Hoy en día, el té probablemente continúa siendo la bebida preparada más famosa del mundo. Inicialmente era consumido por los monjes chinos como ayuda para meditar y por quienes reconocían su valor medicinal, pero pronto aumentó su popularidad entre las culturas del este de Asia, particularmente en Japón. Se desarrolló una ceremonia elaborada para su preparación y consumo lo que buscaba fomentar la apreciación de la belleza en los pequeños lujos de la vida. Además, era utilizado como una forma discreta de mostrar el buen gusto y riqueza de las personas, no sólo al servir un producto relativamente costoso sino también porque se reservaba la mejor porcelana para tomar té.
Con la aparición de libros escritos por expertos en té, los cuales explicaban cómo actuar y las maneras de apreciar el té en su totalidad, además de poemas que elogiaban la bebida, tomar té se transformó en una forma de arte. De este modo, la ceremonia del té se convirtió en una forma simple de escapar por un momento de los problemas del agitado ritmo del día a día. Uso que continúa vigente para muchos en la actualidad.
El té en la mitología
Tanto en la tradición china como en la japonesa, el descubrimiento del té se atribuye al sabio indio Bodhidharma (también conocido como Daruma), fundador del budismo chan, precursor del budismo zen. Durante sus viajes para difundir su nueva doctrina, Bodhidharma fundó el templo Shaolin (Shorinji en japonés) en el sur de China. Ahí, meditó frente a una pared por nueve largos años. Al final de este periodo, se encontraba sumamente débil y justo antes de alcanzar la iluminación, se quedó dormido. Enfurecido por no haber completado el último paso, se arrancó los párpados y los arrojó al suelo, de ellos creció la planta de té.
Una bebida medicinal, estimulante y mercancía
Al té se le conoce con varios nombres: cha en chino y japonés, chai en hindi y urdu. El nombre en inglés probablemente proviene de the, la pronunciación que se le da en la provincia de Fujian, en el sureste chino. La bebida se prepara al añadir agua caliente a hierbas jóvenes, las puntas y las yemas de la planta Camellia sinensis, originaria del suroeste chino.
En sus inicios, alrededor del siglo II a.C., los monjes budistas utilizaban esta bebida como ayuda para meditar y para evitar dormir. También se creía que el té tenía propiedades medicinales, entre las cuales se encontraba curar la resaca. A inicios de la dinastía Tang (618-907) ya era posible encontrar té más allá de los monasterios pues se había convertido en una bebida popular entre la nobleza, quienes eran los únicos que podían pagar una bebida tan costosa. El té se convirtió en un elemento importante de la economía. Grandes plantaciones en el sureste del país se encargaban de cultivar la planta y conseguían valiosas ganancias para el estado a partir de los impuestos sobre su venta. Los mercaderes de té, quienes comenzaron a exportar té a otros países en Asia, se encontraban entre los empresarios más ricos de China.
Impacto en la cultura
La moda de tomar té también impulsó la industria de la cerámica fina ya que era la preferida para preparar, mezclar y tomar té. Además, se utilizaban envases elegantes para almacenar las hojas de té. Uno de los productores de teteras más reconocidos era Yixing, en la provincia de Jiangsu. En una cultura en la que mostrar la riqueza de manera ostentosa era considerado vulgar, utilizar un simple pero costoso recipiente de cerámica para el té era suficiente para demostrar prosperidad.
Tomar té se convirtió en una parte tan fundamental de la cultura china que comenzó a aparecer en el arte y la literatura. Un famoso poema de Lu Yu del siglo ocho, mostraba las formas y convenciones que deberían seguirse al tomar té. Este poema era una nota de agradecimiento de parte de Yu tras haber recibido un paquete de té recién cosechado.
Para honrar el té, cerré mi cerco de broza,
para que evitar que la gente común entre,
y me vestí con mi gorro de gasa
para prepararlo y probarlo por mi cuenta.
El primer tazón me humedeció elegantemente la garganta y los labios;
el segundo desvaneció toda mi soledad;
el tercero expulsó la torpeza de mi mente,
lo que agudizó la inspiración obtenida de todos los libros que he leído.
El cuarto produjo una ligera transpiración,
que dispersó los problemas de toda una vida a través de mis poros.
El quinto tazón limpió todos los átomos de mi ser.
El sexto me ha hecho pariente de los Inmortales.
El séptimo es lo máximo que puedo beber...
Mis axilas expiden una ligera brisa.
(en Ebrey, 95)
Propagación
Junto con otras prácticas culturales, el té llegó de China a los países vecinos del este asiático, entre ellos el imperio Silla de Corea, pero en ninguno se volvió tan popular como en Japón del siglo VIII. En Japón también lo consumieron primeramente los monjes budistas, y logró volverse popular hasta alrededor del 1200. Japón no sólo importaba las hojas cortadas, sino también las plantas de té, ya que las de China eran mejores que las que existían en Japón.
En Japón normalmente se producía el té al comprimir las hojas de té y hacer una esfera con amazura (endulzante de las uvas) o con jengibre, y después se preparaba en agua caliente. Con el tiempo, a partir de 1200 se abrieron escuelas especializadas en té y las personas comenzaron a reservar su cerámica más fina para tomarlo.
La ceremonia del té
Aunque el ritual y la ceremonia para servir té se originó en China, son los japoneses quienes lo convirtieron en sinónimo de su cultura. La ceremonia japonesa del té se llama chanoyu, que significa 'agua caliente para té', o chado o sado, que significa 'el camino del té'. Las fiestas de té comenzaron como eventos revoltosos donde los invitados intentaban adivinar el tipo de té que estaban tomando, pero en el siglo 15 d.C, el shogun Ashikaga Yoshimasa dio fin a estas prácticas y las convirtió en un evento mucho más sobrio y moderado, el cual otorgaba a los gobernantes la oportunidad de tener discusiones discretas y sobre temas delicados.
La ceremonia representa el principio estético del wabi, que es el valor que se le da al apreciar la belleza y la simplicidad en las cosas del día a día. La aplicación del wabi en la ceremonia de té se le atribuye al maestro de té del siglo XVI, Sen no Rikyu (1522-1591). Rikyu era el maestro de las ceremonias de té para los jefes militares Oda Nobunaga y Toyotomi Hideyoshi, y también fomentaba el uso de los arreglos florales con el cuidadoso arte de ikebana para crear la atmósfera indicada para tomar té. Sin embargo, parece ser que los maestros Rikyu no siempre siguieron sus consejos, ya que Hideyoshi realizó una fiesta de té con 800 invitados para celebrar su victoria en Kyushu en 1587. Aún así, el monje tuvo más éxito con las generaciones subsecuentes y la ceremonia del té se tornó gradualmente más gentil e íntima.
Lo primero que se debía hacer al tomar té era encontrarse en el lugar correcto y para los japoneses ese lugar era el especial chasitsu o habitación del té, también conocido como sukiya o 'casa de lo imperfecto', aludiendo a la original arquitectura simple y materiales básicos. Los techos eran de bambú y paja, con columnas para soporte sin adornos, y las paredes hechas de tierra. Esta construcción rústica se encontraba separada de la residencia principal (lo cual le daba un requerimiento aristocrático a la ceremonia ya solo las personas con dinero podían darse tal lujo). Así, quien o quienes tomaran el té podían desprenderse de inmediato de su espacio del día a día y, por consiguiente, de sus vidas cotidianas. Tres habitaciones originales existen todavía hoy en día y se encuentran en la Lista de Tesoros Nacionales de Japón. Se encuentran en el Myoki-an de Yamasaki, dentro del templo shinto de Minase-gu, y en el monasterio de Saiho-ji en Kioto.
La habitación de té o salón de té era pequeña, usualmente solo de tres metros; a Rikyu se le atribuye la disminución del tamaño de las habitaciones anteriores. Tenía decoración mínima y los servicios: un baño y un tsubakai, que consiste en una pileta de piedra (chozu-bachi) en el exterior para lavarse las manos antes de entrar, además de varias pequeñas piedras irregulares colocadas de manera estética en un sitio cercano. Otra característica es una linterna de piedra, también colocada afuera. Idealmente, la habitación de té debería de encontrarse en su propio pequeño jardín (cha-niwa) con un pequeño camino de piedras (tobi-ishi) que lleve a la casa principal. La vegetación deseada eran árboles verdes en lugar de flores, y musgo o césped bajo los pies para dar comienzo al efecto tranquilizante de la ceremonia antes siquiera de haber entrado a la habitación de té.
Las puertas de las habitaciones de té normalmente eran pequeñas, tan solo alrededor de 90 cm (3 pies) de alto, lo que tenía como propósito demostrar que todos tenían el mismo estatus una vez dentro. Algunos historiadores creen que la puerta prevenía que se entrara con espadas dentro de la habitación de té como otra forma de demostrar que se debía abandonar el rango y la ocupación al tomar té. Las ventanas y paneles de papel le daban amplia luz al interior.
Los detalles y etiqueta sobre la forma de preparar el té y servirlo usando un cucharón especial o las reservadas expresiones que uno debería de utilizar dependían de la escuela de té a la que la ceremonia se adhiriera, y había muchas. Usualmente se hervía el agua sobre carbón utilizando una tetera de hierro, y el té era fuerte, verde y amargo. También era común, en todas la ceremonias, que se requiriera utilizar las porcelana más fina que se tuviera, especialmente el tazón para el té o chawan, de donde se toma el té.
Historia tardía
Para el siglo XVI el té se consumía tanto y se había convertido en un negocio tan bueno que levantó el interés de los comerciantes europeos, sobre todo portugueses y holandeses. El té llegó a Europa en 1607 y para el siglo diecinueve esta bebida era tan popular en Europa que era posible escoger entre té chino, indio y Ceilán (actualmente Sri Lanka). El té de los últimos dos países era más fuerte y el preferido, sobretodo por los británicos quienes fomentaban su cultivo en India colonial. Aún así, el té representaba el 80% del total de las exportaciones de China a Europa al inicio del siglo XIX.