Se dice que Platón (que vivió de en torno a 424/423 al 348/347 a.C.), el filósofo griego cuyas obras conformaron de manera importante el pensamiento y la religión occidentales, inició sus actividades como poeta y dramaturgo. A pesar del frecuente cuestionamiento a que se someten las afirmaciones del poco confiable Diógenes Laercio (siglo III a.C.), fuente primaria de la aseveración, las propias obras de Platón se encargan de corroborar que sí poseía tales habilidades.
Laercio no solo afirmaba que Platón había iniciado sus labores como poeta, sino que además aseguraba que escribía y enseñaba bajo un seudónimo. Manifestaba que su verdadero nombre era Aristocles, cuyo significado es «la mejor de las glorias», término proveniente del griego antiguo aristos, «mejor» y kleos, «gloria». El académico Robin Waterfield, que también ubica la fecha de nacimiento de Platón entre el 424 y el 423 a.C., rebate tal aseveración. Los Diálogos de Platón apenas revelan algo de su vida; la mayor parte de la información biográfica proviene de las cartas que se le atribuyen y de escritores como Laercio, quien, a pesar de no considerarse confiable, se piensa que utilizó algunas fuentes creíbles, hoy desaparecidas, que nunca cita.
Según Laercio, el padre de Platón, de nombre Aristón, descendía del gran héroe mitológico Cadmus, fundador de Tebas, matador de monstruos, a quien se le aplicaba el epíteto de «inventor de las letras» por haber llevado el alfabeto fenicio a Grecia. Su madre, Perictione, procedía de la familia del gran político, filósofo y legislador atenienseSolón (en torno a 640 al 560 d.C.). Platón tenía dos hermanos, Adimanto y Glaucón, así como una hermana mayor, Potone, y recibió la mejor de las educaciones de que se podía disponer en la época.
En la antigua Grecia el concepto de educación se definía como el mejoramiento de la mente y el cuerpo del individuo, y el estudiante tenía que demostrar su capacidad en ambas disciplinas. El joven Platón recibió clases de gimnasia del luchador Aristón de Atenas, practicó artes marciales y ecuestres; Metallus de Agrigento lo instruyó en música, y estudió matemáticas con Draco, hijo de Damón el Sofista; además cursó dibujo y pintura. Crátilo de Heraclea, quien había sido alumno de Heráclito de Éfeso, cuya vida se desarrolló alrededor del 500 a.C., lo introdujo a la filosofía.
Los nombres en la antigua Grecia.
En la Grecia de la época la identidad del niño se establecía mediante un nombre personal, al que se añadía un patronímico y la designación del lugar de procedencia de la tribu. A los niños casi siempre se les daba el nombre del abuelo o de la abuela en dependencia de si era chico o chica. Para los griegos que permanecían vivos constituía un deber sagrado recordar a los difuntos; creían que de esa manera mantenían con vida a los que habían partido, lo cual les permitía participar en los planos más perfectos de la vida de ultratumba.
El niño que, ya crecido, llegaría a ser conocido como Platón nació en Atenas o en la cercana isla de Aegina. Se dice que sus padres se habían contado entre los primeros colonizadores de Aegina, y que vivieron en la casa de Fidiades, hijo del filósofo Tales de Mileto, antes de reinstalarse en Atenas en el deme, barrio, de Colito. Por lo tanto, es posible que el nacimiento de Platón se produjera en una casa vinculada al primero de los filósofos que se conoce de la antigua Grecia, aunque es probable que la anécdota sea una invención realizada más tarde. Según Laercio, con independencia de su lugar de nacimiento, el nombre que recibió «Platón» fue Aristocles, hijo de Aristón de Colito.
No obstante, Waterfield subraya que el nombre del abuelo de Platón, Aristocles, se le habría dado al hijo mayor de Aristón, no al más joven, y que Platón era un nombre corriente en Atenas. Por lo tanto es probable que Laercio confundiera la información original y que el nombre de pila del futuro filósofo fuera Platón. Laercio describe como «Aristocles» adquirió su famoso sobrenombre:
Platón aprendió el arte de la gimnasia con el luchador Aristón de Argos. Alejandro, en su libro Sucesiones, informa que Aristón le cambió el nombre original, debido a su robusta fisonomía, puesto que con anterioridad se le conocía como Aristocles, patronímico otorgado en honor a su abuelo. Sin embargo, algunos mencionan que su apelativo derivó de la amplitud de su elocuencia (platutês), o quizá, según afirma Neantes, del hecho que tenía una frente (platus) muy ancha. (Vidas y opiniones, Libro III.V)
Si Laercio se hubiera tomado el trabajo de citar con claridad sus fuentes, los pasajes anteriores habrían logrado mayor credibilidad entre los académicos de hoy día; no obstante, dada la situación, a falta de ulteriores informaciones biográficas acerca de Platón y de distintos filósofos de la antigua Grecia, aún se toma como referencia la obra de Laercio. Waterfield descarta la información y la califica de «irrelevante» debido a la imposibilidad de corroborarla, y a que no existe razón alguna para cuestionar si «Platón» era el nombre de pila de Platón.
Según se ha dicho, Waterfield también pone en duda la fecha de 428/427 a.C. que se asigna por tradición al nacimiento de Platón:
Existen varios factores que apoyan una fecha de nacimiento posterior al 428/7. La más importante es que no aparecen pruebas de que participara en alguna de las últimas batallas de la guerra del Peloponeso del 406 y 405, de manera que es probable que aún contara con menos de 20 años. En aquel tiempo Atenas confrontaba una falta de hombres muy crítica, por lo que de seguro habría sido llamado a filas. (Platón de Atenas, 3)
Sin embargo, otros pasajes de la obra de Laercio se consideran fidedignos, como los que reportan que Platón era un atleta promisorio y que, como miembro de la élite aristocrática de Atenas, lo preparaban para una carrera política.
Platón el poeta filósofo
Sin embargo, en algún momento del segundo decenio de su vida el joven noble gravitó hacia las artes. Se menciona que escribió poesía lírica y tragedias y además parece haberse dedicado al canto y a la pintura. Al parecer, sus piezas teatrales contaron con suficiente calidad como para competir por la obtención de un premio del Teatro de Baco, si bien tal afirmación, como la mayor parte de la información personal acerca de Platón, no puede ser comprobada.
El aporte que hace Aristóteles (384-322 a.C.), el alumno más famoso de Platón, sobre el material biográfico relativo a su maestro es casi nulo, y la mayoría de las cartas atribuidas al filósofo que han logrado sobrevivir se consideran falsificaciones posteriores escritas para reafirmar su reputación de pensador. Diógenes Laercio, quien provee el recuento más amplio de la vida de Platón, escribió siglos después de su muerte, pero conforme se ha dicho, con frecuencia se critica por sus aseveraciones infundadas.
Sin embargo, al parecer, un encuentro fortuito acaecido en la plaza del mercado ateniense cambiaría la vida del joven Platón, y con él se modificaría el curso de la filosofía y la cultura occidentales. Al arribar a los 20 años escuchó las enseñanzas de Sócrates en el Ágora, el mercado al aire libre de la ciudad. Se dice que comprendió que la exposición de Sócrates entrañaba un propósito más noble que el de las artes a las cuales se dedicaba; se encomendó al dios de los hogares, quemó todos sus poemas y obras teatrales y se hizo alumno del filósofo.
Laercio describe el dramático relato acerca de este punto de inflexión en la vida del joven, y además menciona una de las obras de Platón, Los Amantes Rivales, que afirma se representaba en su época. Más aún, varios fragmentos escritos por los dramaturgos contemporáneos de Platón parecen referirse a él como un colega más, en cuyo caso se encuentra Anaxandrides de Colofón, quien en una parte de su obra Teseo califica a Platón de «respetable», a causa de que ambos se dedicaban al mismo arte.
Conforme sugieren varios escritores, es posible que Platón quemara sus primeras obras debido a que considerara que no cumplían con sus propios estándares. Esta afirmación, propuesta por Diógenes Laercio, presenta al joven Platón como un ambicioso escritor que aspiraba a ser tan grande como Hesiodo u Homero, y que al verse imposibilitado de alcanzar su propósito, prendió fuego a sus primeros esfuerzos literarios. Cualquiera haya sido la razón de fondo por la que destruyó sus obras, parece seguro que halló en la filosofía un campo de trabajo más valioso que el que había encontrado en sus anteriores ocupaciones. Durante los siguientes años Platón se convertiría en alumno de Sócrates hasta la ejecución de su maestro en el 399 a.C., después que los atenienses lo inculparan de haber cometido el delito capital de irreligiosidad.
Viajes y retorno
Tras la muerte de Sócrates, casi la totalidad de sus estudiantes, Platón entre ellos, abandonaron Atenas para adoptar o fundar otras escuelas de filosofía; y lo que es aún más importante, para preservarse de la posibilidad de ser acusados de delitos similares por haberse asociado a su guía. Se dice que Platón viajó a Megara, Italia, y antes de dirigirse a Egipto, a otros sitios donde existían famosas instituciones filosóficas. Se piensa que a lo largo de este período se dedicó a estudiar en escuelas establecidas por Pitágoras, Euclides, Heráclito y otros, para después dedicarse en Egipto a la religión y a la metafísica.
A su retorno a Atenas fundó su Academia, donde, conforme al concepto de Pitágoras, enseñaba geometría como medio de aclarar la mente; además, explicaba el método socrático para determinar la verdad y la comprensión filosófico-metafísica de la naturaleza de la realidad (su Teoría de las Formas), todo lo cual se expresa en la famosa obra platónica Alegoría de la Caverna, perteneciente al Libro VII de la República. El currículo de la Academia queda indicado por los fragmentos de escritores que vivieron con posterioridad, así como por los de su sobrino y sucesor Espeusipo, hijo de la hermana de Platón, Potone (408-339 a.C.). Espeusipo rechazaba la teoría de las formas y el idealismo de Platón en favor de una aproximación más práctica a la filosofía. Después de su regreso, Platón comenzó a escribir los diálogos que establecerían su reputación.
Los Diálogos de Platón
Al leer los famosos Diálogos de Platón, resulta fácil observar que el artista que vivía dentro del filósofo no había muerto tras la incineración de sus primeros trabajos. Cada uno de los diálogos constituye una pieza dramática elaborada con sumo cuidado, contentivos de agudos enfoques, creciente acción y dramáticas conclusiones. El principal personaje siempre es Sócrates, que cuestiona alguna forma aceptada de conocimiento y obliga a los demás participantes, además de al lector, a inquirir acerca de las verdades que, provenientes de otros, han llegado a admitir.
No resulta claro si Sócrates en realidad se comportó como Platón lo describe, puesto que solo uno de sus contemporáneos, Jenofonte (430- en torno a 354 a.C.), también alumno de Sócrates, escribió en sus obras Simposio, Apología y Memorabilia sobre el antiguo maestro. La Apología de Jenofonte se diferencia de manera sustancial del diálogo homónimo de Platón en que resulta menos literaria y dramática. Jenofonte presenta los hechos acontecidos en la forma en que los recuerda; Platón presenta cada evento como una oportunidad para enseñar y explorar algún aspecto del conocimiento aprendido.
La Apología de Platón muestra a Sócrates como un heroico filósofo que defiende sus convicciones frente a la ignorancia y el prejuicio de las tradiciones y costumbres religiosas de común aceptación. Meleto, Ánito y Licón, tres importantes ciudadanos atenienses, acusan a Sócrates de irreligiosidad y de corromper a la juventud debido a que les enseñaba a rechazar a los dioses de Grecia y a cuestionar a sus mayores. En uno de los más famosos pasajes de la literatura filosófica occidental, Sócrates rechaza los cargos, se niega a repudiar sus creencias, y defiende la búsqueda de la verdad:
Hombres de Atenas, los honro y los amo; pero obedeceré a Dios antes que a ustedes y mientras posea vida y fuerzas, jamás cesaré de practicar y enseñar la filosofía, de exhortar a quien encuentre a que actúe igual que yo, y a convencerlo expresándole: O, amigo mío, ¿por qué tú, que eres ciudadano de la grande, poderosa y sabia ciudad de Atenas te preocupas tanto de atesorar mayor cantidad de dinero y honor y reputación, y tan poco por la sabiduría y la verdad y el mejoramiento del alma, cuestiones que nunca consideras ni atiendes en forma alguna? ¿Es que esto no te causa vergüenza? Y si la persona con quien discuto responde: «Pero sí me importa»; no me marcho, ni la dejo ir de inmediato; la interrogo y la examino e insisto en mis preguntas, y si pienso que no posee virtudes, sino que solo dice que las tiene, le reprocho que subestime lo importante y sobrevalore lo insignificante. Y esto debo decir a todos con quienes me encuentre, jóvenes y viejos, ciudadanos y extranjeros, pero sobre todo a los ciudadanos, puesto que son mis hermanos. Pues según les haría saber, este es un mandamiento de Dios: y creo que hasta el día de hoy el estado nunca ha recibido mayor bien que el servicio que le presto al Dios. Porque no hago otra cosa sino persuadirlos a todos, viejos y jóvenes por igual, a que no se ocupen de sus personas ni de sus propiedades, sino ante todo y en mayor parte, que atiendan al mejor perfeccionamiento de sus almas. Les digo que la virtud no proviene del dinero, sino que de la virtud procede el dinero y todos los demás bienes del hombre, tanto públicos como privados. Esto es lo que enseño, y si ésta es la doctrina que corrompe a la juventud, mi influencia es verdaderamente ruinosa. Pero si alguien alega que esta no es mi enseñanza, entonces dice falsedades. De donde, O, hombres de Atenas, les digo, hagan lo que Anytus les propone, o no lo hagan, y absuélvanme o no me absuelvan; pero sea lo que sea que hagan, sepan que jamás modificaré mi actuación, aunque tenga que morir numerosas veces. (29d-30c)
La Apología de Jenofonte no incluye este discurso, en vez de lo cual se centra en la creencia de Sócrates de que su vida, según la había vivido en público, constituía defensa suficiente, y presenta una versión muy llana del juicio y su secuela. El relato de Platón, en el que aparecen un héroe bien definido y villanos trazados con claridad, es más completo y mucho más dramático. También es de notar que el tipo de tribunal ante el cual se juzga a Sócrates solo tenía jurisdicción para conocer de delitos capitales de asesinato y de indiscutible irreligiosidad, tales como los casos en que se imputaban cargos por profanación de templos o estatuas, o de propugnar el ateísmo.
Tanto en el relato de Platón como en el de Jenofonte, Sócrates demuestra con habilidad que no es culpable de irreligiosidad, en virtud de la «voz» que escucha de los dioses, que lo dirigen en sus acciones y comportamiento, y de su asistencia de manera continuada a los festivales religiosos. El cargo más serio, que no constituía una ofensa capital en la Atenas del año 399 a.C., era el de corromper a la juventud por medio de la práctica de la dialéctica. En consecuencia, la Apología de Platón no debe considerarse una narración histórica, sino una obra literaria.
Los diálogos que tratan sobre los cargos imputados a Sócrates, el juicio, su prisión y ejecución, Eutifrón, Apología, Critón y Fedón, que a menudo se publican en la actualidad bajo el título de Los últimos días de Sócrates, se apegan al paradigma de estructura literaria en que se reimaginan eventos reales. Como escritor en extremo educado, Platón hace fuerte uso de la capacidad del lector de comprender las alusiones a la mitología griega, a sus personajes y situaciones, y además apela a su sentido del humor.
Aunque el Eutifrón de Platón constituye una investigación seria sobre el concepto griego de eusebia, piedad, también puede leerse como el estudio de la personalidad de un joven que con el propósito de impresionar a una persona de mayor edad que la suya hace ostentación de unos conocimientos que era imposible que poseyera. El personaje de Eutifrón proclama en forma altisonante disponer de una sapiencia que resulta imposible que tenga, no solo para justificar su decisión de llevar a su padre a juicio, sino además para alardear de su inteligencia ante un Sócrates más mayor que él. La pieza es una jocosa obra maestra en miniatura que describe a un filósofo muy frustrado que trata de obtener una respuesta directa del desorientado joven Eutifrón, quien a la postre, para justificarse, alega no disponer de tiempo y huye de la conversación.
El Critón, un estudio acerca de las leyes del estado y de la obligación de los ciudadanos de cumplirlas, se desarrolla en la celda de Sócrates, donde solo se encuentran presentes su viejo amigo Crítón y él. Incluso si se acepta la posibilidad que Critón le hubiera relatado la conversación a Platón, el estilo de la narración sugiere que se trata de una creación literaria. Lo mismo ocurre con el Fedón, la gran defensa platónica sobre la inmortalidad del alma, en donde relata no haber presenciado la muerte de Sócrates, por lo que a partir de uno de los discípulos del maestro crea un personaje de ficción, Fedón, con el objetivo de narrar el evento. Se dice que el verdadero e histórico Fedón acusó a Platón de inventar sus diálogos y de poner sus propias palabras en boca de Sócrates, quien, por lo tanto, sería uno de los personajes de ficción más famosos de Platón.
Las Leyes y la República de Platón analizan el estado ideal, y de manera alegórica, la conducta apropiada del alma; otros obras, tales como Fedro e Ion discuten la calidad de la literatura, la composición y la verdad. La famosa obra de Platón, El Banquete, se centra en la verdadera naturaleza del amor, mientras que en Menón examina el significado del aprendizaje y se pregunta si resulta posible enseñar la virtud. En todos los textos mencionados, y en muchos otros, el filósofo-héroe Sócrates lucha contra las fuerzas del conocimiento establecido y atrincherado para invitar a otros, entre ellos al lector, a que participen en el diálogo y a cuestionar lo que cree que saben, lo que se les ha enseñado, y a partir en una búsqueda personal de la sabiduría con una mente abierta y un propósito firme.
Conclusión
Platón escribió 35 diálogos y 13 cartas antes de morir, obras que constituyeron una enorme contribución a la formación de la filosofía, la cultura y la religión occidental, cuyo énfasis se centraba en la inmortalidad del alma y la existencia de un reino de verdades objetivas que debían reconocerse para poder llevar una vida de bondad. El gran filósofo del siglo XX Alfred North Whitehead considera que toda la filosofía occidental apenas constituye una nota a pie de página a la obra de Platón, debido a la influencia que sus escritos han tenido sobre la totalidad de los pensadores que le siguieron.
Esta influencia se hace muy aparente en el diálogo más famoso de Platón, la República. El profesor Forrest E. Baird escribe: «Existen pocos libros en la civilización occidental que hayan tenido el impacto de la República de Platón; aparte de la Biblia, quizá ninguno otro» (68). Esto no solo se debe a los conceptos que Platón explica en la República, sino además a la forma en que construye el diálogo para involucrar al lector en las conversaciones y razonamientos de los personajes. El estilo de la narrativa de Platón en los Libros I-X de la República lleva al lector a recorrer la organización de una sociedad ideal y justa, que constituye una alegoría del estado más perfecto del alma individual.
El Libro I de la República comienza con una discusión sobre la justicia y termina con una ilustración del concepto mediante el empleo de un relato sobre el guerrero Er (Ur), que muere, confirma la existencia de la vida después de la muerte y retorna para contarles a los demás en el Libro X acerca de la importancia de la justicia; en el intervalo, se describen los detalles acerca de lo que significa una vida justa, los cuales se examinan y aclaran. La obra se desarrolla como un drama, con los mismos conflictos, creciente acción y desenlace que puede leerse en Shakespeare, Shaw, Pinter o Stoppard.
Los conceptos relacionados con el estado del alma, la naturaleza de una vida de bien, el significado de calidad y justicia, y la búsqueda honesta de la verdad se desarrollan con el mismo estilo artístico en los demás escritos de Platón. El joven Platón pudo haber quemado sus poemas y obras iniciales antes de ir en pos de metas filosóficas, y quizá aquellas no fueron más que esfuerzos juveniles que no deseó preservar, pero su talento artístico resulta evidente en las obras que escribió después, las cuales, de manera literal, transformaron el mundo que había dejado atrás.