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El líder de la Alemania Nazi, Adolf Hitler (1889-1945), ordenó la invasión de Polonia el primero de septiembre de 1939. Como el dictador se rehusó a retirar las tropas, Gran Bretaña y Francia le declararon la guerra el 3 de septiembre y así comenzó la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). La Unión Soviética invadió la parte oriental de Polonia el 17 de septiembre, por lo que el país se vio ocupado y dividido entre dos regímenes totalitaristas.
La agresiva política exterior de Hitler
Es necesario seguir los pasos de la expansión alemana desde 1935 para comprender por qué la invasión de Polonia empujó a Gran Bretaña y a Francia a que decidieran declarar la guerra a Alemania. Adolf Hitler se hizo con el poder en 1933 y, dos años más tarde, comenzó a acaparar tierras, utilizando en cada ocasión una combinación de maniobras militares, diplomacia y engaños para convencer a los líderes mundiales de que cada territorio vecino ocupado sería el último. El líder Nazi había prometido al pueblo alemán que recuperaría los territorios perdidos luego del vergonzoso Tratado de Versalles (1919), que había dado cierre a la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Sostenía que Alemania necesitaba Lebensaraum (en español, “espacio vital”) para su gente, es decir, nuevas tierras donde pudieran prosperar.
En marzo de 1935, Hitler retomó la región del Sarre, rica en depósitos de carbón, en la frontera oriental alemana, área que había estado gobernada por la Sociedad de las Naciones (precursora de la actual Naciones Unidas) desde el fin de la Primera Guerra Mundial. Ese mes los votantes del Sarre no dejaron duda en su decisión de reincorporarse a Alemania. Animado ante la falta de respuesta internacional efectiva ante la invasión japonesa de la Manchuria china en 1931 y la invasión italiana de Abisinia (Etiopía) en 1935, el próximo paso de Hitler fue ocupar Renania, región ubicada entre Alemania y Francia, la cual debía permanecer desmilitarizada según lo pactado en el Tratado de Versalles. Tropas alemanas ingresaron en Renania en marzo de 1936. Fue entonces que el líder Nazi repudio formalmente el Tratado de Versalles y embarcó al país en un programa de rearme. En 1936 formó una alianza con Italia, conocido como el Eje Roma–Berlín. En marzo de 1938, ocupó Austria, cuna del dictador. La Anschluss (en español, “anexión”) de Austria se aprobó más adelante en un plebiscito.
Hitler era diestro en tramar artimañas políticas, decir algo para luego hacer otra cosa.
A continuación, Adolf Hitler quiso los Sudetes, región vecina de Checoslovaquia en la que la mayoría hablaba alemán. Aun cuando Francia y la Unión Soviética habían firmado un tratado en 1935 en el que prometían proteger Checoslovaquia de agresiones externas, ninguna de las dos naciones estaba dispuesta a entrar en guerra a la hora de la verdad. La mayor parte de la población británica, al igual que la francesa, se rehusaba a ir a la guerra e incluso se oponían a la política de rearme. En septiembre de 1938, se reunieron en Múnich Gran Bretaña, Francia, Italia y Alemania. En los Acuerdos de Múnich, las cuatro potencias acordaron que los Sudetes pasarían a manos de los alemanes. Los gobiernos de Checoslovaquia y la Unión Soviética no tuvieron voz en esa decisión. Hitler había prometido respetar el resto del territorio checoslovaco, pero no solo no cumplió con su palabra, sino que promovió la separación de Eslovaquia e invadió Bohemia y Moravia en marzo de 1939. Ese mismo mes, Alemania se adueñó del Territorio de Memel en Lituania. En abril, el dictador fascista italiano, Benito Mussolini (1883-1945), ocupó Albania. A estas alturas estaba claro hasta para el más ingenuo diplomático que no se podía confiar en nada de lo que firmaran Hitler o Mussolini.
Los Estados Unidos sostuvieron una política aislacionista durante el turbulento periodo geopolítico europeo. Gran Bretaña y Francia, lideradas por Neville Chamberlain (1869-1940) y por Edouard Daladier (1884-1970) respectivamente, buscaban con desespero evitar los horrores de otra guerra mundial, conflicto para el que ni por casualidad estaban militarmente preparados. Por otro lado, luego de la revolución Bolchevique y la purga del Ejército Rojo a manos del líder soviético Iósif Stalin (1878-1953), la Unión Soviética no participaba de la confianza de ninguno de las otras potencias. Finalmente, Mussolini también perseguía una agresiva política exterior, ignorando los derechos de otras naciones.
El 29 de agosto, Polonia se rehusó a acatar las exigencias de Hitler sobre el país.
Con una mirada retrospectiva, se puede apreciar que Hitler estaba en constante búsqueda de nuevos territorios para acaparar y que solo la guerra pondría coto a sus ambiciones, pero en aquel momento no resultaba tan evidente. El líder Nazi era diestro en tramar artimañas políticas, decir algo para luego hacer otra cosa; mientras que en un discurso prometía la paz, en otro profería amenazas de invasión, lo que en general desorientaba a los líderes extranjeros. Algunos historiadores afirman que Hitler no tenía ninguna estrategia definida; es decir, quizás no tenía un plan claro sobre dónde, cuándo y cómo expandir el Tercer Reich, pero no cabe duda de que aprovechaba los errores diplomáticos cometidos por las grandes potencias. Hacia 1939, se había vuelto cada vez más claro cuáles eran las intenciones del dictador.
Sumada la desconfianza que causaba Hitler, también se había vuelto más evidente el trato recibido por los judíos a manos del régimen Nazi, como la noche de los cristales rotos o pogromo de noviembre de 1938, que convenció a muchos de que, aunque se pudiera confiar en Hitler, su favor no era algo que valiera la pena conseguir. El curso de los acontecimientos estaba por dar un giro. Cuando el dictador amenazó a Polonia, se dio término a la política de apaciguamiento. Esta había fallado, pero permitió que las naciones tuvieran tiempo para armarse en preparación para lo que, desde 1938 y la conferencia de Múnich, parecía una guerra que llegaría más pronto que tarde. La minoría que desde el principio había estado en contra del apaciguamiento, incluidas figuras como Winston Churchill (1874-1965), futuro primer ministro británico, ahora presionaban para comenzar un rearme masivo.
La cuestión polaca
Los límites de la frontera polaca habían sido tema de debate desde hacía tiempo; el Tratado de Versalles había concedido a Polonia control de Alta Silesia (región industrializada ubicada entre el sur de Alemania y Polonia) y una franja de tierra que permitía al país tener acceso al mar Báltico. A esta se la denominó el corredor polaco y su población era polaca en su mayoría. Por desgracia, la consecuencia que trajo aparejada el corredor fue la total separación entre Prusia Oriental y el resto de Alemania. Con una población que era 90% alemana, la ciudad de Dánzig (Gdansk) había pasado a ser una ciudad-Estado autónoma controlada por la Sociedad de las Naciones, pero cuya política exterior y acuerdos aduaneros estaban regidos por Polonia. El corredor y la ciudad de Dánzig eran sin dudas los más resentidos a causa de la reorganización geográfica impuesta por el Tratado de Versalles. Ahora Hitler puso la mira en rectificar ese “agravio” en particular. Aunque había firmado un pacto de no agresión con Polonia en enero de 1934, sus intenciones verdaderas resultaron indudables en 1939.
Las grandes potencias se ponen en marcha
En marzo de 1939, poco tiempo después de la ocupación alemana de Checoslovaquia, el dictador Nazi exigió a Polonia que entregara la ciudad de Dánzig y proveyera a Alemania con una ruta terrestre (caminos y vías férreas) que atravesara el corredor polaco y que conectara con Prusia Oriental. El gobierno polaco se rehusó a las demandas. El 31 de marzo, habiéndose dado cuenta de que no podían confiar en Hitler luego de que desacatara los Acuerdos de Múnich, el gobierno británico declaró que garantizaría la frontera polaca vigente en aquel tiempo. Por su parte, Francia ya había firmado un tratado con Polonia en 1921. La audaz promesa de ambas naciones era, en realidad, una bravata dado que, en términos geográficos, ninguna de las dos podía hacer mucho para prevenir la invasión alemana de Polonia, pero tenían la esperanza de que una garantía política alcanzaría para detener a Hitler de acaparar otro país vecino. La esperanza no tuvo frutos. Enfurecido ante las promesas de las potencias occidentales, Hitler grito a sus jefes del ejército: “¡Les cocinaré un guiso con el que se atraganten!” (Shirer,467).
Entre abril y mayo de 1939, Hitler mandó a que sus generales prepararan un plan de invasión para atacar Polonia, cuyo nombre código fue “Caso Blanco”. Gran Bretaña y Polonia firmaron un tratado de asistencia mutua el 25 de agosto, formalizando el acuerdo verbal declarado en marzo de ese año. En el tratado se prometía que los británicos prestarían auxilio en caso de que la nación polaca fuera atacada, pero lo más significativo era que no estipulaba que Gran Bretaña garantizaría las fronteras polacas vigentes en ese tiempo. En respuesta al tratado, Hitler repudió el que había firmado con Polonia en 1934. Por su parte, la Unión Soviética había firmado a un pacto de no agresión con Polonia en 1932, pero también resultaría ser poco más que un inútil trozo de papel.
El líder Nazi allanó el terreno para la guerra consolidando sus vínculos con Mussolini. En la conferencia de Múnich, los dictadores ya habían acordado luchar a la par cuando comenzará la guerra. El 22 de mayo de 1939, Italia y Alemania firmaron la alianza militar conocida como el “Pacto de Acero”. Fue entonces que Gran Bretaña y Alemania recibieron un golpe devastador, que fue el precio que tuvieron que pagar por su falta de confianza en Stalin y la URSS: el 23 de agosto de 1939, Alemania firmó un pacto de no agresión con los comunistas, conocido como Pacto Ribbentrop-Mólotov (también conocido como Pacto de no agresión nazi-soviético), cuyo nombre deviene de los nombres de los ministros de relaciones exteriores de ambas naciones. En la conferencia de Múnich, Stalin observó que las potencias europeas occidentales no estaban preparadas para defender las naciones al este de Alemania, por lo que decidió rechazar la idea de “seguridad colectiva”; en otras palabras, Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética trabajando en conjunto para encajonar a Alemania por ambos flancos.
El único elemento de no agresión presente en el pacto nazi-soviético fue la promesa de que las dos naciones no se atacarían entre sí. Mientras tanto, había protocolos secretos vigentes en el acuerdo que les permitían atacar a las naciones vecinas, repartiéndose Europa Central entre ellos. El pacto permitió que Stalin pudiera acaparar Polonia oriental y mantener a la Unión Soviética fuera de cualquier guerra por un tiempo, lo que le daría el tiempo necesario para rearmarse. También permitía que Alemania solo tuviera que luchar contra Gran Bretaña y Francia en el frente occidental, beneficio del pacto firmado con Stalin, lo cual debilitaría a las tras naciones lo suficiente como para que no representaran una amenaza para la URSS. En consecuencia, el pacto nazi-soviético abrió las puertas de Europa Central a un plan de conquista que incluía no solo a Polonia, sino también a Rumania, Letonia, Lituania y Finlandia.
Con una población de alrededor de 35 millones de almas, Polonia era un país regido por un sistema político multipartidista; sin embargo, en el transcurso de la década de 1930, el gobierno se había vuelto cada vez más autoritario y dominado por el ala militar. En 1939 el ejército polaco estaba compuesto por 280.000 soldados, una flota de cuatro destructores y cinco submarinos, y una fuerza aérea de 400 aeronaves. Por desgracia todas las armas que tenían los polacos no eran ni la mitad de modernas comparadas a las que utilizaban los alemanes.
El 29 de agosto, Polonia se rehusó otra vez a acatar las exigencias de Hitler sobre el país, es decir, la entrega de Dánzig y la conexión con Prusia Oriental. Las tropas alemanas invadieron Polonia a las 4:45 horas el primero de septiembre de 1939, aunque Hitler no había realizado ninguna declaración de guerra formal. El pretexto de la invasión fue el incidente de Gliwice, sucedido el 31 de agosto; se trató de una operación de bandera falsa en la que los alemanes aseguraban que las tropas polacas habían atacado una estación radiofónica alemana al otro lado de la frontera. En realidad, el ataque fue llevado a cabo por la unidad de SS-Sturmbannführer liderada por Alfred Noujocks; los seis hombres que componían el operativo se habían vestido de soldados polacos. El día anterior, un simpatizante con la causa polaca identificado, Frenciszek Honiok, había sido arrestado por la policía secreta Nazi, la Gestapo. Llevaron el cuerpo de Honiok y el de varios reclusos de un campo de concentración a la estación y dispararon a los cadáveres con metralletas para dar la apariencia de un brutal ataque polaco en territorio alemán. Naujocks confesó el objetivo de la misión y el papel que había jugado en la operación en su declaración jurada durante los Juicios de Núremberg.
El primero de septiembre, el ejército alemán lanzó ataques a lo largo de la frontera polaca y venció la firme resistencia gracias a la superioridad numérica, al mejor arsenal y a las tácticas. El 2 de septiembre, el primer ministro Chamberlain advirtió a Hitler de que declararía la guerra si Alemania no retiraba las tropas. El dictador ignoró el ultimátum y, el 3 de septiembre, Gran Bretaña y Francia entraron en guerra con el fin de proteger no solo Polonia, sino todas las naciones independientes. Estados Unidos permaneció neutral. A la espera de ver que ventaja se le presentaba, Italia permanecía neutral por el momento. Existieron muchas causas que contribuyeron al inicio de la Segunda Guerra Mundial, pero la invasión de Polonia fue la última y más importante. Por dentro el líder Nazi se quedó pasmado ante la declaración de guerra, pero, dado que la inteligencia militar indicaba que el estado mayor británico consideraba que el ejército de Polonia era demasiado débil para resistir una invasión por mucho tiempo, Hitler consideró que resultaba improbable que las potencias occidentales involucraran sus tropas de forma directa; esa suposición demostró ser correcta.
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No había forma de que las fuerzas polacas pudieran igualar a la tecnología alemana o a la estrategia denominada blitzkrieg (en español, “guerra relámpago”) que combinaba superioridad aérea, en particular los bombarderos Junkers Ju 87 (Stuka), con tanques e infantería veloz. En simultáneo, se llevaron adelante actividades subversivas detrás de líneas enemigas que interrumpieron las comunicaciones y las redes de transporte, lo que obstaculizó la habilidad del ejército polaco para responder a la invasión. Los bombarderos alemanes destruyeron la mayor parte de la fuerza aérea polaca mientras estaba estacionado en tierra durante los primeros dos días de la invasión. Cracovia fue capturada el 6 de septiembre y Varsovia, la capital, se rindió el 27 de septiembre.
Mientras Hitler atacaba Polonia, no se aprovechó la oportunidad de atacar desde occidente, ocasión perdida por Francia en particular. Toda la fuerza aérea alemana se empleó contra Polonia y el ejército Nazi no hubiera podido lidiar contra un avance francés al mismo tiempo. Gran Bretaña tampoco hizo nada para ayudar a Polonia; al igual que Francia, no se sentía preparada para una confrontación militar directa. Mientras tanto, Stalin no perdió tiempo y, el 17 de septiembre, el Ejército Rojo avanzó sobre Polonia oriental, con la excusa inverosímil de que ingresaba con el sencillo motivo de salvaguardar el futuro de los eslavos bielorrusos y ucranianos en Polonia. A medida que el ejército alemán y el ruso aplastaban Polonia, el gobierno polaco huyó del país y se estableció en exilio en Londres.
La ocupación de Polonia
Los ejércitos alemán y ruso se encontraron cerca del centro de Polonia y dividieron al país en dos áreas ocupadas. La mayor parte de combate terminó hacia el 7 de octubre; 120.000 polacos habían muerto defendiendo su nación. El río Bug Occidental sirvió como línea divisora entre las dos áreas ocupadas, pero, como el área perteneciente a Alemania era un tanto más grande, a la URSS se le permitió disponer de Lituania como quisiera. El 28 de septiembre, se reconoció la nueva frontera en el Tratado Germano-Soviético de Amistad, Cooperación y Demarcación. La Unión Soviética hizo estados clientes de Estonia, Letonia y Lituania, aunque Finlandia resistió tenazmente los ataques del Ejército Rojo, y en marzo de 1940 se firmó un tratado de paz. El 6 de octubre de 1939 Hitler ofreció términos de paz a Gran Bretaña y Francia, pero fueron rechazados.
Se dividió la mitad alemana de Polonia en tres partes: una que se incorporó al Tercer Reich y recibió el nombre de Wartheland, área que más o menos correspondía a la que Alemania había perdido a causa del Tratado de Versalles. Otra, denominada Gobierno General, que se utilizó como poco más que un campo de trabajos. La última parte era un área más al este que se utilizó como colonia penal para cualquiera que los nazis consideraran “indeseable”.
El gobierno de los nazis en lo que había sido la parte occidental de Polonia estuvo caracterizado por la construcción de guetos judíos amurallados, deportaciones masivas, trabajos forzados, el asesinato en masa de aquellos considerados enemigos del estado y la quema de más de 530 pueblos y aldeas. “Grupos operativos” especiales de la SS, o Einsatzgruppen, tuvieron rienda suelta para asesinar a su antojo. Liderados por Reinhard Heydrich (1904-1942), las unidades Einsatzgruppen se caracterizaba por la cruel eficiencia con la que exterminaban civiles. “En el plazo de una semana comenzada la invasión, los comandantes de la SS alardeaban de matar 200 civiles polacos por día y, hacia el 27 de septiembre, Heydrich informó que solo el 3% de la clase alta polaca había sobrevivido” (Cimino, p. 116).
Decididos a erradicar la cultura polaca, los nazis trasladaron alemanes al nuevo territorio, prohibieron el idioma polaco y enviaron por la fuerza a más de 200.000 niños a Alemania en un proceso sistemático de “germanización”. Prohibieron instituciones culturales polacas, desde teatros hasta bibliotecas, y destruyeron monumentos. Tenían la intención de deshumanizar a toda la población polaca con el objeto de hacerles más fácil utilizarlos como fuerza de trabajo y nada más. Se establecieron campos de trabajo y de concentración en todas partes del país; el más infame fue Auschwitz, donde se ejecutaron millones de judíos y otras minorías de toda Europa.
En la mitad de Polonia controlada por la Unión Soviética, el Ejército Rojo capturó a más 200.000 soldados polacos, muchos de los cuales terminaron en campos de prisioneros de guerra o de trabajo. En gran parte se encargaron los soviéticos o civiles patrocinados por ellos en administrar la región, que fue incorporada a la URSS. Al igual que en la mitad controlada por los alemanes, se reprimió a cualquiera que se considerara una amenaza al nuevo orden. En tan solo un incidente infame, ejecutaron a 4.000 oficiales del ejército polaco en el bosque de Katin.
Se nacionalizaron las grandes industrias y las granjas, se confiscaron propiedades sin ningún tipo de consideración por las leyes vigentes y el rublo pasó a ser la nueva moneda. Como en la mitad del país perteneciente a Alemania, los administradores de la Polonia soviética pretendieron erradicar la cultura polaca; por ejemplo, en las escuelas, los idiomas permitidos eran el ruso, el ucraniano y el bielorruso. Se deportaron a millones de hombres, mujeres y niños a trabajar en los campos de trabajos forzosos soviéticos conocidos con el nombre de gulag; cerca del 30% de los deportados murieron estando en tránsito o en los campos.
Todo Polonia estuvo bajo control alemán cuando Hitler se volvió hacia el este y atacó a la URSS durante la denominada Operación Barbarroja, que comenzó en junio de 1941. Seis millones de polacos murieron en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. El lado positivo de uno de los desastres nacionales más funestos fue que millares de polacos exiliados lucharon en los servicios armados de los aliados durante la guerra, participando en varios frentes, desde la campaña en África del norte hasta la batalla de Inglaterra. En la Polonia ocupada también existieron movimientos de resistencia bien organizados, que condujeron operaciones de sabotaje y proveyeron de inteligencia militar importante a los Aliados, como el programa de cohetes de Hitler. Es una trágica ironía que, al final de la guerra, a pesar de que la libertad de Polonia fue una de las causas principales del conflicto, Polonia continuó siendo un Estado ocupado; Stalin se rehusó a oír los pedidos de las potencias occidentales de liberar al país, y la Unión Soviética estuvo en control durante las siguientes cinco décadas.
Alemania invadió Polonia en 1939 porque Adolf Hitler quería espacio vital para el pueblo alemán, la devolución de Danzig y volver a conectar Prusia Oriental con Alemania.
¿Por qué Gran Bretaña y Francia entraron en guerra por Polonia en 1939?
Gran Bretaña y Francia entraron en guerra por Polonia en 1939 porque habían prometido defenderla contra la agresión y querían proteger a todas las naciones libres contra dictadores como Adolf Hitler que pretendían construir un imperio.
Soy traductor técnico-científico y literario de inglés a español, aficionado a la Historia desde muy pequeño. La posibilidad de combinar las dos disciplinas me parece una oportunidad imperdible e invaluable.
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.
Cartwright, Mark. "La invasión de Polonia de 1939."
Traducido por Nicolás Cavaliere. World History Encyclopedia. Última modificación noviembre 06, 2024.
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Cartwright, Mark. "La invasión de Polonia de 1939."
Traducido por Nicolás Cavaliere. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 06 nov 2024. Web. 21 dic 2024.
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Escrito por Mark Cartwright, publicado el 06 noviembre 2024. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.