Fuga a Varennes

Definición

Harrison W. Mark
por , traducido por Agustina Cardozo
Publicado el 09 agosto 2022
Disponible en otros idiomas: inglés, francés, portugués
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Return of Louis XVI to Paris After Varennes (by Jean Duplessis-Bertaux, Public Domain)
El regreso de Luis XVI a París luego de Varennes
Jean Duplessis-Bertaux (Public Domain)

La fuga a Varennes fue un momento crucial de la Revolución francesa (1789-1799), en el que el rey Luis XVI de Francia (que reinó de 1774 a 1792), su esposa la reina María Antonieta (1755-93) y sus hijos intentaron escapar de París la noche del 20 al 21 de junio de 1791. Consiguieron llegar a la pequeña ciudad de Varennes-en-Argonne, donde fueron detenidos y devueltos a París.

A pesar de los esfuerzos de la Asamblea Nacional Constituyente por salvar las apariencias haciendo creer que el rey había sido secuestrado y no que se había escapado por voluntad propia, la huida demostró que ya no se podía confiar en Luis XVI y aumentó drásticamente el odio y la desconfianza de la opinión pública hacia la monarquía. Por primera vez, la idea del republicanismo dejó de ser un tema al margen de la conversación revolucionaria y aumentaron los llamamientos a la creación de una república francesa. La fuga a Varennes marcó el segundo gran cisma dentro de la Revolución, tras el alejamiento de la Iglesia católica el año anterior, ya que el Club de los Jacobinos se dividió entre republicanos y monárquicos constitucionales.

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Varennes fue un momento traumático para Francia en el que predominaban los sentimientos de traición y ansiedad. La aparente implicación de potencias extranjeras en el complot provocaría el temor a una invasión, temor que contribuiría a iniciar las Guerras Revolucionarias Francesas (1792-1802) menos de un año después. En cuanto al rey y la reina, su huida los marcaría como traidores a los ojos del pueblo y contribuiría a su ejecución en 1793.

El rey pudo seguir disfrutando de sus paseos diarios, y siguió realizando ceremonias reales y reuniéndose con dignatarios extranjeros.

Prisioneros reales

Desde el 6 de octubre de 1789, Luis XVI, María Antonieta y sus hijos vivían en el Palacio de las Tullerías de París, bajo la vigilancia de la milicia burguesa conocida como la Guardia Nacional y su comandante Gilbert du Motier, marqués de Lafayette (1757-1834). El rey y la reina habían sido desalojados del lujoso palacio de Versalles ante la insistencia de la Guardia Nacional y de 7000 mujeres del mercado de París. La Marcha de las mujeres a Versalles, como se conoció, despojó efectivamente a la pareja real de gran parte de su autonomía restante. Luis y su familia eran prácticamente prisioneros de la Revolución.

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Sin embargo, en los primeros meses de 1790, la posición de la familia real no era tan sombría. Aunque se vio obligado a consentir varias políticas con las que personalmente no estaba de acuerdo, muchos consideraban que Luis XVI se había reconciliado con la Revolución, e incluso había sido aclamado como "restaurador de la libertad francesa". Los monárquicos constitucionales, como Honoré-Gabriel Riqueti, conde de Mirabeau (1749-1791), apoyaron al rey en el seno de la Asamblea y trabajaron para que la futura constitución no privara al monarca de demasiada autoridad. Según su propio diario, a principios de 1790 el rey todavía podía disfrutar de sus paseos diarios, y seguía realizando ceremonias reales y reuniéndose con dignatarios extranjeros en el patio de las Tullerías.

Portrait of Lafayette, as Commander of the National Guard
Retrato de Lafayette, como comandante de la Guardia Nacional
Jean-Baptiste Weyler (Public Domain)

La fuga, por lo tanto, no pesó en la mente de Luis durante estos primeros días de confinamiento. Sin embargo, María Antonieta no compartía la tranquilidad de su marido. Traumatizada por los acontecimientos del 6 de octubre, la reina no olvidó cómo los miembros de la turba habían intentado matarla a ella y a sus hijos. "Los reyes que se convierten en prisioneros no están lejos de la muerte", le dijo al parecer a su dama de compañía. La reina se alteró notoriamente al conocer a un lord inglés que llevaba un anillo con un mechón de pelo del regicida Oliver Cromwell (Fraser, 305). Estaba claro que se avecinaba lo peor. Aun así, cuando se le sugirió que se fuera sola a la corte austriaca de Viena, se negó, ya que no quería dejar a su marido.

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Fuera de las Tullerías, se hicieron complots para liberar a la familia real casi inmediatamente después de su confinamiento. En diciembre de 1789, el marqués de Favras planeó secuestrar al rey y llevarlo a la seguridad de la fortaleza de Metz. Sin embargo, Favras despertó las sospechas de Lafayette, que lo mantuvo vigilado. El complot fue descubierto y Favras fue ahorcado en febrero de 1790, pero ese no fue el último de los intentos de sacar a Luis de París. Incluso Mirabeau, el consejero secreto del rey, le advirtió que lo mejor para la monarquía era abandonar París e instalarse en una ciudad menos revolucionaria como Rouen, pero Luis se negó obstinadamente.

Luis XVI había comulgado con un sacerdote refractario que se había negado a jurar lealtad a la Constitución.

Las cosas empezaron a empeorar en julio de 1790, cuando la Asamblea aprobó la Constitución Civil del Clero, que sometía a la Iglesia católica francesa a la autoridad del gobierno y obligaba a los clérigos a prestar juramento de fidelidad a la constitución. Esta política provocó una importante ruptura entre la Revolución y la Iglesia. Luis XVI, aunque era un rey profundamente piadoso, había aceptado la Constitución Civil, pero luego de que una gran cantidad de clérigos franceses se negaran a prestar juramento, y tras conocer la condena privada del Papa, el rey empezó a recapacitar.

En febrero de 1791, las dos tías del rey anunciaron su intención de ir a Roma y hablar con el Papa. El propio Luis supervisó los preparativos del viaje. Sin embargo, el día de su partida, una multitud de mujeres enfurecidas, alentadas por los jacobinos y el Club de los Cordeliers radicales, protestaron frente a las residencias reales, sospechando de un plan de emigración de la familia real. Las tías reales llegaron a Roma, pero el debate sobre la libertad de movimiento de sus familiares perturbó al rey.

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Louis XVI of France
Luis XVI de Francia
Joseph-Siffred Duplessis (Public Domain)

La cuestión se puso más intensa durante la Semana Santa de 1791. Se había sabido que, el domingo anterior, Luis XVI había comulgado con un sacerdote refractario que se había negado a jurar lealtad a la Constitución. Cuando la familia real intentaba dirigirse al palacio de Saint-Cloud, donde pretendía pasar la Pascua, una gran multitud rodeó su carruaje y le impidió moverse. Durante más de una hora, la pareja real se quedó atrapada en su carruaje, mientras la multitud les lanzaba improperios. Mientras la reina lloraba de frustración, el rey hizo un intento inútil de dirigirse a la multitud, preguntando por qué "a quien dio a la nación francesa su libertad se le debía negar ahora la suya" (Schama, 549). Ni siquiera la llegada de Lafayette pudo calmar a las masas; las propias tropas del general rechazaron su orden de dispersar a la multitud. Humillada, la pareja real no tuvo más remedio que regresar a las Tullerías. Si Luis XVI no se había creído prisionero hasta entonces, sin duda lo hizo ahora. Y con la repentina muerte de Mirabeau a principios de abril, le quedaban pocos aliados en la Asamblea, cada vez más dominada por los hostiles jacobinos. Había que hacer algo drástico.

El plan

Una promesa de salvación llegó de un viejo amigo. El conde Axel von Fersen (1755-1810) era un noble y aventurero sueco que había servido en el ejército francés durante la Guerra de la Independencia. También era un íntimo de María Antonieta y, muy posiblemente, su antiguo amante. Ahora Fersen se encargaría de ayudar a la familia real a escapar de los peligros de la Revolución.

Ya estaba todo organizado. Desde la frontera, el marqués de Bouillé, comandante de la guarnición de Metz, indicó que podía reunir suficientes soldados para asegurar la protección de la familia real. Primo de Lafayette, Bouillé había demostrado su devoción monárquica el año anterior cuando había aplastado una revuelta militar en Nancy con especial brutalidad: 20 soldados habían sido ahorcados bajo su mando, y uno incluso fue descuartizado en la rueda. El plan consistía en que el rey y la reina escaparan de París y se unieran a los hombres de Bouillé, que los escoltarían hasta la frontera con los Países Bajos austriacos. Allí, cuatro regimientos austriacos los esperarían para ponerlos a salvo, garantizados por el emperador austriaco y el hermano de María Antonieta, Leopoldo II (que reinó de 1790 a 1792). Desde allí, la familia real tendría la opción de instigar una contrarrevolución.

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Map to Illustrate the Flight to Varennes
Mapa que ilustra la fuga a Varennes
H.G. Wells (Public Domain)

Se decidió que el rey y la reina se reunirían con Bouillé en Montmédy, una ciudad de guarnición que limitaba con los Países Bajos austriacos. La frontera más cercana desde París estaría a unos dos días de viaje, si se conducía a los caballos enérgicamente. Tal vez reconfortados por la participación y la coordinación de Fersen, Luis y María Antonieta aceptaron el plan. Debían asumir identidades falsas: la reina actuaría como institutriz, el delfín se haría pasar por una chica llamada Aglae, y el propio Luis se haría pasar por el alias de "M. Durand". Todo estaba listo y el plan se llevó a cabo la noche del 20 de junio de 1791. Por supuesto, todo se iba a desmoronar pronto.

La fuga

A las 20:30 horas, Luis Carlos, delfín de Francia, de 6 años de edad, subió a sus apartamentos para cenar. Dos horas y media después, sus padres se retiraron a la cama. Una vez que se podía asumir que la familia real estaría durmiendo, los sirvientes del complot vistieron rápidamente al delfín y a su hermana, la princesa Marie-Thérèse, y acompañaron a los niños al carruaje de Berlín que los esperaba. Acompañados por su tía, Madame Elizabeth, los tres fugitivos esperaban al rey y a la reina. Disfrazado con un sombrero redondo, una peluca y un abrigo liso, Luis XVI no tardó en burlar a sus guardias y reunirse con ellos sin ningún problema. Hubo una situación de riesgo: María Antonieta tuvo que esconderse de Lafayette, que hacía su ronda nocturna de seguridad en palacio. Sacudida por este casi descubrimiento, la reina se perdió en la oscuridad. Pasó media hora antes de que llegara al carruaje.

Con sus cinco pasajeros reales, el berlín salió de París hacia las 2 de la madrugada de aquella noche, envuelto en la oscuridad de un cielo sin luna. En las afueras de París, Fersen se reunió con ellos con otro carruaje unido a caballos más rápidos. Mientras la familia real trasladaba sus pertenencias al segundo carruaje, Fersen prometió reunirse con ellos en Bruselas antes de desaparecer en la noche. La huida de la familia real continuó en el carruaje más rápido.

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Al amanecer, la rueda del carruaje chocó contra un poste de piedra de un puente. Tardarían media hora en volver a ponerse en marcha, lo que significaba que el carruaje estaba muy retrasado. Este retraso asustó al duque de Choiseul, un joven noble al que se le había encomendado que se reuniera con el rey en el puente de Somme-Vesle con un destacamento de soldados y los condujera el resto del camino hasta Montmédy. Acosado por los aldeanos que pensaban que los soldados estaban allí para cobrar impuestos, Choiseul entró en pánico y, temiendo que el plan hubiera sido abandonado, huyó al bosque con sus tropas.

Arrest of Louis XVI and His Family in Varennes, 1791
El arresto de Luis XVI y su familia en Varennes, 1791
Thomas Falcon Marshall (Public Domain)

Para entonces, se había descubierto la desaparición de la familia real en París y se había dado la alarma. La noticia de su huida viajó más rápido que el propio carruaje. Así que, cuando los miembros de la realeza llegaron a la ciudad de Sainte-Menehould sin la protección de los soldados de Choiseul, los ciudadanos vigilantes ya estaban pendientes de ellos. Uno de estos ciudadanos, un administrador de correos llamado Drouet, reconoció a los reyes cuando pasaron por Sainte-Menehould en la tarde del 21 de junio; más tarde diría que reconoció al rey por su retrato en una asignación de 50 libras.

Drouet entró en acción. Como ex-dragón, pudo cabalgar rápidamente y adelantarse al carruaje real hasta la pequeña ciudad de Varennes-en-Argonne, donde dio la alarma. Cuando el carruaje llegó, fue detenido por el procurador de la ciudad, que ordenó a la familia que saliera y la retuvo en la habitación superior de la casa de un fabricante de velas. Mientras tanto, los habitantes de Varennes alertaron a la Asamblea Nacional. A la mañana siguiente, la familia real se enfrentó a los mensajeros de la Asamblea que, apoyados por contingentes de la Guardia Nacional, exigían su regreso inmediato a París. Enfadada, María Antonieta denunció la insolencia de la Asamblea al hacer tal exigencia mientras Luis se lamentaba de su pérdida de poder, gritando: "¡Ya no hay rey en Francia!". (Schama, 556). Luego de menos de veinticuatro horas de libertad, el rey volvía a estar cautivo.

Regreso

Alrededor de 6000 guardias nacionales y ciudadanos armados rodearon el carruaje en su viaje de regreso a París, lo suficiente para disuadir a Bouillé de hacer un intento de rescate. Al enterarse del fracaso del complot, Bouillé huyó a Bélgica. De los demás conspiradores, Choiseul fue capturado y encarcelado, y Fersen escapó a Coblenza, donde se unió a los hermanos exiliados de Luis XVI, los condes de Artois y Provenza, que estaban creando una corte contrarrevolucionaria de emigrantes franceses (Provenza había huido de París unas horas después que el rey, pero había eludido su captura). Mientras tanto, al carruaje real capturado se unió Lafayette, así como tres representantes de la Asamblea; dos de ellos, Jérôme Pétion y Antoine Barnave, se interpusieron entre el rey y la reina en el ya abarrotado carruaje. Los siete viajaron juntos en el reducido espacio durante más de dos días.

Pétion era una presencia ofensiva. Tiró del pelo del delfín y obligó al niño a leer repetidamente en voz alta los lemas revolucionarios inscritos en sus botones. Engañado por su propia vanidad, Pétion se convenció de que la hermana del rey, Madame Elizabeth, coqueteaba con él, recordando más tarde sus "sonrisas en una noche de verano" (Fraser, 344). En cambio, Barnave, el diputado de 29 años que se había forjado una reputación como uno de los "triunviros" de la Asamblea, era todo un caballero. Entabló una agradable conversación con Madame Elizabeth y con la reina, que no tardó en conquistarlo con su encanto. El comportamiento triste y los modales refinados de María Antonieta despertaron la simpatía de Barnave; a partir de entonces, mantendría una correspondencia con ella que acabaría por provocar su propia perdición política y su ejecución.

El carruaje tardó tres días en llegar a París a paso de hombre. Finalmente llegó el 25 de junio, donde fue recibido por una gran multitud a la que se le había ordenado permanecer en silencio, sin vitorear ni insultar a la familia real; los carteles colgados por toda la ciudad por orden de Lafayette amenazaban con que "quien aplauda al rey será azotado; quien lo insulte será ahorcado" (Fraser, 345). A las 8 de la tarde, la familia llegó por fin a las puertas de las Tullerías, cansada por los últimos días de viaje. A pesar de la emoción de toda la prueba, la entrada de Luis XVI en su diario fue característicamente sucinta: "Cinco noches pasadas fuera de París" (Fraser, 348).

Reacción

La huida del rey provocó una crisis existencial en la Asamblea Nacional. Durante dos años había estado trabajando para elaborar una constitución basada en el principio de la monarquía constitucional. Ahora, a punto de completar esa constitución, la noche de la huida del rey lo había puesto todo en peligro. Con sus acciones, el rey había anulado su anterior apoyo a la Revolución y había agotado toda esperanza de cooperación futura. El duro trabajo de dos años revolucionarios corría el riesgo de deshacerse.

Marie Antoinette in a Muslin Dress
María Antonieta con un vestido de muselina
Élisabeth Vigée Le Brun (Public Domain)

Desesperada por salvar las apariencias, la Asamblea inventó una historia según la cual el rey no había huido por voluntad propia, sino que había sido secuestrado por el taimado marqués de Bouillé, y fue rescatado por unos heroicos ciudadanos. Bouillé, a salvo al otro lado de la frontera, lo confirmó, esperando que la mentira ayudara al rey. Sin embargo, esta historia, ya débil en el mejor de los casos, se desmoronó por completo tras el descubrimiento de la nota del rey.

La noche de la fuga, Luis XVI había dejado un manifiesto en el que renunciaba a la Revolución y renegaba de su propia participación forzada en ella. Expresaba su frustración por su encarcelamiento en París, su cólera por la violación de la propiedad y la "completa anarquía en todas las partes del imperio" (Doyle, 152). Había denunciado el trato que la Revolución daba al clero, había denunciado el ascenso de los jacobinos y, lo peor de todo, había denunciado la Constitución.

La prueba era condenatoria. Luis XVI nunca sería un ciudadano-rey obediente. Cuando la noticia de esta traición se extendió por toda la nación, empezó a cundir el pánico sobre las intenciones del rey. ¿Habría invadido el país al frente de un ejército austriaco, si se hubiera escapado? ¿Invadirían de todos modos las potencias extranjeras? Cualquier duda en torno a estas cuestiones se disipó cuando, el 27 de agosto, los monarcas de Austria y Prusia hicieron pública la Declaración de Pillnitz, en la que expresaban su apoyo a Luis XVI contra la Revolución. Europa ya se estaba acercando a la guerra.

En la Asamblea, mientras tanto, la huida provocó la segunda gran división de la Revolución hasta el momento, ya que los diputados debatieron cómo tratar el acto de traición del rey. El resultado fue una división en el propio Club Jacobino. Algunos miembros, liderados por Barnave, Lafayette y Alexandre Lameth, formaron el Club Feuillant para rivalizar con los jacobinos, con el objetivo de seguir adelante con su visión de la monarquía constitucional; tras su cautiverio con la reina, Barnave incluso se esforzó por revisar la constitución para que fuera más favorable a la autoridad real. Los jacobinos restantes, liderados por Maximilien Robespierre, Georges Danton y Jacques-Pierre Brissot, y bajo la influencia del famoso radical inglés Thomas Paine, se acercaron al republicanismo, algo que nunca se había planteado seriamente antes de la huida del rey.

Las tensiones entre los dos grupos se intensificaron hasta julio de 1791, cuando Brissot redactó una petición exigiendo la destitución del rey. El 17 de julio, más de 50.000 franceses se reunieron en el Campo de Marte para firmarla. Fueron recibidos por Lafayette y su Guardia Nacional, que habían sido enviados para dispersarlos. Recibidos primero con abucheos y luego con una andanada de piedras, los guardias nacionales abrieron fuego contra la multitud desarmada y mataron a 50 personas. En los días siguientes, Lafayette reprimió a los líderes antimonárquicos, obligando a muchos a esconderse. La masacre del Campo de Marte marcó un punto de no retorno en la espiral de desunión de la Revolución.

Finalmente, la Asamblea decidió suspender los poderes del rey hasta que diera su consentimiento a la Constitución. Pero estaba claro que no habría más reconciliaciones entre el rey y la Revolución. Por su parte, Luis XVI se embarcó en una silenciosa cruzada de contrarrevolución, de la mejor manera que pudo desde su confinamiento en las Tullerías. Sin embargo, su credibilidad como rey-ciudadano estaba arruinada. El odio y la desconfianza no harían más que aumentar durante el año siguiente, y ahora no solo se odiaba a la institución de la monarquía, sino a los propios reyes. Poco más de un año después de Varennes, la monarquía sería abolida en favor de una república. Poco después, Luis XVI y María Antonieta serían ejecutados por su traición.

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Preguntas y respuestas

¿Qué fue la fuga a Varennes?

La fuga a Varennes tuvo lugar la noche del 20 al 21 de junio de 1791, cuando el rey Luis XVI y la reina María Antonieta intentaron escapar de París durante la Revolución francesa.

¿Por qué fracasó la fuga a Varennes?

La fuga a Varennes fracasó por varias razones: los retrasos y la incompetencia de los soldados reales, que hizo que la realeza no tuviera guardias. Finalmente, el jefe de correos de un pueblo reconoció al rey por su retrato en el dinero y dio la alarma.

¿Cuál fue el significado de la fuga a Varennes?

La fuga a Varennes fue importante porque convenció a la nación de que ya no se podía confiar en el rey Luis XVI. El odio hacia la monarquía aumentó y, por primera vez, la gente empezó a reclamar seriamente una república francesa.

Sobre el traductor

Agustina Cardozo
Agustina es traductora pública (inglés/español), uruguaya, con estudios avanzados de Lingüística. Sus áreas de experiencia como traductora son la traducción biosanitaria y la traducción jurídica. Le interesan la Historia y las humanidades en general.

Sobre el autor

Harrison W. Mark
Harrison Mark se graduó de la Universidad Estatal de Nueva York en Oswego, donde estudió Historia y Ciencias Políticas.

Cita este trabajo

Estilo APA

Mark, H. W. (2022, agosto 09). Fuga a Varennes [Flight to Varennes]. (A. Cardozo, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-20975/fuga-a-varennes/

Estilo Chicago

Mark, Harrison W.. "Fuga a Varennes." Traducido por Agustina Cardozo. World History Encyclopedia. Última modificación agosto 09, 2022. https://www.worldhistory.org/trans/es/1-20975/fuga-a-varennes/.

Estilo MLA

Mark, Harrison W.. "Fuga a Varennes." Traducido por Agustina Cardozo. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 09 ago 2022. Web. 23 nov 2024.

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