El jainismo es una de las religiones más antiguas del mundo; su nombre proviene de jiva, alma o fuerza vital. Escrito con mayúscula el término también se traduce como «conquistador espiritual», debido a que la creencia sostiene que todo lo que vive posee un alma inmortal que ha existido y existirá siempre, la cual podrá liberarse del sufrimiento mediante su adhesión a los principios jainistas.
Tuvo su origen en el norte de la India desde donde se difundió hacia el sur, pero no existe claridad en cuanto a la forma en que se inició. A menudo se identifica al sabio Vardhamana (c. 599-527 a.C.), más conocido como Mahāvīra, como fundador del jainismo, si bien en realidad no era más que su vigesimocuarto tirthankara, o «constructor de puentes». De la misma manera que los hindúes creen que los Vedas han existido siempre y que en cierto momento del pasado se «escucharon» y asentaron por escrito, los jainistas afirman que sus preceptos son eternos, y que en el decurso del tiempo se reconocieron por 23 sabios, hasta que al final, Mahāvīra los estableció en su forma actual.
Es una religión no teísta, puesto que no propugna la creencia en un dios creador, sino en seres mortales superiores denominados devas, y en el concepto que el karma dirige tanto la vida actual de la persona como sus reencarnaciones futuras. Sin embargo, los devas no tienen poder sobre el individuo, ni se les busca como guías o asistentes para lograr la liberación de las ataduras kármicas. En el jainismo cada persona es responsable de alcanzar su salvación, que se define como la liberación del ciclo de renacimiento y muerte, samsara, a través del cumplimiento de un estricto código de comportamiento ético y espiritual. El código se basa en los Cinco Votos, según se estructuran en la obra fundacional Tattvartha Sutra:
- Ahimsa (no violencia)
- Satya (pronunciar la verdad)
- Asteya (no robar)
- Brahmacharya (castidad o fidelidad al cónyuge)
- Aparigraha (no apego)
Los Cinco Votos guían los pensamientos y comportamiento de cada quien, debido a que se cree que se actúa conforme se piensa. Por lo tanto, no basta solo con abstenerse de practicar la violencia, o la mentira, o el robo: no hay siquiera que pensar en tales cuestiones. La persona que adopta la disciplina escapará del ciclo de samsara, y alcanzará la liberación. Al lograrla se convertirá en un tirthankara, «constructor de puentes», expresión que conlleva el sentido de alguien que construye vados o puentes sobre un río, alguien que puede enseñar a otros la forma de cruzar de manera segura las corrientes de la vida mediante la renuncia al deseo, la emancipación de la ignorancia, y el rechazo a las tentaciones mundanas. En el jainismo el sufrimiento se produce debido al desconocimiento de la verdadera naturaleza de la realidad.
La fe que Mahāvīra desarrolló formaba parte de un movimiento general de reforma religiosa que se produjo en la India durante los siglos V y IV a.C. en respuesta al hinduismo, la creencia dominante de la época, que según numerosos pensadores se había enajenado de las necesidades espirituales y materiales del pueblo. Por esas fechas emergieron muchas otras filosofías y sistemas religiosos además del jainismo, entre ellos el budismo y el chárvaka, que prosperaron durante un tiempo y luego ganaron terreno, o fracasaron. El jainismo pudo sobrevivir y atraer adeptos gracias al patrocinio de las élites de poderes políticos como el del Imperio maurya (322-185 a.C.); más adelante sobrevivió a las persecuciones efectuadas por diversos gobernantes musulmanes entre los siglos XII al XVI, y además resistió los esfuerzos de los misioneros cristianos del siglo XIX, para continuar hasta el presente como una vibrante fe.
Orígenes y desarrollo
El sistema de creencias que con el tiempo se convertiría en hinduismo, conocido por los adeptos como Sanatan Dharma, «Orden Eterno», arribó al Valle del Indo en una fecha anterior al III milenio a.C., época en que una coalición de tribus arias provenientes del Asia Central migró hacia la región. Ario hacía referencia a una clase de personas, no a una nacionalidad, y significaba «libre», o «noble». El término no se asoció a los caucásicos hasta los siglos XIX y XX, y las aseveraciones acerca de la existencia de una antigua «invasión aria» de gentes de piel clara cayeron tiempo atrás en descrédito. Los arios trajeron consigo la lengua sánscrita, que tras asimilarse por los pueblos indígenas, se convirtió en el lenguaje de los textos sagrados que conforman el hinduismo: los Vedas.
El brahmanismo fue una versión inicial del hinduismo, que afirmaba que el universo y el mundo operaban conforme a reglas eternas que un ser denominado Brahman había puesto en movimiento. Brahman no solo era la causa de que todo funcionara en la forma que lo hacía, sino que era en sí mismo la realidad absoluta. Esta realidad, el universo, «pronunció» ciertas verdades que a la postre los antiguos sabios «escucharon» y escribieron en sánscrito en el entorno del período comprendido entre 1500 y 500 a.C., las cuales se convirtieron en los Vedas. Los sacerdotes hindúes salmodiaban los Vedas y se los interpretaban al pueblo, pero la mayoría no entendía sánscrito, por lo que esta práctica, tanto como el problema que entrañaba, dieron lugar a los movimientos de reforma religiosa.
Los sistemas religioso-filosóficos que se generaron se dividieron en dos categorías:
- Ástika, cuyo significado es «que cree en la existencia», aceptaba a los Vedas como la máxima autoridad espiritual.
- Nástika, «que no cree en la existencia», rechazaba la autoridad de los Vedas y la de los sacerdotes hindúes.
Las tres escuelas nástika que se desarrollaron a partir de este período fueron la chárvaka, el budismo y el jainismo. El adalid del jainismo fue el asceta espiritual Vardhamana, que se conoció como Mahāvīra, «Gran Héroe», de quien, fuera de este hecho, se conocen pocos pormenores de su vida: se debate acerca de su lugar de nacimiento, ámbito de influencia y sitio de fallecimiento. Se dice que fue hijo de padres acaudalados que murieron cuando contaba unos 28 o 30 años, y que entonces renunció a sus riquezas y a la totalidad de sus posesiones mundanas para vivir como asceta religioso durante los siguientes 12 años de su vida. Al comprender la verdadera naturaleza del alma y alcanzar la omnisciencia, kevalajnana, se le reconoció como conquistador espiritual, Jina, y tirthankara, después de lo cual comenzó a predicar los ideales jainistas.
Sin embargo, según la creencia jainista Mahāvīra no fue el fundador de la fe, sino uno más de la larga lista de sabios iluminados que se despojaron de su ignorancia y comprendieron la verdadera naturaleza de la realidad y del alma. Se asegura que los preceptos del jainismo son eternos y que no se engendraron por un mortal, sino que fueron «recibidos» por 24 sabios iluminados que los transmitieron a otros. Como se ha mencionado, esta afirmación es idéntica a la que promulgaban los hindúes respecto a los Vedas. El académico Jeffrey D. Long, comenta:
Quizás ambas tradiciones surgieron de manera simultánea e independiente en puntos ubicados en distintas regiones del subcontinente, y atravesaron un proceso de diálogo, transformación mutua y síntesis que continúa en el presente. (Jainismo, 56)
Si bien por lo general se piensa que el jainismo se desarrolló a partir del hinduismo, cuestión sostenida por hinduistas y diversos investigadores religiosos, los propios jainistas rechazan tal aserción.
Creencias
El jainismo plantea que todo lo que vive está animado por un alma inmortal que ha quedado atrapada en el ciclo de renacimiento y muerte causado por la materia kármica que cada quien acumula por sus acciones pasadas. El estado espiritual inicial del individuo atrajo a esta materia kármica del mismo modo que un estante de libros recoge polvo. Una vez que la materia se prende al alma, la persona queda encadenada al samsara, la rueda de las reencarnaciones sucesivas, lo cual le ofusca el entendimiento de la verdadera naturaleza del alma y de la realidad. El investigador John M. Koller comenta acerca de la concepción jainista del alma:
La esencia del alma, jiva, es vida, y sus características principales son la percepción, el conocimiento, la felicidad, y la energía. En estado de pureza, cuando no está asociada a la materia, su conocimiento es omnisciente, su felicidad inmaculada, y su energía ilimitada. Pero la materia que incorpora al alma contamina su felicidad, obstruye su conocimiento y limita su energía. Por esta causa la materia se concibe como un grillete que confina al alma. La palabra que significa materia, pudgala, masa-energía, deriva de pum, que significa «unir», y de gala, que tiene el sentido de «separar», y revela la concepción jainista de la materia como algo que se forma mediante la agregación de átomos y que se destruye por su disociación. Materia se refiere tanto a la masa de los objetos como a las tensiones energéticas que estructuran dicha masa y la forman y la reconforman de diversas maneras. En el jainismo la palabra «karma» significa «hacer», y se refiere al hacer y rehacer de la materia kármica que encarna al alma... La concepción del karma como fuerza física diferencia a la visión jainista de otras visiones indias que definen al karma solo como una fuerza sicológica o metafísica. (33)
En el hinduismo y el budismo karma se interpreta como acción, que lo mismo moviliza hacia la liberación que ata a la persona al samsara con mayor fuerza; en el jainismo karma es una función natural de la interacción del alma con la realidad. El alma se anubla, como ocurre con el polvo que cubre a un objeto, no puede reconocer su propia naturaleza, y a causa de esta ignorancia acepta la ilusión de la vida en vez de su realidad, con lo que se condena a sí misma a sufrir y a morir.
Un aspecto interesante de la fe, también sostenido por el chárvaka, es que hace énfasis en las limitaciones de la perspectiva, y por tanto, en la incapacidad de que alguien enuncie una verdad que sea por completo objetiva. Los jainistas emplean la parábola del elefante y los cinco ciegos para ilustrar el problema. Cada uno de los ciegos, convocados por el rey con el objetivo de que definan un elefante que se encuentra parado frente a ellos, palpa distintas partes del animal y arriba a sus propias conclusiones. Para uno que toca las orejas, el elefante es un gran abanico; para otro que roza la pierna, es un robusto poste; otro que pasa la mano por el costado lo describe como un muro, y así de manera sucesiva. A cada ciego lo coartan sus perspectivas e interpretaciones individuales, al igual que ocurre con cada ser humano, cuya comprensión queda limitada por los valores subjetivos, ignorancia e ilusión del estado de ensoñación en que se encuentra.
Para que la persona despierte y logre la liberación de la materia, debe adoptar los Cinco Votos y completar las acciones que dimanen de ellos, las cuales la conducirán por un camino de catorce etapas, desde la ignorancia y el cautiverio hasta la iluminación y la libertad.
Escrituras, sectas y prácticas
Las escrituras jainistas proponen este camino, el de las Agamas y, según algunos, de las Purvas, que provenientes del universo se cree hayan sido «escuchadas» y transmitidas por los tirthankaras de generación en generación, en forma oral. Además del Tattvartha Sutra, compuesto entre los siglos II y V d.C., existen otras escrituras que no todos los jainistas aceptan, tales como las Upangas, Chedasutras, Mulasutras, Prakinasutras y Culikasutras, comunicadas por tradición oral hasta que se asentaron por escrito. Long comenta:
El problema de la transmisión oral es que si aquellos que transportan en sus mentes la sapiencia de un texto mueren antes de pasar ese saber a otros o después de comunicarla solo de forma parcial, el conocimiento se pierde para siempre. La situación no es distinta a una en que se destruyen todas las copias de un libro determinado… En estas circunstancias parecen haberse encontrado las primeras comunidades jainistas, y constituye la razón por la que al fin tomaran la decisión de registrar de manera escrita las tradiciones textuales [durante la época de Chadragupta, del Imperio mauyria, que reinó en el período aproximado entre 321 y 297 a.C.]. (Jainismo, 64).
Los jainistas se dividen en dos sectas fundamentales, aunque existen otras. La Digambara, «ataviada con el cielo», y la Svetambara «ataviada de blanco», cuyos puntos de vista sobre la fe difieren de manera significativa. Las ideas Digambara son más ortodoxas, rechazan la autoridad del canon escrito Svetambara, creen que los únicos que alcanzan la liberación son los hombres, y que las mujeres deben esperar a encarnar como varones para lograrla; sus monjes andan desnudos porque llegan incluso a rechazar la necesidad de vestimenta, en cumplimiento de la tradición que asegura que Mahāvīra y sus primeros 11 discípulos no poseían ni vestían nada. El clero Svetambara viste ropas blancas sin costuras, cree que ha conservado la mayor parte de las escrituras originales transmitidas por Mahāvīra, y además reconoce que tanto las mujeres como los hombres pueden alcanzar la liberación.
La liberación descrita se obtiene en 14 pasos, que se fundamentan en las escrituras y en los Cinco Votos:
- 1ra. etapa. El alma languidece en la oscuridad, ignorante de su verdadera naturaleza, esclavizada por sus pasiones e ilusiones.
- 2da. etapa. El alma capta un atisbo de la verdad, pero la ilusión la enloda tanto, que no puede retenerla.
- 3ra. etapa. El alma reconoce estar en cautiverio y trata de liberarse, pero aún la atan el apego y la ilusión y retorna a la primera etapa.
- 4ta. etapa. Al reconocer que está esclavizada, el alma ansía liberarse de nuevo, pero reprime sus apegos en vez de eliminarlos, de manera que continúa cautiva.
- 5ta etapa. Un destello de iluminación alcanza al alma, que comprende que debe tomar los Cinco Votos y asumirlos para poder liberarse a sí misma de la esclavitud.
- 6ta. etapa. Al aplicar la disciplina de los Cinco Votos el alma es capaz de contener sus apegos y pasiones hasta cierto límite.
- 7ma. etapa. El alma se sobrepone al letargo espiritual y se fortalece a través de la meditación y la observación de los Cinco Votos; aumenta la conciencia de sí misma y expande el entendimiento de su propia naturaleza y de la realidad.
- 8va. etapa. El karma dañino se desecha, se perfecciona el autodominio y se alcanza una comprensión más profunda.
- 9na. etapa. Una vida conducida de manera más consciente elimina más deuda kármica y se logra una visión espiritual más profunda.
- 10ma. etapa. En este paso el individuo ha eliminado los apegos casi por completo, pero aún se mantiene ligado al concepto de que su cuerpo es su ser. La situación tiene el sentido de «codiciar un cuerpo», a lo que la persona debe sobreponerse para continuar su progreso.
- 11ma. etapa. En este punto se trabaja en dejar de identificar alma con cuerpo, y en desechar todos los apegos. El individuo reconoce la naturaleza transitoria de las personas y objetos por los que siente apego y los deja en libertad.
- 12ma. etapa. En este momento se han eliminado todas las pasiones que producen karma, incluida la del apego por el cuerpo.
- 13ra. etapa. La persona se centra en la meditación profunda al conseguir una total comprensión de la naturaleza de la realidad y del alma, para sustraerse de toda actividad que pueda conducir a pasiones generadoras de karma y así evitar el retorno a una etapa anterior.
- 14ta. etapa. En la medida que la persona se aproxima a la muerte, se libera de todas las deudas kármicas y experimenta la liberación del moksha: comprensión total, sabiduría, y absoluta liberación de las ataduras. El alma se libera y jamás volverá a reencarnar en el plano terrestre, donde de nuevo experimentaría el sufrimiento y la muerte.
Algunas personas como los tirthankaras alcanzan la etapa 14 mucho antes de morir, momento en que logran el nirvana, la liberación. Se les reconoce entonces la condición de conquistadores espirituales, por haber adquirido el dominio de sí mismos, así como la de «constructores de puentes», y se dedican a enseñar a otros a hacer lo que ellos han realizado. La clave para lograr tal maestría radica en una combinación de fe, conocimiento y acción, que se conoce como Ratnatraya, o Tres Joyas:
- Fe verdadera
- Conocimiento correcto
- Conducta pura
Por supuesto, la fe verdadera consiste en creer en la validez del ideario jainista, el conocimiento correcto estriba en comprender la naturaleza esencial del alma y la realidad, y la conducta pura entraña actuar con convicción sobre ambas. Esto incluye el respeto a todo lo que vive y al mundo natural, lo cual conforma la práctica vegetariana jainista. Los jainistas, en particular los monjes, barren con suavidad el camino que se tiende ante ellos para no pisar insectos de manera inadvertida, y emplean máscaras para evitar inhalarlos, de manera de no hacer daño alguno, incluso a las más pequeñas formas vivientes. Un profundo respeto por la naturaleza, por las vidas de todos los seres animados e inanimados, y por los distintos aspectos de la vida constituyen parte integral de la concepción jainista.
El símbolo del jainismo
Esta visión se ilustra en el símbolo jainista que comprende una imagen en forma de urna con un punto encima y tres debajo, la esvástica, la palma de la mano levantada con el mandala en el centro, hamsa, y la inscripción. El símbolo no es antiguo: se creó en 1974, en el aniversario número 2500 del nirvana de Mahāvīra, para representar la riqueza del sistema de creencias jainista.
La imagen en forma de urna representa el universo, el punto en la parte superior simboliza la liberación de las ataduras, y los tres puntos inferiores hacen referencia a las Tres Joyas; la esvástica, un antiguo símbolo indicativo de transformación de existencia muy anterior a su apropiación por el partido alemán nazi en el siglo XX, simboliza los cuatro estados de la existencia: espíritus celestiales, seres humanos, espíritus demoníacos y espíritus subhumanos como plantas e insectos, todos atrapados en la rueda de samsara.
También se ha interpretado que la esvástica representa el verdadero carácter del alma: energía, felicidad, percepción y profunda comprensión ilimitadas, así como conocimiento sin fin. La imagen de hamsa es símbolo de coraje y compromiso con la no violencia, mientras el mandala sugiere el samsara. La inscripción en la palma de la mano traduce como «las almas se prestan servicio entre ellas» o «la vida se une a través del apoyo mutuo y de la interdependencia», puesto que los jainistas creen que todo lo relativo a la vida es sagrado y que cada aspecto del mundo natural merece extremo respeto, amor y cuidado.
Conclusión
La tradición jainista afirma que Chandragupta Maurya se convirtió en discípulo del sabio Bhadrabahu (c. 367-298 a.C.), último de los monjes en retener el conocimiento oral de las escrituras antes de que se asentaran por escrito. Chandragupta patrocinó el jainismo en honor a Bhadrabahu y colaboró en el establecimiento de la religión, al igual que más adelante haría con el budismo su nieto Asoka el Grande, quien reinó entre el 268 y el 232 a.C. Los monarcas hindúes que sucedieron a Chandragupta apoyaron el jainismo, incluso con el encargo de templos. Siddhartha Gautama, el Buda, nacido alrededor del 563 y fallecido cerca del 483 a.C., contemporáneo más joven de Mahāvīra, practicó el ascetismo jainista antes de alcanzar la iluminación y establecer su propio sistema de creencias.
Entre los siglos XII y XVI los invasores musulmanes persiguieron a los jainistas, asesinaron a sus monjes, y destruyeron sus templos o los transformaron en mezquitas. El precepto de no violencia, por tanto tiempo observado, se suspendió para los casos en que se requería la defensa propia, la de las familias, o rechazar los ataques de los islamitas a los sitios sagrados. Durante el siglo XIX los misioneros británicos conceptuaron al jainismo como una secta del hinduismo, lo que originó la versión repetida hasta el día de hoy que el jainismo se desarrolló a partir del hinduismo; intentaron, además, sin mucho éxito, evangelizar a los jainistas junto al resto de la población.
El jainismo sobrevivió a ambos intentos de erradicación, continuó su proliferación en la India, y a la postre se difundió por el resto del mundo. Aunque la mayoría de los jainistas aún reside en la India, la religión cuenta con unos 5 millones de adeptos distribuidos por el planeta, desde Australia hasta Europa y desde Japón hasta Estados Unidos. En la actualidad la mayoría de los templos jainistas de más renombre se hallan en la India, entre los cuales se encuentran los de Ranakpu y Dilwara, en el Rajastán; el grandioso templo de Gomateshwara en Karnataka, que exhibe la estatua monolítica más grande del mundo; y el santuario de Hanumantal en Jabalpur, donde se celebra cada año el nacimiento de Mahāvīra. Durante sus servicios religiosos habituales los jainistas honran a acharya, uno de los cinco devas supremos que en su manifestación encarnada fundó una orden monástica, reverencian a los tirthankaras, y se alientan entre ellos a continuar en la fe.
Debido a sus distintas asociaciones, muchos de los templos de la India constituyen famosos sitios de peregrinaje para los jainistas, aunque en otras partes del mundo también existen santuarios que cumplen importantes funciones. El Centro Jainista de América, en Queens, Nueva York, que alberga los templos Mahavir y Adinath, es uno de los principales lugares de oración de las comunidades jainistas locales. En la actualidad el jainismo continúa su visión de no violencia, autodisciplina y respeto por todo lo viviente, al igual que en el pasado.