Ludwig van Beethoven (1770-1827) fue un compositor alemán de música clásica y romántica, y es considerado como uno de los mejores músicos de la historia. Famoso sobre todo por sus nueve sinfonías, conciertos para piano, sonatas para piano y cuartetos de cuerda, Beethoven fue un gran innovador y muy probablemente el compositor más influyente de la historia de la música.
Primeros años
Ludwig van Beethoven nació en Bonn (Alemania) el 16 de diciembre de 1770. Su abuelo era el director de música (Kapellmeister) del arzobispo elector de Colonia en Bonn y su padre, Johann van Beethoven (1740-1792), trabajaba en la misma corte como instrumentista y cantante tenor. La madre de Ludwig era jefa de cocina en el palacio. Ludwig solo tuvo otros dos hermanos supervivientes, Caspar Anton Carl (nacido en 1774) y Nikolaus Johann (nacido en 1776). El padre de Ludwig tenía mucho interés en que su hijo desarrollara sus evidentes dotes musicales, pero se excedió de tal manera que su hijo mayor pasaba tanto tiempo practicando con el piano que no le quedaba mucho tiempo para todas las demás cosas que los niños necesitan aprender para convertirse en adultos funcionales. Johann era violento y alcohólico, así que no se podía hacer mucho contra sus deseos.
La educación musical de Ludwig continuó en la corte de Colonia a partir de 1779 bajo la tutoría del organista y compositor Christian Neefe (1748-1798). Ludwig logró una gran impresión, y fue nombrado organista asistente de la corte en 1781, y al año siguiente, clavecinista de la orquesta de la corte. Los trabajos de Ludwig, que ya componía sus propias piezas, fueron catalogados por su maestro y en 1782 se publicó un conjunto de variaciones para teclado. En 1783 se publicaron tres de sus sonatas para piano. Ludwig dedicó sus sonatas al Elector, y aunque murió ese mismo año, el siguiente Elector consideró oportuno mantenerle en la orquesta de la corte.
En 1787, Ludwig estaba listo para viajar a Viena, donde recibió clases de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791). Sin embargo, cuando su madre enfermó, se vio obligado a regresar a casa tras solo dos semanas. Por desgracia, Ludwig no consiguió regresar a Bonn antes de que su madre muriera, probablemente de tuberculosis. En 1789, Johann van Beethoven se había sumido en el alcoholismo y la tristeza, por lo que Ludwig se vio obligado a asumir la responsabilidad de los asuntos de su familia, lo que incluía controlar la mitad del salario de su padre. Una segunda oportunidad de aprender de un maestro llegó en 1792, cuando obtuvo un permiso para estudiar con Joseph Haydn (1732-1809), que también se encontraba en Viena. Tanto la música de Mozart como la de Haydn influyeron en Beethoven en la primera etapa de su carrera como compositor, al igual que la orientación de otro maestro, Johann Georg Albrechtsberger (1736-1809), sobre todo en lo referente al contrapunto.
Personalidad y familia
Beethoven era «corpulento, moreno, con una cara fea, roja y llena de marcas de viruela, y de modales bastante groseros» (Wade-Matthews, 333). El historiador musical C. Schonberg ofrece una imagen aún más sombría del compositor:
Nunca fue una belleza, en su juventud le llamaban Der Spagnol (el español) por su color moreno. Era bajito, de 1,70 m, grueso y ancho, con una cabeza enorme, una frondosa cabellera, dientes prominentes, una nariz pequeña y redondeada y la costumbre de escupir donde le daba la gana. Era torpe y todo lo que tocaba corría el riesgo de estropearse o romperse... Era huraño y desconfiado, susceptible como una cobra misántropa, creía que todo el mundo quería engañarle, no tenía ninguna gracia social, era olvidadizo, propenso a los ataques de ira y tenía algunos tratos poco éticos con sus editores. Soltero, vivía en un entorno indescriptiblemente desordenado, en gran parte porque ningún criado podía aguantar sus rabietas. (109)
Al igual que su padre, a Beethoven le resultaba difícil resistirse al alcohol. Su gran pasión, además de la música, era la naturaleza. Como escribió en una carta la condesa Therese von Brunsvik: «Le encantaba estar a solas con la naturaleza, hacer de ella su única confidente» (Osborne). El propio Beethoven dijo una vez: «Quiero más a un árbol que a un hombre» (ibid); incluso una vez se negó a alquilar una casa cuando vio que no había árboles en los alrededores.
Los intereses amorosos de Beethoven siguen siendo un misterio. Por citar solo algunos, es posible que el compositor le propusiera matrimonio a la cantante Magdalena Willmann en la década de 1790, a la condesa Josephine Deym en 1805 y a Therese Malfatti en 1810, pero estas declaraciones de amor temerarias y socialmente imposibles, si es que llegaron a producirse, no fructificaron. Beethoven se enamoró de una mujer a la que describió en una carta de julio de 1812 como Unsterbliche Geliebte («Amada inmortal»), aunque la carta nunca se envió (tras la muerte del compositor, se encontró en un cajón secreto de su caja). La destinataria podría haber sido Antonie Brentano, cuñada de su amiga Bettina Brentano, ya casada; otra candidata es la pianista Dorothea von Ertmann. El rasgo común de los objetos de deseo de Beethoven es que todos eran absolutamente inalcanzables, a menos que las damas estuvieran dispuestas a arruinarse; tal vez ése fuera el deseo subconsciente y real de un hombre imposiblemente excéntrico que parecía incapaz de vivir con nadie, hombre o mujer.
En 1815, Beethoven, tras la prematura muerte de su hermano Caspar, asumió el papel de tutor legal de su sobrino Karl, aunque ambos mantuvieron una relación problemática. Beethoven trató de excluir a la madre de Karl de la tutela, ya que desaprobaba su escasa educación y su mala reputación, pero tuvo que librar una larga batalla legal para conseguirlo. Karl no podía soportar los cambios de humor de su tío e intentó suicidarse en agosto de 1826. Karl sobrevivió y abandonó definitivamente a su tío alistándose en el ejército.
Traslado a Viena
Beethoven llega a Viena en 1792, donde vivió el resto de su vida. Es posible que la muerte de su padre en diciembre de 1792 convenciera al compositor de que no tenía motivos suficientes para volver a Bonn. Beethoven se labró rápidamente una reputación en la que entonces era la capital musical de Europa por ser un magnífico improvisador, que tocaba con frecuencia el piano en las casas de los ricos. Un periódico hablaba del estilo pianístico de Beethoven en los siguientes términos: «Es muy admirado por la velocidad de su interpretación, y asombra a todo el mundo por la facilidad con que domina las mayores dificultades» (Wade-Matthews, 333). La carrera de Beethoven se vio impulsada por el mecenazgo del príncipe Lichnowsky, que incluso cedió al compositor habitaciones de su palacio. Otros nobles amantes de la música ayudaron económicamente al compositor a lo largo de su carrera.
El método de Beethoven para escribir música nueva era «sorprendentemente diferente al de sus predecesores, ya que realizaba una gran cantidad de borradores y bocetos para cada obra. Aunque muchos de estos bocetos se desecharon o se perdieron, se conserva un gran número, probablemente unas 10.000 páginas en total, con casi todas sus obras representadas» (Sadie, 164-5). Puede que Beethoven fuera descuidado en sus hábitos personales, pero era meticuloso cuando se trataba de escribir su música; revisaba todas sus obras publicadas y enviaba con frecuencia correcciones a los editores, exhortándoles a asegurarse de que los impresores pusieran todos los puntos en los lugares correctos.
El 29 de marzo de 1795, en el Burgtheater de Viena, Beethoven dio su primera actuación en público, eligiendo para ello un nuevo concierto para piano que había compuesto. A lo largo de los años siguientes publicó más obras para piano, a medida que se consolidaba como un virtuoso del piano distinguido. Publicó obras de música de cámara para piano, violín, violonchelo e instrumentos de viento, y se embarcó en varias giras de conciertos que le llevaron a ciudades importantes como Praga, Dresde, Leipzig, Berlín y Pressburg (la actual Bratislava). Entre 1799 y 1801 escribió la sonata para piano Pathétique, la sonata para piano Claro de luna (nombre acuñado después de que un crítico escribiera que la música le recordaba a la luz de la luna sobre el lago de Lucerna). La sonata Claro de luna está dedicada a la condesa Giulietta Guicciardi. Los cuartetos de cuerda de 1801 son considerados por muchos como las mejores obras de música de cámara de Beethoven. Fue también en este periodo cuando Beethoven se volcó en un formato nuevo para él: la sinfonía. La música nunca volvería a ser la misma.
Las sinfonías
La Primera Sinfonía de Beethoven se terminó en 1800 y la Segunda en 1802. En ellas, el compositor hizo gala de un uso innovador de los motivos musicales, en lugar del énfasis tradicional en los temas líricos, y los instrumentos de viento desempeñaron un papel más importante de lo que era tradicional. Otra innovación, que aparece por primera vez en la Segunda Sinfonía, consiste en sustituir el «minueto y trío» del tercer movimiento por un scherzo animado a ambos lados de una sección media más lenta. La Segunda Sinfonía, estrenada en abril de 1803, fue mucho más grandiosa que la Primera y sorprendentemente alegre, teniendo en cuenta los problemas de salud del compositor (véase más adelante), pero fue eclipsada en última instancia por la Tercera Sinfonía, Eroica, terminada en 1803. Eroica tiene el doble de duración que una sinfonía normal. El compositor la dedicó a Napoleón Bonaparte (1769-1821), aunque más tarde retiró la dedicatoria cuando Napoleón asumió el título de Emperador de Francia en 1804. Considerada por el propio Beethoven como su mejor sinfonía, aparte de la Novena, y citada a menudo por la crítica musical como una de las mejores sinfonías de cualquier compositor, destaca la dramática Marcha fúnebre.
La Cuarta Sinfonía se terminó en 1806 y contiene lo que el crítico musical Richard Osborne describe como «el más bello de los adagios sinfónicos de Beethoven». Las Sinfonías Quinta y Sexta se estrenaron en diciembre de 1808. La Quinta incluye el trombón, por primera vez en la obra de Beethoven, y muestra el creciente interés del compositor por la repetición de motivos y la fusión de los diferentes movimientos en un todo narrativo único, al tiempo que minimiza las pausas entre los movimientos. El escritor E. M. Forster (1879-1970) describió con palabras la música de la Quinta Sinfonía como «Ráfagas de esplendor, dioses y semidioses batallando con vastas espadas, color y fragancia emitidos en el campo de batalla, magnífica victoria, magnífica muerte» (Osborne). La Sexta Sinfonía también se titula Pastoral, ya que contiene interpretaciones musicales del canto de los pájaros, una tormenta y una fiesta rural. Hay instrumentos inusuales para realzar estos efectos, por ejemplo, la trompa alpina.
Las Sinfonías Séptima y Octava se compusieron en 1811 y 1812, respectivamente. El segundo movimiento de la Séptima Sinfonía fue especialmente popular entre el público. Su colega Hector Berlioz (1803-1869) quedó cautivado por la Octava Sinfonía: «una de esas creaciones para las que no hay modelo ni paralelo, algo que cae tal cual del cielo en la cabeza del artista... y nos quedamos paralizados mientras la escuchamos» (Kunze). El público prefería la Séptima Sinfonía, lo que molestó un poco a Beethoven, que consideraba que la Octava era mejor.
La Novena Sinfonía, titulada Coral, se terminó en 1824 y se estrenó el 7 de mayo de ese año en el teatro Kärntnertor de Viena. A pesar de estar casi totalmente sordo, Beethoven dirigió él mismo el estreno. El título de la sinfonía deriva del innovador uso que hace Beethoven de la voz en el final. La obra se inspira en la oda An die Freude («A la alegría») de Friedrich Schiller (1759-1805).
Problemas de salud
Beethoven se encontraba en la cima de su poder y su fama cuando sufrió un cruel golpe en su salud. Hacia 1798, el compositor se dio cuenta de que estaba perdiendo la capacidad auditiva. Los médicos confirmaron los temores de Beethoven en 1800, pero la causa sigue siendo desconocida. El compositor perdió primero la capacidad de oír notas agudas, y su audición se deterioró a partir de ahí durante los años siguientes, aunque hubo breves periodos de mejoría.
Beethoven expresó el trauma de este descubrimiento en una carta que se conoce como el Testamento de Heiligenstadt, por el nombre del refugio campestre a las afueras de Viena donde el compositor solía pasar temporadas. La carta, escrita en 1802, estaba dirigida a los hermanos de Beethoven (pero nunca llegó a ser enviada) e incluía pensamientos tan oscuros como: «Para mí no puede haber placer en la sociedad humana, ni conversación inteligente, ni confidencias mutuas. Debo vivir como un paria». Contempló el suicidio, pero se sintió impulsado por su música: «Parecía imposible abandonar el mundo antes de haber logrado todo lo que estaba destinado a hacer» (Wade-Matthews, 334). Beethoven empezó a utilizar una trompeta de oído, pero en 1818 ya no oía nada. Afortunadamente, como muchos músicos, Beethoven podía «oír» el tono de las notas en su cabeza, y así pudo seguir componiendo.
Otras obras
Beethoven escribió un ballet de éxito en 1801, Die Geschöpfe des Prometheus (Las criaturas de Prometeo), cuyo tema principal se reutilizó en la Tercera Sinfonía del compositor. Beethoven escribió su única ópera, Fidelio (conocida inicialmente como Leonore), en 1805, y la revisó en 1814. El compositor recicló parte de la partitura de Fidelio de su cantata de 1790, destinada a conmemorar la muerte de José II, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (que reinó de 1765 a 1790). El compositor vivió en una época turbulenta. La Revolución Francesa (1789-1799) sacudía Europa, y Austria y Francia estaban en guerra. La historia de Fidelio transcurre en España durante el siglo XVIII, pero la trama, en la que un hombre inocente es encarcelado pero rescatado por su esposa, se inspira en una historia ambientada durante la Revolución Francesa. Por desgracia para Beethoven, su ópera original en tres actos solo tuvo dos representaciones en el Theater an der Wien antes de que se cerrara porque el ejército de Napoleón ocupó Viena.
Beethoven volvió a la música instrumental con su Concierto para violín de 1806 y, ese mismo año, sus cuartetos «Razumovsky», llamados así por el conde ruso Andrey Razumovsky, embajador en Viena, a quien dedicó la obra. En 1809, Beethoven terminó su Quinto Concierto para piano, titulado Emperador, ya que estaba dedicado a su mecenas, el archiduque Rodolfo de Austria.
Aunque estaba económicamente estable desde la mitad de su carrera, Beethoven fue cayendo en comportamientos cada vez más extraños a medida que envejecía. Hacia 1820, era «considerado un gran compositor, pero como un hombre completamente excéntrico, incluso loco. Descuidado en el vestir, bebiendo una botella de vino en cada comida... comunicándose con sus amigos mediante libros de conversación, parecía casi al final de su carrera» (Arnold, 195).
En 1822, Beethoven compuso una obertura, La consagración de la casa, con motivo de la gran inauguración del Theater in der Josefstadt de Viena. Ese mismo año compuso su Missa solemnis, que acabó estrenándose en un concierto con la Novena Sinfonía. Beethoven describió la Missa solemnis como su mejor obra.
Al igual que Beethoven se vio obligado a retraerse de la sociedad a causa de su sordera, su última obra se distanció más de su público. Sus últimas sonatas para piano y cuartetos de cuerda «son obras introspectivas, no pensadas para ser 'comprendidas' o aplaudidas en el sentido convencional. Son la obra de un hombre que se había retirado a una vida interior, que solo podía expresarse a través de la música pura y abstracta» (Wade-Matthews, 337). Siguió innovando; sus cuartetos amplían los cuatro movimientos habituales, por ejemplo, y sus sonatas para piano de este periodo «trastornan los patrones formales tradicionales, alterando el número y el orden estándar de los movimientos; el material temático es fragmentario; y la escritura fugada adquiere una prominencia cada vez mayor» (Arnold, 195). Y aún estaba por llegar la Novena Sinfonía en 1824, la obra que inspiró a casi todos los compositores románticos por venir.
Las obras más famosas de Beethoven
Nueve sinfonías (1800-1824)
Seis cuartetos de cuerda
Alrededor de 90 canciones
Sonata para piano Pathétique (1798)
Sonata para piano Claro de luna (1801)
La sonata a Kreutzer para violín y piano (1803)
Sonata para piano Apassionata (1804-5)
Ópera Fidelio (1805 y 1814)
Concierto para violín (1806)
Cuartetos Razumovsky (1806)
Obertura Coriolano (1807)
Concierto para piano Emperador (1809)
Obertura Egmont (1809-10)
Trío Archiduque (1811)
Variaciones Diabelli (1823)
Missa solemnis (1823)
Muerte y legado
En sus últimos años, Beethoven sufrió una enfermedad hepática, probablemente como consecuencia de su consumo excesivo de alcohol, y su salud en general se resintió de los tratamientos médicos a los que fue sometido por sus médicos. Ludwig van Beethoven murió en Viena el 26 de marzo de 1827. El compositor fue objeto de un funeral público, y se dice que el cortejo fue presenciado por una multitud de 10.000 personas, aunque algunos afirman que la cifra se duplicó. Para muchos críticos y melómanos, la música de Beethoven refleja su vida: «Lo que su música transmite es una inmensa capacidad para superar la desgracia y el sufrimiento y una sensación de reposo y calma cuando la lucha ha terminado» (Arnold, 196). El célebre historiador de la música D. Arnold resume la influencia del compositor en todos los que le siguieron:
Muchos compositores siguieron su ejemplo introduciendo un coro en una sinfonía, basando una sinfonía en un programa, enlazando movimientos temáticamente, abriendo un concierto sin un ritornello orquestal, ampliando las posibilidades de la estructura tonal dentro de un movimiento o una obra, introduciendo nuevos instrumentos en la orquesta sinfónica, etc... sacó a la música de su papel de mero entretenimiento e hizo de la música no el sirviente de la observancia religiosa, sino su objeto.
(196).