de Napoleón, estaban muertos o deshonrados. Aquellos que todavía eran lo suficientemente influyentes como para rivalizar con Napoleón fueron debidamente sobornados con títulos. El día después de su proclamación como emperador, Napoleón nombró a cuatro "mariscales del imperio" honorarios y 14 activos. Entre estos estaban sus seguidores leales y miembros de su familia como Louis-Alexandre Berthier y Joachim Murat, pero también posibles rivales como Jean-Baptiste Jourdan y Jean Bernadotte, a quienes se apaciguó para no hacer un escándalo. Para el verano, las cosas parecían lo suficientemente estables como para que Napoleón planificara su coronación.
El 12 de junio de 1804 el antiguo Conseil d'Etat, renombrado como Consejo Imperial, se reunió en Saint-Cloud para establecer los detalles de la inminente coronación. El consejo decidió no celebrar la coronación en Reims, donde se celebraba tradicionalmente, de nuevo para evitar cualquier asociación desagradable con los Borbones. Se consideró Aix-la-Chapelle por su asociación con Carlomagno, pero finalmente se decidió celebrar la ceremonia en la Catedral de Notre-Dame en París y se fijó la fecha para el 2 de diciembre de 1804.
Luego, la conversación se centró en la heráldica del nuevo imperio. La flor de lis, el símbolo del antiguo reino de Francia, fue descartado a favor de un águila con las alas extendidas, basándose en que el águila "afirma la dignidad imperial y recuerda a Carlomagno" (Roberts, 348). Para su emblema personal, Napoleón eligió la abeja. Las abejas estaban asociadas con el rey franco Childerico I (que reinó en torno a 458-481), un miembro temprano de la dinastía merovingia. Al elegir abejas para su emblema, la intención de Napoleón era vincular su propia dinastía con los merovingios, a menudo considerados como los fundadores de Francia. Pero para fundar una dinastía, Napoleón primero necesitaba un heredero. Para 1804, todavía no tenía hijos, y parecía cada vez más probable que su esposa, la hermosa pero envejecida Josefina de Beauharnais, nunca tendría más hijos. Por el momento, Napoleón nombró a su hermano mayor, José, como su heredero con uno de sus hermanos menores, Luis, segundo en la línea sucesoria.
Con estos detalles resueltos, la corte imperial ahora podría centrar su atención en preparar la catedral en sí. El trabajo fue confiado a los arquitectos Percier y Fontaine, quienes dividieron el espacio en dos centros distintos. En un extremo, cerca del presbiterio de la catedral, se preparó un espacio para el aspecto religioso de la ceremonia. Aquí, el trono papal se instaló a la izquierda del altar, y hizo sitio para los cardenales, los arzobispos y otros miembros del clero asistente. En el medio, se instaló un reclinatorio para que el emperador y la emperatriz pudieran arrodillarse ante el papa. En el extremo opuesto de la iglesia, cerca de la gran nave, se preparó un segundo espacio para la parte secular de la ceremonia. Aquí, se construyó un gran trono imperial debajo de un arco triunfal decorado con águilas y cubierto de terciopelo rojo. Esta parte de la catedral se cubrió con imágenes griegas y romanas de la Antigüedad para que el observador conectara subliminalmente a Napoleón con héroes antiguos como Alejandro Magno. Entre las áreas secular y religiosa había suficiente espacio para los 6.000 invitados.
El 2 de noviembre, el papa Pío VII salió de Roma y se dirigió a París. A fin de mes se encontró con Napoleón entre Nemours y Fontainebleau. Napoleón no era un católico ideal; de hecho, había considerado convertirse al islam durante su campaña egipcia y ya había hecho la guerra a los Estados Papales y encarcelado al predecesor de Pío VII. Sin embargo, el emperador reconoció la importancia de la religión en tal ceremonia y sabía que muchos de sus nuevos súbditos aprobaban la reconciliación con la Iglesia. El papa, por su parte, se mostró reacio a oficiar la coronación, pero después de mucha negociación finalmente fue persuadido para que lo hiciera. Una de sus condiciones era que se reconfirmara el matrimonio de Napoleón y Josefina de acuerdo con los ritos de la Iglesia, ya que su boda en 1796 había sido una ceremonia estatal apresurada. Napoleón aceptó y su medio tío, el cardenal José Fesch, realizó las nupcias religiosas en la noche del 1 de diciembre. Satisfecho, el papa Pío VII entró en París al lado del nuevo emperador francés.
La ceremonia
Los invitados comenzaron a llegar a la catedral a las 6 de la mañana del domingo 2 de diciembre de 1804. Mientras esperaban a que comenzara la ceremonia, se fueron juntando debajo de un toldo neogótico de madera para resguardarse de la nieve que comenzaba a caer a su alrededor. Una hora después, 460 músicos de la capilla imperial, el teatro Feydeau y la Ópera arrancaron los primeros sonidos de la música. Cuando se abrieron las puertas, los invitados entraron en fila y 92 encargados fueron recogiendo las invitaciones mientras los soldados les escoltaban a sus asientos. Además de figuras francesas importantes, entre los invitados también estaba la mayoría del cuerpo diplomático con las notables excepciones de los representantes del Reino Unido (que en ese momento estaba en guerra con Francia) y de Rusia y Suecia (que protestaban por la reciente ejecución del duque de Enghien a manos de los franceses). El papa llegó a pie, debajo de un dosel transportado por doce mozos vestidos de damasco rojo.
A las 10 de la mañana, las salvas de artillería alertaron a la ciudad de que Napoleón y Josefina habían salido del Palacio de las Tullerías y se dirigían a la catedral. El emperador y la emperatriz viajaban en un gran carruaje tirado por ocho caballos blancos e iban acompañados por una procesión tan grande que tuvo que detenerse en varios puntos para encontrar un camino a través de puntos particularmente estrechos. La procesión estaba encabezada por el recién nombrado mariscal Murat, como gobernador de París, e incluía a la familia y los asesores de Napoleón, todos condecorados con nuevos títulos; José Bonaparte como Gran Elector, Cambacérès como Archicanciller y Talleyrand como Archichambelán, entre otros. A las 11, la procesión se detuvo frente a Notre-Dame y Napoleón salió de su carruaje y se puso su túnica de coronación; este era un manto de terciopelo carmesí, forrado con armiño y salpicado de abejas doradas. Mientras José lo ayudaba a ponerse la túnica, que aparentemente pesaba 36 kilogramos (80 libras), Napoleón se volvió hacia su hermano y le dijo, en su italiano nativo: "Si papá pudiera vernos ahora" (Bell, 63). La emperatriz Josefina vestía una túnica similar que cargaban las tres hermanas de Napoleón.
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A las 11:45, el emperador y la emperatriz entraron en la catedral mientras el coro cantaba himnos. Fueron recibidos por el arzobispo de París, quien los roció con agua bendita antes de trasladarse a los lugares designados. Según Laure d'Abrantes, una dama de honor que estaba cerca de Napoleón, el emperador pronto se cansó por la duración de la celebración y varias veces tuvo que reprimir un bostezo. Sin embargo, Napoleón "hizo todo lo que se le pidió que hiciera con decoro" (Roberts, 355). En el clímax del evento, se trajo la corona de Napoleón. Dado que la corona francesa tradicional había sido destruida durante la Revolución, esta era una nueva, hecha para parecerse a la corona de Carlomagno. Napoleón la tomó y la colocó sobre su propia cabeza; aunque los relatos posteriores afirman que se trató de una decisión espontánea hecha para fastidiar al papa, la autocoronación de Napoleón en realidad se había ensayado junto con todo lo demás y se hizo con la aprobación de Pío. A continuación, Napoleón coronó a Josefina, quien se arrodilló ante él. Este momento fue inmortalizado en el cuadro de Jacques-Louis David.
Después de la coronación, el Papa Pío VII bendijo tanto al emperador como a la emperatriz, tras lo cual Napoleón prestó juramento de coronación:
Juro mantener la integridad del territorio de la República: respetar y hacer respetar las leyes del Concordato [de 1801] y de libertad de culto, de libertad política y civil... no recaudar impuestos sino en virtud de la Ley; mantener la institución de la Legión de Honor; gobernar solo en vista del interés, el bienestar y la gloria del pueblo francés. (Roberto, 355)
El juramento fue seguido por nuevas salvas de artillería y gritos de “¡Viva el emperador!” Después, la procesión imperial salió de la catedral y viajó de regreso por las calles de París, seguida de la procesión papal. Miles de soldados se alinearon en las calles para contener a la multitud de personas que esperaban ver a su nuevo emperador.
Conclusión
Desde su glorioso palacio de Versalles, el rey Luis XIV había declarado que él era el Estado, una expresión del carácter absoluto de su poder. Ahora, un siglo después, el emperador Napoleón I ciertamente podría hacer una afirmación similar. La Francia que gobernaba era más poderosa, más centralizada que el Antiguo Régimen del Rey Sol, y aparentemente tenía la bendición tanto de Dios como del pueblo. Once años después de que Luis XVI y María Antonieta perdieran la cabeza en la Place de la Revolution, la cabeza de Napoleón fue ungida y coronada, lo que dio inicio al Primer Imperio Francés y llevó a la tumba a la regicida Primera República Francesa.
No pasaría mucho tiempo antes de que el nuevo emperador fuera puesto a prueba; el 11 de abril de 1805 se lanzaría contra él una nueva alianza antifrancesa en la Guerra de la Tercera Coalición (1805-1806). El 2 de diciembre de 1805, exactamente un año después de su coronación, Napoleón derrotaría a los ejércitos austriaco y ruso en la batalla de Austerlitz, a menudo considerada la mayor victoria de su carrera militar. La batalla consolidó su poder imperial proclamado un año antes.
La coronación de Napoleón ocurrió el domingo 2 de diciembre de 1804 en la catedral Notre-Dame de París.
¿Quién se negó a asistir a la coronación de Napoleón?
Dos de los hermanos de Napoleón, Luciano y Jerónimo, no asistieron a la ceremonia como resultado de una querella con Napoleón. La madre del emperador, Leticia, tampoco asistió, en solidaridad con sus hijos. Los embajadores de Rusia y Suecia boicotearon la coronación en protesta por la reciente ejecución del Duque de Enghien.
¿Qué ocurrió en la coronación de Napoleón?
Durante la ceremonia, el nuevo emperador de los franceses se colocó la corona sobre su cabeza antes de coronar a su esposa, la emperatriz Josefina, quien se arrodilló ante él. Al contrario de lo que se suele creer, la decisión de autocoronarse de Napoleón estaba planeada y no se hizo para provocar al papa Pío VII, quien lo había aprobado de antemano.
¿Por qué es importante la coronación de Napoleón?
La coronación de Napoleón es importante porque marcó el inicio del Primer Imperio Francés, que dio paso a la era napoleónica y trajo de vuelta la monarquía a Francia después de la Revolución.
Soy un joven graduado de inglés y ruso. Me encanta la historia, el arte y la filosofía. A través de la traducción puedo ayudar a acceder al conocimiento para entender mejor el mundo y tomar buenas decisiones.
Mark, H. W. (2023, julio 06). Coronación de Napoleón I [Coronation of Napoleon I].
(L. M. C. González, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-2251/coronacion-de-napoleon-i/
Estilo Chicago
Mark, Harrison W.. "Coronación de Napoleón I."
Traducido por Luis Mario Caso González. World History Encyclopedia. Última modificación julio 06, 2023.
https://www.worldhistory.org/trans/es/2-2251/coronacion-de-napoleon-i/.
Estilo MLA
Mark, Harrison W.. "Coronación de Napoleón I."
Traducido por Luis Mario Caso González. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 06 jul 2023. Web. 20 nov 2024.
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Escrito por Harrison W. Mark, publicado el 06 julio 2023. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.