Las sociedades cazadoras-recolectoras de la prehistoria

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Artículo

Emma Groeneveld
por , traducido por Waldo Reboredo Arroyo
Publicado el 09 diciembre 2016
Disponible en otros idiomas: inglés, francés
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Las sociedades cazadoras-recolectoras, como su descriptivo nombre indica, son culturas en las que los seres humanos obtienen sus alimentos mediante la caza, la pesca, la necrofagia, y la recogida de plantas silvestres y otros comestibles. Aunque en el mundo moderno todavía existen grupos de cazadores-recolectores, el presente artículo pone la mira en las sociedades prehistóricas que dependían de la prodigalidad de la naturaleza, antes que comenzara hace unos 12.000 años la transición a la agricultura.

Los cazadores-recolectores de la prehistoria a menudo vivían en grupos de pocas docenas de personas, compuestos por varias unidades familiares. Desarrollaron herramientas que los ayudaban a sobrevivir y dependían de los alimentos que abundaban en el área; si el territorio no prodigaba el sustento requerido, se veían obligados a mudarse a bosques más verdes (aún no existían los pastizales). Lo más probable es que en general los hombres cazaran y que las mujeres se dedicaran a forrajear.

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Woolly Mammoths
Mamuts lanudos
Mauricio Antón (CC BY)

Para comenzar, es importante comprender que la variedad de sociedades cazadoras-recolectoras que existieron a lo largo del tiempo fue tan grande que no se les puede aplicar un único conjunto de características para describirlas, por abarcador que sea. Las adaptaciones al medioambiente mostradas por los primeros cazadores-recolectores eran muy distintas a las de otros grupos que existieron en épocas más cercanas a la transición hacia la agricultura. El camino en dirección a una creciente complejidad, cuestión que tendemos a considerar como sello de "modernidad", resulta difícil, pero interesante de trazar. Las herramientas, por ejemplo, se desarrollaron y especializaron cada vez más, lo que dio lugar a un numeroso conjunto de patrones que les posibilitó a los cazadores-recolectores sacar cada vez más provecho del medioambiente.

Para expresar algo enjundioso acerca de los cazadores-recolectores prehistóricos y de su forma de vida, deben resaltarse sus desarrollos y adaptaciones a lo largo del tiempo. Esto nos permitirá entrever las diferentes maneras en que los distintos pueblos interactuaron con su entorno.

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EL GÉNERO DE HOMO AL QUE PERTENECEMOS SE DESARROLLÓ EN SUS INICIOS EN LOS AMPLIOS ESPACIOS DE ÁFRICA Y FUE ALLÍ QUE APARECIERON LOS PRIMEROS CAZADORES-RECOLECTORES

Las edades de Hielo y de Piedra

Antes de comenzar, resultará útil explicar algo de la terminología que se emplea para describir el período en que los cazadores-recolectores erraban por la tierra. Desde el punto de vista geológico, con fundamento en los repetidos ciclos de glaciación (Edades de Hielo) ocurridos durante aquel tiempo, se define como Pleistoceno la edad que abarca desde hace unos 2,6 millones de años hasta hace alrededor de 12.000 años. Visto desde el ángulo de la arqueología, basándonos en las culturas que fabricaban herramientas de piedra, el período Paleolítico cae dentro del mismo marco de tiempo que el Pleistoceno. El Paleolítico se subdivide a su vez en Temprano o Inferior, que comprende el intervalo iniciado hace unos 2,6 millones de años con las primeras herramientas líticas reconocibles halladas a la fecha, hasta hace cerca de 250.000 años; el Paleolítico Medio se despliega desde los 250.000 hasta alrededor de los 30.000 años en el pasado; y el Paleolítico Tardío o Superior, desde cerca de 50.000 ó 40.000 años atrás hasta hace alrededor de 10.000 años, término que coincide con el final de la Edad de Hielo y el comienzo de la propagación de la agricultura. Las fechas se traslapan aquí y allá debido a que algunas culturas persistieron más tiempo en algunas etapas, mientras otras se apresuraban a alcanzar un nivel de desarrollo cuyas características se emparejaban con las de la edad siguiente. Es interesante hacer una pausa y considerar que, aunque percibimos que el mundo industrializado y de sabiduría técnica en que vivimos ha existido durante largo tiempo, el 99 % de la historia tecnológica de la humanidad ha transcurrido dentro del Paleolítico.

Los primeros cazadores-recolectores

El género Homo al que pertenecemos inició su desarrollo en los imponentes espacios de África, donde aparecieron los primeros cazadores-recolectores. Existen algunos lugares privilegiados donde se hace patente que la tierra proveyó oportunidades de vivir con suficiente abundancia, en los cuales se han encontrado restos de los grupos humanos que los habitaban, a menudo procedentes de distintas localidades y épocas. Varios sitios del África meridional como la Cueva de Swartkrans y Sterkfontein muestran más de una ocupación, aunque son mucho más recientes que los yacimientos del oriente africano ubicados en Etiopía o en sus cercanías, donde se han descubierto las herramientas humanas más antiguas que se conocen, de unos 2,6 millones de años de edad. Una de las excavaciones de los tiempos más remotos es la del lago Turkana, en Kenya, el cual había sido hogar de nuestros presuntos ancestros, los Australopitecos, a quienes pertenecía la famosa Lucy, y que durante larguísima época se mantuvo como lugar de extraordinaria popularidad.

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Lake Turkana, Kenya
Lago Turkana, Kenia
Doron (CC BY-SA)

Dependencia del medioambiente

Desde que el género humano se originó en África hasta su dispersión por Eurasia y más tarde por el resto del mundo, la totalidad de la exploración efectuada a lo largo y ancho de terrenos de amplísima diversidad se llevó a cabo con el sustento aportado por la tierra, obtenido mediante la caza y la recolección. La cantidad de personas que podía sostener un entorno dado estaba determinada de modo directo por el volumen de alimentos proporcionado por ambos, la flora y la fauna. Si existía comida abundante era mayor la probabilidad de que los grupos residentes de cazadores-recolectores permanecieran en el lugar, hallaran formas de almacenar las provisiones, y defendieran el territorio de otros grupos competidores. De forma alternativa, la inexistencia de suficiente comida en la vecindad inmediata del grupo significaba que tenía que desplazarse y adherirse a un estilo de vida más nómada para poder mantenerse. Si esto suena demasiado simple, imagine que el medioambiente, comprendido en él tanto el terreno como las sequías y violentas tormentas del clima, intentaba con regularidad eliminar a los humanos primitivos, con la asistencia de animales de dientes y garras más grandes que los de ellos. Por fortuna las sociedades prehistóricas estaban compuestas por grupos o bandas de varias docenas de gente, que por lo general procedían de varias familias que se apoyaban entre ellas para sobrevivir frente a la madre naturaleza.

ES PROBABLE QUE LAS PRIMITIVAS BANDAS DE HOMO ERECTUS FUERAN LAS PRIMERAS EN AVENTURARSE HACIA LOS NUEVOS MUNDOS HACE CERCA DE 2 MILLONES DE AÑOS, PARA ESPARCIRSE POR TODA EURASIA, CHINA E INDONESIA

La dispersión geográfica de los hombres de la antigüedad era tan vasta, que sería útil extenderse un poco sobre el tema. Un continente tan gigantesco como África hospeda por su naturaleza toda clase de paisajes dispares, si bien ciertos niveles de insolación y calor habrían estado presentes en todos; sin embargo, una vez que el hombre se diseminó más allá de sus fronteras, se requería un tipo de adaptabilidad por completo nueva. Es probable que las primitivas bandas de Homo erectus hayan sido las primeras en aventurarse hacia los ignotos mundos hace cerca de 2 millones de años, para terminar de extenderse por toda Eurasia, China e Indonesia hace entre unos 1,7 y 1,6 millones de años; no obstante, se conoce que en esas regiones se realizaron algunos hallazgos de mayor antigüedad, herramientas fabricadas por especies desconocidas, que alargan el período hasta unos 2,6 o 2 millones de años. Lo anterior ayuda a ilustrar cuán compleja tiene que haber sido la historia de las primeras migraciones de la humanidad. Es probable que Europa no se explorara hasta mucho después. Con todo y que el Mediterráneo revela indicios de actividad humana anteriores a 1 millón de años, los viajeros más arrestados, que se piensa hayan sido Homo heidelbergensis, no superaron las principales cordilleras montañosas hasta hace alrededor de 700.000 años. Una vez que las cruzaron, prosperaron. Luego los Neandertales evolucionaron a partir de esta población y acabaron por expandirse más allá de sus asentamientos europeos originales, tanto hacia el Cercano Oriente como hacia algunas partes de Asia central y la región siberiana de Altai, donde se han descubierto restos de la especie Denisova, emparentada con ellos. Hacia el término del Paleolítico Medio, casi la totalidad del Viejo Mundo había sido alcanzada por algún grupo humano. A finales del Pleistoceno los humanos habían conquistado el Asia insular, Australia y el Nuevo Mundo y tras cubrir el planeta, no quedó medioambiente alguno al que no hubieran aprendido a adaptarse.

Hoy se aprovechan al máximo los estudios genéticos para precisar un cuadro coherente de cuán quieto o ajetreado estaba el mundo durante el Pleistoceno. Hasta el momento ninguno ha emergido, pero por otros medios se calcula que existían unos 500.000 individuos, lo cual coincide con muchos resultados de recientes investigaciones sobre los genes. En términos generales la densidad poblacional de las áreas no habría sido alta. Cabría preguntarse qué habría opinado una mujer o un hombre prehistórico acerca de nuestra autoproclamada modernidad actual, generadora de terrible contaminación en numerosas ciudades.

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Refugio

Los cazadores-recolectores casi siempre empleaban refugios naturales para vivir; las oquedades de los riscos proveían abrigo del viento y la lluvia, y las cavernas eran muy populares debido a que proporcionaban espacios donde podían armarse confortables viviendas, ubicadas en su mayoría cerca de las entradas para poder aprovechar la luz solar. Con todo, también se han encontrado sitios al aire libre, más expuestos a los elementos.

Liang Bua Cave
Caverna de Liang Bua
Rosino (CC BY-SA)

Los espacios que habitaban los primeros cazadores-recolectores eran simples, sin estructura definida. Sin embargo, durante todo el Paleolítico Medio poco a poco empezaron a aparecer áreas que se asignaban a ciertas actividades. En la medida que el hombre fue domiando el fuego, cuyo control y uso habitual data de hace tanto como unos 400.000 años, comenzaron a aparecer fogones en los asentamientos. Algunos de esos yacimientos exhiben vestigios de una incipiente trasportación a través de distancias largas, pues la única manera en que ciertos materiales podrían encontrarse en el lugar era por haberse trasladado desde sitios distantes 100 kilómetros o más. Las huellas de la existencia de albergues construidos por el hombre son en extremo escasas, por lo que se concluye que los cazadores-recolectores del Paleolítico Medio dependían casi por completo de los refugios naturales.

Los humanos se tornaron cada vez más ingeniosos y organizados durante el Paleolítico Superior; construían estructuras con sus propias manos en proporciones mucho mayores que antes. Sus cobijos ofrecían una alternativa a vivir en cavernas, que si bien mantenían su popularidad, no estaban disponibles en todas partes y eran disputadas por osos y leones (de las cavernas, de ahí el nombre), entre los cuales gozaban de alta reputación. Así, algunas sociedades construían tiendas y chozas con soportes de madera, o incluso conformaban la estructura con huesos de mamut; se iluminaban con la luz de los hogares y sus espacios se organizaban en áreas designadas conforme a conceptos arquitectónicos elementales. Además, se hizo muy común que materiales y herramientas se transportaran a distancias mayores que en el Paleolítico Medio. Con todo, las cuevas persistían en mantener su utilidad y es en ellas donde se hace visible uno de los más importantes desarrollos del Paleolítico Superior. Varias asombrosas pinturas rupestres como las de la Cueva de Chauvet o la famosa Cueva de Lascaux, ambas en la Francia actual, proporcionan ejemplos de la genialidad del arte del cazador-recolector. Conectado a menudo con el pensamiento simbólico, es esta peculiaridad la que de manera muy importante coloca a los cazadores-recolectores más recientes en una categoría distinta y la razón que conduce a considerarlos humanos modernos desarrollados.

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Replica of a Mammoth-bone Structure
Réplica de estructura hecha con huesos de mamut
Nandaro (CC BY-SA)

En resumen, en la medida que sus tecnologías se desarrollaban y ganaban en versatilidad, los humanos llegaron a dominar toda clase de desafío medioambiental, desde ardientes desiertos hasta densos bosques y frígidas tundras.

Alimento

Como es obvio, los tipos específicos de alimentos consumidos por los cazadores-recolectores variaban en dependencia de la geografía y de la flora y la fauna autóctonas. Mientras algunos se especializaban en la caza de la impresionante megafauna prehistórica, como megaloceros o ciervos gigantes, mamuts y rinocerontes lanudos, otros se concentraban en la pesca y en cazar animales menores mediante el empleo de trampas. Aunque su nombre entraña una postura activa, es muy probable que los cazadores-recolectores practicaran algún grado de necrofagia.

Sin embargo, los primeros humanos de África se hallaban aún bien lejos de cazar mamuts lanudos, y no solo por no coexistir en período ni en ubicación geográfica. Carecían aún de herramientas sofisticadas de caza y de estrategias que posibilitaran abatir a tan enormes presas, pero sí comían carne. Una vez que estas gentes obtenían sus provisiones todavía tenían que procesarlas. Para esto haría falta una poderosa dentadura de fuertes molares que les sirviera para triturar plantas duras y rasgar carne aún sin despedazar, o herramientas que les ayudaran en el proceso. En general, los humanos primitivos eligieron la opción que los llevó a tener dientes más pequeños. Se observa que los molares de Homo rudolfensis no eran tan grandes como los de sus ancestros, y las especies posteriores Homo habilis y Homo erectus continuaron con la misma tendencia. El tamaño de la dentadura disminuyó a la par que aumentó el del cerebro. Compensaron el empequeñecimiento de sus dientes con el desarrollo de una cultura de herramientas líticas que les permitió explotar el medio con mayor eficiencia que antes. De este modo, al añadir carne a su anterior dieta de considerable contenido verde, estos humanos pasaron a ser más omnívoros y por lo tanto más versátiles y adaptables.

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Debido a que los residuos de plantas no soportan el paso del tiempo tan bien como los huesos de los animales descuartizados, por lo general es más difícil determinar exactamente los hábitos vegetarianos de nuestros ancestros. No obstante, un reciente estudio de 2016 proporciona un inusitado vistazo a la ingesta vegetal de las personas que vivían en Gesher Bento Ya´aqov, Israel, hace unos 780.000 años. El sorpresivo descubrimiento de 55 especies de plantas incluía nueces, semillas, frutas, vegetales, raíces y tubérculos. Esta diversidad demuestra que estos hombres tenían buen conocimiento de los comestibles que podían encontrar en su entorno y de la estación en que debían buscarlos, a la par que muestra una variada dieta vegetal. Además de las hortalizas, el régimen alimenticio de esta sociedad específica de cazadores-recolectores incluía carne y pescado. Es más, se pudo constatar que este grupo utilizaba el fuego para procesar sus alimentos, si bien su empleo habitual y la cocción no parecen haberse generalizado hasta hace unos 500.000 o 400.000 años (ver abajo). Es difícil decir si este sitio albergaba un grupo de prodigios o si pueden generalizarse conclusiones a partir del hecho, pero al menos debe estudiarse dentro de su entramado geográfico y cronológico.

Algo más adelante sobre el eje del tiempo, se constata que los asentamientos del Paleolítico Medio aportan más pruebas acerca de la presencia de tradiciones y variaciones locales. Debido a que los humanos ya estaban bien establecidos tanto dentro como fuera de África y se habían diseminado lo mismo hasta el extremo norte que hacia el este, la densidad poblacional aumentó e incidió sobre la disponibilidad de alimentos. Al sentir el yugo de la aumentada competencia, los cazadores inventaron nuevas tácticas y comenzaron a perseguir a sus presas en extensiones mucho más amplias que antes. Sin embargo, siempre que hubiera disponibilidad, eran muy preciados los ciervos, caballos, y bovinos como bisontes y gacelas de tamaño grande o mediano, pues constituían oportunidades difíciles de desaprovechar. Estas eran, en definitiva, las mejores opciones del menú de los cazadores-recolectores.

Megaloceros (Giant Elk) Skeleton
Esqueleto de megaloceros (alce gigante)
Postdlf (CC BY-SA)

La filosofía de "el animal, mientras mayor, mejor" se sustenta con firmeza si de lo que se trata es de alimentar a toda una banda de humanos hambrientos que llevan una vida activa. Para hacer el sueño realidad, había que vivir en el Pleistoceno Superior, en el período aproximado comprendido hace entre 120.000 y 10.000 años, sobre todo en el macizo principal de Eurasia, incluida la Siberia oriental. Los humanos se encontraron en la región una densa concentración de gigantescos animales, la megafauna denominada "Complejo de la Fauna de los Mamuts", que comprendía mamuts, rinocerontes lanudos, caballos del Lena y bisontes. A no dudar, los Neandertales se aprovecharon de la oportunidad: se sabe que se nutrieron de cantidades apreciables de carne de mamut y de rinoceronte, además de otras carnes de mamíferos tales como bisontes, reses salvajes, renos, ciervos, íbices, y jabalíes. Por otro lado, una parte sustancial de su dieta consistía en frutas, semillas, nueces, legumbres variadas y hierbas, del mismo modo que también debió ser para la mayoría de las sociedades cazadoras-recolectoras a lo largo del tiempo. La idea que, excepto en su etapa inicial, su alimento fundamental era la carne se desechó tiempo atrás. En fechas recientes se abrió una interesante ventana al pasado en el yacimiento denominado Shubayqa 1, del noreste de Jordania. La excavación que los arqueólogos realizaron en un hogar bordeado por piedras descubrió porciones de una especie de pan sin levadura hecho por una cultura humana que habitó el sitio hace unos 14 400 años; unos trastornantes 4.000 años antes del surgimiento de la agricultura.

Herramientas

Ante todo debe explicarse que las categorías que se han concebido para la clasificación de útiles de la antigüedad no pasan de ser indicadores aproximados y preliminares, conformados para abarcar un conjunto de características. Las herramientas tenían que ser funcionales en su propio medio y se fabricaban con productos que provenían del mismo entorno; no se adherían a alguna tendencia tácita que de forma telepática entrara en las mentes de todos los humanos que fabricaban útiles de trabajo.

Los instrumentos que empleaban los cazadores-recolectores para garantizar su estilo de vida tuvieron sus modestos orígenes alrededor de 2,6 millones de años atrás en la tecnología olduvayense, que duró hasta hace cerca de un millón de años. Eran simples núcleos de piedra empleados para cortar, golpear y, tras alguna elaboración, raspar, con los que podían deshuesar la carne de los animales, acceder al nutritivo tuétano del interior de los huesos, o procesar plantas y semillas. Varias oleadas de Homo erectus que salieron del África en busca de aventura lelvaron la tecnología consigo y la introdujeron en Asia.

Mientras tanto en África había comenzado a evolucionar el denominado período Achelense, entre 1,7 millones de años y 250.000 años atrás, el cual arribó a Eurasia un poco después. En esta etapa se produjo el desarrollo de herramientas bifaces, como hachas de mano, picos y cuchillos, que posibilitaron al Homo erectus y más tarde al Homo heidelbergensis tomar en sus manos, de manera literal, la mejora de sus habilidades. Aunque es de conocimiento común que la madera no se conserva mucho tiempo, un emplazamiento del norte de Europa indica que las herramientas de ese material también estuvieron presentes en la vida cotidiana de los cazadores-recolectores hasta bien entrado el Paleolítico Medio.

Acheulean Handaxe
Hacha de mano del Achelense
Hugo Obermaier (Public Domain)

El Homo heidelbergensis mencionado arriba se extendió por un área muy amplia, y merece una atención especial. Afloró hace unos 700.000 años en África y por lo común se piensa que era descendiente del Homo erectus, una concepción lineal que está sometida a crecientes cuestionamientos. Al parecer se distribuyó por Europa y llegó hasta lo que hoy es Inglaterra hace unos 500.000 años. Heidelbergensis asombró a los investigadores en un asentamiento de unos 300.000 años de antigüedad de Schöningen, Alemania: se hallaron ocho lanzas de madera talladas con sumo cuidado junto a herramientas y lascas de sílex. Estas armas constituyen la más temprana indicación de una resuelta actitud cazadora. De manera interesante, también estaban presentes sus presas: en el yacimiento se hallaron huesos de numerosos caballos que mostraban marcas de cortes. La caza sistemática de grandes animales no era una proeza menor, puesto que es difícil imaginar el éxito de unos cazadores que no actúen con un nivel aceptable de coordinación entre ellos. De hecho, las investigaciones indican que a esas alturas Homo heidelbergensis era capaz de fabricar herramientas bastante sofisticadas y cazar animales que además de tener gran tamaño eran peligrosos; por añadidura, todo parecía sugerir que participaban en actividades sociales que requerían cooperación.

Para entonces estaba bien establecido el empleo de herramientas y la siguiente parte del Paleolítico Medio fue testigo de la introducción de mejoras. Los precursores de Homo sapiens, los Neandertales y los humanos ancestrales de anatomía moderna fabricaron herramientas afinadas en forma de lascas, tales como raspadores, puntas, y cuchillos con lomo. Durante el Paleolítico Superior proliferó la creación de útiles con forma de hoja, así como de otros artefactos de hueso, asta y marfil; incluso comenzaron a aparecer prodigios tecnológicos como disparadores de lanzas, arcos y flechas. En resumen, por todas partes, en la medida que el tiempo avanzaba, la industria lítica generaba más variedades, mismas que a la fecha se encuentran en proceso de descubrimiento. Lo anterior no solo sugiere el incremento de la innovación a lo largo de los años, sino también la presencia de culturas materiales más robustas.

Creeping Hyena Spear Thrower of La Madeleine
Disparador de lanza en forma de hiena que se arrastra. La Madelaine
Enigma51 (CC BY)

El fuego como catalizador

Aparte del desarrollo de herramientas, otro enorme cambio que tuvo un increíble efecto sobre la especie fue el dominio del fuego. En breve, el empleo del fuego no solo significó calor para nuestros ancestros y poder agruparse entre ellos en busca de protección contra los animales salvajes que preferían alejarse de las llamas; también les permitió cocinar los alimentos, lo cual trajo consigo una asombrosa cantidad de beneficios. El fuego, por lo tanto, jugó un papel fundamental para la supervivencia humana y actuó como catalizador en los procesos de transformación en "humano", según se define el concepto.

LAS EVIDENCIAS MÁS PRIMITIVAS halladas hasta ahora DEL EMPLEO DEL FUEGO POR LOS HOMININIS DATAN DE HACE MÁS DE UN MILLÓN DE AÑOS

Las evidencias más primitivas que hasta el momento se han hallado acerca del uso del fuego por los homininis datan de hace más de un millón de años. El empleo del fuego se observa a partir de hace unos 1,8 millones de años en los alrededores del lago Turkana; las excavaciones exponen parches enrojecidos e incluso rocas alteradas por el calor, pero los sitios africanos más antiguos no muestran vestigios de hogueras. De hecho, durante estas primeras etapas son muy escasas las señales de uso del fuego en sitios africanos a cielo abierto. La utilización del fuego puede haber estado más vinculada al aprovechamiento de incendios naturales, tales como quemas de bosques o efectos de rayos de particular violencia, en vez de a la actividad de crearlos y mantenerlos personalmente.

Se hace difícil trazar con precisión la forma en que, tras sus primeras apariciones, se desarrolló de manera gradual en el tiempo el empleo del fuego. Sin embargo, resulta claro que las bandas de humanos deambulantes que se asentaban en las cavernas no solo de África, sino también del Oriente Medio y Europa, conocían y empleaban el fuego desde hace al menos 400.000 años; se han hallado incuestionables evidencias de hogueras en los niveles achelenses. Estas poblaciones poseían manifiestas habilidades para el mantenimiento y utilización del fuego. Durante los siguientes 100.000 años se hace muy aparente el empleo habitual y asaz deliberado del fuego, como por ejemplo en el Oriente Medio e incluso en sitios descampados del sur de Francia. De esta forma, se convirtió en parte central del modo de vida de los cazadores-recolectores.

El fuego aportó importantes beneficios. Además de protección y calor, que habrían ayudado hasta a los más inexpertos usuarios de las llamas a sobrevivir, la propagación del empleo deliberado del fuego trajo entre sus principales ventajas la posibilidad de cocinar. Al parecer, hasta hace unos 500.000 años cocinar habría sido una ocurrencia extraña en el seno de las sociedades cazadoras-recolectoras. A continuación se describe lo que ocurrió a partir de que los humanos se adscribieron a comer chisporroteantes filetes de bisonte y de otras carnes similares. En primer lugar, la cocción ablanda los alimentos y los hace más fáciles de masticar y de digerir, lo que llevó a que las gentes desarrollaran dientes más pequeños y sistemas digestivos más cortos, así como a que gastaran menos tiempo en digerir las comidas. Cocinar, en adición a sus beneficios calóricos, representó un enorme cambio para los cazadores-recolectores, cuya dieta tradicional se deglutía cruda y era muy difícil de ingerir y digerir. Asimismo, abrió el camino para que el cerebro de estos primigenios humanos aumentara su volumen hasta dimensiones antes no alcanzadas; los cerebros más grandes son más complejos, pero implican más gastos y requieren alimentos de más calidad. Desde luego, disponer de cerebros de mayor tamaño y complejidad conllevaba que los humanos pudieran desarrollar mejores formas de mantener y emplear el fuego, perfeccionar sus estrategias de caza, y así sucesivamente. Fue de esta manera que el ciclo continuó.

De modo más amplio, el fuego también tuvo un impacto en el aspecto social de estos grupos cazadores-recolectores. El fuego, con la luz que proveía, les permitió a los cazadores-recolectores mantenerse activos hasta después de la caída del sol, les alargó el día y les proveyó más tiempo para establecer lazos sociales, lo cual resulta de capital importancia sobre todo para los grupos grandes. Los humanos de la actualidad permanecen despiertos casi el doble de tiempo que muchos de sus parientes primates.

El aspecto social

Resulta comprensible que el estilo de vida prehistórico en medio del cual existen grupos que comparten y organizan un espacio habitable, y trabajan para que todos se mantengan vivos, comporta alguna especie de significación social. Las investigaciones indican que en los inicios de la historia humana bien pudo aparecer cierto tipo de estructuración de redes sociales, cuyas conexiones incluían no solo a los miembros de la familia sino también a los no emparentados, y que este aspecto social pudo haber engendrado una cooperación cada vez más intensa. Por ejemplo, los cazadores de Schöningen arriba mencionados, pertenecientes al grupo de Homo heidelbergensis, o de sitios similares como Boxgrove y Arago, parecen haber tenido un éxito tan grande que se les posibilitó el acceso a importantes cantidades de carne. Si en verdad fue ese el caso, puede que hayan compartido o intercambiado sus alimentos con otros grupos de la vecindad, incluso en lugares previamente establecidos para los encuentros.

Cave Bear Skeleton
Esqueleto de oso de las cavernas
Jan Dembowski (CC BY)

Otro hito de enorme importancia es el uso del lenguaje, cuyo origen se discute en profundidad y resulta muy difícil de ubicar sobre un eje cronológico. Desde una guisa de comunicación y su paso a primitivos sistemas con apariencia de lenguaje empleados por los primeros humanos, hasta el idioma desarrollado de la clase que hoy se emplea, todo se desarrolló en el seno de las sociedades cazadoras-recolectoras. Además de posibilitar la organización de la vida del grupo, ser capaz de discutir detalladamente las estrategias de caza, situar con exactitud la ubicación de un depredador que rondaba por las cercanías, o describir de manera poética un arbusto de moras azules supuso una diferencia importante.

Sin ir más lejos, la mera cantidad de diferentes especies de Homo a la que se ha pasado revista en este espacio debería ser por sí misma un indicador de cuán diferentes eran los cazadores-recolectores: cada especie poseía fortalezas y debilidades particulares, así como sociedades estructuradas en formas disímiles; con el tiempo, sin embargo, casi todos estos humanos transitaron el camino que en uno u otro momento condujo a la agricultura. ¿Las excepciones? En la actualidad aún existen sociedades de cazadores-recolectores.

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Bibliografía

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Sobre el traductor

Waldo Reboredo Arroyo
Interesado en el estudio de las migraciones, costumbres, las artes y religiones de distintas culturas; descubrimientos geográficos y científicos. Vive en La Habana. En la actualidad traduce y edita libros y artículos para la web.

Sobre el autor

Emma Groeneveld
Emma estudió Historia e Historia de la Antigüedad. Durante su maestría, se centró en Heródoto, así como en la jugosa política de las cortes antiguas, pero más recientemente ha estado inmersa en todo lo relacionado a la prehistoria.

Cita este trabajo

Estilo APA

Groeneveld, E. (2016, diciembre 09). Las sociedades cazadoras-recolectoras de la prehistoria [Prehistoric Hunter-Gatherer Societies]. (W. R. Arroyo, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-991/las-sociedades-cazadoras-recolectoras-de-la-prehis/

Estilo Chicago

Groeneveld, Emma. "Las sociedades cazadoras-recolectoras de la prehistoria." Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. Última modificación diciembre 09, 2016. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-991/las-sociedades-cazadoras-recolectoras-de-la-prehis/.

Estilo MLA

Groeneveld, Emma. "Las sociedades cazadoras-recolectoras de la prehistoria." Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 09 dic 2016. Web. 21 dic 2024.

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